"Esta es mi segunda casa", dice Juanse mientras saluda con calidez en el Estudio Panacea, ubicado en pleno corazón del barrio porteño de Saavedra. Llega apenas unos minutos más tarde de lo pactado, pero preparado para darlo todo ante la cámara. Mientras se prepara, muestra una variedad de cinturones anchos con brillos que separó previamente para lucir junto a, según sus palabras, unos "pantalones letales".
Luce fenomenal y entusiasmado mientras pide que reproduzcan un reciente cover que hizo de Let's Dance de David Bowie. "No es que me visto para hacer fotos. El vestuario que usé toda mi vida son mis cosas...", aclara mientras posa.
Sobre su potente imagen, y la de todos los integrantes de los Ratones Paranoicos, rescata una anécdota que los definió estéticamente: "Cuando éramos chicos con Sarcófago comprábamos ropa en las cocherías porque vendían smoking con solapas de seda. Era la ropa de los que manejaban los autos que llevan los ataúdes. Nos gustó siempre ese estilo".
A menos de dos semanas del esperadísimo show en el Estadio Vélez en el que, junto con su banda, coronarán la Última Ceremonia Tour, el cantante habla de su presente, sus compañeros de ruta y la emoción que aún genera en abuelos, padres e hijos.
Cómo es la rutina de un rockstar a sus 62 años
Además de su estudio de música, el artista destaca en varias ocasiones la importancia de su casa familiar de Belgrano: "Es que yo siento que es mi alcázar. Ahí tengo todos mis problemas, pero los resuelvo ahí también".
Lejos de los barullos de la juventud, los excesos y en otra etapa de su vida, Juanse relata cuáles son algunas de sus actividades preferidas fuera del rock y los escenarios. Además, repasa su historia familiar, sus primeros acercamientos musicales y se emociona al hablar de su mamá.
—¿Cómo sigue tu día después de tus compromisos de prensa?
—En un rato, cuando me vaya a mi casa, me quedo en remera y calzoncillos y me pongo a ver tele. En mi día a día miro mucha televisión y películas. Cocino mucho y me gusta estar en mi hogar. También me gusta manejar...
—¿Agarrás el auto y te vas?
—Sí, depende qué auto sea. Tengo dos: uno es muy viejo, pero está nuevo y el otro es un caño que me dan ganas de ir a la ruta.
—¿Sos de esas personas que se levantan a la mañana, se suben al auto y manejan por horas?
—No, yo subo al auto y me voy a La Biela a tomar el té. Después hago un poco de adoración... Me quedo por ahí, voy a caminar... Me gusta la ciudad.
—¿Es algo que hacés solo?
—A veces la llevo a mi mamá, que se llama Eva Clara. Ella es muy mayor, pero somos muy dinámicos.
—¿Tienen la misma energía?
—¡Sí! No te das una idea, eh. Tiene 88 años y parece una persona de 50. Esa es a la dificultad a la que nos enfrentamos. Es muy piola. Nos gusta hablar de arte. Mi mamá era crítica de arte y fundó dos revistas muy importantes de artes plásticas en la época de Rafael Squirru y Romero Brest. Fue en la época de oro en las décadas de 1970 y 1980 en el arte.
—¿De ella sacaste tu lado artístico?
—Sí, y de mi papá que era compositor. Pensá que yo soy hijo único. Entonces, crecí rodeado de música y pinturas.
—¿Tuviste consciencia temprana de que ibas a vivir del arte toda tu vida?
—¡Sí! Siempre. El otro día encontré una foto en la que tenía 3 años y ya estaba con una viola. Me dio una impresión enorme porque la agarro igual que ahora. O sea tengo una postura particular que tiende a inclinarse. Ahí ya estaba en esa posición. Es increíble. Empecé y nunca paré.
—¿Sentís que tus papás te lo inculcaron?
—No, no. Yo pedí una guitarra y tuve algo así como un ukelele. Era de juguete pero de madera. Después mi viejo me regaló una guitarra eléctrica en vez de una criolla a los 9 años. Empecé a estudiar y hasta hice clásico. Di dos conciertos en los que me tenía que apoyar de una forma particular y ahí me di cuenta que no era para mí y lo dejé.
—Siempre fuiste un gran estudioso
—Sí, sí. Me gusta mucho. En el secundario nunca estudié. Yo tenía una estrategia. En el primer año me llevé todas las materias. De ellas 5 fueron a diciembre y 6 en marzo. Entonces estudiaba en el verano, las daba y pasaba de año, pero durante el año no hacía nada. Así me fui acostumbrando a ir por los lados: la música y el estudio. A mí me gusta estar en silencio estudiando.
De ser "un maestro de la oscuridad" a una conversión que lo cambió todo
En el año 2008 la vida de Juanse dio un giro inesperado en su vida y se aferró a la fe cristiana. En estos 14 años habló sin pudor sobre su experiencia religiosa. Lejos de evitar el tema, lo incluye en cada respuesta que da y aclara con gran necesidad: "Yo siempre tengo que dar testimonio. Así con lo desastroso que soy, sé que la única verdad es que él existe y resucitó".
—¿Seguís estudiando teología?
—Ya lo dejé. Hice 5 años y medio. Sólo me faltan las materias presenciales que son para el catecismo. Para eso tenés que tener presencialidad en los colegios... ¡Imaginate a mi tener que ir a un curso de quinto año! (Risas).
—Hace un par de años decías que eras de encerrarte en una habitación a leer y que no podía entrar nadie, ¿seguís igual?
—Ahora la oración o la meditación... Ya no sé cómo llamarlo; pongámosle el diálogo es en etapas. En la conversión se llega a un punto muy alto y después lo más complejo es mantener el entusiasmo. Cuando vos estás enamorado de alguien hacés cualquier pavada por compartir tan solo un ratito.
—¿Seguís manteniendo ese entusiasmo?
—Sí, pero desde otro ángulo. Es como que salí del misticismo extremo. Fue una conversión muy fuerte y clara. En mi caso fue un puente de imágenes con vivencias reales y físicas. Fue complejo aceptarlo y darle forma.
—¿Cómo te diste cuenta lo que te estaba pasando?
—Es que no me di cuenta. Yo sé que pedí y apareció. Tuve muchos y buenos guías espirituales.
—¿Qué cambió en tu vida?
—Todo. Ellos me ayudaron a comprender que hay que vivir como fuiste siempre. No tenés que cambiar. Tenés que buscar la virtud porque sos un ser humano. Si asumiste tu rol de conversión, tenés que representarlo.
—Y cuando lo asumiste te llovieron las críticas...
—Puff... Todavía están. Te atacan... Es así.
—¿Por qué creés que pasa?
—La oscuridad se maneja así. No es broma esto. Así como nosotros creemos en Jesucristo también sabemos que el otro existe.
—¿Le viste la cara a los dos?
—Yo fui un maestro de la oscuridad, ¿entendés? Conozco bien que existe. Lo que pasa es que él es muy inteligente. Su misión es hacernos creer que no existe.
—Una vez que aceptaste tu conversión, ¿tu familia te entendió?
—Al principio se preocuparon porque obviamente yo estaba en la estratósfera. También se calmaron con el tiempo porque mi familia viene de tradición católica. Siempre hubo algo por ahí.
—¿Un llamado?
—Sí, la pegaste. Porque uno cree que busca y encuentra, pero él sale a tu encuentro. No se busca la perfección. Somos pecadores desde todo punto de vista.
—Tras tu conversión, ¿hubo algo que te preocupó?
—Estaba preocupado por las canciones que tenía compuestas.
—¿Cómo lidiaste con ese pasado?
—Seguí tocando y haciendo. Por algo me pasó lo que me pasó. Lo importante es que sepa la verdad. En ese aspecto quedé tranquilo. La música es así: el ego se come al artista y el artista tiende a ocupar el lugar del corazón que está preparado para Dios. Esa confusión genera cosas.
El amor por su familia y su vínculo con el arte
Hace más de 3 décadas, Julieta Testai, a quien Juanse la nombra cariñosamente como "Julie", asistió a un recital de los Ratones Paranoicos. Juanse la flechó desde el escenario y, al terminar el concierto, pidió que la vayan a buscar mientras esperaba en el auto. Uno de sus asistentes buscó a la mujer en cuestión y cuando él la vio se dio cuenta que no era esa persona y le dijo: “Me confundí, te pido disculpas”.
Tras el trunco intento, Juanse se dirigió a un boliche local. Apenas entró vio a la joven que lo había flechado trepando a unas cajas de sonido. "Era ella", confirmó.
—Hace 32 años conociste a tu esposa y fue también como una llamada, ¿no?
—Yo la vi en el público en San Luis... Fue así... Inmediato. Cuando te pasa un acontecimiento como el mío, me di cuenta que él salió al encuentro manifestándose en cosas pequeñas y grandes a la vez. Me pasaban cosas increíbles que no tenían explicación y salían al encuentro. Sabe todo. Al principio me daba mucha vergüenza, pero después me di cuenta que él está al lado nuestro. Hay que vivir y lo que tu corazón sienta que dice es lo que hay que hacer.
—¿Sos de tener estas charlas espirituales con tus hijos?
—Mis hijos viven en Inglaterra hace 8 años, pero sí lo charlamos. Mis hijos son lo más importante que tengo. Gracias a Dios están grandes... Antes del show de Vélez tocan dos bandas antes una es Atraco y otra es Lion Machine 23 que es la banda de Daland, mi hijo.
—¿Cómo se siente compartir ese día con tu hijo?
—Tengo la cabeza que me explota. Es genial la verdad. Es sorprendente porque aparte ellos pudieron elaborar su propia historia. Esa es la construcción que buscamos.
—¿Te da orgullo que esté en Vélez?
—¡Me da miedo! Es un gran músico y sobre todo con la guitarra...
—Qué lindo que cuentes eso
—¡Sí! Porque es lo lindo de esto. Igual que Barby, mi hija, es una artista de primer nivel. Hace cerámica y pinta. Estamos todos involucrados con el arte.
—¿Te vienen a ver a la Argentina?
—Yo voy a verlos cuando hago gira en España. Apenas termina me voy Inglaterra.
—Y a vos te encanta...
—¡Uf! Amo... Vamos con Julie. Hace dos años toqué en Londres y Daland tocó antes. Estuvo muy bueno. A mí me gusta también ir a comprar ropa... En realidad, yo ni voy. Me quedo en la cama viendo tele y me aparecen las fotos de mi esposa en el celular preguntándome qué camisas me gustan... Ella sabe todo lo mío. Lo único que hago es comprarme cosas en los kioscos para turistas. Tengo todas las tazas que dicen God save the queen.
—Por lo que contás, Julie es casi tu estilista
—¡Sí! Ella tiene muy buen gusto... Es muy bella y tiene mucha estética. Sabe combinar los colores y qué cosas me quedan bien y qué me queda mal. Es estricta en eso. Yo a veces también tengo ataques y me cambio todo.
El ¿fin? de los Ratones Paranoicos
El próximo 14 de septiembre, los Ratones Paranoicos van a culminar su Última Ceremonia Tour, producida por Fenix Entertainment, en el Estadio Vélez. A pocos días de esta fecha histórica, el cantante adelanta que tendrá una gran puesta en escena y que planean "dejarlo todo" en el escenario.
—¿Cómo son estos días previos al gran show?
—Ahora estamos en una etapa muy particular. Pensá que yo también tengo mi carrera solista que creció muchísimo. Sobre todo desde mi participación en MasterChef. En lo musical hay una división... No es ambigüedad, sino son cosas paralelas. Estoy permanentemente en contacto con eso, pero tampoco soy de los que están encerrados en el baño tocando. En mi casa me gusta estar con mis perras, leer, observar el barrio de Belgrano desde la terraza. Me gusta mucho más eso. Lo otro no es que no me entusiasma, eh. Me motiva grabar y estar todo el tiempo pensando en escuchar música.
—¿Qué es lo que te satisface?
—¡Los discos de oro y los de platino! Igual, ni sé dónde están (risas).
—Si pensás en el recorrido que hiciste musicalmente, ¿en qué lugar te encuentra hoy?
—Siempre hay algo que uno tiene que recorrer. Ayer construí una frase que dice que hay que saber convivir con la presión. El tipo que no está preparado para sentir la presión no va a alcanzar el éxito. Yo he conocido a mucha gente muy talentosa, pero no soporta la presión.
—¿En qué momento de tu carrera sentiste más presión?
—Todo el tiempo. Yo vivo de eso. Sale de que tengo 62 años y tenemos que llenar un estadio, por ejemplo. Hay que ir de gira, preparar un repertorio y ensayar.
—¿Cómo vivís tener 62 años y enfrentarte a esto?
—No lo vivo diferente que cuando era más joven. Yo creo que es igual y es hermoso. El escenario es como el estudio... No sé con qué compararlo. Siento que el escenario es nuestra mesa de sacrificio. Nos gusta estar ahí, pero sabemos que algo estamos dejando. Hay que dejarlo todo. En esto también también la fe me ayudó muchísimo para comprender eso: nunca dejar de ejercer el don que recibí. No necesito que le guste a todo el mundo. Gracias a Dios hay un montón que sí. Yo creo que si hubiéramos sido más ambiciosos, hubiera sido más grande. Somos tipos de barrio, ¿viste? Somos amigos y tocamos porque nos gusta. Es difícil de explicar.
—¿Cómo está tu relación con el resto de tus compañeros de banda?
—Es genial, porque somos los mismos y hacemos los mismos chistes y comemos lo mismo. Nos gusta parar al mismo tiempo. Todo es igual. Sobre todo con Pablo tengo una relación muy particular. Con Sarcófago y con Roy también, eh. Tenemos esa extraña fórmula que individualmente somos pareja, pero grupalmente somos amigos. Discutimos y nos peleamos como una familia. A esta altura es una unidad familiar.
—¿Hay más tensiones ante este Vélez? Están los que dicen que es la última vez que van a tocar...
—Siempre esta el concepto de que this could be the last dance, baby (Este podría ser el último baile, bebé). Uno nunca sabe lo que le va a pasar en 8 minutos. Es inútil pensar más allá. Sí hay que proyectar para informar, pero lo venimos anunciando y ensayando un montón.
—¿Cómo es la respuesta de los fans ante esto?
—¡Es alucinante! Te agarra gente que no te imaginás ni ahí. Yo tuve un crecimiento mediático muy grande con mi participación en MasterChef. Hay señoras que vienen con el nene que me dicen que lo van a llevar a Vélez y después me preguntan la receta de un caldo. Yo disfruté mucho ese programa.
—¿Cómo es ser el soundtrack de tantas generaciones?
—¡Es loco! Muchas viene el abuelo, el hijo y el nieto. A mí me pasaba eso con Spinetta porque lo escuchaba de chico y terminamos siendo amigos. Fue como mi hermano mayor. Son cosas increíbles. Me saqué varias fotos con muchos fans de varias generaciones.
—¿Te conmueve?
—Sí, pero tampoco hay que tenerlo como una bitácora de navegación. Yo respeto y le debo al público. Ellos nos dan y nosotros tenemos que devolverle. Yo creo que la gente ama a los Ratones... Las generaciones van pasando, pero cuando salimos al escenario cambia todo.
—¿Hasta cuando querés seguir tocando?
—Hasta que tenga la capacidad...
Fotos: Diego García
Estilismo: Ale García
Video: Ramiro Palais
Maquillaje y peinados: Luana Clemente para Sebastián Correa Studio
Agradecemos a Atelier Pucheta Paz, Giesso, Nati Fiore y Fenix Entertainment