Su nombre es Cecilia Pángaro, tiene 41 años y colaboró con el modisto fallecido en 2018. Hace un año se radicó en Milán, para trabajar en dos empresas de alta costura. Desde el epicentro de la pandemia cuenta cómo se vive hoy en Italia y aconseja: “Tienen que quedarse todos en sus casas, no salir”.
Cecilia está emocionada. Tiene un nudo en la garganta y unas ganas de llorar como nunca tuvo en su vida. El 9 de marzo le dieron licencia obligada en sus dos trabajos y desde hace siete días, cuando el gobierno declaró zona roja a todo el país, está recluida en su departamento del primer piso, situado en el barrio milanés de Porta Venezia. “Sólo salgo para hacer las compras en el supermercado o en una farmacia, pero nada más”, confiesa.
Hace un año, cuando la crisis argentina se le hizo insoportable, decidió mudarse a Milán para continuar con sus diseños de vestidos de novias y de fiesta –profesión que ejerce desde hace 18 años– para sus clientes italianos. Tres años de trabajo como diseñadora exclusiva de Carlos Di Doménico le abrieron muchas puertas en el mundo de la moda, entre ellas esta ciudad de la región de Lombardía.
Pero hoy la pandemia del coronavirus la encuentra en el centro de un país que lleva 28.700 personas contagiadas y 2.978 muertos. Los números son cada vez más alarmantes y hoy Italia sufre 2.600 contagios por día. Tanta tristeza y desolación hicieron que Cecilia tenga la sensibilidad a flor de piel. En esta entrevista telefónica con GENTE se quebró varias veces. Pero no tiene miedo: todo lo contrario. Como una leona, todos los días toma las medidas necesarias para darle pelea a esta enfermedad- Y quiere contar lo que está viviendo. Su idea es que los argentinos tomen conciencia de lo que provoca el coronavirus y, de esa forma, evitar que vivamos el infierno que ella está pasando en Italia.
–¿Cómo es vivir sin casi poder salir de tu casa?
–Es una situación muy rara... Cuando estás recluido pasás por todos los estados de ánimo. Yo tenía un viaje programado a Buenos Aires, pero decidí no hacerlo para cuidarme a mí y a mis familiares y amigos. Por momentos sentís bronca, angustia y ganas de que todo termine pronto. Hasta el 3 de abril estamos todos de licencia obligada.
–¿Qué cosas hay y no hay que hacer cuando uno está tantos días en cuarentena?
–Lo mejor es asimilarlo y no estar pendiente permanentemente de las noticias. Se debe estar informado, pero no mirar 12 horas de televisión, o escuchar la radio o conectado a las redes sociales todo el día. Así te agarra una paranoia tremenda.
–¿Cuáles fueron las primeras medidas que se tomaron, por ejemplo en el trabajo?
–A fines de febrero nos dieron a todos barbijos, guantes, alcohol en gel, y desinfectaban diariamente todas las áreas. Si teníamos que hacer una prueba con una clienta, todos con barbijo. Hoy el grado de contagio es tan grande que los médicos recomiendan salir a la calle con barbijo.
–¿Quiénes tuvieron que bajar las persianas?
–Shoppings, bares, restó, cines, teatros, espacios públicos... ¡Hasta las plazas con juegos para los chicos! En un principio se había tomado la medida de que los bares tenían que cerrar a las 18. Pero se dieron cuenta de que no es que el coronavirus duerme hasta las seis de la tarde y luego se despierta... Por eso, el 11 de marzo los obligaron a cerrar las 24 horas.
–¿Es efectiva la cuarentena?
–Uno cree que sí, que es lo mejor. Para cuidarse y para cuidar al otro. Igual, creo que acá las precauciones se tomaron tarde. Porque en enero llegó una pareja de China con el virus: tenían que haber tomado medidas desde ese momento. No se hizo, y como el grado de contagio del virus es tremendo, se les fue la situación de las manos. Pero no se sabe con certeza si la cuarentena sirve o no. El 25 de marzo vamos a cumplir 14 días con el país cerrado y ahí vamos a tener una evaluación más acertada.
–¿En medio de esta pandemia qué asusta al mundo podés rescatar algo bueno?
–Sí, la solidaridad y la unión de la gente. Es lo mejor que vamos a sacar en limpio de esta crisis. Yo vivo en un condominio donde hay muchas personas grandes que no pueden ir al supermercado ni comprar un remedio. Y los que podemos movernos dejamos nuestros nombres y números de teléfono en un papel en la entrada, por si algún abuelo necesita algo. Si nos llaman, salimos a comprar lo que necesiten.
–¿Qué recomendaciones nos darías a los argentinos?
–Lo importante es frenar todo a tiempo, cuando los contagios son pocos. El virus empezó atacando a la gente de 60, 70 y 80 años. Morían los que ya sufrían alguna enfermedad. Pero la semana pasada murió un hombre de 45 años que atendía el teléfono de emergencia en Lombardía y era una persona sana. Se contagió ayudando a los enfermeros. Dicen que el virus mutó y está atacando de forma severa a las personas de 40 años.
–¿Recomendás parar todo aunque el desastre económico sea catastrófico?
–Sí, hay que frenar todo. Pero cuando digo todo: ¡es todo! Nada por la mitad. Dejar que se desparrame, como hizo Inglaterra, es peor. Están bien las medidas que está tomando el gobierno argentino, pero se tienen que ayudar entre todos.
–¿Tenés familiares acá? ¿Te preocupa lo que puede llegar a pasar?
–Sí, tengo a mi mamá, a mi hermana, amigos... Estoy muy preocupada. Acá en Italia el sistema sanitario es excelente y está desbordado, sin camas para los enfermos. Convirtieron predios feriales en hospitales de campaña y se trajeron respiradores de China. No me quiero imaginar lo que va a pasar en Argentina si tienen los niveles de contagio que hay hoy acá.
–¿Qué les recomendaste a esos familiares y amigos que viven acá?
–Les pedí que se queden en sus casas, que no salgan. Para cuidarse ellos y para cuidar al resto de la gente. Hay que tomar conciencia de que esto no es una simple gripe: se contagia muy rápido, muy fácil. El virus mutó y hoy afecta a todos. Muchos están en crisis económica, pero hay que resistir. Peor, les aseguro, es tener infectado a todo un país .
–¿Cómo evitaste vos el contagio hasta ahora?
–Tomé siempre todas las medidas de precaución. Me lavo las manos cada media hora, uso mucho alcohol en gel, si salgo dejo los zapatos en la puerta, y siempre que tengo que ir a la calle lo hago con barbijo. No tengo a nadie conocido que haya muerto, pero te pega mucho más cuando escuchás que está muriendo gente joven.
–¿Tuviste o tenés miedo de morir?
–No, nunca lo tuve. Y ése también es el mensaje que quiero dejar: este virus nos puede paralizar, pero no hay que tenerle miedo... sí mucho respeto. Lo mejor es crear conciencia y sobre todo, ser solidario con el vecino, con el que más necesita.