Olegario Nuñez, de 68 años, era un hombre de fe. Todas las mañanas rezaba el Rosario frente a una imagen de la Virgen de Itatí y disfrutaba, con sencillez, sus años de retiro de la policía. El martes 8 de enero a las diez y media, sobre la calle Madrid de Pablo Podestá (partido de San Martín) cuatro hombres iban a bordo de un
Ford Focus blanco con pedido de captura, robado en Merlo en diciembre pasado. Llevaban chalecos de policía, y exhibían sus armas. Estaban a pocas cuadras de la casa del ex sargento Nuñez. Estaban "a la pesca"…
En la calle Madariaga interceptaron a Luis Armando Zárate, justo frente a su planta recicladora de vidrio. "Tenés que acompañarnos a la comisaría", lo engañaron. Dentro del auto lo desvalijaron. Tenía 300 pesos que había cobrado en una embotelladora a 20 cuadras, en la calle Presidente Perón. Allí fueron, robaron y huyeron con Zárate como rehén. Los empleados alertaron a la policía. Un móvil del Comando de Patrullas de Tres de Febrero los alcanzó y se tirotearon. Fue una batalla desigual: las 9 milímetros de los policías contra los fusiles FAL de los delincuentes, un arma que penetra blindados y dispara 30 balas en menos de cinco segundos. El cabo primero Osvaldo Leandro Lucero cayó muerto con un impacto en la frente. Su compañero, el sargento Carlos Villarreal, fue herido en un brazo y una pierna. A un vecino que paseaba con su hija en brazos lo alcanzó un disparo en el estómago; una chica de 17 años recibió una esquirla en un ojo. El patrullero, sin rumbo, se estrelló contra un camión.
Los delincuentes escaparon rumbo al 2300 de la calle Madrid… y se detuvieron frente a la casa de Olegario. Lo encontraron en la puerta, con su mujer, Natividad Jugo. Querían su Renault 12 para seguir huyendo. Nuñez no se amedrentó. Lo fusilaron con una ráfaga al pecho. En el
Hospital Castex falleció. Su madre, de 90 años, lo vio morir desde la ventana.
Los asesinos, en el auto de Nuñez, hicieron pocas cuadras. Chocaron con un Peugeot 404 y todo terminó. A dos los atraparon sobre el vehículo. Al restante, cuando escapaba a pie. El sangriento
Día de Reyes de 2002 había cobrado su cuota negra.
EN PELIGRO. La décima máxima del Decálogo del Buen Policía reza: "Cuidar la vida, alguien te
espera". En los 14 días que cuenta 2002, cuatro hombres de azul dieron su vida estando en servicio. Casi uno cada tres días. Ya no pelean contra rateros de poca monta. Ahora, los delincuentes están mejor armados que los uniformados, además de protegidos por leyes pusilánimes. Al ex sargento Nuñez y al cabo Lucero les quitaron la vida Miguel Angel Salinas (24) -un criminal en libertad condicional desde hace un año y medio-, su hermano Luciano, de 23 años, y Oscar Cajal, quien había cumplido el año anterior una condena por robo. En la Delegación de Investigaciones de San Martín confirmaron que "integraban una banda más grande. Unas 25 personas que se rotaban para delinquir". Les secuestraron siete pistolas y tres fusiles FAL. Según las autoridades policiales, ese arsenal no es difícil de conseguir en el mercado negro. A partir de las armas halladas, la Policía cree que el lunes anterior, los mismos asesinos cometieron el secuestro express del cantante de cumbia Leo Mattioli, tomado de rehén hasta que se e
ntregó un rescate de 2.000 dólares.
El comisario inspector Roberto Díaz, de la Jefatura Departamental de San Martín, dice: "Antes, el delincuente era reacio a disparar un arma, hoy lo hace sin que le preocupe el peso de la ley. Están enloquecidos".
Un sargento de la zona de San Miguel, que pidió anonimato, contó que en 14 años de servicio fue herido cinco veces. Y que la recompensa es ingrata: "Trabajo un promedio de doce horas diarias de lunes a sábado. Y eso si no hago horas extra. El sueldo básico es de 450 pesos. Si tenés una familia que mantener, no es nada. La obra social es
IOMA. Nos brinda lo mínimo, pero los descuentos se siguen haciendo. La ART sólo te cubre en horario de servicio ordinario y hasta dos horas antes y dos después de la jornada. Además, se requiere que tenga puesto el chaleco antibalas, pero cuando viajamos en colectivo o vamos de civil no lo usamos. Si te hieren ahí, quedás en la lona". También sufren de falta de suministros, según el sargento: "Nos dan alrededor de 39 balas por mes, podemos pedir más, pero es un trámite. Es tremendo. Pero el policía está las 24 horas de servicio, ya que va armado todo el tiempo. Es tu deber. Yo soy padre de dos chicos, estoy casado. Mi señora me espera todas las noches. Sabe lo que me puede llegar a pasar. Pero ella me espera…".
CODIGO DE HONOR. Bajo la misma consigna de ser policía durante las 24 horas, el jueves 10 de enero murió el sargento Eugenio Espíndola, de 42 años de edad y 14 de servicio. Empleado como custodio en la embotelladora Pritty, ubicada en la ruta 202 y Rondeau de Los Polvorines, partido de Malvinas Argentinas, cubría el turno de 8 a 16 para complementar su sueldo. Tres hombres lo sorprendieron antes de entrar y lo masacraron a quemarropa. Como parte del botín se llevaron su arma. Fueron tres disparos: el primero lo hirió y fue derribado, los dos siguientes lo remataron. Murió con su uniforme puesto. Era casado y padre de tres hijos.
Más oscura e incomprensible fue la muerte del oficial principal Raúl Bosco, de servicio en la comisaría de San Miguel Oeste. Fue el primero en la nefasta lista de bajas de la Bonaerense. En la madrugada del 4 de enero, su casa ubicada en la calle Maestro D'Elía al 4800, en San Miguel, fue incendiada, y él murió de un disparo en la cabeza.
Según los peritajes, tras asesinarlo los delincuentes quemaron su vivienda. Sus vecinos creen otra cosa. Claudia, cuya casa linda con la de Bosco, dijo: "A las 5, escuché gritos desesperados. Cuando salí a ver, encontré su casa envuelta en llamas. Tardé en conseguir un teléfono hasta que pude llamar a los bomberos". A las 5:40 llegaron los bomberos de San Miguel. A pesar de tener un impacto de bala en la cabeza, Bosco permanecía con vida. En el trayecto hacia el Hospital Mercante, murió. Para los vecinos, prefirió inmolarse antes que morir carbonizado.
El cabo primero Lucero, muerto por el disparo de FAL, tenía 38 años de edad, una esposa -Laura-, y dos hijos: Eric (9) y Denise (3). En el Comando de Patrullas de Tres de Febrero, adonde pertenecía, la bandera está a media asta, y sus compañeros llevan un listón negro en la placa. Uno de sus superiores, el oficial principal Walter Aragón, lo recuerda: "Era un hombre bueno. Vivió toda su vida como policía y murió como tal. Las diez veces que fue herido estaba de uniforme. A su entierro fue todo Podestá. Era muy querido por
todos."
En la humilde casa donde vivía el correntino Olegario Nuñez están su hija Elena (fruto de su primer matrimonio) y su yerno Juan Carlos Carmona. En sus rostros se refleja dolor y angustia. Nuñez sirvió treinta años en la fuerza, veinte de ellos en la Quinta Presidencial de Olivos, hasta que se jubiló. Papilo, como lo apodaban, padecía cáncer de colon. "Tanta fuerza para terminar la quimioterapia y miren lo que le fue a pasar…", lamenta su hija. "Era un tipo simple, bien de campo -comenta su yerno-.
Siempre tenía un chiste a mano. Y trabajaba sin parar. Se levantaba a las 5 de la mañana e iba al tallercito del fondo. Tenía muchos motivos para estar triste, perdió a dos hijos y a su primera esposa, pero su corazón nunca se apagó".
Olegario tenía en la música a uno de sus grandes amores. Su hija Elena recuerda: "Papá tocaba el bandoneón, y yo de chica lo acompañaba con el arpa. Hace poco me compró una, quería que volviera a tocar con él. Y la noche de Navidad lo hicimos. Fue como una despedida. Voy a seguir tocando, para que él siga conmigo".
LA ESPERANZA. En la puerta de la guardia del Hospital Castex, familiares y amigos del sargento Eduardo Rodríguez, del Cuerpo de Caballería de Tres de Febrero, murmuran su ruego en voz baja. Lo acaban de operar. "Está bien, está estable, él es fuerte", se escucha al pasar. Un oficial agrega, pesimista: "Está jodidísimo". En la noche del viernes 11 de enero, Rodríguez recibió un balazo en el abdomen al tratar de evitar un asalto. Uno de los delincuentes fugó, el otro fue abatido. Su madre, su hermana, sus amigos, sus compañeros de trabajo, todos aguardan impacientes una luz de esperanza. Ellos lo esperan como todos los días. Igual que las madres, hijos, mujeres, amigos y compañeros de todos los policías que arriesgan su vida por el prójimo, a cara o cruz, en cumplimiento del deber.
El ex sargento Olegario Nuñez tenía 68 años y amaba tocar el acordeón.
En su casa quedan su gorra, una bandera argentina y la Virgen de Itatí, ante quien rezaba el Rosario.
En el Hospital Castex, familiares del sargento Eduardo Rodríguez, herido el viernes 11 de enero, esperan novedades.