Con Juan Cruz es radicalmente difícil saber cuál es la verdad de la milanesa. O cuál es la milanesa… Está ese adolescente forever –a pesar de sus 36 años–, tan cool y en onda, y que cuando aterriza en una fiesta es un absoluto imán de chicas. Está el videasta –autor de clips como Rubí, de Babasónicos, polémico porque filmó una masturbación–. Y también el actor, con películas como ¿Sabés nadar? O el hijo de Graciela, tan diva y tan gaucha, que necesita a su papá –Juan Manuel Bordeu, prócer absoluto del volante nacional, campeonísimo del Turismo Carretera, muerto hace 16 años de leucemia–. O el que se pone algo triste cuando habla de su ex chica, Consuelo Lough, modelo, con la cual cortó hace cinco meses. Acá, con el multiforme Juan Cruz, las apariencias, de veras, engañan.
Y ahora –y desde hace un rato largo–, otra forma: el Juan Cruz fotógrafo. El que montó su propia muestra en la galería Braga Menéndez, pleno Palermo, con ayuda de Gaby Alvarez y los vinos Escorihuela Gascón. El evento se llamó JC, con mucha influencia de Terry Richardson y Jürgen Teller, fotógrafos muy top, y tan pero tan particulares. Y en las fotos están sus amigos celebrity, como Adrián Dárgelos en plan backstage, Pablo Echarri muerto y ensangrentado, o Leticia Brédice con Indio, así, tan natural. O su mamá que vive en el mismo edificio que él, pero un par de pisos debajo de su departamento. También, algunos amigos más extraños, mutantes de la vida, que se sacaron la ropa o se vistieron de mujer para él. Su pequeño universo, en síntesis. O él mismo, con todas esas encrucijadas que uno tiene, casual o extrañamente, a los 36.
–¿Cuál es la real motivación de todo esto?
–No sé, no tengo una respuesta para eso. Me gustaría decir algo más interesante. Pero pintó, me divertía la acción de mirar y disparar. Es poner el ojo, contar la historia a través de imágenes. No sé si hubo una motivación artística. Sin embargo, es equilibrar karma. No es por mala onda con los fotógrafos, pero yo fui tan fotografiado que me parece bien devolver un poco.
–En tus fotos hay mucho de tipos como Terry Richardson o Jürgen Teller. Retratos crudos y sin make up, desnudos frontales en primer plano, etcétera.
–¿Ves? Como yo, ellos fotografían su mundo, sus cosas. La crudeza en las imágenes me produce muchísimo erotismo.
–¿Te excita?
–¡Sí! Pero en el sentido más amplio de la calentura. Me inspira y me conmueve. Yo nací en un mundo con mucho make up. Hubo mucha ficción en mi crianza.
–Hablemos de Graciela Borges. ¿La ves como una diva?
–La visión sobre ella está muy distorsionada. Puertas adentro –y no tanto también– es una mina de una simpleza extrema. Una verdadera mujer gaucha. Viene, te da un beso y te pregunta por tu madre.
–Vos te criaste en un mundo de ficción, pero en tu muestra lo que más impacta son cuerpos supuestamente imperfectos. ¿Curioso, no?
–Es que lo imperfecto me parece precioso. Teta caída es teta caída. Pito chico es pito chico. Y no hay vuelta.
–Tus fotos, básicamente, son tus amigos. Es una situación cómoda. No implica un gran riesgo...
–Definitivamente, es cierto. Estoy en una zona de comodidad. Pero, te digo, no es nada fácil, y desafío a quien sea a que me diga lo contrario. Dárgelos es un tipo muy difícil, arisco como pocos para una foto.
–¿Y Graciela? ¿Echarri? ¿O Leticia?
–Mi vieja muestra un naturalismo muy posado. ¡Y sabe de lentes, eh! ¡Sabe! Para colmo, la hice en mi viejo Chevy modelo ’72. Con Echarri aproveché un capítulo de Tiempofinal que hicimos juntos, en donde todos terminaban muertos. Estaba ahí muerto en el suelo, aproveché y la hice. Y con Leticia somos grandes amigos, hay una energía muy hermanada. Fue preciosa esa foto con Indio, como equilibrar karma para mí. Ojalá mis viejos me hubieran presentado así en sociedad.
–Tu viejo, Juan Manuel… ¿pensás en él?
–Sí, y estoy totalmente obsesionado con él. Será que a los 36 me estoy empezando a sentir un hombre.
–¿Recién ahora? ¿No es medio tarde, quizá?
–No sé si es tarde. Hay gente que tiene mucha más edad que yo y ni le pasa. Yo me siento finalmente íntegro, y mi papá es un tipo que me gustaría muchísimo tener en este momento. Con él tengo encantadores diálogos invisibles. Necesito mirarlo a los ojos, es la tranquilidad de tenerlo. Se me aparece.
–Sus últimos días fueron terribles. En un hospital, rodeado de tubos.
–Su leucemia fue terrible. Me acuerdo mucho de esos últimos días. Cuando murió, me dije a mí mismo: “Comienza mi vida”. Yo buscaba mucho su aprobación. Y por momentos la tuve. El quería, simplemente, que yo fuera feliz. Y acá estoy, haciendo lo que puedo.
–¿Y cuán importante es el próximo paso, Juan Cruz?
–Yo, si dejo de hacer cosas, me muero. Y siento la paternidad cerca.
–Pero para eso hace falta una chica. ¿La tenés?
–Tenía. Corté con Consuelo hace cinco meses. Salimos largo tiempo. Es divina. Pero bueno… así son las cosas.
–Ya vimos al Juan Manuel fotógrafo, al videasta, al actor, etcétera. ¿Qué nos queda?
–Tengo ganas de dirigir una película. Daniel Day Lewis dice que labura por inevitabilidad. Que le mandan algo bueno y no puede no hacerlo. Lo mismo para mí.
–Estás no muy lejos de los 40. ¿No temés sentir que te baje la nafta, el impulso, la pasión, lo que sea?
–Mirá, te firmo un papel en blanco que a los 80 voy a estar con las mismas pilas que ahora. Así te lo digo.
Juan Cruz expuso durante una semana el fruto de su buena lente en la galería Braga Menéndez. Amigos y conocidos, sin una gota de maquillaje.
de Indio –con papás Leticia y Juampi Sanguinetti–, un Echarri lleno de plomo y sangre, Consuelo, su reciente ex novia, Adrián Dárgelos antes de salir a escena y mamá Graciela en el Chevy ’72 de Juan Cruz. Derecha, a los dos años, con papá y mamá en el campo familiar de Balcarce.
“Mi papá es un tipo al que me gustaría muchísimo tener en este momento. Con él tengo encantadores diálogos invisibles. Necesito mirarlo a los ojos, esa tranquilidad de saberlo cerca...”