Informática y Lengua”, contesta vertiginosa, de la misma forma que habla, Agustina Vivero, que nos confiesa su segundo nombre al oído para que no se propague, y pide que evitemos escribirlo en la nota. “Poné Cumbio, nomás”, casi ruega la chiquita no tan chiquita de 17 años. Porque si bien mide 1.63, su diminuta figura no deja de crecer vía web: desde que subió el álbum personal, www.fotolog.com/cumbio, en junio de 2006, a la fecha, registró 17 millones de visitas, convirtiéndose en el sitio de internet más visitado del país luego de Google y Windows Live, con 30 mil ingresos diarios (“Ojo, si agrego la imagen de un beso, se duplica la cantidad”) y 110 mil usuarios que la atesoran entre sus favoritos, observándola y cruzándole comentarios, asombrados, entre otras cuestiones, por verla convertida en modelo de Nike.
Sin embargo –siempre existe un “sin embargo”–, ella tratará de no exagerar con lo que ocurre a su alrededor. “¿Cuánto puede durar esto? ¿A lo sumo un par de meses?”, pregunta desde su vivienda en la calle Deán Funes. “Yo, mientras tanto, sigo levantándome a las 7 am, caminando al cole, el Abraham Lincoln, de Once, y estudiando”, concede.
–¿Y cuáles son sus materias más flojas allí?
–Informática y Lengua.
“MI COMPU SE ARMO DE A POQUITO. Pertenezco a la clase media baja”, explica la hija de Fanny (48, ama de casa) y Rubén (52, dueño de camiones), quienes intentan filtrar al menos un poco los interminables llamados que llegan al celular de su hija y al teléfono particular. “Vi la luz el 6 de mayo de 1991. Como toda mi familia nació en Corrientes Capital, incluyendo al ídolo de mi hermano (Rubén, 32, productor de Endemol), viajaron para tenerme, y regresamos”, relata Agustina echada en su cama, de frente a un Sanyo de 29 pulgadas y de costado a su computadora de 22, la gran compañera a la hora de sus aventuras ciberespaciales.
“Cuatro meses atrás dejé la vieja por una moderna. Mamá me la compró y armó de a poco. Compró el CPU, después la pantalla plana. Anda linda y la banda ancha que uso, TeleCentro, funciona bárbaro. Y lo cuento de manera desinteresada, porque la pagamos tiqui taca a fin de mes”, agrega antes de pedirle a su docena de amigos, que conversan fuerte en la planta baja del altillo donde duerme y se conecta, bajar la voz. Orden que durará, máximo, seis, siete segundos. Hasta que le proponemos a Vivero un ping pong identificatorio.
¿Por qué Cumbio?
“Me lo pusieron en el Palermo Sounder, la escuela especializada en rock y pop a la que iba, inspirados en mi debilidad por la cumbia”.
¿Cuándo explotó públicamente su figura?
“A principios de 2008, tras aparecer en el programa Policías en acción, de Canal 13, y en el suplemento Sí!, de Clarín, y tras comenzar a organizar los encuentros de floggers en una canchita del barrio, en el Abasto y en las matineés”.
¿Cobra los desfiles(léase presentaciones en boliches)?
“Me pagan 500 pesos”.
Narcisismo, exhibicionismo, ¿a qué se debe su impactante y peculiar éxito?
“... TAL VEZ SE IDENTIFICAN CONMIGO. Soy una chica normal que apenas quiere hacer amigos”, contesta Agustina. “Algunos deben pensar: ‘¿Cómo esta gorda puede cobrar por posar para una marca multinacional?’ –apuntala el concepto–. Otros creen que soy una ‘queni’: que ni baila, que ni canta, que ni actúa (por el momento; me han ofrecido una pieza de teatro), que ni nada’. Sin embargo, me parece que a muchos les atrae mi naturalidad, y que los chicos me sienten cercanos, no una estrella del cine, de la música, situación que me gusta. Me encanta la conexión con la gente”, admite la piba de ropa y pelo coloridos, pantalones chupines, piercings abundantes, aroma a perfume de bebé, 65 kilos, 36 de calzado y ojos negros.
“Igual, si me apurás, creo que quizá el secreto de lo que me sucede viene porque lo tomo como un juego –intuye–. Me divierte subir seis fotos todos los días. Claro que algunos ahora intentan cualquiera para ganarse fama. Ciertos individuos que estaban a mi lado cruzaron de calle y hoy me atacan, tratan de opacarme y subirse a lo alto del podio. No les doy bolilla. Tampoco a los que me ponen en sus mensajitos de texto –recibo unos 6.000 al mes–, ‘Te amo’ o ‘Te odio’”, busca bajar las revoluciones de su presente Cumbio, que frente al teclado ya borroso escribe con los diez dedos de la mano y jura no superar, en promedio, el par de horas.
“No recomiendo a los chicos que se excedan. Llevo una vida sana. No consumo cosas raras, no tomo alcohol, no fumo. Anótense en el gimnasio como yo, aunque les cueste ir, como a mí”, propone.
–¿Su droga es fotolog?
–No sé si droga, pero si se llega a cortar la luz, te aseguro, me ataca una especie de síndrome de abstinencia.
El sábado, Cumbio se presentó en Soul Train de-Luxe, la disco de San Martín. Allí estuvo rodeada de manos, cámaras y celulares. “Me encanta la conexión con la gente”, afirma.
A su Nokia 6131 llegan 1.400 mensajes de texto por semana.
Agustina en el altillo de su pieza, delante de la computadora que la comunica con el país.