Gabriela Arias Uriburu: cómo se viven por dentro las constelaciones familiares con las que sanó la separación de sus hijos – GENTE Online
 

Gabriela Arias Uriburu: cómo se viven por dentro las constelaciones familiares con las que sanó la separación de sus hijos

La escritora encontró en estas prácticas una forma de transitar aquel dolor: hoy brinda talleres para ayudar a otros a sanar diferentes traumas. Con el estreno de la segunda temporada de Mi otra yo (Netflix), las constelaciones vuelven al centro de la escena. Revista GENTE participó de una y te cuenta qué pasa dentro del campo.
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La primera vez que escuché hablar de las constelaciones familiares fue hace como 10 años, pero no estaba lista para entender ni para fundirme en el campo. Pasaron varios años y acontecimientos más hasta que realmente pude y participé de una sesión multitudinaria. Fue en 2022, el año en que se estrenó en Netflix Mi otra yo, la serie turca que aborda estas prácticas desde la perspectiva de una médica agnóstica y sus dos mejores amigas. En ese entonces la sala estaba llena, había más de 80 personas, y ese día el campo me eligió. Levanté la mano tímidamente cuando preguntaron quién quería trabajar su tema y la facilitadora me señaló a mí entre otras 40 personas que sostenían sus brazos levantados.

No tenía idea de qué se trataba ni cómo funcionaba. Me limité a contar el por qué estaba ahí y lo que siguió fue una sucesión de hechos inexplicables. Elegí a una persona para que me representara a mí y a otra para que encarnara al miedo. Había perdido dos embarazos, siempre fui hipocondríaca. Quería tener otro hijo, pero no sabía cómo iba a hacer para volver a confiar en que, como había pasado la primera vez, todo iba a estar bien.

Mi representante desde que se paró de la silla empezó a llorar, lloraba desconsolada, lloraba como yo cuando ese 1ro de enero de 2022 la ecógrafa sin tacto me dijo: "Acá no hay nada". Y como seguí llorando todo ese mes entero, sin entender por qué se había detenido ese corazoncito que habíamos escuchado latir. Tenía la sensación de que era otro varón y habíamos pensando en llamarlo Fillipo.

Volviendo a ese momento y al campo (en constelaciones se refiere a aquel entramado o tejido que se establece con la vivencia de todas las existencias que guardan la memoria de todo lo vivido), el miedo se pegó a mi representante como si fuese una sombra, la seguía por toda la sala. Las personas se movían de forma mecánica. No me conocían, no sabían mi historia y, sin embargo, parecían entender. Después se fueron sumando más miembros: mi abuelo, su hermana, mi bisabuela. Y lo que siguió ni siquiera lo puedo explicar. Pero se sintió como un gran alivio y como si esa carga pesada que él llevó toda la vida, que lo hizo frío y exigente, se fuera de mí. Me dijo: "Esto es mío, no es tuyo. Te libero". Mi bisabuela le pidió perdón a él y a su hermana por haberlos dejado tan pronto (se murió cuando él tenía 6 años y ella era recién nacida) y ellos también se pudieron abrazar. Eran dos hijos a los que la madre no había podido cuidar, fueron dos embarazos que no pude retener. No sé si el miedo se fue, tampoco si me pude perdonar, pero a los 5 meses, me volví a quedar embarazada y ese bebé hermoso se llama Tian.

80 personas se reunieron para constelar en el Palacio Balcarce.

Después de pasar ahí adelante volví a mi asiento y vi al resto constelar sus temas. Un chico con un trastorno bipolar que seguía duelando a su madre, una chica que hizo que se reencontraran sus ancestros con un baile indígena incluido, una mujer que encontró en su casa inundada todas las lágrimas que no había sacado por la muerte de su mamá. Todo se veía como una película surreal, los cuerpos cobraban vida, las lágrimas brotaban, personas que no se conocían terminaban unidas por algo magnético, por esa experiencia imposible de transmitir ni de racionalizar.

"Las constelaciones sistémicas y familiares son un abordaje que permite representar espacialmente una situación de vida planteada a través de representantes", explica Paula Wassner, una de las tres facilitadoras de los talleres de los que participa Gabriela Arias Uriburu. "Todos estamos movidos por lealtades invisibles, fidelidades del sistema del cual somos de origen, y también podemos haber quedado en alguna intrincación del algún suceso de la historia familiar".

Las constelaciones, entonces, son una herramienta terapéutica orientada a identificar el tipo de relaciones que se establecen entre los diferentes miembros del sistema familiar. Cada miembro de la familia funciona como un arquetipo. Es decir, no como la persona que es, sino como lo que representa para la persona que se constela.

La idea es que la persona pueda identificar las dinámicas perjudiciales inconscientes que se han establecido en su familia. Esta información, por una parte, le permite a la persona reinterpretar los patrones familiares disfuncionales que reproduce de forma inconsciente para encontrar soluciones a los conflictos enquistados. Y, por otra parte, la constelación pretende despertar los sentimientos y emociones que están latentes en el inconsciente de la persona, para que pueda gestionarlos y reconciliarse con ciertas personas y eventos del pasado.

Constelaciones familiares con Gabriela Arias Uriburu

Paula, Andrea y Gabriela trabajan juntas en los talleres que ayudan a otros a sanar.

El sábado en el Palacio Balcarce, Gabriela Arias Uriburu y sus socias: Andrea Kovacs Kadar, médica de la UBA, especialista en soluciones sistémicas desde el abordaje transpersonal y constelaciones sistémicas y familiares, y Paula Wassner, terapeuta corporal formada por el Dr. Hugo Ardiles, dieron su taller de constelaciones familiares. En un salón con un gran cuadro del General San Martín de fondo y estilo colonial, 80 personas se animaron a entrar al campo y dejarse llevar por cada una de las energías que se fusionaban. Esta vez, quise probar ser representante. Años atrás había visto cómo mi sistema familiar danzaba en frente mío pero no había podido ver cuán real, por que uno no deja de intentar entender con la mente, era eso que esas personas hacían sin voluntad.

Gabriela entendió, gracias a las constelaciones, que todo aquel asunto con sus 3 hijos, a quienes no pudo ver por años porque su expareja se los había llevado a Jordania, tenía que ver con los vínculos. Tuvo que trabajar interna y externamente para lograr sanar. Hoy quiere trasmitir todo ese camino aprendido y ayudar a otros a encontrar esas herramientas que la acompañaron a ella. Por eso desde hace casi 10 años que da talleres y el boca en boca hizo lo suyo.

Hace una semana se estrenó la segunda temporada de Mi otra yo, y la intriga por las constelaciones sigue sumando adeptos. El salón estaba lleno: el 95 por ciento eran mujeres y un 5, hombres. Una gran cantidad de personas decidieron constelar por primera vez. En este formato, el taller tuvo dos partes: la primera, de a grupos reducidos, y la segunda, guiada.

En las constelaciones, las personas logran conectarse con el dolor de los demás.

Elegir a tres personas al azar que no conocía fue interesante. Los grupos se armaron rápido y yo quedé levitando. Primero me topé con una señora de unos 70 años, después una mujer de unos 50 se separó de un grupo conformado para sumarse al nuestro y, por último, un hombre de unos 40 era el único que había quedado sin equipo. En esta primera fase, la gente tenía que experimentar casi sin guía. Los cuatro íbamos a constelar. Mientras uno era el observador, los otros tres podían ser representante, lo excluido y el tema. Fue en este ejercicio en el que entendí cómo funciona el campo y sentí en mi cuerpo cómo esos lazos familiares me guiaban.

Según el equipo de Gabriela Arias Uriburu, todos estamos movidos por esas grandes fuerzas y poderosas resonancias que habitan en el campo. "En ese tejido están todo el pasado, el presente y los posibles futuros. Todo lo vivido por mi sistema familiar, lo dicho y lo no dicho viaja a través de esos campos y el descendiente recibe esa información en todo su ser. Como vivimos vinculados a nuestro sistema familiar y otros sistemas, puede ocurrir que la resonancia de un campo nos atrape con intensidad ya que resonamos con lo vivido por otras personas en un momento determinado", explican.

Abrazos, llanto y encuentros son parte de lo que sucede en las constelaciones familiares.

La primera en constelar fue la señora y yo fui "lo excluido". Los primeros minutos me quedé parada como esperando que bajara una orden del cielo. "Así no va a funcionar", pensé. Cerré los ojos y algo me empezó a mover, caminaba hacia un costado pero sin entender por qué. Me quedé parada mirando sin mirar hacia un adelante confuso. No me podía mover de ahí. Tampoco podía mirar para atrás. Pasaron los minutos y la representante me vino a buscar, sentí unas cosquillas en mi espalda y, después de una resistencia de mi cuerpo, dejé que me abrazara y me guiara hasta el tema. La señora lloraba y lloraba y yo sentí decir dos palabras: "Te perdono".

Cuando consteló la mujer de 50 me tocó ser el tema. La dinámica se empezó a aceitar: automáticamente sentí que tenía que alejarme y sentarme en el piso. Cuando se acercó la representante lo único que podía hacer era mirarla fijo. Las lágrimas brotaban de sus ojos cerrados, no me me miraba. Yo estaba enojada y tomada por la situación y le dije: "Mirame". Ella no me podía mirar. La guerra duró unos minutos hasta que logró hacer contacto visual. Fue ahí cuando nuestro camino se unió y la llevé hasta "lo excluido". El hombre estaba tirado en el suelo, con los ojos cerrados. Nos acercamos y me salió decirle: "Se fue, lo tenés que dejar ir". Le agarré la mano y se la puse sobre el corazón del muerto.

Todo lo que hice no lo hice a voluntad, lo hice siguiendo un hilo invisible que me dirigía. Más tarde ella contó su historia. Su padre se había muerto joven y ella, como Gabriela, estaba metida en una lucha por la tenencia de sus hijos. "Hace tres años que no los veo", confesó. El hombre en el suelo representaba su papá, a quien no pudo abrazar cuando murió, y el tema... tenía que ver con su hija, y esas partidas. Minutos después, el hombre dijo que sintió que estaba en su propio velorio, que tenía frío y se sentía en otro plano.

Por último me tocó ser el representante. Y ahí fue cuando sentí aún más fuerte la energía del campo. La señora que era el tema me perseguía y me quería abrazar y yo sentía un rechazo abrumador. La alejaba con mi cuerpo para que no me tocara hasta que sin querer decirlo le dije: "Alejate, no te tengo miedo". Ella me seguía buscando. Lo excluido, representado por la mujer de 50, estaba estático. Mi cuerpo quería abrazar a esa persona y no a la que me perseguía a mí. Pude reparar ese vínculo en un movimiento. Aunque el tema seguía intentando sumarse y yo, sintiendo rechazo. Cuando terminó todo, el hombre contó que hacía 15 años que no hablaba con la madre y que tenían una relación tormentosa.

Lo excluido muchas veces trae resonancias para el resto de las personas que participan de la constelación.

Todos, incluida yo, lloramos.

Según cuentan, las constelaciones surgieron luego de investigaciones y estudios, como el análisis transaccional, la PNL, Gestalt, dinámicas de Grupo e hipnosis, que Bert Hellinger desarrolló durante casi 40 años. "En 1999 gracias a su observación fenomenológica descubrió que los representantes eran movidos por una fuerza de reconciliación al servicio de la sanación", explican las consteladoras.

Y suman: "Las heridas de generaciones anteriores se pueden sanar en la medida que se transforman las dependencias inconscientes ganando la liberación y la autonomía de todo aquello que nos dejó detenidos en esas fidelidades y lealtades. Lo que permite cambios muy profundos que dejan a la persona más liviana y con mayor nivel de comprensión en su conciencia".

La segunda parte, después de una breve pausa, incluyó a todos. Luego de la introducción, las facilitadoras invitaron a quienes quisieran constelar a pararse. Las personas se empezaron a amontonar, pero solo 4 iban a poder trabajar sus temas. Aunque, según dicen, siempre que uno participa en una constelación algo de lo que está por suceder lo va a interpelar.

Así pasaron un padre con un tema de demencia y una hija que actuaba también de madre; una chica con un pasado de una antepasada que perdió la cabeza por amor que debió aceptar que su expareja estaba con otra persona; una mujer que quería aceptar su linaje femenino y para eso vio como tantas mujeres que le precedieron perdieron embarazos e integraron a esos niños no nacidos. Y, para terminar, la aceptación. Una mujer que no había conocido a sus padres y se había criado con su abuela, un padre que había formado otra familia lleno de culpa. Una madre enojada con esa persona y una niña perdida. La constelación terminó con todas las personas que tenían que trabajar vínculos con ese padre reunidas alrededor. Eran el 80 por ciento de los participantes abrazándose y sanando. Es que, como habían adelantado, cada una de las situaciones que se presenta hace eco en los que eligieron ir a compartir.

Ese padre y el costado masculino se manifestaron el sábado en el Palacio Balcarce. Mucha información a decantar hasta el próximo encuentro.

Uno de los hombres que representó a un padre en la última constelación del taller.

"Las constelaciones han dejado de ser una terapia y se han transformado en un modo de comprender y responder a las señales del campo de información de la vida, donde la energía o el movimiento de algo más grande (podemos llamarlo vacío creador – campo cuántico) nos mueven a través de los problemas que nos aquejan, para integrar y trascender a través de ellos", concluye la Dra. Andrea Kovacs Kadar

Y suma: "Hoy ya no se trata de ver en una imagen lo que sucede, sino de abrirnos interiormente a un movimiento de reconciliación, de unir lo que quedó separado en nuestro corazón. Es una sanación que la propia persona habilita en su interior, y que no es sólo individual, sino que se expande hacia todo y todos. Esa sanación solo puede provenir si estamos colocados en el adulto, en el presente, que agradece, respeta y honra a todo así como ha sido, integrando a las polaridades, y expandiendo su comprensión en el campo de su propia conciencia, y por ende en la mirada colectiva de la vida".

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