Saca maleza. Corta las plantas del jardín. Recoge los frutos de sus árboles. ¡Protesta!, “porque mi jardinero aparece cuando quiere, y a veces todo queda ahí hasta que ‘él tiene tiempo’ o le pido de rodillas que venga… Pasa que –sonríe– si hay algo que a mí no me gusta es limpiar”, explica, Zoom mediante, instaladísima en su casa de Mar Vista, cerca de Santa Mónica, desde donde además nos muestra distintos mandalas que viene coloreando prolijamente. Sí, el pertinaz encierro como consecuencia del Covid volvió a desafiarla. Y ella, Victoria Alonso (55), uno de los tres principales cerebros de Marvel Studios, aceptó, como tal, la pulseada. “Tengo una mente muy activa, muy curiosa. Esas actividades me ayudan a concentrarme y ver otras cosas. Permiten que me enfoque en mi trabajo y, a la vez, poder estar al aire libre, en contacto con el sol, algo nada común para mí: Mis reuniones laborales siempre fueron en interiores y ahora hasta hago llamadas caminando por el pasto”, ilustra. “Aunque, admito –abre un paréntesis–, ni la pandemia ha logrado despertarme el instinto de cocinera. Ahí paso”, se tienta.
–¿Cómo transitó y transita la nueva normalidad?
–Estamos en un lugar como California, de los estados más jorobados, y, la verdad, nunca he trabajado tanto como los primeros tres, cuatro meses, para lograr tan poco. Al no saber contra lo que peleábamos, nos la pasábamos pensando en cómo darle la vuelta. Una cosa es cuando te avisan que no podés filmar en tal o cual lugar porque viene un tornado, hubo un terremoto o llega un huracán, cosas pasajeras que nos ocurren. ¡Pero esto era una gran nube! Lógico, teníamos planes de acción en un montón de partes del mundo, como Londres, Atlanta, Budapest, Georgia, Sídney, Puerto Rico, y de repente, sucedía algo y se cerraba un aeropuerto, algún distrito, la ciudad, ¡el país! Uno atrás de otro, constantemente. Y aquello que venías organizando a lo largo de semanas, para movilizar quizá mil personas, debía ser modificado. Sin embargo, de a poco, trabajando desde nuestras casas, entiendo que le hemos encontrado la vuelta.
–¿Volvió en algún momento a su oficina?
–Sólo regresé al estudio cuando terminamos Black Widow y cuando hicimos la fotografía adicional de Eternos. Después no he regresado. Mi casa está, según el tránsito, a entre treinta y cinco minutos y una hora y media de M.S., que se encuentra en Burbank. De allí que para mí la tecnología es una de las grandes maravillas. Nos ha ayudado tanto, nos dio la soga para no quedarnos colgando en el abismo oscuro de la falta de comunicación. Pudimos seguir produciendo, y terminar de manera remota, justamente, Black Widow, y WandaVision, y luego de tres intentos de salir a filmar, que se caían, Falcon y el Soldado del Invierno. Y así con lo muchísimo nuevo que venimos generando... La tecnología tiene cosas buenas y también de las otras. Escuchá cómo la aspiradora sonando (mira al cielorraso), el perro ladrando y mi hija charlando se meten en el ámbito laboral (suspira).
–¿Qué rutinas cotidianas desconocidas para usted empezó a desarrollar en familia?
–Bueno, por ejemplo, cuando Olivia (10) tiene veinte minutos, le pregunto si, en lugar de volver a la computadora, prefiere jugar al ping-pong, y lo hacemos. Son los regalos que ha entregado esta pandemia: de no tener tiempo para jugar con ella, a sentarnos y almorzar o ayudarla con la tarea de Matemática, materia que a ambas nos encanta y en tiempos normales sólo podíamos compartir los fines de semana.
–¿Y qué han descubierto o disfrutado juntas con Imelda (Corcoran, actriz, 55)?
–Hemos podido tener tiempos para… Yo por ahí no venía a cenar todas las noches, porque terminaba tipo ocho, nueve, y las chicas ya habían cenado. Y entonces aparecieron pequeños momentos que determinan grandes diferencias: ella andaba diseñando un sofá, no podía mover una madera, y ahí ahora estamos los dos haciéndolo. Son cosas cotidianas que no parecen nada, pero hacen a mucho. O compartir ideas de remodelar la casa. Incluso ver un show televisivo es más orgánico: ¡antes, por la variedad de mis horarios y porque yo viajaba un montón, formaba parte de un calendario! Eso nos ha ayudado. Además, en la actualidad mamá (Angélica: Victoria además es hija de José Luis y hermana menor de Eugenia) se mudó con nosotras, y aprender a convivir las cuatro es una experiencia fantástica.
“Llegué a Marvel en 2006”, memora la bonaerense nacida el 22 de diciembre de 1965. La misma que, tras recibirse en el liceo Víctor Mercante, de La Plata, viajó a los 19 rumbo a Norteamérica, cursó Psicóloga en la Universidad de Washington, tomó clases de teatro en Seattle, transitó por Alaska Airlines, se inició como asistente de producción, actuó en novelas, decidió especializarse en efectos visuales y sumó un currículo que, hasta ingresar a los dominios del firmamento inspirado en las creaciones de Stan Lee, incluyó su paso por Paramount, Fox, DreamWorks y Sony. “Yo había trabajado con Louis D’Esposito (actual co-presidente de Marvel Studios) en la película Hancock, que llevaba un largo proceso de cambios creativos y protagonizaron Will Smith y Charlize Theron. Allí Louis me contó que iba por otro filme, ahora en Los Ángeles. Como yo cargaba ocho años viajando sin parar, y lo único que deseaba era rodar acá y quedarme como local, lo seguí sin preguntar. Recuerdo llegué al lugar de cita en Berverly Hills, subí al ascensor, me saludé tímidamente con un señor que medio conocí, medio no (‘‘Hola’. ‘Hola’. ‘¿Vas a ver a D’Esposito?’ ‘Sí, ¿y vos?’ ‘También’, ‘Suerte’, ‘Igual’)... Bajamos en el segundo piso, el caballero se fue para la izquierda, yo para la derecha. Saludé a Louis, me pidió que veamos al director, entramos a su oficina, descubrí que era Jon Favreau y pregunté: ‘¿Vos…?’ ‘Sí, yo –me interrupió–… ¡Y no tenías idea de quién era!’, se tentó. El encabezó Iron Man y fue mi comienzo en Marvel Studios, hace quince años”, resume Alonso aquel relevante momento.
–Quince años luego, la nombran presidenta de Producción de Marvel, la destacada revista cinematográfica The Hollywood Reporter la define, primero, como “la mujer más poderosa de Hollywood”, y horas atrás, entre las “cien mujeres más poderosas del entretenimiento”, siendo la única latina en su lista. Pregunta para una charla TED: ¿Qué hay que hacer para llegar a semejante escalón? ¿O qué no?
–(Lanza una sonora carcajada). Yo no sé decirte cómo lo podría hacer otra persona, darle una receta. Lo que sí puedo decirte es que Hollywood tiene la capacidad de, si no sabés quién sos, darte vuelta la vida y hacerte algo que ellos necesitan que seas. Por eso lo más importante para mí, cuando alguien viene a Hollywood, es saber quién es. Porque el éxito, el dinero, la fama, lo que fuere, o frases como la que acabás de citar, que yo me tomo con un granito de sal, son atemporales. Me la decís hoy a mí, pero mañana se la vas a decir a otra persona. Y si realmente no sabés quién sos y por qué estás y por qué querés hacer lo que querés hacer, lamentablemente Hollywood te lo va a definir, porque ellos necesitan que seas de una manera.
–¿Qué es el éxito para usted?
–Lograr llegar a algún nivel en lo personal y profesional, pero sin dejar de ser quien sos. Y recalco lo de sin-de-jar-de-ser-quien-sos. A mí me ocurrió, y gracias a Dios tengo personas cercanas de toda la vida que te lo pueden atestiguar… Consultale al actor Alejo García Pintos, que es como mi hermano; a mis nueve locas amigas de la secundaria: Silvina Tettamanti Otamendi, Carina Pérez Lozano, Eleonora Salvetti, Nora Velasco, Julieta Napolitano, Paulina Puig López, Carol Tri, Vivi Fabricius y Elena Saconne. Ellos te van a confirmar, posta, que sigo siendo la misma persona que fui en aquel momento.
–Le acercamos tres palabras y una frase, de las tantas en las que podemos pensar para razonar su logro en la meca del cine. El objetivo es que las ubique según relevancia: “Personalidad”, “talento”, “dedicación” y “la importancia de creer en sí”. ¿Cómo las colocaría?
–En principio, arrancaría por “dedicación”: yo soy una bestia del trabajo. Trabajo, trabajo, trabajo y trabajo los siete días. En estos últimos veintinueve años creo que hasta trabajé todos los fines de semana, al menos uno o los dos días, tres, cuatro horas. Pero, te reitero, yo trabajo, trabajo, trabajo y trabajo. De mi personalidad no puedo escapar, así que no es algo que “¡guau, qué fabulosa personalidad tengo!”. No. Una vez más, soy lo que soy. Entro con eso, salgo con eso y no lo cambio, es parte del paquete… El talento jamás lo ofrezco, porque depende de quién esté enfrente. Yo tengo talento si vos creés que tengo talento. En mi humilde opinión, hay gente que tiene talento y otra según la cual su entorno percibe que lo tiene, lo que es muy diferente. Entonces, no puedo venir con el sobre del talento. A cambio, te ofrezco disponibilidad, la dedicación absoluta, darte el cien por ciento y, si necesitás, el ciento cincuenta... Respecto a “creer en mí”, nunca dudé de hacerlo ni le di asiento al miedo en mi coche. Ante él, yo acciono. Es más, si algo me incomoda o representa un riesgo, no dudo en tirarme sin paracaídas. Voy detrás de lo nuevo. Me gusta curiosear, experimentar, aprender. Los cablecitos de mi cabeza se la pasan buscando con qué engancharse. Hago varias tareas a la vez porque me aburro rápidamente. “¿No tendríamos que poner unos moisaicos ahí?”, puedo preguntar de la nada. Los vuelvo locos a todos con mis proyectos y proyectitos.
–En algo esas particularidades deben colaborar con su éxito, término que nos sigue apareciendo de manera espontánea cuando nos referimos a usted…
–Tampoco lo sé con certeza. A veces parte del éxito es llegar en el momento en que hay un agujero que necesita ser llenado. Y no me refiero a completar una especie de rompecabezas, eh. Porque el rompecabezas suele representar una forma previa, y parte de lo que ha sido mi carrera es que yo hice lo que la gente no quería hacer. En M.S. entré como entré y a medida que empezábamos a crecer y nos animábamos a desafíos nuevos, yo me subía a ellos sin interesarme si sabía afrontarlos o era más o menos labor. Mi enfoque siempre fue que cuanto surgiera me permitía entender un cachito más el proceso de cómo hacer películas, de cómo encontrar eficacias y de cómo ganarle al tiempo.
–¡¿Ganarle al tiempo?!
–Es que siempre se nos acaba. La película o el show deben salir tal día, y punto. Una vez establecida la fecha, camino al objetivo, el tiempo empieza a terminarse. Entonces la lucha constante es con él. Porque, si bien nuestro día suma veinticuatro horas, al mismo tiempo, desde otros usos horarios, hay gente trabajando en Asia, Europa o Australia…Tenés treinta y seis horas para veinticuatro vividas por uno. Cuando logro salir airosa de tal desafío, yo siento que, al menos por ese día, le gané al tiempo.
La dama que heredara su nombre de la reina Victoria del Reino Unido (fallecida en 1901; la segunda monarca con más años de reinado en Gran Bretaña después de Isabel II), no recuerda de manera puntual cuántos empleados había en Marvel Studios cuando cruzó su umbral en la primera década del nuevo milenio. “¿Unos treinta, cuarenta? –medita–. Nosotros siempre nos situamos en Los Ángeles... Marvel Entertainment, con sus unidades de comics, animación y televisión, siempre funcionó en Nueva York”, informa, y retoma: “En nuestro sector hoy sumamos unas 200 personas”, comenta, atenta hacia dónde se dirige la repregunta del periodista. “Sí, existe una gran diferencia en el número de mujeres que había y hay, porque ahora apuntamos a una paridad de género del cincuenta y cincuenta por ciento en cada departamento que elabora una película, como preproducción, arte, diseño, filmación, post, música, efectos visuales. Tratamos de incluir y diversificar a la gente que está detrás de cámara, pero también delante. No es fácil de lograr, pero ya nos encontramos cerca”, celebra. “Lógico que…”.
–¿… las historias deben ir de la mano?
–Exacto. El gran éxito que tenemos no llega sin una aceptación o, al menos, la atención global. Por ahí no te aceptan a tiempo completo, pero igual te miran. Y en parte viene de la mano con esa universalidad de nuestras historias. Porque hablan del perdón, la capacidad de tomar decisiones, la familia, los amigos, el amor, la pérdida, el dolor, cosas tan humanas y tan globales que, más allá de que te las traslade un superhéroe, forman parte de la condicion humana, ¡que es lo que nos une a todos! De allí que nos parece importante continuar representando a todos los chicos del mundo, sean de 10, 45 u 87 años. Hablo del niño de afuera y del que todos llevamos adentro. Para nosotros es importante que la audiencia pueda verse reflejada en los superhéroes de Marvel.
–Respecto a la inclusión femenina en los sets y a la igualdad sobre la que recién hablaba, ¿es consciente de que usted es inspiradora, un ejemplo para las damas?
–Se trata de una bandera que me dan. Pero yo no me pongo esa etiqueta ni digo: “Voy a representar a…”. Yo trabajo, y cada vez que puedo crear una diferencia, trato de hacerla. De ahí a que salga lo que propongo, es otra cuestión. En lo particular, prefiero ponerme como meta reflejar el mundo, tal como es hoy, en nuestros equipos y en la gente que está frente a la cámara. Por algo el cincuenta y uno por ciento de nuestra audiencia es femenina.
–¿Al principio ha sufrido resistencia?
–La resistencia al cambio representa un poquito a los miedos normales: Si vos siempre tuviste la misma receta del flan que hacía tu abuela, tu bisabuela y tu tatarabuela, y de repente viene una prima de afuera y afirma que descubrió otra y se ofrece a hacerla, habrá quienes querrán quedarse con la de siempre, mientras que otros aceptarán probar la nueva. Y de los que lo prueban, habrá gente a la que le guste y a la que no, pero ya la probó. Los cambios incitan inseguridades. En los cambios, personales o profesionales, sea una cuestión de diversidad e inclusión o con una receta de flan, siempre vamos a hallar las dos posiciones. Los obstáculos son parte del sendero que tenemos que caminar. Incluso, para mí, los obstáculos son metas. Jamás trabajé con una senda libre de obstáculos. Más o menos los mido, pero sé que van a llegar. Me entrené para ellos. Si la idea es intentar algo diferente, hay que tener la capacidad de saltar, ir para abajo, rodear, enfrentar los obstáculos. El camino tiene que ser lo que tiene que ser.
–¿Es cierto que uno de sus grandes ídolos es la tan incomparable como reflexiva Mafalda?
–Seguro. Ella me acompaña y hace sonreír todo el tiempo. A mi lado atesoro dos cosas importantes que me dan felicidad: un yoyó del Capitán América, con el que me encanta jugar, y una mini Mafalda (los levanta y muestra). Y pensar que Quino, su creador, se murió en plena pandemia (el 30 de septiembre de 2020). Fue algo tan triste. ¡Qué maravilla de ser humano!
–Un revolucionario, ya que de género hablamos…
–Vos fíjate que en los años sesenta, porque fue en esa época, él decidió darle su voz a una niña. Sí, ella tenía familia, amiguitos, pero la tira se llama “Mafalda”. La mirada de Quino (Joaquín Salvador Lavado) fue la de un revolucionario. No sólo decidió que una nena tuviera su voz: la nena y su boquita expresaban cuestiones trascendentes. En otra taza que se me rompió, podía leerse: “¡Sonamos, muchachos!... Resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno”. Notable. Y claro que tenemos que cambiar el mundo para poder vivir en el mundo. Si no, vamos a vivir el mundo como otra gente lo percibe. Para mí ver a Mafalda de chiquita era descubrir conceptos gigaaaaaaaaantes, observar cómo la luz de un sol entraba a mi vida. ¡Y su identidad!... Aunque había algo en lo que no íbamos a poder ponernos de acuerdo.
–¡Epa! ¿Qué?
–En que a ella no le gustaba James Bond y a mí me encanta. La única diferencia de opinión que tuvimos. Porque, como a Mafalda, tampoco a mí me gusta la sopa. n
Fotos: Alejandro Carra y cortesía de The Walt Disney Company
Retoque digital: Gustavo Ramírez
Agradecemos a Maitena de Amorrortu, Isabella García, Paula Martínez y Agustín Newell