Se separó de Martínez al inicio de la cuarentena y convivió con él en esas condiciones hasta hace muy poco, cuando logró independizarse. La modelo santafesina habla con GENTE desde el departamento del barrio de Belgrano al que se acaba de mudar con Alma, la hija de ambos. Íntima, revela qué provocó la ruptura, qué cosas se llevó “de la casa de Mariano”, cómo le dieron la noticia a la pequeña y quién es la persona que convivirá con ellas en esta nueva etapa de estricto aislamiento social.
Son las 16:55 del lunes 29 de junio, y Camila Cavallo (26) le dice a su hija, Alma Martínez (3), que “se suba a cocochito” mientras el flash registra el momento como parte de un juego. “Ella está todo el día jugando a full, y más en la cuarentena”, dice y explica que se lleva muy bien con esto de ser mamá full time. “Siempre me encantaron los chicos. Yo era de las nenas que iban al pelotero y se quedaban cuidando a los más chiquitos. De hecho, antes de quedar embarazada de Alma estaba estudiando el Profesorado de Educación Inicial, porque quería ser maestra jardinera”.
–¿En qué quedó ese proyecto?
–A veces me pregunto si retomar o no, porque sólo me quedan dos años para recibirme. Pero no sé si es lo que me veo ejerciendo el día de mañana… Mientras lo analizo, hago un curso de maquillaje por Zoom y googleo otras posibilidades.
–¿Cómo cuáles?
–Bueno, desde que me hice vegana estoy mucho con el tema de la alimentación, y también me gusta el deporte, así que quizás vaya por ese lado. Ya estuve averiguando para estudiar algo que relacione ambas cosas, pero no podía decidir ni dónde, porque hasta hace muy poco no sabía adónde iba a vivir.
–¿Por qué elegiste instalarte en Belgrano?
–¡Por lo laboral! Los primeros meses después de que fui mamá tuve todo súper pautado, por una cuestión de tiempos. Cuando Alma empezó el jardín me pasaba que si iba a un casting no me daba el tiempo para volver a Nordelta (donde vivía con su ex). Ahora estoy a diez cuadras de las castineras y hasta puedo ir con ella.
–¿Cuánto tiempo hace que empezaste a buscar este departamento?
–Hará un mes. Fue el primero que vi. Me copó y por suerte se dio.
–Amor a primera vista, entonces… Y se ve que lograste decorarlo bastante en poco tiempo.
–¡Es que amo las plantas! Tenía la selva, en la casa de Mariano (Martínez, 41) y me traje varias. Aunque un par quedaron allá. En cuanto a los muebles, algunos teníamos y otros me los van a entregar entre cuarenta y cincuenta días. Ahora medio que tengo todo metido en cajas y placares.
–Volviendo a algo que dijiste antes, si hace un mes estás buscando departamento, es que te separaste… ¿hace dos?
–Más. Mariano y yo terminamos cuando estaba empezando la cuarentena, no fue durante. Después seguimos conviviendo y cuando se activó el tema de la inmobiliaria decidimos buscar un departamento.
–¿Fue duro estar recién separados y en cuarentena?
–Sí, todo es más intenso, y obviamente estar separados y conviviendo no es lo mejor. Pero por el tiempo que lo hicimos nos llevamos bien.
–¿Hoy cómo están?
–Bien. Hablamos todos los días, porque él charla con la nena. Lo mismo Milo (7) y Oli (10), que la quieren ver… ¡Por suerte existen las videollamadas, que nos conectan en un segundo! Almita hasta llegó a jugar con sus compañeritos de jardín por FaceTime.
–¿Le afectó la mudanza?
–Los primeros días le costó. Me decía: “Mami, vamos a casa”. No entendía. Igual, nosotros le explicamos que iba a tener la casa de mamá y la casa de papá en palabras que ella pudiese entender, pero por la edad que tiene entiende más el accionar. Igual, ahora ya está súper.
–¿Su cuarto ya está listo?
–Todavía no tiene camita, pero es su sala de juegos, así que estamos todo el día ahí. Ya se re apropió de los espacios, y va y viene sola. Nada que ver con el primer día, que escuchaba ruidos y se asustaba, porque no estaba acostumbrada. Es que viviendo allá no escuchaba colectivos, autos ni ningún ruido de ciudad.
–¿Vas a tener quién te ayude con ella?
–Sí, el martes de la semana pasada vino mi mamá (Silvina, 57) de Santa Fe. Se sacó un permiso para ayudarme porque, por ejemplo, en el supermercado que tengo cerca no te dejan entrar con chicos. Y tampoco me gustaba la idea de ir a hacer las compras con ella, porque no puedo controlar al 100% que no toque nada o que no se lleve las manos a la cara. Igual, ya estamos encerradas. Yo ya salí al súper y a comprar en un bazar las cosas esenciales básicas que nos faltaban, como exprimidor, tupper y abrelatas, vajilla y esas cosas. Por suerte, algunas cosas ya las tenía, por los cumples.
–¿Tu mamá se queda sin fecha de regreso?
–Le dije que hasta el 21 se quedase acá, ¡total estamos todos en cuarentena! Además, se jubiló el año pasado. Fue docente toda la vida y es su momento de disfrutar.
–¿Y tu papá?
–No, yo papá no tuve. Se separaron cuando yo tenía tres años y nunca más volví a verlo.
–¿Justo a los tres años? La misma edad que tiene Alma.
–Es verdad… No lo había pensado. Igual, yo no tengo ningún recuerdo de la separación, de mi papá ni de nada. No sé si el día de mañana Alma recordará nuestros momentos como pareja, pero como familia sí, seguro, porque ella va a continuar el vínculo.
–¿Con Mariano pasó algo en especial o fue el desgaste de cuatro años de relación?
–El desgaste y las diferencias. Porque uno en las relaciones y en los vínculos no siempre piensa igual, y a veces la vida te lleva por caminos distintos. Es más o menos eso. Y fue muy intenso también: a muy poco tiempo de conocernos tuvimos una hija, no es que hubo un noviazgo y después proyectamos una familia. No. Nos enamoramos y decidimos tener una hija. Fue todo así, muy emocional.
–¿Y vos cómo estás, Cami?
–Bien. Tengo días mejores y otros más de bajón, porque son proyectos que se caen. Pero trato de transformar los momentos en que no estoy tan bien sabiendo que eso es pasajero, y que voy a estar mejor. Sólo son parte de la vida.
Por Kari Araujo.
Fotos: Gentileza C.C. e Instagram.