El marido de Pampita cuenta que todas las semanas recorre los barrios humildes llevando ayuda y reflexiona: "Tenemos que sacar a flote nuestro yo solidario, porque no puede haber personas muriendo de hambre a diez minutos de nuestras casas".
"No me gusta que me digan que algo es imposible o que hay causas perdidas, porque para mí no hay causas perdidas. Yo no puedo mirar hacia otro lado si veo un chico en la calle. A mí me gusta comprometerme con las cosas que me revuelven el estómago o el alma", dice sin vueltas Roberto García Moritán (43), el empresario gastronómico que dedica de dos a tres días de su semana al trabajo social. Al respecto comenta: "Cuando me metí en esto, el único filtro que me importó fue el de mis hijos (Delfina y Santino), y cuando se los conté y vi que a ellos les brillaban los ojos, entendí que éste era el camino. Yo quiero que ellos aprendan lo mejor de mí porque creo que la vida se trata de los símbolos y de dar el ejemplo".
¿En qué momento arrancó esta etapa solidaria? Roberto cuenta: "Lo de la solidaridad comenzó cuando mi amigo Juan me llevó a Villa Inflamable (en Dock Sud) por una campaña muy linda. Ahí nos encontramos probándoles zapatillas a los chicos, y me di cuenta de que la simbología era grande, porque nosotros estábamos de rodillas poniéndoles zapatillas a los chicos que andaban descalzos corriendo por el barrio. Y ahí me empezó a surgir algo dentro de lo que ya no pude salir".
"Y después, hace unos dos años, trabajaba generando empleo y agregándole valor a las economías populares con María Eugenia (Vidal) en una Secretaría que nos permitía poner como prioridad la articulación entre los barrios y el sector privado, y cuando se pierde la elección, decidimos que ése era el camino que queríamos seguir y fundamos Asociar para seguir haciendo desarrollos productivos en economías populares. Pero nos agarró el COVID-19 y decidimos salir a los barrios a dar pelea contra el virus generando conciencia sobre la importancia de cuidarse, sanitizar los espacios públicos, y darles herramientas a los vecinos para desinfectar sus casas. Por eso sumamos lavandina, alcohol en gel, jabones, y estamos hablando para brindar alimentos. Nuestra idea es seguir agregando valor y llegar a todos los barrios a los que podamos llegar. Y también queremos que las empresas tengan conciencia social, porque la pobreza no es una obligación pública, es una obligación de toda la sociedad. Tenemos que sacar a flote nuestro yo solidario, porque no puede haber personas que se estén muriendo de hambre a diez minutos de nuestras casas".
Además, charlando con Javier Prado –uno de los empresarios que lo acompañan a los barrios–, García Moritán reconoció: "Estamos muy orgullosos con lo que logramos, porque arrancamos hace dos meses siendo tres personas en La Cava cargando botellas de Manaos con una manguerita, y de eso a lo que somos hoy... digamos que son dos películas diferentes".
"Cuando llego a casa y le veo los ojos a mi mujer de orgullo, hace que todo el esfuerzo, el sacrificio, el riesgo, el dolor, las incomodidades, la ciática, todo tenga sentido. Ese es el momento que justifica cada bidón, cada mancha de lavandina, cada dolor y cada malhumor que a uno le agarra... porque a veces pasa que uno está dando su tiempo, está invirtiendo (porque gastamos en nafta, comida y protección) y la gente te trata mal y vos pensás: 'Bueno, yo estoy acá por vos, porque te quiero dar una mano y una oportunidad, porque quiero que entre todos salgamos adelante'. Pero después de todo lo que pasa durante el día, ese momento, esa mirada, hacen que todo tenga sentido".