Pato prefiere que no se sepa su verdadero nombre, por alguna razón ella y su marido decidieron no contarle a su entorno la decisión de recurrir a un óvulo donado para darle una hermanita a Pola, su primera hija que, contra las estadísticas, llegó muy fácilmente de forma natural cuando su mamá tenía 41 años. El camino después no fue tan sencillo: Pato sabía que el tiempo era una variante fundamental y también lo era la calidad de sus óvulos. El obstetra, cuenta a Revista Gente, le había dicho que se apurara si quería tener más familia.
"Sea cual sea la causa de la infertilidad (aunque el problema sea masculino) el factor que más modifica la tasa de embarazo es la edad femenina, la edad del óvulo, inclusive con los tratamientos de fertilidad. A los 20-30 años naturalmente se embarazan por ciclo (por mes) el 20% de las parejas, con una tasa de aborto del 20%, a los 40 años, el embarazo espontáneo baja al 5%, y además aumenta el porcentaje de aborto a un 40%, que asciende a un 70% en mayores de 44 años", explica la Dra. Aldana Torno (MN 125.312), ginecóloga especialista en fertilidad (Samer) y médica de staff de Procrearte.
"Lo que me pasó fue que después de tener a mi primera hija y querer armar la familia, querer otro hijo, un hermanito, que fuéramos más, y no quedar embarazada, me empecé a amigar y a no ver tan descabellado que me donaran un óvulo", recuerda Pato hoy madre de Pola, de 10, y de Mica, de 5 años.
La idea le fue entrando de a poco. Conocía a personas que habían hecho el tratamiento, aunque ella tenía la fantasía de que no era algo que se realizaba en la Argentina y que había que viajar a Estados Unidos. Cuando pasaron dos años, y ella ya estaba más cerca de los 50 que de los 40, el embarazo seguía sin llegar y la ovodonación apareció como una opción más concreta.
Aceptar que el segundo hijo no va a tener tus genes
Mientras que el primer embarazo fluyó: no hubo ninguna situación de estrés ni nada porque se había dado de forma fácil, el segundo no llegaba.
"La primera vez que escuché hablar de ovodonación fue antes de ser madre, son cosas que uno va aprendiendo, va escuchando... Me generaba un poco de rechazo, como que no era mío, como que no lo iba a querer. En algún momento me habían ofrecido congelar óvulos y me pasaba lo mismo. Cualquier cosa que no fuera completamente natural me parecía que no tenía que ser. Si no se daba en un proceso natural era porque no tenía que ser. No soy religiosa, pero tenía ese concepto un poco cerrado", reconoce Pato.
Pero las cosas a veces no son cómo uno espera y los prejuicios se van disipando a medida que las cosas no suceden. Torno cuenta que las reacciones de las parejas al escuchar la opción son muy variables. Mientras que hay gente que valora mucho la carga genética y le cuesta años tomar la decisión, hay quienes, en pos de mejorar los resultados, aceptan más rápidamente.
"Es un proceso, lleva tiempo, varias consultas. En lo personal siempre hablo de las chances estadísticas con cada técnica, y veo que las parejas aceptan cuando asimilan que la ovodonacion es el tratamiento menos invasivo, más seguro y efectivo para ellos", detalla la especialista en fertilidad.
Pato escuchó y fue para adelante. No hizo terapia ni se informó sobre la epigenética (mecanismos químicos que cambian la forma en que se expresan los genes de un individuo cuando está dentro del útero). "Me enteré que existía, tuve alguna reunión para que me explicaran el proceso. Fui tomando las cosas cómo eran y sabiendo que era un óvulo donado pero que se fertilizaba con el esperma de mi pareja y que después estaba adentro de mi cuerpo, en seguida me pareció algo propio, nunca me pareció que era de otra persona", dice.
La Dra. Torno asegura que lo más difícil, además de los tiempos de espera (entre que se encuentra la donante y se aprueban los papeles para que la obra social autorice el tratamiento pueden pasar neses), es aceptar que la donante sea anónima, ya que a veces preocupa el parecido físico que tendrán con ese hijo, y también atravesar el duelo genético.
"Mi médico me dio mucha tranquilidad, a parte de que se hace esta búsqueda de que haya ciertos rasgos entre el color de piel, de pelo, y que la persona sea más o menos parecida a la familia de uno, más la mezcla con el ADN del padre... No digo que nunca se me pasó por la cabeza pensar cómo va a ser, a quién se va a parecer, pero no fue el pensamiento prioritario. Y hablás tanto y te explican con tanto detalle todo que es como una situación que se da bastante natural", cuenta Pato.
"Hay que estar preparada, porque a veces el camino es largo"
Pato se encontró con que no era tan simple quedar embarazada incluso con ovodonación. "Es un camino muy personal, son muy diferentes las circunstancias que le pueden estar pasando a cada uno para llegar a una ovodonación", dice.
Y agrega: "Lo que yo diría es que tengan muchísima paciencia y que intenten olvidarse del tema".
En su caso, el primer procedimiento que le hicieron no funcionó. "Salí de la clínica pensando constantemente en eso y fue un bajón después cuando pasaron esos 15-20 días y el test me dio negativo", recuerda.
Después todo el proceso se le fue haciendo cada vez más familiar: ya sabía cómo era todo, cuánto había que esperar, qué le iban a decir... Y el positivo tardó otros 3 intentos más. "En el cuarto procedimiento quedé embarazada. Fue en el que volví en colectivo, hice mi vida absolutamente normal pensando que si había que volver a hacerlo se hacía, sin estar pendiente. La realidad es que me llegó el mail con el aviso del laboratorio cuando estaba en el aeropuerto por hacer un viaje y así seguí, sin estar tan atenta a eso. De hecho prendió el embrión y hoy es una nena de 5 años", sostiene.
Y cuenta que inmediatamente ese embrión fue algo propio y se olvidó de la ovodonación. "Es nuestro, pertenece a la familia y es una anécdota que haya sido óvulo donado, nunca la sentí diferente a mi otra hija", dice y suma Pato: "Está dentro de tu cuerpo... Cuando me dijiste de la entrevista dije: ´Ah, cierto´, porque tampoco es algo que tenga en la cabeza".
Qué es la ovodonación, cuántos tratamientos se hacen por año y qué resultados se obtienen
La ovodonación, explica la Dra. Aldana Torno, es un tratamiento de fertilización in vitro en el que la mujer que desea un embarazo y, por diferentes causas, no puede lograrlo con sus propios óvulos recibe un embrión formado con óvulos donados de otra mujer.
Según el Registro Argentino de Fertilización Asistida (RAFA) se realizan cerca de 4.000 casos anuales de ovodonación en la Argentina, casi un cuarto de los procedimientos totales realizados. Es el tratamiento con mayor eficiencia: llega a tasas de éxito del 50%. Torno detalla: "Con óvulos propios varía de acuerdo a la edad de la mujer, entre 35% a los 30 años, al 5% o menos en mujeres de 43 años en adelante".
La edad de la mujer gestante no es una limitante: hasta los 50 años se puede realizar, inclusive puede llevarse a cabo en mujeres con menopausia. Aunque, claro, a mayor edad aumenta el riesgo obstétrico y pueden surgir complicaciones como la preeclampsia, la diabetes gestacional y la prematurez.
En el caso de Pato, Mica llegó cuando ella tenía 47 años, ya casi no tenía óvulos propios y los que tenía no eran de buena calidad. "Lo que me pasó a mí es que cuando supe que estaba embarazada y supe que estaba creciendo en mi cuerpo, la sentí completamente propia. Me olvidé del óvulo donado, el embarazo lo siguió mi obstetra, el mismo con el que tuve a mi primera hija, la situación volvió a ser cómo yo conocía. Lo viví como un embarazo completamente propio", recuerda.
La mirada del otro y la solidaridad
Según la especialista en fertilidad, una de las barreras que aparecen en torno a la ovodonación es la pregunta de si contarlo o no, a quiénes contarlo y cuándo. Pato y Guille decidieron mantenerlo puertas adentro. "Yo no lo conté en mi familia, lo saben algunos amigos muy cercanos. No es algo que yo haya trasmitido así tan naturalmente como lo sentí", explica.
Y ahonda: "No quise abrir a que todos sepan por eso no quiero decir quién soy, no sé porqué exactamente. No sé si tendría ganas de explicarles a familiares por qué lo hice o qué pensé o sentí. Me parece que es algo muy personal del padre y mío y que lo decidimos nosotros. Salvo un círculo muy íntimo, no lo sabe nadie".
En los inicios de la fertilización in vitro, explica Torno, la ovodonacion consistía en utilizar óvulos sobrantes de pacientes que se sometían a su propio tratamiento y decidían donarlos. De a poco, hace unos 20 años, se fue instalando el concepto de donante de óvulos como lo entendemos hoy, y definiendo los criterios de selección y los estudios de las candidatas a donar sus óvulos.
Era un concepto solidario: en lugar de descartarlos se donaban. "Un detalle me pareció muy lindo (cuenta Pato) es estar en la clínica, cuando hacía el procedimiento, y cruzarme con chicas que estaban o por hacer un tratamiento o dejando los óvulos para congelar o haciendo tratamientos con sus propios óvulos y los que le sobraban después los donaban. Me pareció un gesto muy solidario, bondadoso, porque estando yo ahí podía agradecerles que gracias a mujeres como ellas que donaban esos óvulos yo podía hacer ese tratamiento y volver a quedar embarazada".
Hoy se abrió un universo más extenso y existen bancos con donantes anónimas que a cambio de una remuneración donan sus óvulos. "Las donantes son mujeres de menos de 32 años, sanas, evaluadas mediante múltiples estudios para maximizar el éxito y reducir riesgos", detalla Torno. A veces el problema son los tiempos de espera: encontrar una donante compatible puede costar algunos meses. También se puede abonar un plus y se autorizan más óvulos (por obra social son 5 los óvulos disponibles, pero pagando una diferencia podés tener hasta 10).
La solidaridad de esas mujeres y la de las que se acercan a donar hace que otras miles logren hacer realidad sus deseos de maternidad. Gracias a esta red, los tiempos de búsqueda, los tratamientos invasivos y la sensación de estar falladas migra hacia un lugar feliz: el de finalmente dar con ese ansiado positivo.