Con el paso de los años, Gabriela Arias Uriburu se transformó en una referente para muchas familias. Seguida por miles de personas en las redes sociales, es el claro ejemplo de que el trabajo de introspección personal vale la pena y que se puede salir adelante a pesar de vivir cualquier momento límite. Y ella lo tuvo.
En una entrevista con la revista Hola, la escritora recordó el drama por el que pasó mientras su marido, Imad Shaban, la alejó de sus tres hijos. “Hubo un momento en el que incluso tuve la fantasía de que mi sufrimiento se iba a terminar si me quitaba la vida”, confesó.
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“Fue como si hubiese entrado a un cuarto oscuro donde la única pregunta que me hacía era ‘¿para qué seguir?’. Es un dolor que te cala en los huesos y es ensordecedor porque está ahí todo el tiempo, no se te va. Y yo estuve muchos años en ese lugar”, agregó con sinceridad.
Pero lo cierto es que su fuerza fue más allá. El camino siguió por el lado de correrse del lugar de víctima y trabajar con distintas técnicas relacionadas a la psicología y hoy también, a las constelaciones familiares. Entender el pasado fue una herramienta fundamental para mejorar su presente y su futuro.
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“El perdón es algo que queda chico. Necesité mucho trabajo personal que lo llamé ‘redención’. Fue algo espiritual donde acepté todo como fue, un proceso alquímico que aún no termina. De esto trata mi nuevo libro, Vínculos 2, que trae toda la síntesis de mi trabajo durante 25 años, con los temas más difíciles”, afirmó Gabriela Arias Uriburu en una entrevista con GENTE al hacer referencia a lo que tuvo que trabajar para poder superar el mal momento que le hizo vivir Imad Shaban.
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“No me alcanzó la psicología de Freud, necesité mucho más. Por eso hice un trabajo transpersonal. Para mí fue eso lo que me ayudó a generar vida en el infierno, la paz en las noches oscuras. El mensaje es que la labor la tiene que hacer cada uno. Es un camino de autoconocimiento. Qué hago con lo que me pasó y si me voy a quedar del lado de la víctima o voy a accionar para hacer el gran hito de mi vida”, dijo la escritora.
“La historia fue brutal. En cada viaje a Jordania él estaba en las visitas. Por más que yo no quería saber nada, él estaba ahí. Hay un libro que hice que se llama “Enemigo íntimo”… y es eso. Hay que trabajar con ese enemigo íntimo porque la vida te lo va a poner una y otra vez hasta que vos asumas lo qué queres hacer. La situación estaba muy polarizada. Tuve que aceptar que él estaba ahí poco a poco. Imad hablaba conmigo y me decía cosas fuertísimas que yo contestaba de otra manera. Eso golpeaba en él. Si a la violencia le contestas igual, encendes un fuego. Yo no elegí eso”, contó.
“Terminó siendo mi mayor beneficio porque tuve que trabajar en las diferencias, la ira y la desesperación para reconstruir la familia. En toda la filosofía zen lo que te muestra el otro es lo que hay que sanar por dentro. Esto es lo que le digo a los padres cuando se encuentran en estas guerras. Que interesante fue que él estuviera en esas visitas porque obligó a trabajar en esa oposición para poder llegar a que los chicos estén en el territorio de la familia, más allá de las dificultades”, sentenció.