Una noche hizo felices a todos los argentinos… …y todos los días hace felices a estos chicos – GENTE Online
 

Una noche hizo felices a todos los argentinos... ...y todos los días hace felices a estos chicos

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"Cuando Marcelo debutó en River no pudimos ir a verlo. Jugaba en Rosario frente a Newell's y no teníamos plata para que viajara toda la familia, así que el partido lo escuchamos por la radio. No me da vergüenza decirlo: muchas veces tuve que pedir plata prestada para que pudiera ir a entrenarse. Somos una familia de trabajadores que siempre
tuvo que poner el lomo para salir

adelante".

Máximo (48), el orgulloso padre, interrumpe el relato para tomar un amargo. Sentado en la utilería de la Fundación Marcelo Gallardo, hojea los diarios del jueves 6 de septiembre. Una sonrisa plena se dibuja en su rostro: en la portada de los principales matutinos observa el loco festejo de su hijo. Y lo hace con detenimiento: no quiere perderse detalle.
"Mirá qué cara de felicidad", comenta mientras ofrece un mate.

Pasaron ocho años de aquel 18 de abril de 1993, el inolvidable día en que Marcelo, de la mano de Daniel Passarella, dio el salto a Primera. Atrás quedaron también los trabajos de papá Gallardo como pintor y los sacrificios que debía hacer la familia para llegar a fin de mes. Hoy, Máximo preside la generosa obra que su hijo les ofrendó a los chicos de Merlo, al oeste del Gran Buenos Aires. Sus ocho horas diarias de trabajo en la Fundación cristalizan el sueño más grande del Muñeco:
"Sin la ayuda de mi viejo sería imposible seguir adelante con todo esto", dice Marcelo. Y agrega:
"No tengo palabras para describir la alegría que me produce ver a tantos chicos felices. Lo primero que hago cuando llego a Buenos Aires es ir a la Fundación. A pesar de que todos los días llamo y pregunto cómo va todo, lo que más disfruto es estar ahí y comprobar en persona que todo funcione
bien
".

UN SOL PARA LOS CHICOS. La esquina de Aristóbulo del Valle y Sarmiento es una de las más conocidas en Merlo. Es que allí funciona el complejo polideportivo que alberga a más de 900 chicos y que ayudó a muchos a salir de la calle y a tener un lugar donde refugiarse.
"La idea inicial era que los chicos más pobres tuvieran la posibilidad de practicar algún deporte. Cuando inauguramos, el 19 de junio de 1999, teníamos
cuarenta
", cuenta Marcelo desde Mónaco, donde juega hoy, y adonde regresó 24 horas después de su fantástica actuación frente a Brasil. A través del teléfono, su voz suena tan clara como entusiasmada. Continúa su explicación: "A poco de abrir se fueron sumando más y más chicos. Es que la gente entendió que la Fundación era un lugar seguro, serio, y empezó a anotar a sus hijos para realizar alguna actividad deportiva".
El fuerte de la Fundación Marcelo Gallardo, claro, es el fútbol. Pero los chicos también pueden practicar básquet y hacer toda clase de ejercicios físicos. Divididos en cuatro turnos, las actividades que se desarrollan en los 4.600 metros cuadrados del predio son conducidas por dos profesores de gimnasia y dos preparadores físicos. Otras cuatro personas se ocupan de la limpieza y el mantenimiento. Pero las cosas no terminan ahí. Todos los días almuerzan allí unos cuarenta pibes y otros cincuenta asisten a las clases de inglés que dicta una profesora. El presupuesto total trepa a 18 mil pesos por mes.

"Los chicos tienen entre seis y catorce años. Vienen dos veces por semana y periódicamente se le realiza un riguroso estudio médico que incluye electrocardiograma, chequeo físico y análisis de sangre, entre otras cosas", cuenta el padre del jugador. Y explica: "A todos les damos la ropa para que jueguen. Queremos que el hijo del médico y el del albañil tengan la misma camiseta, el mismo pantalón y las mismas zapatillas. Y la verdad es que esto nos trajo muy buenos resultados. Acá son todos amigos y nadie se siente inferior o discriminado. Hoy estamos compitiendo en un torneo de baby fútbol: de siete categorías, en dos salimos campeones y en otras dos
subcampeones
".

Y uno de esos logros llegó de la mano del propio Máximo. Es que no sólo coordina el funcionamiento de la Fundación. También se encarga de entrenar y de dirigir a una de las categorías juveniles. Así lo cuenta él:
"Un día estábamos en casa tomando mate y Marcelo me dijo que iba a armar la Fundación y que yo iba a estar al frente. El sabe que tengo una pasión muy grande por el fútbol y que me encanta dirigir a los pibes. Eso es algo que hice toda la vida. Me acuerdo que vivíamos frente a un potrero y mientras yo me pasaba horas en la cancha, Marcelo prefería jugar a las bolitas o remontar barriletes. Mire lo que son las
cosas
". Su tono de voz es bajo, y hay que esforzarse para escucharlo. Casado con Ana María (41), además de Marcelo tiene dos hijas: Marta (23) y Paola (18). Hace pocos meses armó un museo con las camisetas que su hijo utilizó en el Estrella de Maldonado -su primer equipo-, en River, en la Selección Nacional y en el Mónaco de Francia, donde al Muñeco tiene como fan al mismísimo príncipe Alberto. Todas están resguardadas con un marco de madera y vidrio.
"Esta celeste es la primera que usó Marcelo. Tenía 10 años", cuenta Máximo mientras se emociona y se le humedecen los ojos. Se toma un respiro y sigue:
"Cuando tenía nueve años y medio, vino y me preguntó 'Pap? ¿me puedo ir a probar al club Nahuel?'.
Yo le dije que no había problemas. Pero le aclaré que aunque su papá era el técnico del equipo, iba a tener que matarse para jugar de titular. A los pocos meses era el fenómeno del barrio (risas). Y a los 13 años, cuando terminó la escuela primaria, decidí llevarlo a River. Se probó, quedó y tuvo una carrera tan rápida como brillante: jugó un año en novena, otro en octava, a los 14 años saltó a tercera, a los 16 ya se entrenaba con los monstruos de la Primera y a los 17 ya jugaba. Yo siempre le digo que es un tipo con suerte. Con 25 años, ya ganó seis campeonatos con River y uno con el Mónaco. Y esta posibilidad que le da Bielsa de integrar la Selección es un orgullo para todos
nosotros
".

Y el destino quiso que ese muchacho que nació y se crió en un humilde barrio de Merlo fuera el encargado de meter ese mágico cabezazo que abrió el camino para el histórico triunfo ante Brasil que hizo felices a 37 millones de argentinos. Dice su padre:
"Marcelo lleva la celeste y blanca en el corazón". Ese corazón tan grande y solidario que todos los días hace felices a 900 chicos.

Toda la alegría de Marcelo tras convertir su gol, apenas siete minutos después de haber ingresado a la cancha. El Monumental deliraba...

Toda la alegría de Marcelo tras convertir su gol, apenas siete minutos después de haber ingresado a la cancha. El Monumental deliraba...

La <i>Fundación Marcelo Gallardo</i> está ubicada en Merlo, donde creció el <i>Muñeco</i>. El jugador la inauguró en junio del 99. Al principio asistían 40 chicos. Hoy, son 900.

La Fundación Marcelo Gallardo está ubicada en Merlo, donde creció el Muñeco. El jugador la inauguró en junio del 99. Al principio asistían 40 chicos. Hoy, son 900.

Funciona un comedor infantil, un gimnasio, se dan clases de inglés y, claro, todo el tiempo se juega al fútbol. La idea inicial era que los chicos pobres tuvieran dónde practicar algún deporte. Pero ya lo ves: esto creció, creció y creció", explica Gallardo.">

Funciona un comedor infantil, un gimnasio, se dan clases de inglés y, claro, todo el tiempo se juega al fútbol. "La idea inicial era que los chicos pobres tuvieran dónde practicar algún deporte. Pero ya lo ves: esto creció, creció y creció", explica Gallardo.

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