El actor habló con GENTE y reveló qué fue lo que lo llevó a pasar cinco días de internación en la Clínica Olivos. "Prefería que nadie fuera a verme", contó al ser dado de alta.
“Fue algo sorpresivo e impactante, en el marco de la epidemia del coronavirus, que lo agrava todo”, arranca definiendo Osvaldo Laport (63) una “inesperada situación” que comenzó hace una semana y terminó con el actor uruguayo internado en la Clínica Olivos, y debiendo pasar dos días en terapia intensiva.
“Ocurrió el viernes pasado –le cuenta a GENTE ahora, desde su casa ubicada entre General Pacheco y Benavidez–: después de hacer unos trabajos, me fui a duchar y de repente empecé a sufrir un temblor en el cuerpo, que no podía dominar, y a vomitar el agua que había tomado. Para colmo, venía con un cuadro de colitis”.
Claro, uno días antes, entrenando, saltó un banco y se produjo un tajo profundo, que derivó en diez puntos y antibióticos. “El corte no cicatrizaba, se puso colorado e inflamó, me aumentaron los antibióticos, ¡y a mí esa clase de medicación siempre me complicó los intestinos! –explica–. Para colmo me subió la fiebre. Entonces mi mujer (Vivina Sáez) y mi hija (Jazmín), pese a mi negativa y a que me encontraba bien de ánimo, llamaron a la ambulancia”.
Pronto empezó otro peregrinar. Ya en el sanatorio de Avenida Maipú 1660 fue derivado a terapia intensiva “con un cuadro de deshidratación. “Le llaman septicemia, cuando alguna bacteria te toma la sangre y empieza a recorrer el cuerpo”, señala Laport. “Luego me explicaron que la reacción de mi cuerpo es la normal de uno que cuenta con defensas… El tema es que si no controlás a la bacteria, puede atacarte el corazón o producirte una insuficiencia renal” agrega.
–¿Su familia lo acompañaba en la clínica, Osvaldo?
–No, estuve solo, me la banqué solo. Les prohibí a las chicas y a mis amigos que fueran. No se trató de una actitud caprichosa, sino de un acto de amor.
–¿Solo-solo?
–Bueno, no. Rodeado de unos profesionales y personas increíbles. Parece cómico, pero conocí a un montón de gente valiosa a través de sus ojos, porque todos entraban a verme con barbijo, protegiéndome, ya que apenas llegué me hicieron el hisopado para detectar el Covid-19, y a mí me había dado negativo. Así conocí los ojos María, Lila, Carlos, Alejandro, Rodrigo, La Negra, Raquel… Me hablan de Catriel y de Guevarita, mis personajes, y hasta me sonreían en medio de tantas preocupaciones.
–¿Usted tuvo miedo?
–En lo personal, no. Soy medio kamikaze. Pero en general dejé la clínica con la palabra “miedo” encima. Porque la intimidad de una experiencia así me permitió hablar con los médicos, los enfermeros, los empleados de limpieza, y me contaron sus angustias desde la primera línea de combate contra el coronavirus. Son leones que, más allá de la garra que le ponen, la vienen pasando feo, como sucede con todo el personal de salud que lucha contra la pandemia. Uno de los últimos días, antes de partir el miércoles último, merendé con uno de los directivos del lugar, y le pregunté: “Juan (Molinos), ¿estás preocupado?” ¿Y sabés qué me contestó…?
–¿Qué le respondió?
–"Más que preocupado, estoy re caliente, ¡porque no encontramos a esa bacteria de mierda!"