«De mi esfuerzo y de mis sueños… ya no queda nada» – GENTE Online
 

"De mi esfuerzo y de mis sueños... ya no queda nada"

En su media lengua, Jian Shi (o Juan, como lo bautizaron los vecinos de Ciudadela) expresa su desesperación como puede. Llora, tiembla, gesticula, intenta calmarse, y cuando rebobina sus veinticuatro horas anteriores,
lo asalta de nuevo la locura, la desilusión y la impotencia. El miércoles 19 a las dos de la tarde, más de quinientas personas saquearon el

Minimercado del Sol -al 4602 de la avenida Gaona- del que él era encargado.
"Se llevaron todo -cuenta abatido-. Comida, artículos de limpieza, la caja registradora y el árbol de Navidad que decoraba el local. No dejaron ni una lata de atún".

Jian Shi llegó de Fu Jian, una ciudad al norte de China, hace exactamente un año y medio. Lejos dejó a su esposa y a su hijo de doce años, a sus padres y hermanos, y hasta un trabajo en la Municipalidad. Todo en busca de un futuro mejor. Cada mes -dice- gira a su familia hasta el último centavo de su sueldo de encargado en el minimercado de su cuñado Li Jian Yigon.
"Allá el dinero argentino vale mucho, representa casi el doble", explica en precario castellano. En Buenos Aires, la vida no es fácil para él. No tiene amigos, trabaja de sol a sol, los siete días de la semana, sin descanso. Vive en un pequeño departamento arriba del minimercado. No sale de noche ni conoce la ciudad.
"Acá vine a trabajar. En un principio me gustaba este lugar. Pero ahora estoy muy desilusionado de la
Argentina
". En los dieciocho meses que lleva aquí, lo asaltaron cinco veces. La última, el 5 de diciembre pasado: lo encañonaron, le robaron 500 pesos y le pegaron en la cabeza hasta herirlo con la culata de una 45.
"Creí que aquélla sería la experiencia más peligrosa de mi vida. Pero me equivoqué". 

Como cada día, el fatídico 19, Jian Shi amaneció a las seis en punto. Desayunó té y galletas de arroz en la mesada plástica de su pequeña cocina, bajó las escaleras de su departamento, abrió la puerta que lo conecta con el minimercado y comenzó a reponer la mercadería góndola por góndola. Poco antes de las nueve, llegaron su cuñada Vanina -también dueña del minimercado, esposa de Li Yian Yigon-, el carnicero Miguel Páez y Sabrina, la encargada de la fiambrería. Al rato, Jian Shi abrió la puerta de blindex del local primero y luego las rejas verdes que lo separan del exterior. Parecía una mañana como cualquier otra: los primeros clientes empezaron a entrar, el cafetero ofreció un cortadito y su vecino de enfrente, Oscar Roldán, lo saludó cuando iba a comprar el diario.

Jian Shi habla un castellano muy precario, pero el idioma de la desesperación es universal. Abatido, el chino no pudo más que llorar al ver que le robaban todo, hasta el arbolito de Navidad que decoraba su minimercado.

Jian Shi habla un castellano muy precario, pero el idioma de la desesperación es universal. Abatido, el chino no pudo más que llorar al ver que le robaban todo, hasta el arbolito de Navidad que decoraba su minimercado.

Miércoles 19,  15.30 horas. Más de 500 saqueadores entran al Minimercado del Sol. Se llevaron todo, desde reses de carne  hasta estanterías llenas de alimentos . Algunos llegaban en autos y los cargaban de mercadería. Había delincuentes, gente necesitada, pero también vecinos que el mismo Jian Shi reconocía. Sin embargo, otros lo consolaron.

Miércoles 19, 15.30 horas. Más de 500 saqueadores entran al Minimercado del Sol. Se llevaron todo, desde reses de carne hasta estanterías llenas de alimentos . Algunos llegaban en autos y los cargaban de mercadería. Había delincuentes, gente necesitada, pero también vecinos que el mismo Jian Shi reconocía. Sin embargo, otros lo consolaron.

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