“¡Qué increíble, culiao!… ¿Podés creer que viniendo para acá en el remise se me pinchó la rueda de la bici?”, refunfuña como un nene al que le acaban de sacar sin avisarle el último caramelo del paquete. “¡¡¡Y no traje inflador!!!”, duplica su bronca. Hasta que escucha nuestra comentario (“Igual es una producción de fotos, José, no pasa nada”), respira aliviado, vuelve a la sonrisa con la que llegó y hurga en su mochila hasta hallar la medalla olímpica que le pedimos tuviera la gentileza de acercar: “Acá estamos, a disposición. ¿Por dónde arrancamos?”, pregunta entonces Maligno Torres (29) cuando el rec del grabador lo invita a una entrevista con Revista GENTE que no puede tener otro inicio que aquel recuerdo de hace siete meses que erizó la piel de 47 millones de argentinos y hoy “me encuentra bastante más sereno, por cierto”, subraya el muchachito de 1,70 metros y 68 kilos.

-A la distancia, ¿qué fue ganar aquella medalla dorada en los Juegos Olímpicos París 2024, a ocho años de la última obtenida por nuestros país?
-Una locura muy difícil de explicar, difícil de transmitir. ¿Cómo decirte? Sólo lo podés sentir. Hasta el día de hoy no lo comprendo. Cada vez que miro la medalla me pregunto: “¿Qué sucedió acá?”. Si bien contaba con las herramientas para poder ganar, no iba con las expectativas de lograrlo.

-¿Qué se acuerda particularmente de aquel miércoles 31 de julio que no sólo quedará guardado en su memoria, sino además escrito en los libros de la historia del deporte nacional?
-Me acuerdo de cuando me levanté el día de las finales, que iban a ser por la mañana. Apenas despegué un ojo, lo primero que vi fue el traje de gala de los argentinos que habíamos lucido en el inicio de los juegos. “¡Qué raro que me haya levantado viendo esto”, pensé de manera natural, sin ahondar en el detalle. Pero hubo una segunda secuencia relacionada…
-¿Cuál?
-Cuando llegué al box en el que nos preparábamos antes de competir, se me acercó una mujer de la organización para preguntarme justamente si había llevado ese traje, “en caso de que debiera subir al podio”. “No”, le contesté… “Si yo no pretendo subirme ahí”, le lancé desprejuiciado. Y ahí quedó el tema.
-Pero subió al podio nomás, luego de llevarse la final de BMX freestyle, con un puntaje de 94.82 en la pista de La Concorde 2…
-Subí…, con el equipo de gimnasia.
“EL GRAN SECRETO PARA CUALQUIER ACTIVIDAD ES NO OLVIDAR JAMÁS QUE UNO EMPEZÓ EN ESTO POR PASIÓN, POR AMOR”

Dice, cuenta y describe con puntillosidad que su devoción por las dos ruedas surgió de casualidad, “si es que existen las casualidades. Yo como todo niño -o casi todo niño- nací apasionado del fútbol. Era época de vacaciones de verano, los clubes estaban cerrados y fuimos con amigos a patear la pelota en una plaza para matar el tiempo. De repente, vimos una bici allá a lo lejos, girando hacia atrás (el truco se llama "flair"), mandando acrobacias. Nos pareció extraño, dejamos el picadito y nos acercamos. Yo ya antes de llegar, te aseguro, empecé a experimentar por dentro un impacto que tampoco te podría explicar: sólo lo sentí -señala cómo aún incrédulo y asombrado-. Una vez ahí con mis amigos les pedimos a los chicos si nos podían prestar un ratito las bicicletas para probarlas por la rampa. Al subirme, avanzar y darme tanto miedo esa simple vueltita, sentí de manera instantánea una adrenalina desconocida. No pude soltarla más, y ahí me acerqué definitivamente al deporte del BMX. Me gustaba, era fascinante, y algo individual en el que no dependía de nadie ni habilitaba poner excusas: todo dependía de mí. Y no hubo vuelta atrás”, redondea con la cara de asombro de aquel chico al que parecía que le habían sacado el último caramelo.

-¿Qué edad tenía?
-14. Empecé tarde. En cualquier deporte se arranca de bastante más chico. Igual, entiendo que ayuda para saber que a cualquier edad se puede iniciar… Pero sí, repito, creo que empecé tarde.
-Con el diario del lunes, en base a su rezagada experiencia inicial -se sabe que con su hermano hasta debían decidir si pagaban la inscripción a los torneos o comían- y la media vida que transcurrió hasta los tiempos que corren y lo convirtieron en campeón olímpico con un alto costo en su cuerpo… A propósito, antes de continuar con la pregunta, ¿cuántas lesiones, fracturas y operaciones tuvo?
-Ya soporté más de veinte lesiones, como ocho facturas y siete operaciones que derivaron en cuatro tornillos y tres placas de titanio.
-Okey, la consulta, a partir de su trabajosa y esforzada carrera, entonces ¿qué le aconsejaría a quienes se inician en esta actividad, porque no suena para nada sencilla, no se trata tan solo de “andar en bicicleta”, ¿cierto?
-Seguro (ríe) Lo que uno intenta explicar ahora a quienes comienzan es que se pongan objetivos a corto, mediano y largo plazo, pero que jamás olviden cómo comenzaron practicando lo que eligieron, se trate de bicicleta, fútbol, actuación o lo que sea. ¡Jamás olviden cómo empezaron, por pasión, por amor! Todo lo que se haga por amor tiene su recompensa. Se los digo porque a mí me pasó. Para llegar al éxito que se pretende no hay que olvidar ese proceso. No se concentren tanto en encontrar un patrocinador, ya va a llegar: concéntrense en disfrutar el camino hecho, que transitan, y honren el motivo por qué lo empezaron. Es que si no disfrutás el proceso y si no buscás inspiración ahí, el día que “llegás”, ¿qué?

-¿Qué? Porque usted ya llegó. ¿Qué sigue después de llegar, Maligno?
-¡Es que éste era mi primer juego olímpico y sólo pretendíamos que nos fuera bien, lograr entrar en unas finales y en el próximo matar, romper todo! Y de repente vas a tu primer juego olímpico, ganás lo máximo, y te replanteás: “¿Y ahora qué sigue, culiao, qué onda?”. Recién hoy, pasados varios meses y ya de nuevo apoyando mis pies en la tierra, sí te puedo asegurar que en Los Ángeles 2028 todavía voy a tener la edad y las herramientas para seguir intentándolo.
-¿Es muy competitivo, usted?
-Muy. Lo que me sucedió fue tan increíble que, honestamente, no sabía si lo iba a poder procesar. Por eso necesito un próximo juegos olímpico.
-¿Por qué le costó procesarlo?
-¡Menos mal que apareció (Franco) Colapinto y el efecto se llevó los flashes (lanza una carcajada). Es que luego de París pasamos un mes y pico en el que no teníamos vida. Algo abrumante, demasiado loco, al punto de que yo empecé a tener mi foco muy difuminado, empecé a asustarme. Fui dos veces a tratar de entrenar en ese mes, me subí y no era yo. Tanto que, me invitaron de un evento en Brasil, contesté que “sí” y me fui como huyendo, para desaparecer de Argentina y tratar de volver a enfocarme, porque realmente el susto que tuve en ese momento me hizo parar, barajar un cambio para reflexionar y ponerme en eje: “Debo continuar, porque de esto vivo y necesito seguir compitiendo”. Porque, posta, de repente pareciera que capaz no podés seguir. Sí, difícil de explicar, me acuerdo que lo sentí. Y ahí empecé a comprender a muchos deportistas, a los que luego de triunfar se les terminó todo, no pudieron continuar, no pudieron superar el impacto. Así que justo surgió Colapinto con la Fórmula 1 y yo dije “este flaco vino a salvarnos la vida”, porque todo se fue hacia Colapinto. Y nosotros pudimos volver a relajarnos, concentrarnos y enfocarnos.

-¿Le dolió que el Círculo de Periodistas Deportivos le concediera el Olimpia de Oro 2024 a él y a Dibu Martínez y no a usted?
-La gente decide quién gana un premio tan importante como el Olimpia. Si hubiera sido yo, hubiese estado muy agradecido y honrado, pero aunque no lo fui, también estoy sumamente agradecido por la estatuilla de plata en ciclismo que me entregaron.

-¿Entonces pasaron todas las nubes oscuras, las del miedo al éxito y la polémica por el Olimpia de Oro?
-Hoy estamos más tranquilos.
-Suele hablar en plural, no de manera individual. ¿A quiénes está incluyendo?
-Uno por ahí es el que se fractura los huesos (larga una carcajada), pero hay un conjunto de gente, un equipo con el que siempre se maneja: la familia, que es fundamental, los patrocinadores, que me dejan vivir de esto, y por supuesto el team deportivo, en el que aparece mi hermano, quien me hace la psicológica, quien me hace creer que yo soy el mejor del mundo.

-Pero usted lo es, ¿lo sabe?
-Jajajaja. Es que a mí honestamente me cuesta creer que soy el mejor del mundo, no lo veo de esa manera, y mi hermano Francisco, Maximiliano (Benadia, 39, también abogado), mi coach en la parte técnica, y Pablo (Biffarella), mi preparador físico, que pone todo el sudor para que yo esté preparado de la mejor forma, se esfuerzan porque yo jamás esté solo y siempre crea que puedo. Al margen de eso, respecto a hablar de “nosotros”, y no lo voy a negar, odio a la persona egocéntrica que se la pasa “yo”, “yo”, “yo”, “yo”, “yo” y “yo”. Me da tanto rechazo que no puedo decir “yo”.
“TODOS CREEN QUE MI HERMANO ES EL BENIGNO Y YO EL MALIGNO, PERO LA GENTE NECESITA SABER QUE NO ES ASÍ, JAJAJA”

“Sí, todos creen que yo son el Maligno y mi hermano Francisco, el Benigno, ¡y no!”, protesta entre risas José. “A mí me pusieron Maligno porque me gusta bromear un montón, disfruto haciendo chistes, y entonces él quedó de santo. La gente cree que él es la parte buena y yo soy la parte negativa de la familia, pero nada que ver, por supuesto que no. ¡Sólo pasa que Francisco es mucho más correcto y centrado que yo!... Bueno, también siempre fue el más estudioso -mira al cielo raso-. Lo cierto es que él quedó como el prolijo y yo como lo contrario, culiao, pero no es así, jajaja. Igual, entre nosotros, lo admiro mucho. También a (Lionel) Messi, por su forma genuina natural de jugar a la pelota y por transmitir de manera tan humilde que, con disciplina, persistencia y sacrificio, todos pueden llegar a cumplir su sueño. Ahhh, y, obvio, anotame entre los fanáticos incondicionales de la Selección Argentina de Fútbol”, admite el más famoso de los gemelos, que a la vez son los menores de otros cuatro hermanos nacidos como él en Bolivia: Magui (34), Marcelo (35), Carlos (37) y Marcos (39).

-Pero sus padres (Amy Gil Yapur, de 58, y José Francisco Torres, de 61) son argentinos, ¿verdad?
-Sí. Y son lo más. Me siento un agradecido de ellos por confiar en mí desde el día que terminamos la secundaria y les adelantamos que queríamos intentar llegar lejos en este deporte: no dudaron un segundo. La medalla dorada que aún sigo sin asimilar le pertenece un montón a ellos, culiao… Igual, volviendo al tema nacionalidad, llegamos a Córdoba con diez, 11 años, y sentimos que tenemos sangre argentina. Conocimos el deporte acá, nos dio para desarrollarnos acá. No me olvido de Bolivia, por supuesto que no, pero es real de que me siento muy argentino y muy cordobés.

-¿Córdoba ahora es el fernet, el Potro Rodrigo, la Mona Giménez y el Maligno?
-Ojalá, ojalá. Yo no tomo alcohol, pero escucho mucho la música de ellos y siempre quiero ir a verlos. Soy fanático de mi provincia, por eso nunca me fui a vivir a otro lugar. Gracias a Dios tuve la bendición de poder desarrollar el deporte en Córdoba, en Argentina, y soy feliz así.
-¿En qué cree el Maligno Torres?
-En todo lo que venimos hablando y en Dios: me encomiendo a él cuando debo competir.

-Para terminar, ¿de qué jugaba aquella tarde cuando, con sus 14 años, interrumpió el partido para acercarse a la bicicleta que daba volteretas a la distancia?
-De número 10.
-Era habilidoso, entonces.
-Eso decían. Me gustaba un montón la pelota. Jugábamos en conjunto con mi hermano, él por el lado izquierdo y yo por el izquierdo.
-El Benigno y el Maligno, hermoso nombre para una dupla de atacantes…
-Una linda delantera.

-Hasta que apareció la bici…
- Y quedé hipnotizado.
-¿Qué es en la actualidad la bicicleta para usted?
-Todo, absolutamente todo. Es mi forma de ver las cosas, mi forma de vivir, el amor por mi profesión es el motor principal hoy en día. No me veo de otra manera que trepado a una bici. Es como la capa de Superman. O sea, sin la bicicleta me siento un simple mortal, y sobre ella un superhéroe. No sé cómo explicarte… Es difícil de transmitir…
-¿Es algo que sólo “se siente”?
-Tal cual, culiao.
Fotos: Rocío Bustos y gentileza del equipo de Maligno Torres
Tapa digital y retoques: Darío Alvarellos