El 27 de agosto de 1999 la rueda de prensa del primer ministro de Países Bajos dejó los temas de coyuntura política para abordar la vida privada de Guillermo Alejandro. Los reporteros tenían una duda concreta: ¿El príncipe tiene novia? La respuesta de Wim Kok fue desconocer dicha información y el compromiso de averiguar en el palacio. Aunque no resultó necesario: el hijo de Nicolás de Amsberg y Beatríz de los Países Bajos se presentó en la boda de Vanessa Loudon y Janus Smalbraak con una rubia de su mano, en un claro símbolo de confirmación de romance. Sí, esa fue la primera vez que se mostró junto a Máxima Zorreguieta.
No dejaba de ser curioso porque, un tiempo antes, la flamante protagonista de ese evento era una de las que mejor rankeaba para quedarse con el corazón del actual rey. Los padres de la royal, el diplomático Ronald Henry Loudon y de la baronesa María Bentinck van Schoonheden, eran íntimos de los reyes y creer en la unión de ambas familias no era algo descabellado.
Pero volviendo a la boda, tuvo una cobertura exclusiva de Telegraaf avalada por los novios. Fueron ellos los que registraron a Guillermo con una joven de nacionalidad argentina cuyo nombre, hasta ese momento, era desconocido. Los medios se pusieron a trabajar rápidamente para descubrir su identidad, pero cayeron en un error: la llamaron “señorita Herzog”.
Fue la propia Vanessa Loundon la que terminó poniéndole fin al misterio, afirmando que se trataba de Máxima Zorreguieta. De esa forma, dejó al descubierto una larga historia de rivalidad entre ambas familias que se encontraba camuflada por el rotundo éxito de los negociados millonarios que habían gestado.
“Que uno de los solteros más codiciados tenga novia era una noticia curiosa. Hasta el momento no se sabe por qué, desde el seno de la familia Loudon hicieron esto: siendo vasallos de la Casa Real, deberían haberse manejado con otro tino”, comienza diciendo a Revista GENTE el experto en realeza y Ceremonial y Protocolo Rubén de Gavaldá y Castro.
Y destaca: “Algunas fuentes dicen que la noticia fue vendida a los medios, y esto ya es mucho, ahí sí podremos denominarlo traición completa, y de una bajeza humana y lamentable. De una forma o de otra, con venta o no de la noticia, sí se supo es que Vanessa London dio a entender que el príncipe estaba con una novia a quien denominó de una forma peyorativa como una rubia”.
Lo cierto es que esta situación causó un verdadero revuelo y fue considerada una actitud de despecho por parte de Vanessa, que debería estar concentrada en la celebración de su propia boda.
La realeza, entre traiciones, ostentación y grandes historias de amor
“¿Cómo impacta en el estatus de la realeza este tipo de situaciones? Da una pincelada de humanismo, dejando en evidencia de que esta instancia de coronas ya no parecen inalcanzables y que tampoco son impermeables a situaciones que puede sucederle a cualquier vecino. ¿Qué acciones se pudieron tomar en este caso puntual? Ninguna. La corona no puede ni debe ejercer un pedido de mordaza o de silencio”, afirma Gavaldá y Castro.
Y amplía al respecto: “No deben hacerlo porque estarían dándole razón a quien conjetura, y después es bajarse a un nivel impropio. No lo haría de manera directa. Estos pueden ser viejos recursos medievales, pero en la actualidad, en las casas reales y reinantes del siglo XX y ahora el XXI, no se puede tomar ningún caso puntual”.
El especialista manifiesta que “la inmediatez de la tecnología está cambiando la relación de las casas reales del mundo en general, pero de estas familias en particular, como el caso de Kate Middleton representan el poder de la imagen” en base a lo que se comunica.
“Quizás, en aquel momento, se pudo haber hecho una conferencia de prensa, o seguramente esto no se hizo para no darle la envergadura que esta familia o esta señora quiso. Esto pasó también en España, con la propia Kate, y en el caso de la princesa de Diana de Gales”, cierra Rubén de Gavaldá y Castro.