"Todo lo que nos viene pasando, para mí son sueños cumplidos”, reconoce Patricia Rodríguez (44) delante de la mesada en la que Romina Moore (37) y ella preparan las tortillas de papas rellenas que cientos de latinoamericanos quieren probar desde que la vieron chorreando queso humeante en el capítulo uno de Street Food: Latinoamérica, el documental de Netflix que muestra lo mejor de la comida callejera. Pero Pato –como le dicen quienes la conocen– no sólo habla de las filas de comensales que se forman detrás del mostrador colorado, o de los cientos de extranjeros que ya se aventuraron a visitar el Mercado Central de Buenos Aires sólo para conocerlas. Ella va más allá: “Si lo pienso, me pasó triunfar en lo que hago, trabajo de lo que me apasiona, estoy con la persona que amo y hasta, con lo que me gusta, tengo perros. ¿No soy una afortunada?”.
Su amplia sonrisa ilumina el puesto que tan bien conoce y que tanto vio crecer. De espaldas a las puertas del horno –del que emana una calidez permanente– ella cuenta: “Acá lo fuerte durante quince años fueron las pizzas, las empanadas y los sándwiches de milanesa. Muy cada tanto aparecía la tortilla como un recurso para utilizar las papas fritas que habíamos hecho el día anterior. Pero empezó a pasar que la gente la pedía y pedía, hasta que decidimos empezar a hacerla, e improvisamos esta tortilla rellena con jamón y queso, buscando una vuelta de rosca, que sea atractiva. Así hasta que hace unos cinco años, el chef Augusto Mayer, de pura casualidad se sentó a comer en la mesa, le sacó una foto a su porción y la subió a Instagram. ¡Para qué! Esa imagen provocó algo flashero en las redes sociales que desencadenó todo lo que sucedió. Pensar que hay gente que pasa la vida entera buscando pegarla…”. Entonces sus palabras se interrumpen por la entrada de Romi, que viene de “pegarle a la masa” para dejar las bases de las pizzas que hornearán al día siguiente.
–Viéndolas juntas, no puedo dejar de preguntarles: ¿El amor se refleja en la comida?
Romi: ¡Siempre! A veces no el nuestro porque estamos medio tiroteadas (ríen). Fuera de broma, más allá de que seamos pareja, la pasión y el amor se transmite igual. Es como que el producto terminado tiene su amor más el mío, y eso lo hace perfecto.
Pato: Totalmente. Se me pone la piel de pollo, pero es así. Se refleja en la comida.
Romi: También nos pasa que, si viene algún medio mala onda, ¡se pega la tortilla! Es la energía, no sé, pero juro que pasa.
–Su menú también incluye la tortilla de vegetales y los rolls de verduras. ¿Están tratando de cambiar la alimentación del pabellón?
Pato: Sí, y es algo que no se estila. En estos comedores se venden productos básicos como la hamburguesa, el pancho y las empanadas de carne, pero el triangulito de brócoli andá a venderlo. Sin embargo, ¡hay un montón de cosas para comer! Aunque sobra la comida saludable, morimos siempre en la proteína.
Romi: Y a veces terminás gastando lo mismo o menos en algo saludable que en un paquete de patys.
–Me hablan de gastos y necesito el detalle sobre sus compras de muzzarella: deben ser una locura…
Romi: Y, casi 75 kilos por semana, porque la muzza va en todo.
Pato: ¡Eso no es nada! Usamos cuatro bolsas de papa por día, o sea, 60 kilos.
Romi: Y sumá un cajón de huevos de 360 unidades cada dos días. Deberíamos conseguir una marca de huevos que nos auspicie (ríen).
–¿La fama cambió su rol en el Mercado Central?
Pato: Más o menos. Hay mucho respeto de los colegas. Y si bien algunos se acercaron a hablarnos cuando salimos en MasterChef Celebrity, otros no tienen ni idea. Es que esto es algo a futuro: creo que nosotras vamos a marcar un precedente valorizando la gastronomía argentina en los mercados. ¿Por qué no hay buenos lugares para comer en los mercados? Esto va a invitar a un montón de gente a que venga a conocer el Mercado Central de Buenos Aires. ¡Y ya pasa!
–Quizás eso sí se ve en el mercado de San Telmo
Pato: Claro, pasa que ahí la ubicación influye un poco. Cruzar la General Paz para muchos es un tema. Yo quizás entro con los ojos cerrados, pero hay muchos que se ponen nerviosos y nos dicen que no nos encuentran, aunque estamos en el mismo puesto hace veinticinco años y con la misma decoración, porque queremos que la gente reconozca el lugar que vio en la tele.
–Cuando caminan juntas por los pasillos sus remeras de “Las chicas de la 3” todos las reconocen. No obstante, recién, cuando hacíamos las fotos, nos contaban que no suelen tomarse de la mano. ¿Es cierto?
Pato: Sí, porque a mí en el contexto del trabajo no me da estar chapando. Igual, tampoco somos pegote fuera de la intimidad.
Romi: Claro. No es que habitualmente nos damos la mano. Creo que ni cuando salimos a comer lo hacemos. No nos sale ser gomosas.
Pato: Sí… es que nuestro amor va por otro lado. No sé, ¡yo voy al chino y la extraño!
–¿Se ven dentro de varios años acá juntas y cocinando?
Pato: ¡Ojalá esto dure toda la vida!, pero yo también quiero evolucionar y crecer económicamente. Poder tener un poco más. Y me gustaría aprender a darle la oportunidad a otro: si yo me quedó acá eternamente nunca le voy a dar la chance a otra persona de que le pase lo mismo.
–¿Abrirían más locales?
Romi: Es la pregunta del millón. Pero nos pasó todo tan rápido y lo disfrutamos tanto que cuando viene la gente queremos recibir en persona su cariño. No es lo mismo eso, a que nos digan “vino una señora re emocionada que las estaba buscando”.
–Una fácil: ¿Les gustaría tener un programa de televisión?
Pato: ¡Me encantaría!
Romi: A ella re, a mí me da vergüenza. O sea, puedo ser su Juanita, no tengo drama, pero no me veo hablando todo el tiempo a cámara y dando recetas.
Pato: Es que ella es más operativa. Si fuera por Romi, ahora estaría haciendo empanadas (ríen).
Por Kari Araujo
Fotos Fabián Uset
Producción: Sofía Esther Ortiz
Retoque digital: Gustavo Ramírez