Eduardo Raimondi, genetista de primer nivel y director de la Fundación
Favaloro -una conmovedora marca nacional que ladrillo a ladrillo, año a año, fue
levantando el gran René en la avenida Belgrano al 1700-, está orgulloso. Pero no
tanto por los títulos logrados en sus 48 años de vida, ni por su estado atlético
(corre seis kilómetros cada amanecer, de lunes a lunes), ni por su hijo de 22
años que, hijo ´e tigre, ya está por recibirse de médico. Saca pecho porque "por
primera vez en años podemos pagar los sueldos en tiempo y forma, cobramos deudas
por 7 millones de dólares y los invertimos en equipamiento. ¡Hasta estamos
tomando personal! Favaloro debe estar muy feliz…".
-Doble tarea, doctor: médico y empresario…
-O algo más, porque nuestra responsabilidad supera al manejo de una empresa.
-¿En qué sentido?
-Porque es una responsabilidad pública. Si tuviéramos la desgracia de que la
Fundación, por nuestro manejo, se fuera a la quiebra, nos juzgarían muy
duramente…
-¿Cuándo, cómo y por qué se creó la Fundación?
-Nació en 1975 para organizar en Buenos Aires un centro de cirugía
cardiovascular que combinara asistencia médica con docencia e investigación.
-¿Lo logró?
-Sí. En el 92 abrió sus puertas el Instituto de Cardiología y Cirugía
Cardiovascular.
-¿Nivel?
-Sin duda, es uno de los centros médicos más avanzados de Latinoamérica. Pero no
fue todo: también se creó la Universidad Favaloro para formar una nueva
generación de profesionales de primera línea.
-Hasta que llegó el fatídico 2000…
-Tal cual. Un año terrible: el 29 de julio murió René Favaloro -un golpe del que
nunca podremos recuperarnos-, y además la crisis económica jaqueó a la
Fundación, quedó en una situación financiera prácticamente terminal.
-En ese punto entró usted en juego: se puso al frente como director ejecutivo.
¿Cómo encontró las cosas?
-Nada sencillas, por cierto. Había que soportar presiones, tomar decisiones
difíciles y encarar muchos, muchísimos problemas. Eso, sin contar los tristes
pero inexorables despidos, y el tiempo en que el personal cobró sus sueldos con
varios meses de atraso.
Para consultas o para ayudar: 4378-1200
El panel de la esperanza: las fotos de decenas de chiquitos atendidos con la flamante
Terapia Pediátrica en la Fundación Favaloro que incluye operaciones bajo temperaturas especiales y equipos médicos de exportación.
La sala de terapia intensiva de pediatría donde se recuperan los chicos trasplantados.