Esta es la segunda vez en la historia que muere un papa que renunció a su cargo dentro del Vaticano. El anterior fue San Celestino V quien había gobernado a la Iglesia durante cinco meses, del 5 de julio al 13 de diciembre de 1294, hace 797 años. Es por esto que Benedicto XVI es un obispo emérito de la ciudad de Roma y no un papa. Por este motivo, su rito funerario será diferente al de Juan Pablo Segundo, pero constará de tres ataúdes y la extracción de visceras.
Los ritos funerarios ante la muerte de un pontífice son especiales y muy ritualizados. Pero como Benedicto no era el Papa, sino un obispo emérito de la ciudad de Roma todo será diferente. Esta es la segunda vez que ocurre un caso similar en los dos mil años de historia de la Iglesia.
Cómo son los ritos funerarios en el Vaticano
Cuando un obispo emérito fallece, se lo vela en su última sede episcopal, a menos que en vida haya estipulado algún otro lugar. Se realiza la misa exequial de cuerpo presente y casi siempre es sepultado en dicho templo.
Sin embargo, cuando muere un Papa la certificación de la muerte del mismo la realizan los cuerpos médicos de la Santa Sede. Firmado el documento de la defunción, comienzan los rituales específicos: los médicos dan aviso al prefecto de la casa pontificia y él es quien dice oficialmente: “el Papa ha muerto”. Ahí todos se arrodillan y comienzan los responsos.
Luego, llega el turno de vela por parte de los canónigos penitenciarios. Se encienden cuatro velas a los pies de la cama y se coloca un acetre (un recipiente en forma de balde) con agua bendita y el hisopo junto al lecho mortuorio para los responsos de los prelados visitantes. Estando el cuerpo del Papa todavía en su lecho, hace su llegada el cardenal camarlengo, entra en la habitación escoltado por un destacamento de la Guardia Suiza con alabardas, símbolo de la nueva autoridad, para asegurarse oficialmente de la muerte del Pontífice.
El camarlengo se acerca al cuerpo del papa difunto y con un pequeño martillo de plata golpea la frente del pontífice por tres veces y pronuncia su nombre de pila: “Iosephus, ¿dormis?” tras verificar su muerte dice: “vere papa mortuus est” (de verdad el Papa ha muerto). A continuación retira del dedo el anillo comúnmente llamado “del pescador”, símbolo del poder pontificio. Esta es la señal de que el reinado ha concluido. El anillo será roto junto con el sello de plomo del Papa ante los cardenales. Se hace para evitar cualquier eventual falsificación de documentos papales.
Una vez concluidos estos primeros ritos, el cuerpo del pontífice es retirado para ser lavado y revestido con los atributos papales. A menos que el Papa haya dicho lo contrario, el procedimiento exige que se le extraigan las vísceras, que son depositadas en urnas que se conservan en la cripta subterránea de la iglesia de san Vicente y san Anastasio, frente a la Fontana de Trevi, en Roma.
El cuerpo se reviste con los atributos papales: sotana blanca, alba blanca, amito, estola, una casulla de color rojo y mitra episcopal blanca. Es depositado en la capilla Sixtina, donde los miembros de la Santa Sede y los diplomáticos presentarán sus honores.
Al día siguiente se lo traslada a la basílica de San Pedro, donde es colocado en un catafalco delante del altar de la confesión. Y ahí estará para que los fieles rindan su último homenaje. Luego de culminado el velorio se realiza la misa de exequias, presidida por el cardenal camarlengo y el decano del colegio cardenalicio; todos con ornamento de color rojo. Y por ser jefe de un estado, suelen concurrir presidentes y reyes o reinas de todos los países con los que la Santa Sede posee relaciones diplomáticas.
El féretro de madera será depositado dentro de otro de plomo y este dentro de otro ataúd de madera de roble u olmo. Antes que el triple ataúd sea cerrado, un miembro de la casa pontificia leerá los hechos de más relevancia de su pontificado y depositará dentro del segundo ataúd -es decir entre el de plomo y el de roble- un tubo de metal que contiene un pergamino con su acta de defunción, los hechos más notorios de su pontificado y medallas y monedas acuñadas durante su ministerio petrino. Para ser depositado en dicho lugar se debe armar un arnés, dado que el peso de los tres ataúdes puede superar los 500 kilos.
Cuando el ataúd toca el piso, el cardenal camarlengo echa sobre el mismo una cucharada de tierra y dice: “memento homo quia pulvis es et in pulverem reverteris…” (Recuerda hombre que eres polvo y en polvo te convertirás). Lo mismo hacen los cardenales presentes, pero sin decir nada. Una vez concluido todo este ritual, se corre la lápida de granito que cierra la tumba. Así concluyen los ritos fúnebres.
Información: Infobae