Como en los mejores cuentos, Máxima conoció a su príncipe azul, el joven Guillermo Alejandro, en una fiesta palaciega en Sevilla. Fue en marzo de 1999, cuando esta historia de amor -con toques
de intriga y fantasía al mejor estilo Hollywood- acaparó a la prensa mundial. Desde entonces, la historia de la plebeya enamorada del príncipe heredero de la corona de Holanda recorrió el mundo entero.
En la Expo Sevilla se vieron por primera vez. Al día siguiente, cada uno emprendió el regreso a su hogar: el príncipe a su Holanda natal y la argentina, licenciada en Economía, a Manhattan, para retomar su trabajo en el Deustche Bank. Días después, él comenzó a telefonear a Nueva York.
"Llamaba hasta tres o cuatro veces por día", contaría Máxima después. Tres semanas más tarde, viajó para visitarla:
"A mí hasta se me había olvidado su cara", reconoció ella durante una entrevista televisiva. Pero el olvido le duró poco, porque enseguida comenzaron una relación. Al tiempo, Guillermo le contó a su madre del noviazgo:
"Le dije: Se llama Máxima, es argentina y vive en Nueva York. No me preguntes más por el momento. Y no lo
hizo".
Máxima, en cambio, optó por ocultar la verdadera identidad de su pretendiente:
"Cada vez decía una cosa distinta y me terminaba pisando, hasta que no me quedó otro remedio que confesar:
'Es un príncipe de Holanda'. Sus padres pensaron que se trataba del hijo más joven de la reina Beatriz. Y, según palabras de Máxima, cuando supieron que Guillermo era el primogénito, le
dijeron: '¿Te volviste loca o qué? Tenés tu propia vida, sos independiente, esto no es para
vos'. Pero ella, fiel a su estilo y a sus sentimientos, siguió adelante con su relación.
PRESENTACIONES FAMILIARES. En julio del 99, a solo tres meses del inicio de la relación, el príncipe decidió presentarle su novia a su madre. Fue una prueba de fuego para Máxima, ya que la reina tenía fama de mujer difícil. Pero durante el paseo en barco por las costas de Toscana, la argentina la conquistó también.
"Quedó encantada", sentenció entonces una allegada a la corona. Tal vez por eso, el vocero del gobierno, Eef Bremers, admitió:
"Existe un vínculo entre el príncipe Guillermo Alejandro y Máxima
Zorreguieta". Todavía no se hablaba de noviazgo, y mucho menos de boda…
Faltaba la aprobación de los padres de Máxima, que definían como una "locura" la relación de su hija con el príncipe. Y ocurrió en Bariloche, en agosto del 99, cuando la pareja -aún desconocida para la prensa- viajó de incógnito al Cerro Catedral para pasar unos días en familia. Allí, Jorge y María del Carmen Zorreguieta quedaron fascinados con el novio de la nena.
Máxima y el príncipe son una pareja muy moderna dentro de las monarquías. Si bien el protocolo tiene estrictas normas de comportamiento público que excluyen efusividades, más de una vez Guillermo Alejandro dejó de lado la formalidad y demostró todo su amor por Máxima.
Durante su noviazgo, Máxima y el príncipe recorrieron el mundo intercalando viajes de trabajo y placer. En Holanda, Máxima fue invitada por primera vez al cumpleaños de la reina Beatriz como novia oficial del príncipe Guillermo. Como festejo, los novios partieron para esquiar a Lech, un pueblito en los Alpes austríacos, donde la familia real pasa siempre sus vacaciones.
