Michelle Salas vive entre la gloria y el éxito profesional y el desarraigo de su padre, Luis Miguel. En lo que tiene que ver con lo más íntimo de su familia, siempre tuvo una relación intermitente con él, pero en los últimos años se volvió más cruda. Si bien en 2008 la reconoció legalmente, nunca ejerció como padre.
La última vez que ella intentó tragarse el desamor, darle una oportunidad y empezar de cero pese a todo, fue a principio de año, cuando se rompió los ligamentos mientras esquiaba. Durante la recuperación, lo llamó, pero le cortó el teléfono. Intentó con mensajes a través de WhatsApp, pero la bloqueó. Esa situación parece haber colmado el vaso.
Lejos de esta cruda realidad que vive Michelle, supo, gracias al amor de su madre, la actriz y cantante Stephanie Salas, crecer y triunfar como modelo y hasta en el mundo empresarial. A partir de sus trabajos, sin victimizarse, logró escalar y conseguir hacer de ella su propia empresa. Grandes marcas posan los ojos en ella.
Cuando terminó el colegio, Salas estudió Diseño de Moda en Nueva York. Inmediatamente, cuando se recibió, no solo posó y desfiló, sino que fue dándole forma a sus propios emprendimientos, creando su propia marca. Hoy vive en Madrid, España, pero suele recorrer el mundo por cuestiones laborales y por disfrute.
Firmas como Donce & Gabanna, Tommy Hilfiger, Micahel Kirs, Aristograzy, entre otras, la eligieron. A la par se convirtió en influencer y hasta tiene un blog llamado Stereotypemess, en el que comparte sus pasiones.
Nunca se aprovechó de la fama de su padre, no quiso su apellido más allá del reconocimiento ante la ley, e intenta hacer su camino. Michelle vive en Madrid aunque por motivos laborales está en constante movimiento. Nueva York, México, París son algunos de sus destinos habituales. Sus actividades pueden seguirse a través de su cuenta de Instagram, un perfil que acumula más de 1.6 millones de seguidores.