Oscar Martínez: "Esta profesión me ha dado todo" – GENTE Online
 

Oscar Martínez: "Esta profesión me ha dado todo"

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Martínez posa en el Cementerio Británico, donde se filmó un tramo de la película, que también recorrió varias locaciones en España, como Sevilla y Marbella. “El guión me atrapó de entrada”, confiesa.

¿Cómo se alcanza la maestría en lo que uno práctica? Será la pasión... La experiencia... La búsqueda incansable que anula el conformismo... Oscar Martínez (68) lleva casi cinco décadas puliendo cada detalle de este oficio, que lo atrapó en la adolescencia. Y hoy, al repasar su currículum y sopesar el prestigio, se vislumbra el intenso camino recorrido. Y el que falta recorrer, claro, porque el compromiso se renueva.

“Alfredo Alcón decía, y sé que lo hacía convencido, sin una pizca de demagogia: ‘Cada noche me pregunto si voy a estar a la altura de las circunstancias’. Y es así... El día que estás excesivamente seguro –de cualquier cosa, aunque sean ideas–, perdiste. Siempre es mejor tener un margen de incredulidad, de duda, una mezcla de una fe enorme en tus propias fuerzas y un descreimiento permanente”, afirma el actor que, por estos días, encara la recta final de otro rodaje.

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En este filme, Martínez se pone en la piel de Bernardo, un arquitecto y profesor universitario que acaba de enviudar.

Se trata de Yo, mi mujer y mi mujer muerta, una película dirigida por el español Santi Amodeo, coproducida entre Argentina y España. El propio Amodeo (48) adelanta: “Al protagonista se le muere la mujer y sufre un duelo extraño, porque le suceden cosas surrealistas, que hacen que el personaje recorra un arco que pone en cuestión muchos aspectos de su vida pasada. Oscar está en casi todos los planos de la película y hace un trabajo brillante. Es muy famoso internacionalmente y pensé que sería difícil que aceptara. Pero leyó el guión, le gustó y conseguimos cerrarlo. Estamos felices”, agrega Amodeo. Muy cerca, Martínez hace un alto en el frenesí del rodaje, que comparte con Carlos Areces, Ingrid García-Jonsson y Malena Solda.

–¿Cómo se dispone, Oscar, ante un guión que le llega?

–Mirá, a veces no pasás de la sexta página: te das cuenta de que no te va a gustar... Y otros textos que, de entrada, te toman del cuello. Puede haber experiencias intermedias, algo que quizá no te seduce desde las primeras secuencias y después te gusta. Pero cuando un guión no es de tu agrado, te das cuenta rápidamente.

–Y éste fue el caso contrario...

–Exacto. Me pasó como con El ciudadano ilustre. Cuando lo leí, me tiré de palomita. Me involucré de inmediato.

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Todo lo que creía saber sobre su esposa está a punto de tomar un giro inesperado...

–¿Cómo compone un personaje?

–Yo escribí un libro sobre el trabajo del actor y no te lo podría decir en tres frases... Pero más allá de eso, que tiene que ver con lo técnico, te diría por ejemplo que la primera lectura es muy importante. Es fundacional. Por supuesto que después uno puede ir revelándose aspectos que no vio, complejizando la concepción que tiene de ese personaje, sobre todo en los primeros intentos de ponértelo en el cuerpo. Si bien es cierto que hay oficio y técnica, existe también una gran ayuda de la intuición.

–Hay que seguirla.

–Y... es una forma de conocimiento superior, porque no es meramente racional. Son la intuición y el cuerpo los que te dicen: “Esto no es así, por acá no”. Después, la cabeza acomoda por qué. Pero es muy difícil que un personaje que no te atraviesa, que no te conmueve de entrada, después lo encuentres. No es imposible, pero... Lo ideal es que haya una empatía, y no porque el personaje sea una buena persona. Me refiero a la posibilidad de hacerlo.

–Bueno, el personaje de Kóblic –película de 2016, con Ricardo Darín–, por ejemplo, tan despiadado...

–Claro, pero fijate que cuando me llama Sebastián (Borensztein) y me acerca el guión, le pregunto: “¿Por qué me llamás a mí para interpretar a este comisario corrupto?”. De entrada sentí que no era para mí. Le decía: “¿Para qué vas a correr ese riesgo, si ni el physique du role me ayuda? Hay actores a los que los llamás, les ponés la ropa y ya están mucho más cerca que yo”. Me dio las razones y después con su ayuda lo fuimos armando, componiendo y encontrando, con pruebas de ropa, maquillaje, prótesis... Y finalmente me sentí bien en la piel de ese bicho totalmente desagradable.

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“Oscar está en casi todos los planos de la película. Hace un trabajo brillante”, contó Santi Amodeo, talentoso director andaluz con gran proyección.

–Hay que aplaudir el ojo del director.

–Sí. Yo tenía bastante miedo. Porque una composición en cine... El cine no es el teatro, ¿viste? El ojo está muy encima, prácticamente se leen los pensamientos en un plano corto. Hacía bromas en medio del rodaje: “Es el fin de mi carrera”, decía, je.

–Y por el contrario, en los últimos años no paró de recibir premios internacionales. ¿Qué le provoca?
–Son halagos, indudablemente. El premio en Venecia (2016, por El ciudadano ilustre) fue un punto de inflexión porque es especial; ni qué hablar para un actor latinoamericano.

–De hecho, nunca lo había ganado alguien de estas tierras.

–Nunca. Y de lengua hispana soy el segundo, después de Javier Bardem. Es algo que me conmovió muchísimo. Son lugares en donde no se te conoce, no se sabe demasiado de tu trayectoria, y lo único que se tiene en cuenta es eso que están viendo. El de Venecia es el premio más antiguo de Europa. Me dieron una lista de los actores que lo habían ganado y los nombres... No podía leerlos sin que se me humedecieran los ojos. Desde Gerard Depardieu, pasando por Marcello Mastroianni, hasta Jack Lemmon... Y vos decís, ¿cómo puede ser que mi nombre integre esta lista?

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“El premio en Venecia (2016, por El ciudadano ilustre) fue un punto de infl exión porque es especial; ni que hablar para un actor latinoamericano”

–El reconocimiento de los pares es incomparable.

–Sí. Por ejemplo Pepe Sacristán, un amigo de muchos años, me llamó por teléfono y me dijo: “¿Tú tienes idea de lo que has ganado, de lo difícil que es...?”.

–¿Qué diferencias encuentra este Martínez con aquel que, por caso, fue parte de La tregua en 1974?
–En la esencia, ninguna... Pero obviamente la diferencia está en la experiencia profesional y de vida. Te enriquece, te vuelve razonablemente más sabio. Y el hecho de tener una carrera larga, avalada por el afuera, por la mirada ajena... Tener eso como saldo te confirma y te da seguridad.

–¿Qué es lo más hermoso de su profesión?

–Te diría que llegar al corazón de la gente, poder rozar el alma del público. Lo que modestamente puedas hacer al servicio de grandes historias. Si no, es una fantochada. La profesión me ha mimado, me ha dado todo, y para mí, además, es mi vida. Cada vez me doy más cuenta, ahora que ya estoy grande, de que si bien siempre me importó el aspecto de mi vida personal, mis afectos, mis amores, sin dudas lo que me ha justificado en la vida es mi trabajo. Lo que me ha permitido trascender y sentir que estoy haciendo aquello para lo que vine. Que es lo más interesante que tenemos para descubrir. Creo que todos hemos venido a algo. Y yo tuve la suerte de tener una vocación muy temprana, porque arranqué a estudiar a los 14, y a los 21 ya trabajaba de forma profesional. Esa vocación es una bendición en sí misma.

Por Eduardo Bejuk.
Fotos: Alejandro Carra.

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