Por primera vez contó los pormenores de su batalla contra el tumor de intestino. "Tuve mucho miedo y noches sin dormir. También, fuerte dolores físicos", dijo. "Ahora cambiaron mis prioridades", afirmó.
–¿Podés hablar? –le preguntó el médico que le había tomado la biopsia.
–Sí, ¿qué pasó? –respondió Federico Bal (30).
–Los resultados indican que tu tumor es maligno.
–¿Que quiere decir, doctor?
–Que tenés cáncer, Fede.
Así recordó el actor el momento en que se enteró, allá por marzo, de la noticia que le cambiaría la vida. Y lo comentó en Intrusos (América), donde narró la historia más fuerte que le tocara transitar, poco días después de haberse recuperado de un tumor en el intestino y “estar viviendo una vida nueva que no conocía”.
La recapitulación comenzó remontándose a unos meses atrás, a los primeros días de marzo, cuando el hijo de Carmen Barbieri y Santiago Bal contó que su pareja Sofía Aldrey “un día me abrió los ojos. Le comenté que venía con problemas de sangrado al ir al baño, me preguntó desde cuándo, le contesté que hacía dos años y me retó: ‘¡Vos estás loco! ¡¡Con los antecedentes familiares que tenés!!’, y me sacó un turno con el médico Luis Cano, amigo de la familia”.
Luego de los primeros estudios, el doctor “me sugirió: ‘Deberías consultar a un especialista’. Ahí me conecté con Eduardo Huertas. Recuerdo que aquella noche cancelé la obra (Mentiras inteligentes) en Mar del Plata y me vine a Buenos Aires para hacerme la biopsia". Volvió a la Costa y participó en dos funciones, hasta que el sábado a la mañana, "yendo rumbo a la playa para surfear un rato, me llamó el doctor”, y surgió el diálogo con el que iniciamos la nota.
Al enterarse de la mala nueva, Federico detuvo la marcha, “y me quedé pensando: ‘Bueno, es una enfermedad grave; empieza un nuevo capítulo en mi vida’. Cancelé todo, cargué el auto y encaré para Buenos Aires. Volvía por la Ruta 2 gritando, llorando y pensando: ‘Se lo tengo que contar a mamá’. ‘¿Cómo lo tomará?’, y también a la prensa: ‘Yo siempre fui con la verdad’. Me puse en segundo plano. Una vez que hice lo que tenía que hacer, reuní en un asado el fin de semana a mis mejores ocho amigos y sus mujeres y les adelanté: ‘Voy a necesitar su ayuda’. Algunos reían, otros lloraban, todos estaba nerviosos. Y el lunes me filmé y lo publiqué en las redes para que todos lo supieran”.
Acto seguido, cuenta Bal, “me guardé. Me conecté con el verde, cosa que me enseñó mamá, con las plantas, con el perro. Encontré mucha paz mental. Empecé a meditar, yoga, reiki... Antes decía que no eran actividades para mí, era muy cerrado. Ahí me di cuenta de que la vida puede ir para otro lado... Escribía una cantidad tremenda de cosas, que quizá en un futuro sean un unipersonal, otra cosa o nada, pero las escribí. Quería anotar mis sensaciones, lo que pasaba. Me esforcé para ser feliz”.
No sólo eso. Comentó que “tuve mucho miedo y pasé noches sin dormir. Temía no entrar en ese treinta por ciento de pacientes con esta patología que podían recuperarse sin operación. Mi cálculo era: de diez sólo tres. Y se lo dije el doctor: ‘Es muy poco. ¡Qué mal!’. A lo que él me retrucó: ‘¡Qué bien! Hace unos años se tenían que operar los diez’”.
“También tuve fuertes dolores físicos –reconoció Bal–. La radioterapia durante seis semanas me lastimaba la zona de la panza, las pastillas me bajaban las defensas. Te duele cuando vas al baño. Resignifiqué la definición de dolor. No se me cayó el pelo, pero si se me caía no me importaba: me había puesto en la cabeza que mi salud era lo importante”.
“E inicié una etapa de sinceridad vomitiva, de decir lo que sentía –relató–. Por ejemplo, me les plantaba delante de la cara a mis amigos y les mandaba ‘¡Te amo!’, cosa que antes, por crianza y demás, nunca se me hubiese ocurrido... En síntesis, cambiaron mis prioridades. Por momentos me siento otro tipo, no me reconozco... No sé si estaba viviendo bien la vida. Yo siempre fui muy ambicioso, no del dinero, sino de mi carrera, de las cosas que quería hacer, y siento que ahora encontré la felicidad en las pequeñas cosas”.
A la hora del balance no dudó: “Cuando me enteré de que tenía cáncer, sentí que se me puso delante una pared enorme y debía treparla y atravesarla. Hoy, después de superarla, siento que sigo aprendiendo día a día. Por eso quiero usar esta cierta popularidad que puedo tener, y el cariño de la gente, para mandar un buen mensaje. Siempre me tocó hablar porque andaba con nueva novia, por una discusión... Esto es otra liga, y quiero jugarla”, señaló. “El mensaje es para los hombres, que somos difíciles a la hora de hacernos estudios de salud. Bueno, ¡¡¡hagámoslos!!! Miren yo si no, a los 30 años peleándole a un cáncer, y saliendo porque llegué a tiempo”.
Para terminar, Jorge Rial, el conductor de Intrusos, le consultó sobre cómo fue el momento en que recibió la noticia de su recuperación. Entonces, Fede Bal lo memoró así: “Me hicieron otra resonancia, y por la noche me llamó el doctor Luis Caro: ‘Parece, amigo, que hay buenas noticias’. ‘¡¿Qué querés decir?!’, le pregunté. ‘El tumor ya no está!’, me lanzó. Entonces elevé la vista y le agradecí a mi viejo. Sentí que era un nuevo comienzo para mí”, cerró Fede.