“Cherchez la femme”, repiten los periodistas de policiales: hay que buscar al culpable a través de su esposa, su amante o, como en este caso, su ex. Así sucedió en el explosivo affaire de los cuadernos de Oscar Centeno, el chofer de Roberto Baratta, segundo del ministro de Planificación kirchnerista, Julio De Vido.
Aquí, la dama que develó la trama de coimas y bolsos con dinero que involucra al gobierno anterior fue Hilda Horovitz, otrora sufrida pareja del remisero.
La investigación comenzó con una caja de ocho cuadernos (tres Gloria, tres América, un Rivadavia y una libreta Covenor) en manos del periodista Diego Cabot, del diario La Nación, continuó en la fiscalía de Carlos Stornelli y el despacho del juez Claudio Bonadio y terminó con ex funcionarios y encumbrados empresarios detenidos.
Además, con el chofer acogido al programa de protección de testigos y la declaración de Angelo Calcaterra –presidente de la constructora IECSA y primo del presidente Mauricio Macri– bajo la figura de imputado colaborador, que confesó que un gerente suyo, Javier Sánchez Caballero, pagaba sobornos por orden suya. Por supuesto, la pirámide de la investigación de Bonadio termina en Cristina Fernández de Kirchner, que debe declarar el próximo lunes 13.
Pero hubo alguien que en 2005 ya alertaba en su blog sobre estas operaciones. Y lo volcó un año más tarde en un libro, llamado sin vueltas La marroquinería política. Fue el escritor y periodista Jorge Asís.
Hoy, sentado frente al grabador, con su particular ironía, señala: “Lo publiqué hace doce años. Por eso me produce perplejidad que muchos se hagan los asombrados”.
–¿Qué era escribir sobre valijas en ese entonces?
–Era estar absolutamente solo. En el esplendor del despojo y la recaudación hubo complacencia mediática en general. Hasta el 2006, Néstor Kirchner tenía todo el país a su disposición. Y quien impidió su proyecto personal de perpetuarse por lo menos durante 20 años fue el entonces cardenal Bergoglio, que se dio cuenta en aquel momento que querían santacrucificar la Argentina y le plantó batalla con el obispo Piña en Misiones. Si me animé a escribir un libro con ese nombre, cuya tapa era el cierre de un bolso, fue porque estaba totalmente seguro de que eso sucedía. Mejor dicho: todos sabían lo que sucedía. Hay un texto que ni siquiera está en el libro, que se llamó "Chocar la calesita". Fue cuando me enteré de que muchos empresarios y gerentes iban a determinado lugar de la calle Tucumán a poner plata. Lo escribí y deslicé que estaban todos filmados desde la placita de enfrente.
–¿Filmados?
–Nadie había filmado nada (ríe). ¡Pero les agarró tal desesperación...! Algunos empresarios me contactaron y me contaron todo. Había que interrumpirlos para que se callaran un poco (ríe). Pero tanta sobrefacturación no fue gratis. Ahora tienen que sostener en público lo que decían en privado: o se anotaban en el sistema recaudatorio del kirchnerismo o no trabajaban. También debo decir que no hubo ninguna gran resistencia. No hubo héroes.
–¿Son los empresarios que están nombrados ahora?
–Algunos de ellos, y muchos más. Un funcionario muy importante organizó un desayuno de trabajo en el hotel Intercontinental ante todos los representantes de las Cámaras empresariales, para presentarles y poner en circulación al que se iba a encargar de las cuestiones “especiales”.
–La recaudación.
–Claro. Se sabía todo. Por eso me permito ser irónico. Todo esto para mí es bastante viejo.
–¿Por qué no se juzgó entonces?
–¿Qué les vamos a pedir a los jueces? Cuando el sector político está muy fuerte, nadie se le atreve. En 2006/2007, un amigo me quiso llevar a hablar a una cumbre económica muy famosa, y le dijeron que no. Siete años después aplaudían a alguien que exigía el título de la Doctora (Nota: así llama Asís a Cristina Fernández). En Argentina, cuando se tiene todo el poder, hay que negociar. Porque cuando ese poder se debilita, vienen a buscarte en patota.
–¿Habrá más arrepentidos?
–Puede haber, pero tienen que precipitarse para hablar. Porque a medida que vayan pasando, el arrepentimiento no tendrá tanto valor. ¿Qué van a contar? Sinceramente, ¿tenía que venir un remisero desleal con su jefe de tantos años, y conmover a la Argentina por sus problemas pasionales, como si recién nos enteráramos? Por supuesto, me dirán que esto permite que se los pueda juzgar. ¡No! Sirve para juzgarlos porque están débiles. Por eso digo que Mauricio Macri tiene que cuidarse.
–¿Esta marroquinería era una extorsión para la campaña, como explican los empresarios ante el juez, o para enriquecimiento personal?
–Néstor Kirchner era un líder de culto y un fenómeno delictivo en simultáneo. El gran error es creerlo sólo una cosa u otra. Fue el último proyecto que tuvo un sistema recaudatorio de acumulación. Pero también es injusto que se diga “todos robaban”. No: muy pocos podían tener acceso. Esa guita era de la política. Durante el kirchnerismo, el 90 por ciento de los funcionarios cobraban sueldos y, a lo sumo, hacían alguna diferencia con los viáticos. La parte del león podían sospecharla, e incluso a veces verla desfilar, pero no tenían el menor acceso. Algunos dicen que cuando digo esto intento absolver a la Doctora. Ella podía perfectamente saber las cosas que hacía este muchacho, pero no tenía la menor idea de los detalles.
–Sin embargo, Centeno dice que el valijeo continuó, y mencionó a Cristina...
–Habrá dicho que recauden para la campaña; lo desconozco. Yo no absuelvo a nadie. Pero después de que Kirchner comete la severa irresponsabilidad de morirse, con su muerte genera fortunas. Porque había cuestiones que tenía con algunos sujetos cuya constancia no está en ninguna parte. Se dio el caso de alguien que en el velatorio lloraba aún más que el hijo, y cuando le preguntaron por qué, respondió: “Porque, ¿quién me va a dar la mía ahora?”.
–¿Muerto Kirchner, quién pasó a ser la cabeza?
–No existió. Se murió y no dejó heredero.
–Le insisto: Centeno escribió que el sistema continuó.
–Puede ser, puede ser... Pero yo no puedo decir con quién.
–¿Hoy la clase política está pensando en el flagelo de la corrupción y lo que genera en el Estado, o en cómo reclutar mejor a los choferes?
–Mire, cualquiera que haya hablado alguna vez con Baratta puede constatar que es un tipo serio, duro, terriblemente desconfiado, parco. Como fuente para cualquier periodista era espantoso, porque no le decía nunca nada a nadie. Entonces, me cuesta creer el nivel, la magnitud de esos diálogos, como que le diga: “Estoy cansado de hacer de recaudador, no quiero hacerlo más”. Ahí ya me parece que hay una vena literaria oculta y desconocida en el chofer.
–¿Le parecen verosímiles los cuadernos, o piensa que le dictaron el contenido?
–No puedo saberlo... (resopla). Si tengo que enloquecerme para indagar en la mentalidad de una mujer despechada y la posible patología del funcionario que ante un remisero dice cosas semejantes... En definitiva, lo de los cuadernos no es una gran revelación. Yo me enteré porque me lo dijeron los propios empresarios. Tal vez cometí el error de no buscar choferes. Hoy se llega a la hilaridad de la señora Carrió, que le atribuye a la Virgen de San Nicolás que este empleado haya escrito.
–¿Es el fin de Cristina?
–No creo. Al margen de la tormenta, veo difícil que sea tan sencillo cambiar el concepto de “para hacer política hay que recaudar”.
–Pero esto le hace bien a la política.
–Todos recitamos discursos románticos. Pero hoy hacer una candidatura cuesta 200 millones de dólares. “Mojan” los periodistas, los consultores, los encuestadores. Todo eso de algún lado se paga. Que los empresarios ayuden es hasta natural.
–¿Estas prácticas continúan?
–Mire el caso de los aportantes truchos. Intuyo que, más que un defecto contable, ahí hubo un error político, un desprecio de la política. Copiaron listas y ni siquiera les avisaron a sus legisladores que los habían anotado con, pongamos, 25 mil. Porque ahí viene el otro cuestionamiento: ¿de dónde sale la plata? ¡Del mismo lugar que salió siempre!
–¿Cuál es el efecto de estos hechos en la sociedad?
–Acá se gesta inexorablemente, y esto le tiene que preocupar al Presidente, una nueva incitación al “que se vayan todos”.
–¿Algún sector político puede celebrar esta movida judicial?
–Nadie festeja. Sinceramente, en un principio pudo haberse creído que lo hacía Macri. Según mi información, probablemente mala, ya no festeja, sino que le preocupa.
–Insiste mucho con eso. ¿Por qué?
–Porque toma conciencia de que se cae todo el edificio: la corporación política y económica. Y empiezan a confluirle los adversarios y sectores poderosos que tiene enfrente.
–¿El Gobierno quiere a Cristina detenida?
–El objetivo no es meterla presa, sino que se pase todo el tiempo en Comodoro Py.
–¿Le van a soltar la mano en el Senado?
–Creo que no. Van a llegar al límite de admitir que la allanen.
POSTDATA. El lunes 6, Angelo Calcaterra se presentó ante la Justicia. Aceptó ordenar sobornos y volvió a su casa. Desde Comodoro Rivadavia, Asís completó: “A Calcaterra le habrán justificado esta movida diciéndole: ‘Para ganar la partida a veces hay que entregar un alfil’. Los medios hacen tachín tachín y dicen que es un triunfo de Macri, pero es riesgoso. Para mí, delatar es un error estratégico. En dos meses ni la amante respeta al delator. La hiciste y te salió mal... comete la cana”.
SEGUÍ LEYENDO:
Jorge Lanata vs Flor de la V: de la tensión a las disculpas y un beso
Nicole Neumann y Matías Tasín en su primer viaje de familia ensamblada a Bariloche