El argentino Rodrigo de la Serna (Palermo) toma la posta del personaje que el español Pedro Alonso (Berlín) hiciera descollar en las dos primeras partes.¿Compartirán también el confirmado cuarto envío, que llegará en 2020? Se lo cuentan en exclusivo a GENTE.
Rodrigo de la Serna (43) pide un café cortado; Pedro Alonso (48), un agua sin gas, y parece que será lo único en que no estarán de acuerdo durante el reportaje.
–¿Es casual que los hayan elegido para promocionar juntos la tercera temporada de La casa de papel? Entre su conexión, recién, en las fotos, y la flamante historia que cuenta la serie, no parece.
Pedro: No hay casualidades. Aquí existe un link, un vínculo de más vertientes. Una es la que mencionas: al final de la segunda temporada, Berlín muere. Se necesita un relevo y es la carta que toma Palermo. Al mismo tiempo, la realidad indica que con quienes más estoy rodando es con Rodrigo y con Álvaro (Morte: Sergio “El Profesor” Marquina, su hermano en la ficción), y que la cuestión apunta a desarrollarse y crecer.
Rodrigo: Tenemos muchas escenas juntos, que disfrutamos como locos. Si bien no nos habíamos cruzado antes en la vida, venir de gira juntos consolida algo que intuíamos desde el rodaje. La química, sumada a nuestra afinidad en entender la profesión… Esta relación actoral empezó a convertirse en una real amistad.
–Gira en la que se suben a un Fórmula Uno, la serie del momento. ¿Cómo explican tamaña empatía del público, al punto de convertirla en la más vista de habla no inglesa en la historia de Netflix?
P: El día que pueda explicarlo, me hago millonario.
R: … Porque habría una fórmula que desconocemos.
P: Ha sido ese tipo de alineamientos mágicos que se dan una vez cada tanto. De no estrenarse en Netflix, la crítica española la hubiese valorado (“¡Guau, buen trabajo!”), pero el tema quedaba ahí. Ocurre que había bastante más atrás. En principio, un equipo encabezado por Álex Pina, Jesús Colmenar y Miguel Amoedo, que llevan dos décadas juntos y se atrevieron a un ambicioso salto en factura y calidad cinematográfica, con una tesitura latina de los personajes. Añade los íconos pop que lo rodean (la máscara, lo rojo) y las ganas de desagraviarse con el sistema…
R: Entonces, ¡combo completo! Un cóctel explosivo. Recién vi la serie entera apenas supe que la integraría, y te aseguro que no pude parar de mirarla.
–A propósito de su inclusión, y pese a la divertida promoción del futbolista Martín Palermo, su “Palermo” no viene del barrio porteño homónimo.
R: Viene de la ciudad italiana de Sicilia.
P: En La casa de papel, repito, no hay casualidades.
R: Yo me hubiese puesto Bajo Belgrano, mi barrio de pibe. Aunque Palermo anda cerca, alimentando un acervo cultural importante, que incluye a Juan Manuel de Rosas, Evaristo Carriego, Jorge Luis Borges… Ahí te das cuenta de que no hay casualidades. Sumar a “Palermo” es un gancho para la porteñidad y la argentinidad… Lo que sí, ahora deberé conocer el de Italia.
–¿Usted conoce Berlín, la capital de Alemania?
P: De antes. Cuando andaba en los 22/23 años me empleé en la compañía catalana La Fura dels Baus: mi primera experiencia al acabar la Escuela de Arte Dramático. Ahí inicié una gira. Era ser un Rolling Stone anónimo, porque en La Fura los actores son como cobayos… Concretamos cuarenta días en el Tempodrom, una especie de carpa de circo ubicada a metros de la Puerta de Brandeburgo. Hacía cuatro años que había caído el Muro. Así que guardo una conexión grande con esa ciudad. También con el DF (Distrito Federal mexicano) que es, según lo llaman, “el Berlín de Latinoamérica”.
R: ¿Por su condición y efervescencia multiculturales?
P: Exacto. De ahí que los nombres Berlín y Palermo tienen sentido. Por algo no me pusieron "Vigo", el lugar donde nací. Repito: no hay casualidades en LCDP.
Palermo ríe encendiendo sus ojos verdes, Berlín comparte la gracia desde los suyos castaños, y parece que seguirán en igual sintonía hasta el final de la entrevista.
–¿Qué los une, aparte de La casa…?
R: Admiro a Pedro, un artista integral: pintor, novelista, un actorazo. Y admirarlo me aproxima a su persona.
P: Somos de la misma cuerda. Lo olfateas. Intento, y a Rodrigo le pasa lo mismo, crecer íntimamente. Nuestro nivel de exposición a veces es enorme; uno se equivoca y no resulta fácil. He aprendido que necesitas una fuerte razón para dedicarte a esto. Procuro que, en mi caso, la razón sea puertas adentro, para alentar mi fuego interior. Tampoco quiero malinterpretarme –”Paso del dinero, paso de la fama”–, pero no son mis prioridades.
R: De entrada surge la cosa patológica de querer ser reconocido por la gente. En los inicios buscamos ese afecto. Pisé el teatro a los 12 años, y la primera vez que recibí un aplauso pensé “¡Acá me quedo a vivir!”. Pasa que si a cierta edad seguís necesitándolo como único combustible, tu carrera empieza a limitarse, y sufrís. Nuestro camino es de hondo autoconocimiento, y te exige empatizar con la Humanidad y sus diferencias. Para mí la actuación es algo sagrado. Con Pedro nos parecemos desde ahí.
–Ambos son padres de hijas (Alonso de Uriel, de 11 años; De la Serna, de Miranda, de 19, y Olivia, de cinco meses)… ¿Por qué les aconsejarían que fueran actrices y por qué no?
R: No sé si les sugeriría que no, aunque tampoco que sí (carcajada). Si bien la mayor ya inició el camino actoral, lo principal es acercarles las herramientas para que decidan hacia dónde quieren ir.
P: La educación es uno de los grandes misterios. Al final, la vida te enseña que detrás de un escenario viene otro, y después otro y otro. Todo el mundo posee un don, y no todos descubren cuál. Mi hija hoy estudia Bellas Artes, pero nunca se sabe. Lo mejor, como señala Rodrigo, es que lo descubra.
R: ¿Ves por qué uno podría pasarse el día hablando con Pedro? ¿Ves por qué siempre hay algo personal entre los españoles y los argentinos? ¿Ves por qué cuando uno viaja a Madrid se siente en su casa? ¿Ves por qué nos une la diversidad cultural y latina?
P: Ayer, cuando me llevaste con tus compañeros de la banda Yotivenco (de música criolla) a comer pizza en Angelín, volví a comprobarlo: admiro de Argentina y Latinoamérica el sentido de la ceremonia, un aspecto que las sociedades pierden al modernizarse. Ustedes se detienen en el “¿Cómo andas?”, “Cuéntame”…
R: “Poné el fuego”, “Juntémonos”…
P: “Celebremos”, “Cantemos”… A mí esto me ha tocado profundo. De hecho, ahora quiero ser como los grupos folklóricos antiguos, que programaban temporadas en Latinoamérica. Deseo venir a trabajar y vivir aquí. De entrada, en Argentina y México. Aprovechemos que somos primos, de un mismo tronco (redondea mientras una empleada de Netflix anuncia por señas que concluyó el tiempo de nota).
–¿Puede ser una última pregunta?
R: Claro, pero si pedís una más sospecho que se viene una bomba.
P: (Cubre sus oídos).
–Igual, seguro que no la responderán… ¿Formarán parte de la cuarta temporada?
R: ¿Contestamos a la vez?
P: A ver si coincidimos o no…
–Perfecto. Cuenta regresiva… “Señores –como diría El Profesor–: tres… dos… uno…”.
Los dos: ¡Sí!
Fotos: Matías Campaya y gentileza Netflix
Agradecemos a Pilar Planells (Mazalán Comunicaciones).