Fue en enero de 2020, varios meses después de conocerse y cuando la relación ya era una realidad. Aquí, la historia jamás contada de un amor que se formalizó en el auto de colección de uno de los líderes del dúo Mau & Ricky.
Sucedió a la antigua, de noche y en las calles de Miami, La Florida. El caballero y la dama iban paseando y escuchando música a todo volumen en el Chevrolet Corvette Stingray 1971 convertible: un auto deportivo producido entre 1967 y 1982 por Chevrolet, que hoy el uno de los dos integrantes del dúo pop del momento en Latinoamérica conserva como su joyita.
Lo cierto fue que dentro de él, entre chistes, caricias y anécdotas, de repente Ricky se puso serio, enfocó sus ojos y le preguntó: “Stef, ¿quieres ser mi novia?”, y no hubo más que decir. “El amor ya fluía”, aceptan. Aquel lunes 13 de enero de 2020 –hace cuatro meses–“le dimos inicio formal a una relación que ya era tal. Pasa que yo necesitaba preguntárselo”, explica Ricardo Andrés Montaner (29; nacido el 21 de noviembre de 1990 en Caracas, Venezuela).
“En realidad le pusimos fecha a un proceso que habíamos iniciado en julio de 2019, el día que él me mandó por Instagram un corazoncito y yo le contesté con una carita feliz”, detalla Stefanía Roitman (25, nacida el 18 de julio de 1994 en Villa del Parque, Buenos Aires), iniciando un relato de a dos tan espontáneo y abarcativo que no requerirá la intervención del periodista.
“El puntapié inicial”, rebobina Ricky, “lo dio mi hermano Mau, quien me había mandado unas fotos de Stef apuntándome: ‘Man, ¡observa qué guapa!’. Entonces a ella le escribí desde la cuenta de Mau y Ricky... ¡para que me contestara!”. Toma la posta Roitman: “...Y lo consiguió. Si bien conocía los temas que cantaban y hasta bailaba en los boliches sus éxitos La boca o Desconocidos, me puse a buscar sobre Mau y Ricky. ‘¿Son mellizos?’, ‘¿Ricky será el soltero?’”.
Continúa Montaner: “En octubre viajamos a Buenos Aires para presentarnos dos fechas en Niceto. La invité. Fue con una amiga y tras el recital le vino el hambre y decidieron irse a comer. Al día siguiente, un viernes, aceptó acompañarnos en una reunión de amigos posterior al segundo concierto, en un boliche. Como por los problemas sociales en Chile se había cancelado el show del sábado bajé el boleto de avión, me quedé, nos fuimos de joda y nos conocimos más. Algo fuerte había prendido entre nosotros”.
Comparte Stefi: “A partir de allí comenzamos a llamarnos vía WhatsApp, videoconferencia, nota de voz, al punto de extrañarnos las horas en que no nos comunicábamos. Iba creciendo un vínculo. En diciembre empezamos a encontrarnos en tres, cuatro días libres que íbamos teniendo, y conocimos a nuestras familias”.
“Hasta que, a fines de año, cuando se vino a pasar la Navidad con mi gente en nuestra casa de Samaná, República Dominicana, la relación en cierta forma se confirmó”, admite Ricky. “Sin embargo, aunque pronto compartimos mi departamento en la zona de Wynwood, yo debía preguntarle si quería ser mi novia”, detalla, volviendo al inicio de la anécdota.
“Y yo necesitaba contestarle que sí”, completa, Stefi, el círculo iniciado en aquel vehículo de casi medio siglo de antigüedad.
Fotos: Omar Cruz y Cortesía R.M. y S.R.
Agradecemos a Armando Lozano (ZZinc Group), Mariela Croci (The Sello), Sony Music Argentina y Guadalupe Casigno.