Desde que se conoció que Amalia de Orange, la hija de Máxima Zorreguieta, se encuentra en diana (punto central de un blanco de tiro) debido a las amenazas impartidas por organizaciones criminales, su esquema de seguridad se puso en alerta máxima. Es por eso que cambió drásticamente su agenda de actividades desde las últimas jornadas.
Si bien las autoridades policiales y las del Ejército de Holanda guardan absoluta reserva sobre el caso, se ha podido saber que la princesa ha tenido que dejar de hacer los movimientos libres que tenía por Ámsterdam. Es que, antes de todo este suceso, se dirigía caminando a la universidad desde el departamento que le alquilaron sus padres. Algo que, a principios de septiembre, llamó la atención teniendo en cuenta la austeridad con la que se manejaba por la ciudad y por estar en contacto directo con la población.
Hay que destacar que el cambio más trascendental se produjo en relación a su lugar de morada debido a que, al día de hoy, sigue viviendo en el Palacio Huis ten Bosch, la residencia oficial de la familia real, en La Haya. De acuerdo a lo que informaron medios de Holanda este martes, aún no hay una certeza sobre cuándo Amalia podrá regresar a su departamento ubicado en una exclusiva zona.
De esta forma, ha dejado de lado su vida independiente y se traslada desde allí hasta la casa de Altos Estudios con una fuerte custodia que no le despega la mirada.
Tanto Máxima como Guillermo de Orange siguen con preocupación los detalles del caso y n se han manifestado al respecto. Mientras tanto, fuentes allegadas a la familia real citadas por medios locales afirman que la princesa se encuentra en shock por lo que está ocurriendo y con mucho miedo a la hora de tener que trasladarse puertas afuera del palacio.
Qué dicen los especialistas sobre la amenaza a Amalia de Orange
“Este tipo de amenazas se consideraban prácticamente imposibles hace unos años. Se está haciendo todo lo posible para resolver el problema con rapidez. Aunque no puedo garantizar los tiempos. Cuando el objetivo ya no es el dinero, sino el Estado, sus símbolos e instituciones, puede considerarse una forma de terrorismo”, manifestó el sociólogo Paul Schnabel ante medios internacionales.