“La Reina Máxima celebra hoy su 52 cumpleaños”. Con ese escueto mensaje la cuenta oficial del palacio real de Países Bajos celebró un nuevo aniversario de vida de la monarca. Nacida un 17 de mayo de 1971, ha logrado que el pueblo neerlandés la quiera y la adopte. Pero hay que decir que es a costa de un gran sacrificio: desde aprender a un nuevo idioma hasta haber tenido que renunciar a hinchar por la Selección Argentina en el mundial, por ejemplo.
Hija de Jorge Zorreguieta, Secretario de Agricultura de la Nación Argentina durante el mandato de facto de Jorge Rafael Videla, y de María del Carmen Cerruti, se crio en un departamento de 120 metros cuadrados en el coqueto barrio porteño de Recoleta y transitó sus estudios en el Colegio Northlands, establecimiento en el que se destacó por su buen desempeño académico.
En más de una oportunidad, quienes la conocieron desde niña la definieron por su feliz infancia. Máxima siempre fue aficionada al esquí, a la serie “La casa de la pradera” y se desempañaba muy bien en la cocina conquistando paladares de la mano de sus conocimientos en repostería.
Pero hay que destacar que hay aspectos de la vida de la actual reina de Países Bajos que son cuestionables. Y específicamente se trata de decisiones que su madre tomó: su madre la obligaba a hacer deportes y la sometía a dietas estrictas con el objetivo de que baje de peso. Lo cierto es que esto no terminó bien ya que si bien no llegó a sufrir anorexia como Inés, su hermana, las dietas marcaron su adolescencia.
Qué estudió Máxima Zorreguieta
Luego de culminar sus estudios secundarios, Máxima pasó a la Universidad Católica Argentina en donde cursó la carrera de Economía, egresándo en 1988. Al mismo tiempo, combinó todo para poder continuar con un trabajo de investigación en materia de software destinado al mercado financiero en la empresa Mercado Abierto S.A. Cómo si esto no le alcanzara, trabajaba part time dando clases particulares de inglés a niños y adultos.
De qué trabajó Máxima Zorreguieta
Uno de los primeros grandes triunfos de Zorregueita en material laboral dentro del ámbito privado se dio en 1996 cuando se sumó a las filas de HSBC James Capel INC. Es por eso que se instaló en Nueva York para tomar el cargo de vicepresidenta del departamento de Ventas Institucionales en América Latina. Estuvo durante dos años en ese cargo hasta que se pasó a Dresdner Kleinwort Benson.
Cómo conoció Máxima Zorreguieta al rey Guillermo de Orange
Corría 1999 cuando Máxima Zorreguieta conoció al entonces príncipe Guillermo Alejandro de Orange en la Feria de Abril de Sevilla. Desde ese entonces, su vida cambió para siempre. Pero para halar de su esencia como plebeya, esa que le dio un toque distintivo entre la realeza y con la que se ganó el cariño de gran parte de la sociedad de Países Bajos, hay que hablar de quién era esa mujer que caminaba las calles de Buenos Aires sin imaginar seguramente este presente.
El 2 de febrero de este año se cumplieron 21 años del casamiento de Máxima Zorreguieta y Guillermo Alejandro de los Países Bajos. La historia de amor de la pareja fue desde el comienzo como un cuento de hadas, en el que por casualidades de la vida una joven argentina plebeya asistió a una fiesta en Sevilla y con su sensual baile enamoró perdidamente a un príncipe.
En tan solo dos años de noviazgo el príncipe y su amada descubrieron que serían inseparables y a pesar de todas las miradas críticas decidieron dar un gran paso en sus vidas, unirse en matrimonio.
Por qué Máxima Zorreguieta se transformó en una de las reinas destacadas del mundo
Especialistas en realeza de todo el mundo explicaron el fenómeno. Según ellos, Máxima cumplió a rajatabla los pasos esenciales de un líder capaces de lograr cambios incluso en un reino de acero como el holandés. Supo encantar y seducir. Demostró capacidad para ser vista como nacida para ese rol. Buscó puntos de contacto entre ella y su pueblo. Hizo olvidar muy pronto que era “la nueva, la desconocida, la recién llegada”. Dio lecciones que todo líder debería aprender para evitar el fracaso. Se acercó a la gente: en los viajes protocolares no vaciló en bailar con los hombres y mujeres del pueblo. Respetó las normas de la corona y de las ceremonias, pero sin dejar de ser ella misma. No cayó en la trampa de hacer lo que otros quieren ver y oír.
Fue popular, pero sin romper los límites del buen gusto, y no intentó parecerse al otro: mantuvo una exacta distancia entre ella y los demás. Construyó su imagen por medio de lo más difícil: la inteligencia práctica. Demostró que la corona no es una entidad alejada del pueblo, sino a su servicio; es decir, acercó el trono a la gente. Nunca ocultó su fuerte personalidad, pero con absoluto respeto hacia el otro: una virtud infrecuente en los líderes. Y sobre todo estrenó un nuevo estilo en la monarquía, por lo común separada de sus súbditos por una barrera de hielo.
Búsqueda de archivo: Mónica Banyik.
