Dice que tuvo momentos de sentirse "Susanita" y otros en los que pensar en estar sola no le hacía mella. "Jamás me desesperó la idea de estar acompañada", asegura Stefi Roitman (26), quien habla sin vueltas de lo que significa para ella el amor, cuál es la primera impresión que tuvo con Ricky Montaner (30 –con quien está de novia desde enero del 2020 y se va a casar en enero de 2022–) y cómo es pertenecer a un clan creyente y lleno de rituales (hasta se tatuaron todos la palabra "por qué" en inglés). Además, por qué este vínculo sano los redimió, los rumores de embarazo y sus debilidades y dudas con respecto a mostrar tanto de su vida privada.
–En un punto, la decisión de quedarte en Miami fue impulsada más por las restricciones de la pandemia que por haberlo meditado. ¿Cómo te jugó adaptarte de golpe a la convivencia?
–Decidí quedarme, pero siempre tuve en mente la idea de volver en abril, por ejemplo. Además era tomar un vuelo de repatriación o quedarme en Miami con mi novio. No sabíamos qué iba a pasar, porque hacía relativamente poco que salíamos. Si bien nos llevábamos increíble y yo ya conocía a su familia, no dejaba de ser arriesgado. Más allá de que nunca dudamos, todos, desde la familia de él a la mía, me decían que me quedara, porque allá las cosas estaban difíciles. En ese momento mi corazón me dijo que tenía que quedarme con Ricky. Otra cosa es que la transición de la cuarentena acá fue mucho más leve, con medidas más suaves al principio.
"(Con los Montaner) es un sentimiento de tribu, de manada, que te hace sentir muy parte. En mi caso fluyó mucho y no tuve que poner nada de esfuerzo. Parecía que los conocía de hace mucho más tiempo"
–¿Te costó la idea de quedarte sólo con las pertenencias con las que habías viajado? ¿Cómo empezaste a armar tu mundo allá, sabiendo que iba a ser para largo?
–Al principio usaba literalmente la misma ropa que había llevado para las dos semanas que me iba a quedar... Y yo, feliz. Me arreglé con los buzos gigantes de Ricky o alguno de sus pantalones grandotes que me gustan, así que me las ingenié bárbaro. Ya después empecé a trabajar con marcas: ella ingeniándoselas donde quiera que esté (risas). Empecé a escribirles a las firmas, a conocer gente y a abrir un poco mi cabeza y decir: "Ok, si me voy a quedar acá me voy a poner a laburar". Entonces conseguí algunos acuerdos e hice mi dinero por Instagram. Más tarde, cuando mi hermana viajó por sorpresa –que fue la alegría más grande del mundo–, me trajo cosas.
–¿Qué aprendiste de ese repentismo, de la sobreadaptación?
–Con esta experiencia me di cuenta de que no necesito nada de lo material. Uno se acostumbra y empieza a valorar las cosas de otra manera. De lo que sí me cuesta desarraigarme es de los afectos, porque soy súper sensible, familiera y amiguera... Es lo que más me costó. Pero agradezco tener a la familia y a los amigos de Ricky que hice acá, que me permitieron llevar todos estos meses lejos de los míos de una manera increíble. Siempre tuve una contención increíble.
–A propósito, ¿cómo fue la experiencia de tu ingreso a los Montaner, una familia tan unida, que muestra todo en redes, que funciona como un bloque y hasta tiene sus rituales?
–Si bien vengo de una crianza en comunidad, porque soy de la “cole”, me encantó el sentido de unidad de ellos, que descubrí cuando los conocí más en profundidad. A pesar de lo que se ve en las redes de que estamos todos unidos, cada uno tiene su espacio y sus características súper marcadas. No es que de repente uno se transforma y somos todos iguales. Es un sentimiento de tribu, de manada, que te hace sentir muy parte. En mi caso fluyó mucho y no tuve que poner nada de esfuerzo. Parecía que los conocía de hace mucho más tiempo.
–¿Qué aprendiste de esa vida en manada?
–Aprendí a conectarme más a nivel espiritual, a conectarme con Dios y a orar. Tal vez alguien desde afuera puede decir: "Che, Stef, ¿qué onda? ¿Ahora de repente orás porque estás con la familia Montaner?". No, no es "de repente": es lo que se vive con ellos. Es una transición de ciertos valores que tal vez ya tenía en mi casa, pero que con ellos los reforcé un montón. Por ejemplo, lo espiritual.
–¿Meditan todos juntos?
–Yo vivo con Ricky y tenemos momentos en que hacemos meditación por separado. Pero hay otros en que meditamos juntos, como cuando salimos a la mañana a pasear a Mao, nuestro perro. También en el jardín, con una música especial.
–Sorprendió mucho que todos los integrantes de la familia se hicieran el mismo tatuaje (se imprimieron "Why" –"Por qué" en inglés–) y vos también. ¿Cómo surgió esa decisión que terminó siendo colectiva?
–El tatuaje del "Why" lo empezó Mau, porque es algo que a él, por así decirlo, Dios le reveló. Él sabe o sintió que su propósito en esta vida es ayudar a los demás a encontrar su "why", su por qué venimos a esta vida. Él sintió eso en su corazón, se lo tatuó y tuvo una forma tan hermosa de transmitirnos lo que sentía, que todos –y cada uno por su razón y sentimiento– decidieron en distintos momentos tatuarse el “why”. Yo, por ejemplo, me lo hice chiquito en la mano. Es una linda manera de llevar en la piel este mensaje tan lindo. A mí me identifica mucho. No hay ningún día en mi vida en que esté panza arriba, en piloto automático. Así que lo tenemos toda la familia y seguramente seamos más. Una vez fuimos a Universal y apareció una fan de Mau y Ricky con el tattoo. Ella se emocionó, porque dijo que le había hecho muy bien darse cuenta el por qué y para qué está en esta vida.
"No me enojo mucho, pero cuando alguien tiene que resolver algo puntual, tipo atención al cliente, y son ineficientes y te dejan dando vueltas, eso me pone de mal humor. O levantarme un lunes, tener trescientas cosas para hacer y ahogarme en un vaso de agua hasta que lo resuelvo"
–Y en tu caso, ¿cuál es tu propósito en la vida?
–Va muy conectado a cómo veo la vida y cómo la vivo. Yo siento –y esto puede cambiar, porque es una búsqueda constante– que desde mi lugar de comunicadora, actriz e influencer tengo la herramienta necesaria para transmitir y contagiar felicidad. Y mostrándome cien por ciento como soy, mostrando también mis días malos o diciendo que odio los lunes, pero siempre tratando de impactar en la gente.
–¿Por ejemplo en qué?
–Por ejemplo esto de que sientan que también pueden tener un amor sano como el que tengo con Ricky, o despertar una sonrisa. Es algo que traigo de chica, de toda mi vida. No es que esté sonriendo todo el tiempo, eh. Si me prejuzgan por eso, comparto mis vulnerabilidades. Yo también tengo mal humor.
–¿Con qué cosas perdés la paciencia o te malhumorás?
–No me enojo mucho, pero cuando alguien tiene que resolver algo puntual, tipo atención al cliente, y son ineficientes y te dejan dando vueltas, eso me pone de mal humor. O levantarme un lunes, tener trescientas cosas para hacer y ahogarme en un vaso de agua hasta que lo resuelvo.
–¿Y de chiquita cómo eras?
–Entre los cinco y los diez años era muy tímida, pero después empecé a hacer publicidades y castings y ahí empecé a vencer la timidez. Tengo recuerdos en los que no podía ni pasar delante de la clase o levantarme de la clase: trataba de pasar desapercibida. Ahora sigo sintiendo vergüenza, aunque no se me note tanto. Por mucho tiempo sentí que me costaba sacar la voz para afuera y decir lo que me pasaba.
"En el colegio era muy autoexigente. Cuando hacía algo que no me gustaba cómo me quedaba, lo tachaba y ponía “No”. Fui mucho tiempo así y creo que recién en la facultad empecé a aflojar"
–¿Es cierto que eras tan nerd en el colegio? Me contaron eso. ¿Eras muy autoexigente?
–Sí... Esa autoexigencia viene desde chica. Esto nunca lo conté: hasta tal punto que en salita de cinco había una actividad en la que había que dibujar un payaso, creo, y como todo lo que hacía no me gustaba cómo me quedaba, lo tachaba y ponía: “No”. Ahí la maestra llamó a mis papás, alertada por mi frustración. Ellos trataron de explicarme que no me tenía que sentir mal si algo no salía como quería. Fui mucho tiempo así y creo que recién en la facultad empecé a aflojar.
–Eso que contás un poco lo traslado a cuando empezás a mostrarte más y a subir fragmentos en los que intentás cantar. Ahí mostrás cierta desconfianza...
–Cien por ciento. Creo que en ese sentido todavía me falta laburarlo. ¡Con la voz soy tan exigente...! No sólo conmigo, también cuando Ricky me muestra algo o escucho una canción nueva de un artista. No me gusta ser así, pero me pongo muy exquisita. Entiendo que no soy productora ni compositora, pero amo la música y puedo decirte, como hace Ricky también: “Che, esto está raro” o “Está increíble”.
–¿Sos sincera con tu novio si te hace opinar sobre una canción nueva?
–En todo este año que estamos juntos no me ha pasado de decirle “acá flasheaste”, pero tal vez le marco si algo podría mejorar. Él es un crack. Cada cosa que me muestra quisiera saber cómo la hizo, y que me lo explique. Por lo general son aplausos. Y él es igual de sincero conmigo.
"No creo que habría podido llegar a una relación sana, de apertura y confianza si no hubiera superado otras relaciones del pasado. Y no lo digo porque hayan sido feas, sino porque aprendí mucho, porque me lastimaron, porque yo lastimé y siento que todo eso es clave"
–Respecto a la sinceridad, ¿realmente se cuentan todo? Si hay celos o surge algo externo, ¿se sientan a charlarlo?
–Es que no ha pasado, y no por decir que somos perfectos ni nada similar. Es el vínculo que me demostró que las experiencias que tuvimos los dos, previamente, fueron necesarias para lograr lo que tenemos hoy. No creo que habría podido llegar a una relación sana, de apertura y confianza si no hubiera superado otras relaciones del pasado. Y no lo digo porque hayan sido feas, sino porque aprendí mucho, porque me lastimaron, porque yo lastimé y siento que todo eso es clave.
–Remarcaste mucho esto del “amor sano” que tienen. ¿Has pasado relaciones tóxicas?
–Sí, he tenido. Más que nada ese tipo de vínculo de no poder soltarse, de caer una y otra vez en lo mismo y no darse cuenta de que las cosas no daban para más y sólo nos lastimábamos. Esa toxicidad de los idas y vueltas, que hasta que uno no abre los ojos y toma distancia, no se da cuenta de que está inmerso en eso.
–Y es difícil salir de ahí.
–Total. Mis amigas y varios familiares lo han pasado y está bueno hablar de eso. A veces querés despertar a una amiga y no podés.
–El famoso “amiga, date cuenta”...
–¡Exacto! (risas) He pasado por ese tipo de vínculo, pero siempre elijo recordar lo lindo y con lo que uno aprendió.
–La relación con Ricky arrancó gracias a un DM en Instagram. ¿Pero cuánto pesó la primera impresión al conocerlo en persona?
–A ver… por Instagram, yo cero. Jamás me hubiera imaginado que iba a terminar de novia con él por un mensaje directo. Después, en Argentina, cuando ellos (Mau y Ricky) vinieron a tocar y los fui a ver arriba del escenario, ahí dije: “Ah, es talentoso”. Entonces me cambió la visión... Pero viste que no porque admires a alguien te vas a enamorar. Fue un pasito más. Pero cuando salimos con amigos me di cuenta de que era un divino, gracioso, caballero... Bueno, como es él. Ahora que lo conozco entiendo todo.
"Viste que es muy de millennials y centennials eso de medir lo que uno dice para que el otro no se dé cuenta de que nos gusta... Con Ricky fue todo lo contrario. Nosotros lo decíamos todo el tiempo. También, unos intensos y unos atrevidos, porque no sabíamos qué iba a pasar"
–¡Menos mal, decís vos!
–Yo una ingenua pero... qué sé yo. Por imagen y por pantalla no me llegaba nada. Necesito conocer a la persona para enamorarme. No me importa a qué te dediques o dónde vivas si no conozco tu personalidad. Entonces fue clave que cuando continuamos hablando por WhatsApp, por videollamada y después por mi viaje para allá, ahí fue cerrar esa primera impresión que había tenido y confirmar: “Bueno, ok. ¡Este pibe es lo más!”.
–¿Qué es lo que te enamoró?
–Su capacidad de mover cielo y tierra para saber de mí, y esa actitud de cero medirse. Viste que es muy de millennials y centennials eso de medir lo que uno dice para que el otro no se dé cuenta de que nos gusta. Con Ricky fue todo lo contrario. Nosotros lo decíamos todo el tiempo. También, unos intensos y unos atrevidos, porque no sabíamos qué iba a pasar... Yo siempre dije lo que siento, pero él cuando me hablaba no temí una posible respuesta.
–¿No te daba un poco de vértigo que fuera tan mandado?
–No, cero, ¡me encantaba! Obviamente tenía mis miedos de “¿Será que me estoy ilusionando? ¿Será que éste es igual con todas?”. Todas tenemos esos fantasmas, porque ya nos rompieron el corazón. Pero cuando conocés a alguien cuya verdadera intención es cuidarte, ahí se da la oportunidad de volver a creer. Lo más lindo es cuando fluye.
"Me he replanteado mucho lo de la envidia, porque veo muchos comentarios de mujeres que me duelen mucho. Más allá de que no nos tiene que importar, no deja de lastimar"
–¿Ustedes son de los que sienten que se conocen de otra vida y que hay alguna explicación ancestral para su amor?
–Me cuesta creer en esas cosas, pero si alguien lo cree me encantaría que me lo dijera. Es como ese sentimiento en el que coincidimos y hablamos, eso de haber pasado por distintas relaciones de las que aprendimos un montón pero esto se siente distinto, desde la garganta, el corazón y donde lo sientas. Lo otro no funcionó porque no era “Stefi y Ricky”. No sé cómo explicarlo...
–¿Se plantean o no el tema de compartir su amor en redes? También hay envidia y malas vibras. ¿Eso te afecta?
–Lo he pensado muchas veces. Pasa que Ricky y yo mostramos un montón y me pregunto si estamos exponiendo muchas cosas. Por supuesto que hay muchas cosas que no mostramos, pero es cierto que lo que compartimos hace que la gente nos conozca mucho. Sí me he replanteado mucho lo de la envidia, porque veo muchos comentarios de mujeres que me duelen mucho. Más allá de que no nos tiene que importar, no deja de lastimar.
–¿Cómo siguen los planes de casamiento?
–Hasta que no definamos el venue, el lugar donde va a ser, no podemos avanzar. Obviamente, empezamos a hacer la lista de invitados, a plantearnos qué estilo o qué decoración queremos... Y como él es un dulce, siempre me dice: “Lo que vos quieras”. A mí me gusta charlarlo en pareja, y como me gusta su criterio confío mucho en su gusto. Pero la verdad es que no avanzamos nada. No sabemos si en una casona, en una playa, nada. Sí nos juntamos como con tres wedding planners para pedir presupuestos. Uno quiere festejar a lo grande, pero no me gusta tirar la plata, sino disfrutar lo que valga la pena.
"Me estoy dando cuenta de que soy una novia cero demandante, como que me adapto a las recomendaciones y no tengo ideas súper estrictas. Lo único que sí es fijo es que será en enero de 2022"
–¿Pero qué idea te gustaría vos?
–Me pasa que las opciones entre las que nos debatimos son tan distintas, que es difícil. Pasamos de la playa a la ciudad, y también pensamos en la montaña: los tres me fascinan. Ahora hay que pensar en que sea lo más funcional para los invitados, que no sea complicado llegar. Ya que no sea en Miami ni en Argentina vuelve más rebuscado el tema traslado. Nos pusimos el mes de febrero como deadline para tener todo decidido. En mi caso, lo que más me importa es que sea un lugar en el que se pueda disfrutar al cien por ciento el baile, la comida, los tragos, la familia y los amigos. Suena cliché, pero te juro que es así. Me estoy dando cuenta de que soy una novia cero demandante, como que me adapto a las recomendaciones y no tengo ideas súper estrictas. Lo único que sí es fijo es que será en enero de 2022.
–En este tiempo también te embarazaron...
–Ay, no sé de dónde surgió. Yo lo asocié con el hecho de que la gente asociaba frases que yo publicaba y una historia que publicó Camilo, donde me puso: "¡Qué lindo que seas la tía de mis hijos". Pero cero. Y hay que decir todo: a muchos nos cambió el cuerpo en cuarentena, y que en una foto se me note un poco más de pancita porque comí una milanesa no significa que esté embarazada. Yo me río, pero mirá lo que es el ojo crítico de la gente... Tal vez a alguno le puede afectar de verdad. Pero no, señor: el casamiento se vino porque nos amamos, no por ningún hijo.
–También especularon y dieron por sentado que ibas a parir en mayo, por otro de tus posteos.
–Es cierto. No me acordaba. De hecho, no está en nuestros planes ser padres ni en el corto ni en el mediano plazo. Falta mucho para eso. Todavía tenemos que seguir disfrutando del noviazgo, después del matrimonio y de nuestra luna de miel.
"Hay que decir todo: a muchos nos cambió el cuerpo en cuarentena, y que en una foto se me note un poco más de pancita porque comí una milanesa no significa que esté embarazada. Yo me río, pero mirá lo que es el ojo crítico de la gente. Tal vez a alguno lo puede afectar de verdad"
Fotos: Chris Beliera.
Producción: Marité Rizzo.
Maquilló: Fabi Pereyra para Frúmboli Estudio (@pereyrafabi/ @frumboliestudio).
Peinó: Eddie Rodríguez para Frúmboli Estudio (@eddierodriguez_23/ @frumboliestudio).
Agradecemos a María Gorof (@mariagorof), Jorge Rey (@jorgereyoficial) y Sarkany (@rickysarkany).