“¿¡Siguen teniendo la foto!?”, pregunta apenas cruza el umbral de Agustín R. Caffarena 64. “Sí, por supuesto, Beto”, le contesta Juan Carlos Castro, dueño junto a su hermana Silvia, del restó El Obrero. Entonces el anfitrión busca entre las paredes, colmadas de celebridades nacionales e internacionales y banderas y banderines de clubes de fútbol, el portarretrato en el que aparece un Luis Brandoni con algunos años menos durante su anterior visita al icónico bodegón de La Boca fundado hace siete décadas.
“¡Acá está!”, lo encuentra y se lo señala. “Noooooooo, la mía no”, se disculpa. “Te preguntaba por la foto de la inundación de 1940. Una toma de Pinzón al 700, entre Del Crucero y la calle Raulet, ahora llamada Emilio Zolezzi, y con la torre del Club Boca Juniors en construcción y un auto casi tapado por el agua… Desde que la vi acá nunca me olvidé de ella, porque fue el 15 de abril, yo nací tres días después, y no pudimos ir con el coche de papá, que estaba cubierto hasta el techo…”.
–¿Fue la mayor inundación del siglo XX, verdad?
–Exacto. Felizmente dos días antes mi padre (José Domingo) tomó con mi mamá (Luisa Valentina) creo que el autobús de la línea 7, inaugurado en 1932, que andaba a motor diésel y podía avanzar en el agua, y me llevaron al Sanatorio Belgrano, de Avellaneda. Yo era de Dock Sud, donde viví hasta el día en que cumplí los 13 años. De ahí nos mudamos al barrio de River. Pero ya era del Millonario. Algo lógico y corriente: vivía en Dock Sud, casi frente a La Boca, y como ambos equipos nacieron en el mismo barrio había gente de River y gente de Boca. Además, éramos fanas de un equipo de Primera B: Sportivo Dock Sud.
–¿El Beto viene de Adalberto, su primer nombre?
–En los años cuarenta, década en la que nací yo, los "Beto" venían de Norberto, Alberto… y Adalberto, claro. Todos me llaman Beto Brandoni.
–Desde hace décadas es sinónimo nacional de la actuación: ¿Qué fue, es y será la actuación para usted?
–Mi vocación. Intenté dar vueltas por algunas facultades, pero ninguna me guiñó el ojo como diciendo: “Vení, quédate acá”. Así que, bueno, jajajá...De pibe, cuando no existía la televisión, escuchaba mucha radio. Y me hizo volar bastante alto la imaginación. Además, me la pasaba yendo a los dos cines de mi barrio. Desde los ocho, nueve años, en el Select se pasaban muchas películas argentinas, y a mí me gustaban mucho. De la combinación de ambas cuestiones debe haber venido mi inclinación por ser actor.
La actuación fue, es y será mi vocación. Intenté dar vueltas por algunas facultades, pero ninguna me guiñó el ojo como diciendo: 'Vení, quédate acá'. Así que, bueno, jajajá..."
–¿Cuándo les adelantó a sus padres que la cosa venía por ahí?
–Cuando terminé el secundario y supe por un compañero mío que en Callao y Las Heras se encontraba el Conservatorio Nacional de Música. Él, que estudiaba clarinete, me comentó: “Me parece que ahí también enseñan a ser actor”. Fui a ese lugar y era el Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico. Averigüé. Había que dar un examen de ingreso. Lo hice en febrero del ´58, aprobé y les confié a mis viejos que quería ser actor. Supuse -y luego lo comprobé- que se habían asustado, por tratarse de una carrera bastante azarosa. A la distancia me queda el consuelo de haberlos podido invitar, mientras vivían, a cada uno de los estrenos que tuve. De modo que lograron comprobar, pese a todo, que tenía algún futuro en esta vocación.
–¿Cómo recuerda su transitar por el Conservatorio?
–Cuatro años casi de pupilo, con clases de lunes a sábado. Me formaron muy bien, grandes profesores, grandes maestros. Buscaban que seamos curiosos y nos comprometamos. Por ejemplo, te instaban a leer. En la primera clase de Historia del teatro, un profesor que se llamaba Alfredo de la Guardia, nos lanzó la siguiente frase: “Bueno, señores -dijo tras presentarse-, la historia del teatro se divide en antes y después de Ipsen” (sonrisa). Y salimos todos a buscar quién era Ibsen (Henrik Ibsen, dramaturgo que revolucionó el teatro). Inteligente, el buen hombre. Me dediqué a esto y tuve bastante suerte, porque a los pocos meses de casados -diez exactamente- con Marta Bianchi llegó nuestra primera hija y había que mantener la familia. Y lo pudimos hacer, con la ayuda de nuestros viejos, los de Martha y los míos. Y así todo. Colorín colorado (carcajada).
–Epa, su “colorín colorado” saltea 65 años, que representaron 14 premios y nominaciones, 23 programas de televisión, 59 obras de teatro, 58 películas…
–¿58? Pensaba en 60… Y sí, alguna que no llegó a los cines, que no se estrenó, una sobre todo, porque no se terminó: la historia de Osvaldo Pugliese. Además, me hubiera encantado participar en La guerra gaucha (1942), aunque por edad hubiera resultado imposible. Lo mismo que trabajar con Enrique Muiño, un actor extraordinario. Y compartir un poco más el set con el gran director Luca Demare, si bien formé parte de una película menor de él (La cigarra está que arde, de 1967).
–¿Cuál es la escena suya que quisiera volver a ver?
–Quizá alguna con China Zorrilla en Darse cuenta, un amanecer que veo desde la ventana en Made in Argentina y algunas otras con queridos compañeros de oficio que me gustaría ver. Pero no suelo ver mis películas y mis trabajos. El mejor momento en mi día a día es verme trabajar en vivo.
“Actor nacional, así me defino yo hoy”
... se autoproclama frente al anotador el maestro de 83 años, ojos celestes y sonrisa y mirada cómplices, que de entrada aceptó ser tuteado (“¡Por favor!”, reclamó), de la misma manera que un rato después pidió “algunos tanguitos para que acompañen la producción de GENTE”, y ahora, mientras saborea un refrescante almendrado de crema americana y un “café chico” endulzado por un terroncito de azúcar, acerca su oído al periodista para “escuchar bien tus preguntas”. Interrogantes que tienen como eje central de actualidad Made in Lanús, obra que interpretó hace tres décadas y media para teatro y cine (aquí se llamó Made in Argentina), y el 4 de enero de 2023 retornó a las tablas, desde el Multitabarís Comafi, pero con él como director (antes había sido Jorge Palaz).
–¿Qué tiene de único Made in Lanús?
–Fue el único espectáculo de teatro y cine que se exhibió al mismo tiempo en Buenos Aires. Claro, porque hicimos dos años de temporada; durante el segundo se rodó y estrenó la película, y ahí aparecían ambas opciones a la vez para verse. Y quién te dice, tal vez alguien en aquella época ha hecho eso de salir de un lado e ir a ver al otro (ríe).
–¿Dudó cuando le preguntaron si quería dirigir aquella obra en la que había participado treinta y seis años antes?
–Ni un segundo. Porque guardo un hermoso recuerdo. Aquello fue exitoso y hermoso, la gente agradecía la obra. Un espectáculo que sigue siendo conmovedor. Y como tengo una deuda grande de gratitud, cuando Nachi (Nazarena, hija de Guillermo Bredeston y Nora Cárpena), una de las productoras (junto a Juan Manuel Caballé y Ricardo y José Luis Gallo), me llamaron, acepté de inmediato. Porque además me parece que cuenta con una gran idea de producción. Vamos a ver cómo nos va.
–¿Dirigir respecto a actuar, significa más responsabilidad y menos nervios, o menos nervios y más responsabilidad?
–No puedo comparar. En especial porque yo la representé más de ochocientas cincuenta veces. Lo que sí, en algunas ocasiones me siento impotente cuando por ahí no puedo resolver alguna cosa, porque no estoy yo arriba del escenario. Pero igual es muy grato: tenemos un excelente elenco y creo que vamos a poder disfrutarlo de nuevo.
–La inolvidable obra desanda la historia de Mabel y Osvaldo, una pareja de argentinos que vive en Norteamérica y regresa después de una década, para asistir a un casamiento. Allí se vuelven a encontrar con La Yoli y El Negro, un matrimonio de clase media, que a pesar de las reiteradas crisis económicas, sobrevive como puede en Lanús, conurbano bonaerense. Entre sorpresas, momentos cargados de afecto y nostalgia, cada personaje toma una postura distinta y visceral que describe una problemática siempre presente en nuestro país… ¿Por qué Made in Lanús sigue treinta y seis años después?
–Porque Nelly Fernández Tiscornia, la autora, era inteligente, tenía un lenguaje llano, claro, y porque cuando terminó la Dictadura varias películas y puestas se referían al pasado inmediato, mientras que ella habló del presente, de cómo estaba la sociedad luego de aquella etapa. No fue para atrás, contaba los problemas de algunos para vivir acá y los beneficios que significaban para otros. La vigencia se debe a que tiene cosas que no hemos podido mejorar.
–¿Esteban Meloni encarna el personaje que compuso usted, ¿cierto?
–Sí. Como la Mabel de Cecilia Dopazo fue el de Marta Bianchi; La Yoli de Malena Solda, el de Leonor Manso y El Negro de Alberto Ajaka, el de Patricio Contreras.
–¿Y cómo le “explica” a Meloni aquel personaje que interpretó, qué consejos le da?
–Le acerco mi concepción, lo dejo, lo corrijo si es necesario, lo apoyo, lo entusiasmo: hago lo que tiene que hacer todo director consciente de que pueden transitar esa noche terrible que es la del estreno con la convicción de que estarán bien y serán aceptados por el público, la crítica y todos. Pero yo quiero que el personaje tenga su impronta, como la tuve yo cuando me tocó. A mí me dejaron hacerlo, y es lo que intentó transmitirle a Esteban y a los otros tres actores… A mí me acompaña una carga emocional para este espectáculo. Y así lo sentía el público. Ése recuerdo es el que me genera más ganas de que a este espectáculo le vayan las cosas bien.
–Aquella Argentina no arrancaba y a ésta le sigue costando hacerlo…
–Tal cual. La obra guarda un grado importante de actualidad. La gente que vaya al teatro a verla casi seguramente no se va a olvidar de él. También esperamos a los que la vieron en 1986/7 y tienen ganas de llorar de emoción. Puedo garantizar que, en uno u otro caso, no se van a olvidar de lo que verán y escucharán. Aunque el país aún no haya arrancado.
–¿Piensa que arrancará o no alguna vez?
–Yo creo que sí.
–¿Puede separar al actor del político?
–A mí me interesa la política, y mucho, y he llegado a la conclusión de que para dedicarse a ello e interesarse por ello tantos años es porque uno está enfermo de optimismo. Pero sí, se puede separar en el sentido en que yo no hice de la política una profesión. Siempre dije lo que pensaba: por una buena crianza y por una concepción clara de lo que es la democracia. Hubo una infinidad de razones por las que alguna vez me afilié a la Unión Cívica Radical. Entre ellas, sobre todo, porque había un candidato que a mí me interesaba y quería votar en la interna: se llamaba Raúl Alfonsín.
–Decir las cosas como las sentía le significó un encontronazo con Ricardo Darín, cuando usted declaró que en el filme Argentina 1985 que él protagoniza “hay una ausencia intolerable”, refiriéndose al rol justamente de Alfonsín en la promoción del Juicio a las Juntas.…
–¡No! Yo sólo di una opinión sobre una película, y es mi derecho. Él se sintió ofendido, pero yo no tuve ningún deseo de que sucediera. Trabajamos un montón de veces juntos. Yo no me estaba refiriendo a él. Si me lo cruzo, le daré un abrazo, como nos dimos tantas veces.
A mí me interesa la política, y mucho, y he llegado a la conclusión de que para dedicarse a ello e interesarse por ello tantos años es porque uno está enfermo de optimismo"
“Me llevo mal con la tecnología”.
"No tengo redes sociales, ni me habitúo a ellas -admite-. Hablo por teléfono como cuando se usaban con cable. Mando algún que otro mensaje, pero oral. No me sorprende que una persona pueda ver, mientras va en un subte, un tren, un colectivo, algún programa o alguna película que filmé. Sí, me asombra que en una mesa de tres o cuatro personas que todas miren su teléfono en lugar de estar conversando”, advierte crítico quien se considera “un buen lector de libros que sabe algo de tango. La he mamado de niño. Compré discos desde muy niño, cuando se adquirían en los bazares, me colé en la Milonga de Sportivo Dock Sud para ver a Pugliese, porque mi hermano mayor (Gerardo, ya fallecido), era hincha de Osvaldo. Tengo una buena colección en distintos formatos. El tango es la música de Buenos Aires, pero también la que me pertenece”, sostiene orgulloso.
–Vuelve -lo dicho- como director con Made in Lanús, y también -como actor- con Parque Lezama (el 11/1 en el Politeama, para una decimoprimera temporada), dos clásicos teatrales, y a la vez la rompe con Nada (Star+), la serie de streaming que dirigieron Mariano Cohn y Gastón Duprat le permite renovar su vigencia ante a las nuevas plataformas. ¿Brandoni es un clásico moderno?
–(Suspira). Me pone feliz, porque además Nada viene andando bárbaro en toda América latina, en España, en Italia, Estados Unidos. Estoy muy satisfecho y orgulloso de Nada.
–¿Llegó a hablar con Robert De Niro de este suceso?
–Lamentablemente, no. Pensé que nos íbamos a cruzar en el Festival de San Sebastián, pero no pudo ser porque su sindicato se encontraba en huelga y no viajó porque no podía conceder entrevistas ni presencia. Todavía nos debemos ese encuentro.
–¿Hay una amistad ahí?
–De muchos años. Nos presentó Lito Cruz, quien lo había conocido en 1980, cuando Bobby vino al país a presentar la película El toro salvaje. Tiempo después, en el ’86, justamente cuando rodábamos Made in Argentina (by Juan José Jusid) en Nueva York, por uno de los actores estadounidenses que participaban (Frank Vincent), se enteró de que yo andaba por allá, y me invitó junto con mi mujer y mi hija a pasar Nochebuena en su casa. La amistad continuó en distintas oportunidades. Quiere mucho a Buenos Aires, razón por la cual hizo esta participación, por primera vez en televisión: él no registra antecedente en ninguna serie o programa del estilo…
–También debe haber aceptado porque usted estaba en el proyecto, ¿o no?
–Calculo que sumó, pero le interesó la historia. Quizá el combo se completó porque nos une un afecto especial de muchos años. Es posible que algo haya tenido que ver… ¿Te cuento algo? Una vez que vino le pedí grabar ¡en castellano! Un mensaje para una colecta de la Casa del Teatro, y lo hizo. Lamentablemente. Como había sido un pedido mío y yo no era peronista en tiempos de un gobierno peronista, ningún medio lo pasó.
–¿En qué lengua hablan?
–Un poquito en castellano, un poquito en inglés, un poquito en italiano y mucho con las manos (disfruta comentándolo)… Lo mejor es que conversamos de todo y nos entendemos… Un día charlamos sobre lo que nos gustaba hacer, a qué le habíamos dicho que no, y me comentó que le ofrecieron personificar a Carlos Gardel en una película. “Y les contesté que prefería evitarlo, porque no conocía a Gardel y no sabría cómo encararlo”, me explicó. “Hiciste muy bien”, le respondí entonces. Siempre la pasamos muy bien. Ya nos volveremos a ver.
Con Bob (De Niro) hablamos un poquito en castellano, un poquito en inglés, un poquito en italiano y mucho con las manos (disfruta comentándolo)… Lo mejor es que conversamos de todo y nos entendemos"
–¿Es real que existe una idea de filmar la segunda temporada de Nada?
–Y que se llame Todo y transcurra en Nueva York. Hay posibilidades. Sin embargo, no se escribió aún ni una línea.
–¿Aprendió a cocinar más de lo que sabía rodando?
–No. Nunca fui un buen cocinero, pero antes cocinaba más que ahora. Sé hacer la pasta, la salsa que me enseñó a hacer mi mamá, y me las sé arreglar solo en casa, pero no podría decir que soy buen cocinero.
–Solo en su casa… ¿Cómo ha sido y es en cuestiones del amor, Luis?
–Bastante dichoso. Compartí mi vida con una pareja magnífica, que se frustró en algún momento. Igual, luego de cinco años de noviazgo y treinta y tres años de matrimonio, no podemos hablar de fracaso. Así son las cosas. Después tuve otra relación, pero al fin fui un hombre dichoso en ese sentido, sobre todo porque todo terminó en tres hijas (Adriana, Florencia y Micaela) y cuatro nietos (Olivia, Catalina, Macarena y Tomás). Aunque ahora estoy solo, no tengo más que agradecimiento.
–¿Alguna asignatura pendiente?
–¡No, no! Hice todo lo que pude. No me debo nada ni creo que le debo nada a nadie.
Fotos: Fabián Uset
Producción: Lucila Subiza y Gimena Bright
Diseño de imagen: Elisabet Correa
Diseño de tapa y retoque digital: Darío Alvarellos
Filmación y edición de videos: Miranda Lucena
Look: Camisa de lino roja, pañuelo de seda y zapatillas vintage de
Vestuario Pandora (@vestuariopandora),
y pantalón y saco de lino celeste de Equus (@equustienda)
Anteojos: Vulk
Agradecemos a El Obrero (@elobrero1954 -abierto de lunes a sábado desde las 20-) y a Raquel Flotta (RF Prensa & Comunicaciones)