Gastón viene de una familia italiana, donde la pasta y la emocionalidad viven a flor de piel. Tan es así que, según cuenta, su papá, el primero en decirle que buscara un plan B a la actuación, cuando se enteró de que iba a ser parte de El Clan (la película de Pablo Trapero, protagonizada por Guillermo Francella y Peter Lanzani) lo saludó, se puso las zapatillas y se fue caminando a Luján.
"Cuando le conté se le dibujó una sonrisa enorme y me dijo: "Bueno, me tengo que ir". "Pero, pará, ¿no íbamos a almorzar?", "No, no, me tengo que ir ya mismo". "¿A dónde? ¿qué pasó? Vamos a tomar un vino, a celebrar". "Me tengo que ir caminando a Luján porque yo pedí que si vos quedabas inmediatamente me iba caminando a Luján", recrea emocionado Gas mientras reconoce que a partir ahí nunca más le cuestionó su vocación. "Ahora si puede sale con una remera mía a la calle", dice.
Así de visceral es la vida de Cocchiarale, Maguila Puccio, en El Clan, Lowenstein, en ATAV, Miguel, en El encargado, Luciano Aizenberg en Nada (serie donde compartió elenco con Robert De Niro) y la lista podría seguir (incluso protagonizó dos videos de Bizarrap). A una semana del estreno de la tercera temporada de la serie de Disney+, el actor habla con Revista Gente de sus orígenes, de los tiempos en que las cosas no le salían, de sus maestros y la parte "milica" de Guillermo Francella. También cuenta cómo preparó la noche anterior la frase que le quería decir en inglés a De Niro.
Con franqueza y esa identidad del oeste que lo caracteriza ("Hay un código de barrio, veredas rotas, todo se arregla con alambre, el tren Sarmiento, hay toda una cosa obrera de laburo que nos hace reconocernos"), Gastón recorre esos primeros momentos en que su nona le hacía trajes de Disney y jugaba a ser Aladdin ("Tenía su máquina de coser y me hacía disfraces de las películas y me la pasaba jugando"), su adolescencia cuando de ser un niño que actuaba y no tenía vergüenza se metió para adentro ("Fue un período difícil porque el cuerpo cambia, te empiezan a gustar las chicas... un montón de estímulos y cosas que me metieron más para adentro que para afuera") para volver a salir para conquistar a una chica. También recuerda la publicidad que cambió su suerte, esa donde conoció a Tommy Pashkus, su representante. Y el momento en que de cara dura le pidió a Francella un consejo y terminó tomando un café con él, donde el actor consagrado bajó del pedestal para compartirle sus momentos de flaqueza.
Con 32 años, Gas, quien se formó con Esteban Mellino, Agustín Alezzo y Lito Cruz, tiene una escuela de teatro (Creer es crear, tiene 200 alumnos, según cuenta), produce sus propias obras (La renuncia) y sueña con hacer sus propias creaciones a gran escala y ser un artista 360. Serio se presta a todas las indicaciones del fotógrafo, salvo a posar con una campera de plumas flúor. Su agenda está completa: después de la producción sigue un almuerzo con Guillermo, su mentor, amigo y maestro. Al otro día se va de gira con la obra que produce y así podría seguir. Si hay una palabra que surge en la charla es la de perseverar y nunca olvidar la meta. "Cuando las cosas no salían había una imagen que me movía: tener 90 años y estar en un hospital sabiendo que me voy a morir, y decir: fui actor. Lo logré. Más allá de tener 3 autos o no, decidí seguir esta aventura, me animé y tomé el riesgo".
Con esa mirada de taurino y esa voluntad que heredó del padre, Gas, el mayor de dos hermanos, logró lo que se propuso. Primero, vivir de la actuación. Arrancó con las publicidades y más tarde empezó a tener un trabajo atrás del otro. Aunque después de El Clan tuvo un bache de casi un año donde entendió que pegarla una vez no es sinónimo de haber llegado. Por eso, aunque era algo más conocido cuando hacía ATAV, no dudó un segundo en prepararles cafés a las señoras que se atendían en la peluquería improvisada que había montado su exnovia Tami en el baño de arriba de la casa que compartían. "Les servía café y algunas me preguntaban si era Lowenstein", se acuerda con una sonrisa. También destaca la labor de su psicóloga Alejandra, a quien comparte con Vanesa González. "Con ella entendí que por más que me digan que soy un capo, no me tengo que creer lo que me dicen".
-¿Cuándo supiste que querías ser actor?
-Arrancó con la típica pregunta de qué quería ser cuando fuera grande y yo decía: "actor". No tengo muy en claro por qué, porque no hay ningún artista en la familia más que mi tío, que es el mago Boridi (trabajó con Sofovich y hacía teatro de revista). Veía muchas películas en el cine, mucho teatro infantil. Tenía la manía de terminar de ver una película y representarla en mi casa, automáticamente. Mis viejos tenían una cómoda muy grande con un espejo, me ponía adelante y me disfrazaba, jugaba.
-¿Y después?
-Fui al colegio Don Bosco de Ramos Mejía y ahí había teatro para chicos y fui. Pero en la adolescencia algo cambió: me empecé a volver un pibe más introvertido, tímido y el sueño de ser actor quedó desterrado. Era imposible ser actor si era una persona tan tímida. Tímida de levantar la mano en la clase y ponerme bordo. Yo estaba enamorado de una chica, tendría 12 o 14 como mucho, y ella me contó que iba a ir un taller de teatro de un grupito que había en el colegio por fuera del horario escolar y me dijo si quería ir. Le dije que obvio, me tiré de palomita, la quería conquistar.
-¿Pudiste conquistarla?
-No pude. Hice un par de intentos, pasaron algunas cosas pero ese amor que quería lograr no lo logré. Creería que sabe que es ella, porque justo fue una etapa de mi vida que yo no veía otra mujer que no fuera ella. Estuvo bueno porque me empujó desde un lugar inesperado a actuar. A partir de ahí ella dejó y yo seguí y arrancó el camino. Ella es bailarina y creo que hace comedia musical.
-¿Ahí te reencontraste con tu vocación?
-Fui más en pos de ir por ella que por el teatro y me encontré con algo que había olvidado: las ganas de ser actor. Empecé a hacerlo y me ponía muy mal, muy nervioso, tenso... bordo, transpiraba pero de alguna manera la pasaba bien. Era raro lo que me pasaba, medio masoquista. Con el correr del tiempo empecé a ir y lo empecé a disfrutar más y más y fue: quiero hacer esto. Y empecé a estudiar en el centro cultural de Ramos. después con Mellino y Lito Cruz, El teatro me permitió volver a conectarme con mi esencia y hoy creo que soy el nene que jugaba, eso es lo lindo.
-Hablaste en el set de la casa de pastas de tu papá, ¿venís de familia italiana?
-Mis nonos son italianos vinieron en la segunda guerra. Pusieron los ladrillos, salieron a laburar, le pusieron mucho el cuerpo. La pasta siempre fue una comida muy típica, mi nona amasaba, hacía pastas todos los domingos. Mi viejo, Claudio, mamó mucho todo eso, le encantó la cocina. Empezó siendo lavacopas en un salón, pasó a ser ayudante de cocina, cocinero, después jefe de cocina y más tarde tuvo su servicio de catering, y el restaurante que es Maledetto que lo abrió 6 meses antes de la pandemia. Ahora es un clásico, no había trattorias en Ramos.
-¿En qué sentís que esa italianidad está eso en vos?
-En mi caso en la pasión desmedida. Una cosa muy de pulsión, de instinto. Me pasa con el teatro, con mis afectos, soy un tipo sanguíneo. Si me enojo me enojo a fondo y cuesta sacarme el enojo, no es que me pedís disculpas y se me pasó, me quedó ahí reculando. También para lo que hago: de darlo todo, poner el cuerpo, vivirlo intensamente. Lo bueno y lo malo, lo disfruto no lo padezco. Me siento vivo, nada me es ajeno, de alguna manera estoy conectado muy a fondo con lo que me pasa, con mis deseos.
-¿Qué te decía tu familia sobre la actuación?
-Mi viejo no me avalaba. Tenía ese miedo muy real de que no tuviera laburo, de que no tuviera un ingreso fijo, que me estrelle contra la pared en algún momento. Quería que tenga el título, en ningún momento me prohibieron ser actor pero me decían todo el tiempo: mirá sí pero plan b, o tenelo como hobby y fijata si podés lograr algo con eso. Y para mí no había chances, era mi plan a y z. NO había otra cosa. eso me llevó a discutir mucho con mi papá.
-¿Tus papás están juntos?
-Mis viejos están separados y los dos tienen otras parejas. Se llevan bárbaro. Es más, unas fiestas alquilé una casa en Cariló y los invité a los 4. Me enseñaron que las cosas pueden terminar bien.
-¿Y tu mamá que decía?
-Mi vieja es muy distinta a mi papá. Me enseñó a creer, a soñar, a pensar más allá de lo que te da la vida terrenal. Mi viejo me enseñó a laburar por lo terrenal, a todos los días levantarse a laburar y rompersme el alma. Fue una combinación muy interesante: la disciplina y rigurosidad del trabajo y además el pensamiento de que todo va a estar bien. Algo que me sirvió, sobre todo al principio, cuando mis compañeros estaban haciendo el CBC y yo estaba desorientado con el peso de esta etapa tan perversa de la adolescencia de: "tenés que definir que querés hacer el resto de tu vida" y yo estaba muy en desacuerdo con eso. Yo quiero ser actor hoy y veré si a los 20 años quiero ser abogado, seré abogado, pero déjenme explorar el mundo y ver qué quiero.
De mozo a protagonizar una publicidad
Gas se lo propuso y Gas lo logró. "No quería pedirle nada a mis viejos. Prefería comer arroz a aceptarles plata. Chabón, ¿querés ser actor? Morí con las botas puestas", dice mientras recuerda aquellos tiempos en que Lito Cruz lo invitaba a ver el rodaje de El Elegido y el pensaba: "Qué ganas de pertenecer a este mundo". "Yo quería aprender, lo miraba y pensaba cómo llegó hasta acá. Estaba muy ávido de tomar cosas de las personas que admiraba", cuenta. Pero en esos primeros años, en los que se instaló en Capital Federal la plata no abundaba. "Hacía cualquier cosa: en paralelo a hacer castings de publicidades, fui mozo con mi papá hasta que me harté de ese vínculo, laburé en una librería, en la bolería del teatro Don Bosco, animé fiestas de adultos, hacía como un stand up", enumera.
-¿Cuál fue el primer trabajo que tuviste como actor?
-La primera publicidad que hice fue de Gran Dt, en ese momento estaban dirigiendo Caruso Lombardi y Ángel Cappa y estaba todo el debate del fútbol champagne, el de Cappa con Huracán que era más fino, más preciso, y el de Caruso, que era rústico. Y la publi era gente con barba candado y gente con bigote, de Cappa. Yo tenía una escena de barba candado de Caruso. A partir de ahí me empezaron a llamar más y más y quedaba y ganaba plata. Me entraba plata como actor, si metía dos en un mes, ya vivía de eso.
-¿Qué hiciste con tu primer sueldo?
-No me acuerdo. Si bien deseé tener plata, intenté verlo, tanto cuando me faltó como cuando la tuve, como una energía que tiene que ir y volver. No soy de acumular, me doy todos los gustos, tengo la filosofía de que cuánto más va, más vuelve... No me gusta estar como "la guita", "la guita". Y eso que vengo de una familia que me ha inculcado eso. No es que yo sea un sacado, me cuido, tengo mis ahorros. Habrá momentos donde gane más o gane menos y eso siempre fue algo que tuve muy claro. No me perturbaba un mes tener más, un mes tener menos. Sí capaz me pasaba cuando estaba muy al límite tener miedo al mes que venía.
-¿Cuál fue tu primer trabajo grosso?
-Fue El clan, con Pablo Trapero y Guillermo Francella. Nunca había hecho ficción, había hecho algún bolo, hacía mucha publi, y vivía de eso. Ya me dedicaba solo a ser actor, hacía mucho teatro independiente. Estudiaba con Alezzo, estaba muy al palo. En ese momento haciendo una publicidad de Movistar, que fue como una sitcom, conozco a mi representante, Tommy Pashkus. En ese momento le rogué que me representara. Estaba muy ávido de entender: "Bueno, logré ser actor, hacer publicidades, vivo de eso... pero quiero hacer ficción".
-¿Cómo viviste el rodaje?
-El primer día hubo una prueba de cámara, yo estaba muy tenso. Ese mismo día que mi viejo se va caminando a Luján me avisan que al otro día conocía a Francella en un desayuno y en una prueba de cámara que quería hacer Trapero. Al día siguiente estaba en un camarín probándome la ropa de Maguila y cuando llegó ya escuché su timbre de voz y me puse todo nervioso. Entró y lo primero que me dijo fue: "Hola, hijito" porque yo hacía de hijo de él y me abrazó muy cálidamente. Pero yo lo traté como si nada, con respeto, pero por dentro estaba explotando, él me preguntó de dónde era, que hacían mis viejos, dónde estudiaba teatro... Fue muy amable, muy cercano y eso me lo bajó al toque y fue un tema menos porque como todo ídolo te puede caer mil puntos o no. Y él fue buen compañero. Tengo un recuerdo de esa época muy hermoso.
-Tu camino fue muy de hormiguita...
-Hacía mucho teatro y producía una obra en el teatro de Alezzo. No era de esperar a que las cosas pasen. En ese momento le dije que necesitaba que me represente y él muy amable me dio su tarjeta y me dijo que lo llamara. Lo llamaba todos los días hasta que un día me dijo que fuera a tomar un café a su oficina así nos conocíamos. Me dijo que empezáramos a trabajar a ver qué pasaba. De repente me empezaron a aparecer castings que no me llegaban, se abrieron puertas. Le voy a estar agradecido hasta el día que me muera porque si no hubiera habido alguien que confiara en mí... Hace 10 años que estoy con él, es el vínculo más largo de mi vida.
-¿Qué pasó con esos castings?
-Me estimulaban mucho pero no quedaba. Era demoledor. Ahora doy clases, tengo muchos alumnos jóvenes a los que les digo: "Loco, complementen esto con una terapia personal, porque van a estar permanentemente expuestos al rechazo". Al principio te preguntás: "¿No seré para esto? ¿No serviré?". Y la realidad es que no es que no quedás porque sos mal actor, es que hay tanta gente y tantas variables... A veces no quedás porque no le gustó tu nariz. Se juegan tantas cosas que yo traté siempre de tener como una coraza armada e hice terapia. Hace 10 años voy con mi psicóloga Alejandra de Ramos Mejía. Me acompaña en todo el proceso de actor, en lo bueno y en lo malo, porque lo bueno también tiene lo suyo. Siempre estuve en eje. Me dolía, me angustiaba pero me duraba 24 horas y seguía, nunca nada me volteó lo suficiente para decir: "No voy a actuar más".
-¿Nunca?
-Solo una vez me pasó que me ayudó mi amigo Guillermo. Yo venía de filmar El clan. Había sido muy emocionante para mí pasar de un bolo a actuar con Francella, Peter, Trapero ("Fue a mi mismo colegio Don Bosco, es de la Matanza"). Lo que pasó es que terminó la película y dije: "Filmé con Francella, con Trapero... Me va a llover trabajo". Después de eso no trabajé por un año. Me acuerdo que había hecho casting para El Marginal y para Signos, me llamaron con 15 minutos de diferencia para decirme que no había quedado. Dos proyectos que podían ser una continuidad laboral se me cayeron, esa fue la única vez en que dije: "No sé si soy para esto"; "Pará, llegué a este lugar y aún así vuelvo a foja cero". "Ah, esto es peor de lo que imaginé, porque pensé que lo difícil era llegar acá no lo que seguía". Ahí lo llamé a Guillermo.
-¿Cómo fue esa conversación?
-Directo, le dije que era Maguila de El clan y si estaba para tomar un café. Necesitaba que alguien que viviera de la actuación me aconsejara. Automáticamente me dijo: "A las 3 de la tarde te espero en tal café y charlemos". Para mí fue un gesto enorme porque podría haberlo resuelto por teléfono, me podría haber dicho: "Mirá, la vida es así. No me hinches". Y el tipo me hizo un lugar en su agenda para tomar un café y fue hermosa la charla, la atesoro. De hecho ahora me voy a almorzar con él. Siempre esos encuentros son muy productivos pero sobre todo ese fue muy lindo.
-¿Qué te aconsejó?
-Me contó lo malo de su profesión. No me vino a contar lo exitoso que es él o cómo hizo para ser exitoso, todo lo contrario. Me contó las veces que no quedó, las veces que se frustró, las veces que pensó: "No es para mí". Claro, viene Guillermo Francella, un tipo que todo lo que hace es taquillero, a decirte: "Yo también la viví". Dije: "Listo, ya está, vamos para adelante". Fue como una inyección de nafta. Hasta el día de hoy ese café me resignificó toda la profesión porque cada vez que no me va bien digo: "Acordate que Guillermo te contó que a él también le fue mal, que no pudo". A partir de ahí el vínculo con el oficio fue muy distinto, como que no todo me lo tomaba tan mal, no me angustiaba tanto, bueno, no quedé, ya quedaré.
-¿Qué pasó después?
-Mágicamente, no paré hasta el día de hoy. Solo en la pandemia no trabajé. Después metí mucha peli chiquitita del INCAA, hice Edha, que fue la primera serie de Netflix Argentina, con Daniel Burman, hice Permitos, con Piroyansky y Lali, y después vino ATAV que fue como un shot de popularidad zarpado. Lo otro me había dado cierta visibilidad, la explosión fue con ATAV, tenía 25 puntos de rating todos los días, 3 millones de visualizaciones en YouTube, le iba muy bien.
-Ahí te encontraste con el éxito.
-Me encontré con que la gente me reconocía en la calle, me pedñia fotos y con toda la locura que significa el éxito y la verdad lo disfruté enormemente. No fue traumático. Sí cuando iba a lugares muy públicos me cuidaba un poco, me iba a la mesa del fondo y me ponía de espalda, porque de pronto venía gente que se acercaba y te sacaba una foto y se iba, ni permiso, ni te felicito, ni te puedo sacar una foto, y yo no estaba acostumbrado. Ahora quizá lo manejo mejor. Por supuesto que lo traté en terapia porque mi miedo era no creérmela tampoco porque en algún momento esto termina. Si te creés eso que te dice la gente en la calle, cagaste, porque te la vas a poner de vuelta contra la pared. Siempre hice ese laburo de estar en eje, ni cuando te dicen en redes que sos el peor, sos el peor, ni cuando te dicen que sos el mejor, sos el mejor.
De trabajar con Francella a compartir escena con Robert De Niro
El camino de Gas tenía más desafíos y después de ATAV una llamada por teléfono volvió a cambiarle la vida. Eran Gastón Duprat y Mariano Cohn que lo querían para ser Miguel en El Encargado. No solo eso sino que no había casting, Francella lo había sugerido. En ese contexto se enteró que los mismos directores estaban trabajando en una serie con otro de sus ídolos, Luis Brandoni. "Yo quería servirle un café a Beto, era otro de mis ídolos, no solo como actor sino porque mi viejo es radical y me llevaba a ver sus obras", cuenta. Y algo que surgió como una pulsión infantil terminó con él con un papel en Nada. "A los 6 meses me llamó y me pidió perdón porque el papel quizá no era lo que esperaba. Era mucho más: tenía 2 o 3 escenas con Brandoni y era muy diferente a lo que hacía en El Encargado, era medio soberbio, incluso lo maltrataba a Beto. Le súper agradecí", cuenta.
Lo que no se imaginó es que había una sorpresa más: Robert De Niro iba a ser parte de la serie. Primero lo vio en los diarios y después se lo confirmaron los directores. Le mandó un mensaje a Cohn preguntando si era verdad, no solo le dijo que sí sino que le pidió que lo mantuviera en cautela. "Automáticamente me fui al guion a buscar a ver si mi personaje tenía una escena y efectivamente al final había una escena donde estábamos. Dije: `No lo puedo creer, voy a filmar con Robert De Niro´".
-¿Cómo fue ese encuentro?
-Yo no sé hablar inglés, entonces me estudié una frase la noche anterior para poder decirle que para mí era un orgullo como joven actor argentino poder compartir el set con él. Se lo dije, le estreché la mano y me fui. El tipo fue muy cálido, muy divino. Después hubo un momento particular, había una escena que se filmaba con muchos extras y había 3 cámaras y escucho que Cohn y Duprat dicen: "Cámara uno, con Brandoni, cámara dos, con De Niro, cámara 3, con Cocchiarale". Escuché eso y me fui de la situación, se me vino mi infancia a la cabeza, mi viejo diciéndome: "No seas actor", se me vino mi viejo yendo a Luján, se me vino todo junto y casi me pongo a llorar ahí. Y dije: "No seas boludo, dale, después llorás, concentrate". Me explotó el cerebro. Fue muy emocionante, llegué tarde a dar clase algo que no pasa nunca. Necesitaba parar y entender.
-¿Sos agradecido?
-Soy muy agradecido porque si bien entiendo que soy riguroso y disciplinado, también hay una cuota de suerte, suerte y también que tuve la oportunidad de hacer lo que hice. Pude elegir porque mi punto de partida es distinto, clase media laburante, y me rompí el alma. Hay una frase de Picasso que me gusta que dice: "Si la suerte existe que te encuentre trabajando".
-¿Cómo son las grabaciones con Guillermo?
-Guillermo es un "milico" en el buen sentido de la palabra, es riguroso como la puta madre, no se le escapa una coma, sabe tu texto, no se equivoca, está atento a la cámara, a todo lo que pasa en el set, por eso es quién es, eso lo tomé mucho de él. Le pregunto cosas todo el tiempo, él se te acerca, te dice, te pide: "Acá, Gas, esa carita que ponés... 3 segundos más. Es muy poco". Y veía que hacía una toma cómo la había hecho yo, nada, la hacía como me había dicho él, con 3 segundos más, y los técnicos se empezaban a tapar la boca de la risa. Y eso me hizo mucho mejor comediante, mejor actor. Automáticamente termina la toma y le pregunto: "Guille, ¿cómo la viste?". Después vienen Duprat y Cohn, y charlamos con ellos. Pero al que primero es Guille.
-¿Cómo definirías a Miguel, el personaje que encarna en El encargado?
-Miguel es un personaje muy alejado a mí, un tipo muy tímido, introvertido, la mirada para abajo. Mi yo adolescente. Me divierte actuar, tengo una presencia que Miguel no tiene. Hay algo más aplomadito, más tranqui, que me gusta. Se me hizo muy sencillo porqie todas mis escenas son con Guillermo y el vínculo que tiene Miguel con Eliseo es muy parecido al que tengo con Guille, de admiración, de respeto, de maestro, no me es un esfuerzo. Además los guiones son bárbaros, con decir lo que está en el texto sobra, y tenerlo a Guillermo al lado, que me marca y me ayuda.
-¿Por qué pensás que pegó tanto la serie?
-El encargado tiene una clave muy grande que muchas series de plataforma argentina no han podido lograr: muestra la idiosincracia argentina. Es una serie muy bien hecha, con factura técnica internacional pero habla de nosotros. Tiene nuestro lenguaje, nuestro humor, nuestros estereotipos. La gente la ve y se ve. A la gente le gusta verse, más allá de que también vea series turcas, inglesas.
-Parecido a lo que sucedía con las tiras.
-Claro. Un producto argentino tiene fuerza cuando es argentino. Algo que tenían las tiras, como no hay más, las plataformas han producido fórmulas establecidas del mundo porque tienen que funcionar en todos lados. De pronto ves thrillers policiales que no importa dónde se hayan hecho son todos iguales. El encargado rompió eso. Viene a traer esa ecuación de lo que representaba la tira diaria pero en plataforma y creo que eso es un gran hallazgo.
Sigue habiendo gente que quiere ver ficción nacional, ¿qué está pasando?, ¿por qué dejamos morir eso? Ni hablar de la fuente de laburo que genera, y lo que significa a nivel cultural. A parte no es un tema mundial, en España sigue habiendo novelas, en Colombia, Inglaterra, también, Es un tema que me inquieta bastante.
-¿Va a haber una cuarta temporada?
-Hay un rumor de una 4ta, para mí la tercera temporada es la mejor de las 3, va increscendo todo, Emanuel, en ese sentido, no achanchó la serie. Ésta crece y el día del estreno rompió récords de visualizaciones. La gente en la calle te pregunta, es muy fanática. Guillermo me dijo: "Gas cuando la cosa pasa en la calle es porque es un éxito". "Si vas al supermercado y no te reconoce nadie, es porque no te ve nadie".
-¿Dónde almuerzan hoy?
-Vamos a un café cerquita de su casa, tratamos de ir a una mesita donde estemos más apartados. Pero las veces que hemos ido a tomar un café fue intenso: la gente se acerca, pide foto. Hay que ver qué pasa hoy porque nunca lo hicimos estando El encargado al aire. Guillermo lo toma con mucha amorosidad.
-¿Fueron al restaurante de tu papá?
-No fuimos. Fui con Beto, con los de ATAV, tenemos que ir.
-¿Estás de novio?
-Soy noviero. No conozco la soledad, aunque la disfruto. Estoy de novio hace 2 años con Maru, es bailarina Y actriz y damos clases juntos. Nunca salí con una médica, todas actrices.
Fotos: Diego García.