A los 31 años, “el mejor pastelero amateur del país” –como dice su trofeo de 'Bake off Argentina' (Telefe)– cuenta que se la jugó por perseguir su sueño: “Dejé mi trabajo de preventista el día que empecé a grabar el reality”. Desmiente su mudanza a Buenos Aires –“mi base está en Rosario”–, reconoce que tiene un coqueteo con Martín Cirio (La Faraona) –“tengo ganas de conocerlo”– y habla de su niñez y de su abuela, mentora de su camino culinario, “una pasión que comenzó hace cuatro años”.
A horas de haberse convertido públicamente en el gran ganador de Bake off Argentina: El gran pastelero (Telefe), Damián Ezequiel Basile (31), el joven al que le dicen Pier –“un apodo que me puso mi prima hace muchos años y que no tiene ningún tipo de sentido ni significado”– habla con GENTE desde su casa del barrio Echesortu de Rosario. “Siento una felicidad plena e increíble”, dice. “Es hermoso haber ganado. Para mí es una noticia que todavía está fresca, porque si bien me avisaron el miércoles 30 de junio que tenía que venir a Buenos Aires, no fue hasta el sábado 4 que los productores del programa me comunicaron que había ganado... Hicieron bien, porque sabían que me iba a costar mantenerlo en secreto”. ¿Si lo esperaba? Él, sin vueltas, reconoce: “Y sí... Ya me lo imaginaba, porque con toda esta situación no me iban a hacer venir por nada. Además, es lo que se comentaba en las redes y en los medios. Así que no tuve una reacción de sorpresa, ni de gritar ‘¡wow, soy el ganador!’, porque me venía haciendo a la idea. Por otro lado, honestamente, ya me sentía triunfador desde antes, porque había atravesado un montón de castings, treinta y nueve desafíos, y había llegado a la final... ¡Ya estaba! Esto sólo fue un plus invalorable”.
–Antes de esta final se habló muchísimo de tu contrincante (Samanta Casais) y de lo que hizo o no hizo. ¿Cómo viviste esa situación?
–Pufff... No me gustó que la gente se manejara con un grado de violencia que no esperábamos, después de todo lo vivido. Fueron tantas las cosas lindas que no quisiera que se opaquen por un error que ya se enmendó.
–¿Charlaste a solas con ella?
–Sí, un ratito antes de la grabación, y después la seguimos por WhatsApp. Los dos quedamos contentos, porque se pudo resolver el tema y porque ella pudo tener un espacio para aclarar lo que pasó y así sentirse mejor.
LA COCINA DEL PASTELERO. “Nací en Rosario y de chico viví con mi bisabuela Anita, por cuestiones familiares de divorcios y esas cosas. Pero fui un niño muy feliz”, asegura el hijo de una maestra y de un herrero/músico que cursó la primaria en la escuela República de Bolivia y la secundaria en la escuela Padre Jorge Berti.
–¿De quién heredaste la pasión por la pastelería?
–¡De nadie! En mi casa nunca se hizo ni una galletita casera, ¡nada! Era abrir un paquete y, como mucho, ponerle dulce de leche.
–En este contexto, ¿cuándo horneaste tu primera creación?
–A los diez años. Fue en una pijamada con mi prima, que tenía mi edad, porque a los dos nos copaba Cocineritos (Utilísima), un programa en el que había nenes que cocinaban. Y nosotros, a la madrugada, intentamos hacer merenguitos... ¡que salieron desastrosos! Porque si no puedo batir un merengue a mano ahora, imaginate a esa edad. Igual, hoy veo las recetas que hacía a los diecisiete, cuando le preparaba lemon pie a mamá y me pregunto: “¿Cómo puede ser que hacía y comía eso?”.
–Hasta esa edad todo venía con tintes culinarios, pero terminaste estudiando Arquitectura. ¿Qué pasó?
–Fue por temas económicos. Igual, a los tres años dejé esa carrera y me metí a cursar Publicidad, que también dejé tres años después. Es que siempre hay Economía metida en el medio, y claramente no es lo mío. Recién a los 27 me di cuenta de que me apasionaba la cocina.
–¿De qué viviste entretanto?
–De los 17 a los 20 trabajé en un kiosco, y desde el 2012 fui preventista. Iba de negocio en negocio vendiendo cosas de almacén como bebidas, vinos y productos de limpieza, y así conocí a un montón de gente: veía a unos trescientos clientes por semana.
–¿Hasta cuándo hiciste eso?
–Hasta el día en que llegué a Buenos Aires a grabar Bake off. Ahí mandé la renuncia enseguida, porque de lo contrario no habría podido grabar. O sea... ¡me arriesgué! Podría haberme ido el primer día con las manos vacías y sin ningún reconocimiento. Pero salió bien y lo haría mil veces más. Es muy feo estar en un trabajo que no te gusta, que no te llena o que te estresa. Lo disfruté mientras duró, pero estar en la calle no siempre es bueno, y a veces me frustraba no poder cocinar. Y fue gracias a una clienta que me anoté en el programa. Ella había visto las tortas que subía a mi WhatsApp y un día, en mi habitual visita de venta, me dijo: “Che, Dami, ¿te anotaste en Bake off? Está la propaganda en la tele”. Ahí apagué el cerebro del modo trabajo, abrí el celular, busqué la planilla de inscripción y mandé un mensaje al chat que tenía con mis compañeros de trabajo, que decía: “Chicos, se abrieron las inscripciones de Bake off. Me voy a anotar y estoy seguro de que voy a quedar”. ¡El ego allá arriba! Tuve un presentimiento y por suerte se cumplió.
UNA VIDA AZUCARADA. Mientras piensa qué va a hacer con los $ 600.000 de su premio –“primero tengo que pagar las deudas”– y lanza Espacio DeAdos con Agustina Guz, su ex compañera de Bake off –“con ella hacemos videollamadas de ocho horas”–, el hombre que quiere conocer pastelerías de distintas partes del mundo se anima a describir su sabor favorito –“para mí, la combinación perfecta es limón, chocolate blanco y frutos rojos”– antes de hacer algunas confesiones íntimas.
–En tu canal de YouTube hay un video que muy poca gente vio, donde bailás en tela al ritmo de Vogue (Madonna)...
–¡Más que bailar hago papelones! Es de una de las presentaciones que pude hacer como aprendiz de acrobacia, y la canción fue ésa porque amo a Madonna.
–¿Sólo hacés tela?
–No, también hago trapecio y caño, que arranqué en el 2014 cuando un amigo me dijo que estaba buenísimo y que tenía que ir porque la íbamos a pasar re bien, y así fue.
–¿Seguís practicando todas esas artes?
–Retomé el año pasado, dejé cuando fui a grabar, empecé de nuevo al volver y abandoné nuevamente al inicio del programa. Ahora, con la pandemia, no veo ni una clase de zumba...
–¿Tenés otros hobbies?
–Disfruto de estar con mis amigos, tomar mate y cosas sencillas como ésas, porque la acrobacia y la pastelería ya me demandan demasiado.
–¿Es verdad que te vas a mudar a Buenos Aires?
–Leí eso en una nota y me reí, porque yo nunca lo dije. Planeo quedarme en Rosario, con la gente que me banca desde el primer día. Quizás cada dos semanas vaya a disfrutar con Agus de las repercusiones, y a dar o tomar clases, pero la base de mi vida está acá.
–¿De amores cómo estás?
–Solterísimo, más que nunca... ¡y desde hace bastante!
–¿No hay nadie dando vuelta?
–Digamos que estoy en un coqueteo online con Martín Cirio a través de Instagram. Nos divertimos mucho pero, por toda esta situación de la pandemia, todavía no pudimos conocernos... Y tengo ganas, porque lo admiro un montón y me parece una persona divertida y sin caretas. Él se muestra como es y lo valoro por eso.
–¿Sólo querés conocerlo porque lo admirás? Como dijiste que es un coqueteo...
–Bueno, hay que ver... ¡Uno nunca sabe! Tenemos que vernos personalmente. Digamos que es una puerta abierta.
–Una pregunta final: ¿cómo te definís hoy, a 15 horas de ser el gran ganador de un talent show nacional?
–Como un apasionado de la pastelería, una persona muy feliz... Pero no es resultado de esto: la felicidad me acompaña desde siempre.
Por Kari Araujo.
Fotos: Gentileza Telefe y álbum personal D.B.