A los 45 años, Joaquín se animó a algo que jamás había hecho: un fuera de pista de cuatro horas por los back bowls del Cerro Chapelco. Mientras adelanta “en 2020 voy a hacer una serie para Netflix con un elenco buenísimo”, nos relata su increíble aventura desde la parte desconocida –y menos soleada– de la montaña.
Sin luces ni público, el actor Joaquín Alejandro Furriel (45) dijo “¡acción!”. Su fantástica aventura –digna de un documental– ocurrió en la última escapada que realizó al Cerro Chapelco, entre el jueves 19 y el miércoles 25 de septiembre.
–¿Venías planeando esto hace mucho?
–La verdad que no (ríe). Después de hacer en teatro Hamlet, que fue un fenómeno que nos sorprendió a todos y volverá el 19 de febrero de 2020, empecé a filmar con Luisana Lopilato La corazonada, la primera película que Netflix produce en la Argentina (el año que viene arrancaré para la misma cadena de streaming una serie con un elenco buenísimo). Tenía planeado viajar a España al toque, para otra coproducción holandesa y belga. Parte de la financiación cayó y se me abrió una ventana de tiempo, que venía necesitando. Bueno, la usé para irme a Chapelco.
–¿Por qué elegiste ese destino?
–Porque para mí siempre es bueno volver a los lugares donde fui feliz. A los 16 años esquié por primera vez en San Martín de los Andes, y desde entonces vuelvo cada vez que puedo.
–Sólo que este invierno sumaste una nueva cuota de adrenalina...
–Sí, esta temporada pude lanzarme a un fuera de pista, algo que hace muchísimo tiempo tenía ganas de encarar. Ya había ido a La Hoya (Esquel), pero jamás a los back bowls de Chapelco. Cuando llegamos (eran seis personas, incluyendo el fotógrafo) a la cornisa para tirarnos apareció un cóndor. De alguna manera nos daba la bienvenida. Después todo fue placer...
–¿Qué sentiste deslizándote por un terreno que nadie visita?
–Esquiar en nieve virgen te da la sensación de que vas armando tu propia huella. Había un silencio espectacular: sólo se escuchaba el sonido de las tablas haciendo crujir la nieve. Para mí, abordar esos bellísimos paisajes de montaña haciendo trekking o esquiando –dos cosas que me gustan y que acá de alguna manera se combinaron, porque a la vuelta tuvimos que caminar mucho–, es una especie de meditación activa. Realmente, fue una experiencia maravillosa, que quisiera volver a vivir.
Fotos: Gentileza Diego Costantini y Publico Press Group.