"Era todo para que mi marido pudiera terminar la carrera de arquitectura", comienza diciendo Charo Balbiani, inventora del rogel, desde su cocina actual, ubicada en el barrio porteño de Villa Urquiza. Mientras habla, varios hornos a altas temperaturas cocinan las capas con las que luego se armará su creación: las tortas de casi un kilo y medio que ya son un clásico. Ante esto, su hijo Javier, quien actualmente lleva adelante el negocio familiar, acota: "Ellos se casaron cuando ella tenía 19 y papá 22. Después él dejó de estudiar porque creció todo muy rápido".
Vale destacar que la madre de Charo ya vendía lemon pies y tartas de manzana a locales gastronómicos como La Cárcel, El Ceibal, Las Delicias y El Sanjuanino para colaborar en la economía familiar y ella la ayudaba con estas preparaciones. Pero todo cambió en el año 1964, cuando un allegado diplomático que había vivido en Holanda se fanatizó con una torta milhojas de frutas y les presentó su receta, a la que ella decidió hacerle un pequeño, pero fundamental, gran cambio: suplantar las frutas por dulce de leche.

A 61 años de ese día, dice sobre el impacto que tuvo su invento que, al día de hoy, sigue siendo un emblema argentino: "Nunca pensé que iba a hacer durante tantos años esta torta".
¿De dónde nace este nombre? En medio de su búsqueda por mejorar esta receta, la familia Balbiani recibió la oferta de comprar la maquinaria y la marca de Rogelia, una pastelera que realizaba una torta similar pero con un dulce de leche mucho más líquido y, por ende, muy difícil de fraccionar. Cuando Richard, el marido de Charo, aceptó esta propuesta se enteró que la marca Rogel nunca había sido registrada.
Si bien insiste en que no le gusta el término "creadora de", es gracias a ella que esta delicia compuesta por ocho capas de masa, dulce de leche y merengue se convirtió en un ícono de la pastelería nacional. Pero ganar este lugar dentro de la gastronomía local no fue magia ni casualidad, fue gracias la perseverancia y al trabajo en familia. ¿La clave? "No bajar nunca la calidad", asegura Balbiani a sus 82 años.

"La torta se hace conocida porque, más allá de que es especial, siempre fue buena y no cambió nada. La única diferencia es que cuando arrancaron era con fondant", destaca Javier. "El buen cambio fue hacer una versión con merengue italiano", dice sobre una de las versiones más populares del rogel. Por su parte, Charo explica: "A los argentinos nos gusta tanto esta torta porque nos gusta el dulce de leche".
La gran motivación de los Balbiani para mejorar y seguir creciendo en su negocio familiar fue tener su casa propia. "Era lo único que quería. A los 10 años de casados recién lo logramos", rememora.
El gran salto para su familia y para que el rogel se convirtiera en una de las tortas más populares fue cuando comenzaron a venderle su producto al Hipódromo de Palermo. "Ahí explotó la producción ¡Hacíamos 3500 rogelitos por sábado! ¡Veía onditas en los ojos!", bromea Charo al recordar el punto de despegue de su creación.

"Ellos tienen cábalas. Bueno, todo jugador tiene cábalas, pero en ese entonces los jugadores se comían un sacramento de pavita y un rogelito para tener buena suerte en las apuestas", dice la pastelera.
Sobre estos pequeños bocaditos, Charo Balbiani acepta al 100% su rol de creadora. "Estaba en la casa de mi suegra y mi cuñado estaba jugando al bridge con sus amigos y me dijo: 'Danos unos recortes para comer con la mano'. Yo no quería mandarles esas sobras a estos pitucos. Entonces, justo vi una lata de picadillo de carne vacía, volví a estirar la masa, los recorté y armé los rogelitos".

Si bien Javier se crió entre rogel y rogelitos, tiempo después decidió realmente involucrarse en esta empresa familiar: "Cuando terminé el colegio lo primero que hice fue trabajar de repartidor. Más adelante propuse de venderla en un tamaño más grande para sumarla a las mesas dulces de los casamientos".
Sobre este éxito familiar, destaca: "No se perdió lo casero y es por eso que perdura". Además, adelanta que trabajará en sumar nuevos productos para mantener vivo y renovado el legado que sus padres le dejaron.
"Pensá que cuando era chico mi mamá nos llevaba al colegio en la furgoneta de repartos y me daba vergüenza. Ahora para mí, lo que hicieron ellos fue un orgullo total. Me parece una locura. Desde que se fue papá en pandemia nos tomamos un tiempo para juntar fuerza y seguir con esto", destaca el hijo de Charo.

En cuanto al rol actual de ella en su negocio familiar, bromea que le dicen "retiro" ya que cuando pasa por la fábrica de Villa Urquiza es para retirar tortas y regalarlas a sus amigos y seres queridos, una tradición que mantiene desde hace 60 años. De todos modos, sigue involucrada en las decisiones que se toman con intenciones de modernizar su legado.
Para finalizar, se anima a revelar la clave de un rogel perfecto. "Tenés que ponerle mucho amor y un dulce de leche especial", concluye con seguridad.
Fotos: Alejandro Carra
Video: Ramiro Palais