Fue la madrugada más violenta de su vida. Y empezó -como empiezan estas
tristes y cada vez más habituales historias porteñas- con un descuido. Después
de una noche de cine, Florencia Peña (30) pasó a buscar en su camioneta a
Mariano Otero (27), su pareja, por Notorius, el boliche donde tocaba con
su banda de jazz. Luego partieron a la casa del barrio de Colegiales, adonde se
mudaron hace un año y medio desde un country en Tigre en busca de seguridad:
allí también les habían desvalijado la casa, aunque sin ellos adentro. Las "huellas"
que dejó un perro en la vereda, y que Mariano tuvo la desgracia de pisar (¿quién
dijo que trae suerte?), fueron el cebo para los ladrones. Concentrado en limpiar
sus zapatos en el cordón, el músico no vio cómo tres hombres se acercaban para
asaltarlo, precisamente en el momento en que Florencia abría la puerta de calle.
Era la una y media de la madrugada del sábado…
Lo que siguió fue terrible. Y es un capítulo más de una saga que tiene 290
episodios de inseguridad por día. Según la Secretaría de Seguridad Interior, ése
es el promedio de denuncias que recibió la Policía Federal por delitos contra la
propiedad cada 24 horas en los primeros seis meses del 2005: una cada cinco
minutos. Ocho denuncias más que en el mismo período del 2004 (sin contar los
miles de robos que no son denunciados). Un total de 52.563 en lo que recorrió el
año. Y, aunque los mismos datos indican que los asaltos a mano armada (los más
violentos) disminuyeron un 9,6 por ciento y los robos de autos lo hicieron un
0,6 por ciento, nada de esto podrá consolar a Peña y Otero. Hoy, después de
hacer la denuncia en la Comisaría 31ª, ellos también son parte de la
estadística. Puertas adentro de su hogar, sin embargo, no hubo números, sino
miedo.
Con las marcas de la angustia todavía en el rostro, la actriz recordó el
espantoso momento: "Nos apuntaron con armas y nos hicieron entrar. A mi hijo
y Aurelia, la niñera, que dormían, los despertaron y los llevaron a mi cuarto.
Recién ahí descubrieron que yo era Florencia Peña. Me pedían joyas y dinero…
¡pero yo no uso joyas, y sólo teníamos la plata que le habían pagado a Mariano
por tocar! Enseguida llamaron a dos cómplices más… Ahí pensé que nos iban a
terminar matando".
-¿Por qué?
-Nos amenazaban todo el tiempo. Había uno encapuchado, que dijo llamarse
Cristian, que me pedía que les contara a los periodistas lo bien que nos habían
tratado. Pero al rato agarró un cuchillo y amenazó con cortarle los dedos a
Mariano. Y otro, con secuestrarlo. Después le pegaron en la cabeza y se lo
llevaron abajo. Tuve mucho miedo por él. Yo lloraba y miraba a Tomás, que
caminaba por la habitación desconcertado, con su muñequito de peluche.
-¿Cómo lo tranquilizaba?
-Le decía que eran amigos del papá y que estaban jugando. Pero en otro
momento también amenazaron con hacerle algo a él. Querían plata, efectivo.
Estaban drogados o borrachos, sacados. Tuve miedo, nunca sentí que mi familia y
yo podíamos estar tan cerca de la muerte.
-¿Cómo los convencieron para que no les hicieran daño?
-Dejamos que desvalijen la casa. En nuestros bolsos cargaron todo: ropa, el
DVD, equipos de música, las dos filmadoras, las cámaras de fotos todavía con
fotos de mi hijo, ropa, zapatillas… todo. Lo peor que se robaron fue una
notebook gris, marca Compaq, donde Mariano venía grabando su disco
para EMI desde hace siete meses.
-¡Todo su trabajo!
-Todo. Las demás cosas se pueden recuperar con el tiempo, pero ahí estaba su
trabajo intelectual. Por esa computadora estamos dispuestos a pagar una
recompensa. Con todo, Mariano era el más tranquilo. Les dio su tarjeta de débito
y la clave. Uno se fue a un banco. El resto se puso a cargar las cosas en
nuestra camioneta. Entraban y salían de casa como si fuera una mudanza.
-¿En algún momento quisieron abusar de usted?
-No. Es más, uno de los ladrones, cuando se llevaron a Mariano a la planta
baja y yo lloraba, se acercó a la cama donde me tenían y me dijo: "Si te
quedás tranquila no te voy a violar ni a hacerte daño. Nunca me hubiese
imaginado estar tan cerca de la mina que me hace reír todas las noches en la
tele". ¿Te das cuenta?
-Entonces, ¿la benefició o la perjudicó ser famosa en esta circunstancia?
-Mirá, al principio pensé que creerían que tenía mucho dinero, y que sería
peor. Pero después me pareció que eran chorros un poco cholulos. Porque entre
ellos se decían: "No le hagamos mucho quil… a la Peña, porque después la
prensa nos va a dar con un caño", y a mí, el que se llamaba Cristian me
pedía que dijera que me había cuidado. "Para nosotros esto también es un
trabajo", repetían.
-¿Cómo terminó todo?
-Nos juntaron a todos en la cocina y nos querían atar. Yo estaba
shockeada, lloraba, les pedía por favor que no. Cuando salieron cerraron con
llave desde afuera. Tomás, de los nervios, empezó a escupir flema. La casa era
un desastre, pero pudimos avisarles a unos vecinos y ellos llamaron a la policía
y a un cerrajero.
-¿No tenían ninguna alarma o método de seguridad?
-No. Y no sé si hubiera activado una alarma. Podríamos haber quedado como
rehenes. Lo único que teníamos era una garita. Ahora, con Pablo Echarri, que es
vecino de la misma cuadra, y otros, pensamos en poner otra garita, pero en la
otra esquina. Pero a este susto no me lo voy a olvidar más. Antes era muy
relajada. Ahora voy a abrir más los ojos cuando esté en la calle.
Florencia, con los ojos llenos de lágrimas, recuerda el terrible momento que le tocó vivir junto a su familia. Se mudaron a Colegiales hace un año y medio buscando seguridad, porque en la casa del Tigre que antes habitaban habían entrado ladrones.
Los ladrones cargaron lo robado en la camioneta de Florencia y también se la llevaron. En seis meses de 2005 hubo 52.563 denuncias por delitos contra la propiedad en la Capital Federal, un 2,7 por ciento más que en el mismo período del 2004. Florencia y Mariano, ya forman parte de la estadística.