Era la final más importante de la historia del fútbol argentino. Por primera vez esta Copa –que se instituyó en 1960 y lleva el nombre de Libertadores en honor a los líderes de las guerras de Independencia hispanoamericana y brasileña de América del Sur, se iba a definir entre Boca y River. Pero la locura y la barbarie de muchos hinchas enfermos, que decidieron jugar “su propia guerra”, transformó la fiesta en un papelón histórico que nadie olvidará.
Y en este partido quedaron en evidencia las miserias de todos los actores que directa o indirectamente participaron de esta Superfinal, vendida al mundo en 80 millones de dólares... que no se pudo jugar. Esta es la crónica de lo que terminaría siendo la final más triste de la historia del fútbol argentino.
COMO SE GESTO EL PAPELÓN. El jueves 23 de noviembre, dos jornadas antes de la revancha y definición, la división Conductas Delictivas de la Policía de la Ciudad irrumpió en la casa de Héctor Guillermo Godoy, alias Caverna, por un pedido del fiscal Norberto Brotto, que desde abril investiga la reventa de entradas en el Club Atlético River Plate. En su casa de San Miguel secuestraron diez millones de pesos, quince mil dólares, 500 entradas (no 300 como se dijo en un principio), indumentaria oficial del club y armas de fuego.
En paralelo, también se allanó en Villa Devoto la casa de José Uequin, alias Bolsa de Papas. Como ninguna de las personas estaba presente, el fiscal general de la Ciudad, Luis Cevasco, abrió una investigación interna creyendo que “alguien les avisó a los barras que estaban en camino”. Si bien al principio, con la efervescencia del partido, nadie le prestó atención a este dato, hoy se sabe que el allanamiento fue el detonante para que la final entre River y Boca no se pudiera jugar.
“Las entradas salieron del club y son legales. Es más, son nominales y tienen identificación. ¿Cómo se sacan? Cuando las peñas piden sus entradas, a cada una se le agrega entre 10 y 15 más, y esas son las que van a parar a la barra. Pero las entradas las paga River. El nexo entre los barras y el club es X.X. (Nota de la Redacción: Aunque tenemos el nombre del dirigente, evitaremos mencionarlo, por su seguridad): él es el encargado de hacerles llegar las entradas. Hoy está complicado… Cuando todo esto pase, deberá dar un paso al costado. De todos modos, no es el único que tiene contacto con la barra... Ahora, cuando salte el tema de las entradas duplicadas, ahí sí salta todo por el aire”, le dijo el lunes a GENTE un gerente que hace más de dos décadas trabaja en River y que también prefiere que no se publique su nombre.
Respecto del tema, Rodolfo D’Onofrio –titular riverplatense– expresó: “La gente que no tiene derecho de admisión y es socia de River puede tener entradas. Nosotros no podemos discriminar a nadie”.
Sin embargo, para el fiscal Norberto Brotto la explicación del presidente no alcanza. Por eso, el día lunes encabezó el allanamiento a varias oficinas del club de Núñez, en busca de pruebas que confirmen la connivencia de la dirigencia con la barra.
¿Quién es Caverna? Héctor Guillermo Godoy ingresó a la barra de River a finales de los ’90. En 2002 fue uno de los siete elegidos por la Comisión Directiva del entonces presidente, José María Aguilar, para ingresar como empleados de planta permanente de la institución. Cinco años después, luego de la conocida “batalla de los quinchos”, Godoy quedó del lado de Adrián Rousseau, quien en agosto de 2007, tras el crimen de Gonzalo Acro, tomó el liderazgo de la tribuna. Pero como Rousseau ya no podía ingresar a la cancha, dispuso que sus lugartenientes Godoy y Araujo manejaran el para-avalanchas. El prontuario de Caverna Godoy es tupido: en 2006 fue denunciado por atacar a un representante de jugadores de Inferiores, siendo castigado con la aplicación del derecho de admisión en la temporada 2007/8. Tras consensuar el apoyo de la barra para publicitar en las canchas el programa Fútbol para Todos, en 2009 su nombre desapareció de la lista prohibida.
En marzo de 2014 fue detenido junto con la cúpula de la barra adentro del Monumental, con 200 carnets en su poder, entradas para reventa, facas, gas pimienta y doce teléfonos celulares. La causa no prosperó: River evitó accionar como damnificado. Y el dato del gas pimienta no es menor. Según se anticipa, una de las cartas que aparentemente Boca presentaba el martes 27 ante el Tribunal de Disciplina de la Conmebol era un informe con fotos y videos, en los que se veía cómo, a cinco cuadras del Monumental, en la esquina de Libertador y Quinteros, hinchas de River lanzaron gas pimienta por los agujeros de las ventanas del vehículo atacado. “Tenemos videos de afuera del micro y otros de adentro, que filmaron los jugadores. Demuestran que la emboscada estuvo armada y organizada”, confía una alta fuente de Boca que formaba parte de la comitiva que viajó a Paraguay.
EL DÍA DE FURIA. Luego del allanamiento en el que se le secuestraron las quinientas entradas, el grueso de la Banda del Oeste se había quedado sin su ticket para el día más importante en la historia del club. Parece que era algo que sus integrantes no iban a permitir. “Todo el viernes y el sábado Godoy llamó a dirigentes de River, y a gente vinculada con la Justicia, la Policía y la política argentinas”, cuenta un dirigente de River dando a entender, desde su percepción, que lo que sucedió en los últimos días podría tratarse de una venganza interna por cuestiones de puestos de poder dentro del club.
Lo cierto es que el sábado, desde muy temprano, el clima en los alrededores del estadio Monumental estaba enrarecido. La noche anterior, cuando se inspeccionó el estadio, encontraron a más de una decena de personas durmiendo en los alrededores de la cancha para evitar los controles. Algo que se multiplicó el Día D cuando, pese al vallado, cientos de hinchas lograron saltear los controles sin ser chequeados ni exhibir su entrada. Relata un integrante de la barra de River: “La orden era clara: ‘Atacar el micro de Boca para que el partido no se juegue’. ¿Por qué lo cuento? Porque estos hijos de p... nos arruinaron la fiesta más importante de la historia de River. ¿Cómo se comprueba? Miren los videos que se grabaron en la esquina donde apedrearon el micro y lo van a constatar a través de las caras que aparecen ahí”.
Veinte minutos luego de salir del hotel Madero y cincuenta metros antes de llegar a la calle Quinteros, el micro con los jugadores de Boca fue recibido por más de treinta barras entremezclados con hinchas comunes. Ahí iniciaron el ataque.
“La idea era darle al chofer para que el micro se pare, romperlo todo y darlo vuelta –continúa la misma fuente–. Del lado izquierdo del micro, donde estaba el chofer, había casi diez barras, todos vestidos con la camiseta negra de River. Ellos eran los encargados de tirarle con todo al chofer para romper las ventanas mientras otros, por los agujeros, tiraban gas pimienta”, agrega. El peritaje que realizó la Policía el día lunes confirma que el micro “tenía restos de gas mostaza”.
El relato del barra coincide con el del chofer, Darío Rubén Ebertz, quien hace nueve años traslada al plantel de Boca: “Al llegar a esa esquina supe que algo iba a pasar, no se veían miembros de Seguridad y no está el fenólico que aisla al micro de la gente, como tantas otras veces. Le hice señas al policía que venía adelante para que los dos aceleremos y pasemos lo más rápido posible. Pero cuando estaba girando, una piedra me rompió el vidrio y una botella me pegó en la cabeza. Me desvanecí y temí lo peor...”.
De no ser por Horacio Paolini, el vicepresidente segundo del club, que tomó el volante, hoy hablaríamos de una tragedia: el micro pudo haber perdido el control y chocar contra la gente de River que se encontraba en los laterales.
“A los pocos segundos me recuperé. Cuando me di cuenta de que estábamos en una guerra, aceleré. Como pude llegué hasta el estadio. Durante todo el trayecto me siguieron tirando piedras. Es más, cuando pasamos el portón del Monumental metí la mitad del micro, para que los jugadores pudieran bajar... De la tribuna Centenario cayó una que rompió la claraboya”, termina Darío con su relato.
La pregunta que hoy todavía nadie puede responder es la siguiente: ¿Qué fue lo que falló? ¿Fue inexperiencia de la Policía de la Ciudad o hubo zona liberada? Mientras que algunos sostienente que fue una venganza de la barra, sumada a una interna entre dirigentes de River, otros se inclinan por una interna entre las fuerzas de seguridad de Ciudad y Nación.
Más allá de eso, el deficiente operativo hizo que el lunes 26, Horacio Rodríguez Larreta le pidiera la renuncia al ministro de Seguridad porteño, Martín Ocampo, admitiendo las graves fallas de su gestión.
Otro dato lo ratifica: cuando Pablo Pérez, el capitán de Boca, y Gonzalo Lamardo, el mediocampista, salieron rumbo al sanatorio Otamendi para que les revisaran la vista, la ambulancia de la empresa Emergencias también fue apedreada. “Le pedí al presidente de Boca que la pida para peritar, porque estoy seguro de que cuando salimos alguien nos tiró un tiro”, señala Jorge Batista, el médico del club xeneize, que los acompañó.
LAS MISERIAS DE UNOS Y DE OTROS. Mientras los jugadores de Boca ingresaron al vestuario visitante del Monumental alterados, cortados y con síntomas de ahogo, las irregularidades continuaban, ahora por parte de las autoridades de la Confederación Sudamericana de Fútbol. Su presidente, Alejandro Domínguez, permitía que su hermana Astrid y parte de su familia se sacaran fotos con la camiseta de River en el estadio y la subieran a su cuenta de Instagram.
A continuación, con la agresión consumada, intentó presionar para que el partido se jugara de todos modos. Tuvieron que salir Carlos Tevez y Fernando Gago a decir por Fox que los estaban “apretando” para jugar. Inmediatamente salió el parte que firmaron los médicos de la Conmebol: “Hay dos jugadores con lesión en la córnea, la cual no se pudo confirmar por nuestro cuerpo médico. Debido a esta situación, consideramos que no existe una causal para la suspensión del encuentro”, firmó el doctor Osvaldo Pangrazio junto a sus colegas Francisco Mateu, Jorge Pagura y José Veloso. Pablo Pérez llegó hasta el sanatorio Otamendi y fue atendido por el oftalmólogo Alejandro Weremczuk (MP 151991), jefe de residentes del lugar. En el informe constató: “Pablo Pérez tiene un leve edema corneal y una disminución de la agudeza visual”.
Finalmente, el partido no se jugó el sábado ni el domingo a las 17, como se había intentado. Cuando esta edición llegue a los quioscos, Rodolfo D’Onofrio y Daniel Angelici ya se habrán visto las caras en Paraguay, a la espera de que el Tribunal de Disciplina de la Conmebol disponga dar lugar al pedido de Boca, que reclamó los puntos del partido, o determinar otra fecha para la final de la Libertadores en diciembre. Sin certeza de lo que sucederá deportivamente, lo que sí preocupa hoy a las autoridades que manejan la seguridad en la Ciudad de Buenos Aires –ahora a cargo de Diego Santilli– es lo que pueda pasar si se vuelve a programar el partido en el Monumental.
Un audio que Héctor Guillermo “Caverna” Godoy –quien intentó desmentirlo más tarde– le envió a otro barra tras la suspensión generó más preocupación: “Si quieren que se juegue, que vengan y arreglen conmigo. Y si siguen rompiendo las pelotas, no se juega más: ¡acá, mando yo!”.
Por Sergio Oviedo.
Fotos: Julio César Ruiz, AFP y AP.
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