La reina Máxima Zorreguieta (49) y su esposo, el rey Guillermo Alejandro (53), deberán afrontar un duro momento como padres en los próximos meses, ya que sus hijas abandonarán la casa familiar de La Haya para continuar sus estudios fuera de la ciudad.
Hace un tiempo se supo que la princesa Alexia (15), la hija del medio de la pareja real, iría a continuar su formación a partir de septiembre en la prestigiosa y tradicional escuela UWC Atlantic, de Gales, a donde también concurrirá la princesa Leonor, heredera del trono español.
Y ahora, según los medios holandeses, la princesa Amalia (17), la mayor de las tres hijas de los Orange, también habría tomado la decisión de irse a estudiar fuera de la ciudad de La Haya, donde reside ahora junto a sus padres y hermanas (completa la familia Ariane, que, con sus 13 años todavía tiene un tiempo más con sus papás antes de partir).
Es por eso, que Máxima se está preparando para afrontar la difícil situación de despedirse de ambas casi al mismo tiempo.
En cuánto al futuro de Amalia, la adolescente dará sus exámenes finales y se graduará de su escuela en el mes de mayo, y en el palacio se ha comentado que la princesa quizás realice un viaje antes de continuar con su educación.
Es usual entre los jóvenes de las coronas europeas que, entre una etapa de estudios y la siguiente, se tomen un período para recorrer el mundo, realizar tareas de voluntariado o pasantías, pero por la pandemia a causa del coronavirus habrá que ver si ese viaje es posible.
Amalia de los Países Bajos algún día será la reina y para su madre su preparación es clave. Por eso planea una educación variada y profunda para su hija mayor.
¿Su mejor forma de inspirar a Amalia? El ejemplo. La reina Máxima -quien supo tener una exitosa carrera profesional como economista y aun hoy se desempeña como asesora de Naciones Unidas, especializada en microcréditos- es una reconocida impulsora que lucha por la igualdad de género en los negocios.
Además, para que su hija tenga los pies en la tierra, un claro ejemplo lo dio hace dos años, cuando aprobó (e impulsó) que Amalia consiguiera un trabajo de verano de camarera en un bar, como cualquier otro estudiante holandés, para tener su propio dinero.