Lectores leyentes (mezcla de lectores y oyentes): he aquí ya el quinto mes del año. ¿En qué momento? Nadie sabe. Últimamente recibo muchos mensajes al estilo de “Wow, Lula. ¿Cómo hiciste para llegar”. Bueno: primero habría que tener en cuenta qué entendemos por “llegar”, ¿no? Quizás lo que es “llegar” para mí no es lo mismo que para otro. Yo siento que todavía no llegué ni a Maschwitz.
Reflexiones compartidas al respecto: la vida se compone de esas pequeñas decisiones que lo cambian todo… (?). Sí. Me hago la Darío Z, el hermano filósofo de Mauro.
Si me preguntan realmente -que lo hacen bastante- “¿cómo lograste tal o cual cosa? ¿Cómo hago para…?”, la verdad les juro que… no sé.
“Ay, modestita, no querés contar.”
No, chiques, les juro. Yo cuento todo. De hecho yo misma sé menos de lo que me gustaría acerca de cómo “llegó” mucha gente. Me fascinan esas historias. Lo que sí les puedo compartir es cómo me suelen suceder algunas cosas buenas a mí, y por eso esta anécdota se resume a “Todo por un Tuki”.
Paso a contar:
Estaba yo en Carlos Paz haciendo temporada con Stravaganza cuando, una noche, me puse a ver un programa de radio que hacen Malena Pichot y Vanesa Strauch, (hoy decimos “ver un programa de radio”, ¿no es muy bueno?). In this program contaban experiencias sobre viajar solo. Sola. Sole. Bueno. Justo yo estaba por emprender un viajecito sola para conocer Córdoba (aunque ya fui más de diez veces y nunca termino de conocer… probablemente termine de hacerlo a los 94 años… En fin). Si bien nunca me había picado el bicho radial ni estaba en mis planes, mientras escuchaba/veía el programa, pensaba “Qué genial hacer radio, cómo se divierten. Un grupo copado de gente con mucho humor y contenido”. En ese momento, siendo aproximadamente las 3 de la mañana, por WhatsApp un amigo me manda un sticker de un señor con el pulgar levantado que tenía escrita la palabra “Tuki”. Palabra que directamente relaciono con Joaquín Levinton, quien alguna vez también por WA me había mandado un sticker de una carita feliz con pulgarcito que decía “Tuki”, y que hoy está en mi top 10 de stickers.
Voy a frenar acá para ponerme nuevamente en plan Dario Z, o sea, filosofar un poco, ya que este momento es CLAVE. Situémonos: Siendo justamente la hora que era, una persona con raciocinio objetivo piensa “no da mandar un mensaje a esta hora”. Bueno, yo no, porque pienso que la persona lo va a leer cuando se despierte. Perdonen, soy así. Cuestión que decido mandarle el nuevo sticker de “Tuki” a Joaquín.
Terminé de ver el programa de la Pichot nuevamente con esta sensación de “qué divertido hacer radio”, y en cuestión de minutos, siendo exactamente las 3:10 AM, me vibra el celu. A esa hora por lo general el único que me escribe es mi padre para mandarme fotos de muñecos y payasos, cosas extrañas. Agarro el celu, miro: Joaquín Levinton. Despierto, obvio, pues somos adorados Draculines. Un mensaje corto, conciso, rotundo y total: “Ché, cómo venís para un programa de radio? Necesito un partener”.
O SEA… ¿ENTIENDEN, NO?
Díganme que entienden bien la situación porque la respuesta no podía ser otra que “me caigo de or…”. No me digan que no es un flash. En el audio respuesta al mensaje de Joaquín, textualmente le digo “Boludo, vos no me vas a creer pero acabo de terminar de ver un programa de radio y pensé ‘¡Qué divertido hacer radio!’. Me acuesto y me mandas este mensaje. ¿Vos me estás jodiendo?”.
El audio siguiente de Joaquín dice: “Puede pasar algo misterioso. Voy a tener mi programa de radio y estoy buscando alguien que sea mi coequiper, que sea perfectamente delirante y hacia adelante, y JUSTO aparecés vos, y me parece que puede ser perfecto”. Automáticamente pensé: “Esto es muy loco”, a lo cual enseguida me contesté: “No, no es muy loco. Si yo no hubiera mandado ese sticker a esa hora en ese momento, esto no pasaba”. Y fue tal cual. Gracias a ese microsegundo, hoy soy parte del programa de radio más loco de la historia, Tremendovich, y cada martes y jueves de 18 a 20 estoy viviendo una experiencia sorpresiva que es hacer radio, y no sólo eso, sino que de la mano de Levinton. No puede ser más excelente: humor, música, delirio, alegría, creatividad.
Llamalo como quieras: El poder del pensamiento, ley de atracción, budas alegres ó impulso espiritual de la saronga… La cuestión acá es pura y exclusivamente LA ACCIÓN, que es lo que mueve y modifica todo.
Muchos de los grandes momentos que viví tuvieron que ver con impulsos, bloopers varios y situaciones que pasaron de ser catastróficas a maravillosamente únicas, como cuando en el casting de Operación Triunfo (luego de mil horas repasando in situ la canción) de repente me llaman a las apuradas, y de los nervios irrumpí tan veloz con la guitarra colgada y toda la onda que -cual dibujito animado que entra a escena- olvidé la letra de la canción. Podría perfectamente haberme quedado tildada y en blanco total, podría haber simulado un desmayo o simplemente irme del país, sin embargo empecé a sanatear desparpajadamente y seguí para adelante como una guerrera aunque estuviera diciendo “Chimparapán chimpún”. Ese fugaz instante en el que decidí seguir cantando cualquier verdura como si fuera una rockstar haciendo playback, fue un antes y un después.
Otro ejemplo fue en el Cantando 2020, cuando en la primera gala junto a mi querido Miguel Ángel Rodríguez, me resbalé y caí al suelo en plena canción, y simplemente seguí desde ahí como si todo estuviese planeado. Obvio que por dentro me quería matar y pensaba: “Pobre Miguel, la partener que eligió cotiza por el piso y ya le está cagando la carrera”. Por un instante se me mezcló el tema que estábamos cantando con la música de la placa de Crónica TV repicando: “Compañera de M. A. Rodríguez cae al piso en plena actuación y así consigue dejar a la pareja fuera del certamen”. Haber continuado desde el piso moviendo la pelvis like Elvis como si fuese parte de la coreografía y convertirme en meme también… fue un antes y un después.
“Crisis-Oportunidad”. Yo le digo: “Hacer lo mejor que puedo en el momento en el que estoy, como estoy ahora”.
Por eso te digo a vos, loquite linde, que si estás leyendo esto y solés vivir en la procrastinación cíclica de tu mente, cortemos con la idea de los planes perfectos en el momento justo, porque eso no lo decide nadie más que tú, querido ser. Está el tipo de “gran momento” que podés planificar (como un cumpleaños de 15, un casamiento, un viaje, un proyecto), pero está el otro “gran momento” para mí, que es ese instante en que dijiste “SI”, y decidiste. Ojo, así sea ir para la derecha en vez de para la izquierda es una caminata insulza diaria cualquiera. La intuición es fundamental.
Conclusión: Siempre va a pasar algo inesperado. Tu vida puede cambiar tan sólo con un “Tuki”.
Fotos: gentileza de Maru di Rago