Cecilia Monti: de sus “26 años de amor" con Juan José Campanella y del arte “como vocación”, al desafío de escribir la obra más exitosa del teatro porteño – GENTE Online
 

Cecilia Monti: de sus "26 años de amor" con Juan José Campanella y del arte “como vocación”, al desafío de escribir la obra más exitosa del teatro porteño

REVISTA GENTE PORTADA WEB CECILIA MONTI 03
A los 54 años, y mientras disfruta el suceso de Empieza con D, siete letras, la consagrada vestuarista, escenógrafa y plástica recorre como nunca su vida con Revista GENTE. “Cuando expreso algo artístico, busco que se vea una parte mía”, afirma.
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-A mí de nena no me atraía tanto lo que hacían los actores, sino todo lo que pasaba atrás de los sets de filmación -cuenta de entrada iluminada por el entusiasmo Cecilia Monti (54)-. La cocina detrás, los carpinteros con la escenografía, el maquillador, la modista corriendo a arreglar un atuendo del vestuario, el iluminador, el cameraman, el foquista. Ver todo eso para una niña como yo era muy atractivo. Me acuerdo de ir a los rodajes set con papá (Félix, uno de los grandes directores nacionales de Fotografía), que solía filmar muchas publicidades, y jugar con kis hijos de sus colegas en los Estudios Baires, Laboratorios Alex, Cinecolor Argentina… A mí todo eso me fue llevando a querer pertenecer a dicho mundo.

Cecilia Monti
Cecilia frente al banner de su primera obra como escritora, la comedia Empieza con D, siete letras, que acaba de estrenar en el Teatro Politeama con notable respuesta del público.


-¿De qué edad hablamos?
-Bien de chiquita. Imaginate que cuando a mis 15 años papá arrancó con la película Sur, de Fernando “Pino” Solanas, yo ya no me aguanté. Y como era verano, se me ocurrió preguntarle si había alguna posibilidad de que pudiera acompañarlo, ser parte. Entonces me contactó con quien iba a ser el director de Arte, Eduardo Capilla. Hablé con él, me tomaron como meritoria y ahí empecé haciendo cosas muy básicas desde atrás, pero descubriendo este maravilloso mundo.
-A partir de allí, entonces, y a lo largo de cuatro décadas, a usted le gustó que se viera lo que hacía pero no quien lo hacía…
-Podría decirse (risas).
-De allí -también- su acostumbrado bajo perfil: convengamos que no suele brindar notas a los medios… Sin embargo, y más allá de su trabajo de tanto tiempo como escenógrafa y vestuarista, acaba de sumar a esas especialidades su debut como guionista de teatro, nada menos que en compañía de su marido, un tal Juan José Campanella (65), y rompiendo la taquilla desde principios de enero con la obra Empieza con D, siete letras, en el Politeama… ¿Usted entenderá que resulta imposible no insistir en querer conocerla más, ¿cierto?
-Cierto, a mí me sigue gustando más esa parte de la “cocina” de un proyecto, me siento más cómoda en ese lugar. Pero bueno, como te entiendo, sí, acá estoy: ¿Qué más querés saber de mí?

“NO IBA A DESAPROVECHAR LA OPORTUNIDAD DE QUE UN MAESTRO COMO JUAN QUE ME LEYERA LOS BORRADORES”

Cecilia Monti
Junto al director Campanella, su marido, "y quien me ayudó a avanzar con el guion. Hicimos como diez versiones de la obra. La terminamos escribiendo a cuatro manos", cuenta Monti.

Cumplida la inevitable presentación informal de rigor, cuenta entonces Cecilia Monti que la idea de delinear el guion de Empieza con… se le ocurrió hace un lustro. "Yo quería armar una historia con una distancia generacional importante. Y se la comenté a Juan -recuerda ella-. 'Lo mejor es que empieces a escribir, para luego ir puliendo'. Así arranqué de manera lenta, bajando al papel en blanco la idea sobre la que quería hablar, en base a muchos casos que conocía de la vida. 'Cuando más o menos lo tenga armado vas a tener que hacerme el favor de leerlo y darme una crítica constructiva', le pedí. A mí me costaba mucho tener el parámetro de si lo que estaba escribiendo iba para el buen camino. Entonces las primeras cuestiones no fueron sólo de si el tema estaba bien o no, sino también en cómo estructurarlo: presentar a los personajes, los tres actos, cómo llegar al conflicto, resolverlo. O sea, no fue solo sobre el tema, sino sobre cómo hacer un guion", admite.

Cecilia Monti
Cecilia Monti además se hizo cargo de la escenografía y del vestuario de la puesta.


-Después de tantas y tantas apuestas en cine, televisión y teatro, con usted en carácter de diseñadora de vestuario-escenógrafa y Campanella cómo director-guionista, ¿qué los motivó a terminar de escribir esta obra juntos?

-Se fue dando naturalmente. Una vez que avancé y Juan comenzó a ver los bocetos, me llegaron sus primeros comentarios, ¡y eran muy acertados! A medida que yo escribía, él se iba interesando y metiendo. En un momento, con tantas idas y vueltas, se fue dando de manera natural que trabajáramos de a dos y mi primera idea pasó a ser una idea en conjunto. Hoy no te sabría decir qué es de quién, porque todo se fue conversando y elaborando entre ambos. Sí puedo decirte que para mí fue como que hice un curso intensivo con Campanella, nada menos que con Campanella, ¿quién pudiera? Claro, tenía la suerte de que lo veía en casa con un momento más o menos libre y lo podía agarrar: “Acá tengo otra versión".

Saludo final para la obra escrita por Monti y Campanella: Eduardo Blanco, Fernanda Metilli, Gastón Cocchiarale y Maru Zapata agradecen al público. Empieza con D, siete letras se presenta los miércoles, jueves y viernes a las 20, los sábados a las 19 y 21:45 y los domingos a las 19 en Paraná 353, CABA. Habrá una función especial el lunes 3 de marzo, por el feriado de Carnaval.

-¿Hubo muchas?
-Habrá diez en mi computadora, con escenas que quedaron y tachamos, distintos finales. Como me decía Juan: “Cada versión sirve para terminar de encontrar la impronta de los personajes, por más que uno después descarte escenas enteras”. Siempre queda algo y es más que nada conocer la forma en que hablan, qué dirían ante cada situación. Además, como el argumento gira alrededor de una mujer y un hombre, yo entendía más sobre lo que podría decir Miranda (Fernanda Metilli), y Juan podría entender más sobre lo que podría decir Luis (Eduardo Blanco). A veces él me sugería: "Está bien, pero dejá que yo a esto le voy a encontrar otra vuelta, porque se asemeja más a lo a lo que soy yo". Fue una linda conjunción entre los dos, de ida y vuelta, de comentarios, sobre lo que escribía uno y escribía el otro.
-¿Una especie de relación maestro y alumna, alumna y maestro?
-Sí. Para mí escribir representa algo nuevo, un aprendizaje, y Juan es un profesional, un maestro en la materia. Yo lo tomé como un desafío personal que me propuse comenzar con la pandemia, en medio de un espacio que me permitía concentrarme en ciertos proyectos que demandaban estar tranquila, como la escritura. Y la verdad, me encantó.

Empieza con D siete letras
El team completo de Empieza con..., luego del estreno.


-¿Su único antecedente era un capítulo de El hombre de mi vida (2012), con Guillermo Francella, para tevé, verdad?
-Tal cual. Recuerdo que un día en casa Juan me comentó que necesitaba alguna idea nueva para empezar la segunda temporada: "Ay, ¿y qué te parece si pasara esto?", le acerqué una. "¡Me cierra, ¿por qué no escribís?", propuso. Me mandé, le gustó, le dio una pasadita, lo acondicionó a una estructura y quedó. Ahí se sembró una semillita y yo me empecé a entusiasmar con la escritura, cuando mi parte artística siempre la había expresado por el lado plástico: estudié arte, pinto desde hace años, me aboqué a la escenografía, el vestuario, a bocetar, lo mío siempre iba más a nivel artístico visual. Con el guion de Empieza con D, siete letras te aseguro que la semilla brotó.

“¿SI HOY PODRÍA ENAMORARME POR TINDER? ¿POR QUÉ NO? ¿QUIÉN SABE?

REVISTA GENTE PORTADA WEB CECILIA MONTI 03
Cecilia Monti y Juan José Campanella se conocieron en el Teatro Colón cuando él regresó a Argentina y se aprestaba a dirigir su primera película acá: El mismo amor, la misma lluvia (1999).

“Las diferencias generacionales entre Juan y yo también nos ayudaron para llegar a buen puerto”, concede Cecilia, aunque atenta a que el cuarto de siglo que separan a la pareja en la ficción de Empieza con D... “resulta bastante mayor que la nuestra“. “Existen distancias entre las infancias que vivimos ambos. Y las mismas son cada vez mayores. Mis hijos se llevan una docena de años y yo siento que la infancia que vivieron Guada, de 29, y Fede, de 17, fueron bastante distintas, porque cada vez cambiamos más rápido a partir de la tecnología, especialmente. Mientras antes transcurría una década y sentías que no cambiaba nada, ahora te parece que en ese mismo lapso vivís en otro planeta. Entonces, si bien con Juan existen varias referencias que compartimos, hay programas de televisión que él vio y yo no, salidas de chico solo por el barrio que él transitó y yo no, distintos momentos del país, otros códigos familiares. No obstante, por lo que te comentaba, tampoco es tan lejana como la de la juventud actual con la misma diferencia de edad... Sí, nos sirvió para este proceso que Juan estuviera más cerca de la edad del personaje real de Luis y yo desde el de Miranda.

Cecilia Monti
La familia Campanella Monti reside entre Nueva York, Los Ángeles y Buenos Aires. En la imagen, Cecilia, de recorrida por California. “Aunque tengo hermosos lugares para escribir, nada me gusta más que hacerlo recorriendo cafés y bares”, reconoce.


-La obra habla de las segundas oportunidades en el amor y en la vida. ¿En su caso, que estuvo casada y fue madre antes de conocer a Campanella, ¿él fue su segunda oportunidad?

-Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí. Yo transité un primer matrimonio, que duró poco. Una experiencia muy buena en su momento, que terminó. Al poco tiempo conocí a Juan. Uno nunca sabe cuánto va a durar una relación cuando empieza, pero bueno, llevamos veintiséis años juntos. A veces miramos para atrás y no lo podemos creer: ¡¿Cómo es que pasó todo este tiempo?! Lo conocí cuando yo tenía 28 años y él casi 40. Si bien soy la relación más larga que he tenido, no soy la primera. No sé si soy la segunda, la tercera, no sé cuál soy.
-¿No lo sabe?
-No sé, yo no pregunto mucho (risas).
-¿Cuándo y dónde lo vio por primera vez?
-Si mal no recuerdo, en el Teatro Colón. En ese momento yo estaba trabajando con María Julia Bertotto, una gran escenógrafa y vestuarista, en la puesta de la ópera El amor por tres naranjas. Juan había llegado al país e iba a reunirse con ella porque pretendía rodar su primera película en Buenos Aires, El mismo amor, la misma lluvia (1999), y la quería en el equipo. María me habló de él, además, su amigo. Todavía no era “Campanella”, ¿viste? “Lo voy a invitar al estreno de la ópera, así te lo presento porque es posible que trabajemos juntos”. Entonces entré a un palco y estaban un muy jovencito Juan y Daniel Shulman, futuro director de Fotografía de la película y con quien había llegado desde Nueva York. Nos conocimos. Después de una charla amistosa, nada más, todos fuimos todos a comer a Edelweiss. Lo seguí viendo ya cuando empezamos con la película.

Cecilia Monti
La pareja de viaje por Italia, con el Duomo (o Catedral de Milán), de fondo.


-¿Quién dio el primer paso?
-Él, él, él: todo un caballero.
-Hablamos de generaciones que pasan más veloces. Quizá si en los tiempos que corren le tocara conocer a Campanella lo haría por Tinder…

-No me lo planteé porque nunca he estado en esa situación, pero entiendo que en este momento mucho no queda otra. Se trata de una nueva posibilidad. A todas mis parejas las he conocido en la facultad o en el trabajo, durante momentos en los que era más común relacionarse con alguien en el ambiente laboral o porque te lo presentara un amigo. Hoy no es tan así. Y en las aplicaciones hay muchos casos de éxito o no. Desde salir tres, cuatro veces y que no funcione ¡hasta otras con final de casamiento! Pero entiendo que ahora es una posibilidad cierta. Me lo contaron mis amigas. Nos hemos reído juntas, les pedí autorización y también terminé volcando algunas de esas anécdota en en la obra.

“UNO TRASLADA A SUS EXPRESIONES ARTÍSTICAS LO QUE LE ESTÁN PASANDO EN SU CORAZÓN”

En 2023, cuando expuso en la muestra Spectrum, en Miami. "Sigo pintando, y pintando mucho. En algún momento, cuando sienta que tenga obra suficiente, por ahí empiece a buscar dónde exponerla", anticipa quien estudiara Historia del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires), para especializarse en Artes Plásticas.


-¿Quién y cómo es la Cecilia Monti menos conocida, aquella que nos transita los sets y los escenarios? ¿Tiene segundo nombre? ¿Dónde nació? ¿Quiénes conforman su familia de niña, además del talentoso padre cineasta?… Nos preguntó qué más queríamos saber de usted, y acá la desafiamos -buscamos dilucidar la historia menos conocida de la artista.
-(Sube y baja la cabeza, antes de lanzarse a responder). Me llamo Cecilia Carolina Monti. Nací el 30 de mayo del ‘70 en el Hospital Británico, Capital Federal. Tal cual, mi papá es Félix (87) y ahora mismo viene trabajando en la restauración de la imagen de grandes películas argentinas. Y disfrutando siempre de la compañía incondicional de mi madre, Chani (84), psicóloga lacaniana. Una dupla inseparable. De toda la vida. Aunque llevan más de seis décadas juntos, no festejan aniversarios y todo eso. Tengo un hermano mayor, de 57 años, que reside en Chile, se dedica a la edición y también se llama Félix. Los Félix vienen de largas generaciones en la familia… ¿Listo? ¿Completaste mi biografía, ya? (sonríe).

Oscar, El secreto de sus ojos
Con Campanella y su pequeño hijo Federico (2), en Hollywood, el 7 de marzo de 2010, cuando El secreto de los ojos ganó el Oscar como Película extranjera. Monti diseñó el vestuario de esa película. También había confeccionado el de El hijo de la novia, que compitió por la misma estatuilla en 2002.
Oscar, El secreto de sus ojos
La misma noche, en el por entonces Kodak Theatre, con parte del equipo del filme que viajó a los Estados Unidos.


-La primera parte… Contó de entrada sobre sus inquietudes por formar parte de la trastienda del arte, avanzando hasta sus 15 años, cuando debutó como meritoria en el filme Sur. ¿Cómo evolucionó su vocación cuando terminó la secundaria?
-Cuando terminé la secundaria me metí en Historia del Arte, en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), para especializarme en Artes Plásticas, mientras paralelamente y desde hacía unos años, estudiaba pintura en los talleres de Luis Felipe Noé y dibujo con modelo vivo de la mano de Ernesto Pesce. Cierto día una amiga me comentó que un profesor de arte de la universidad a la que iba buscaba asistente. Era el arquitecto y escenógrafo Alberto Nigrin, quien preparaba su primera obra en el Paseo La Plaza. Lo llamé, me presenté y le conté que, aunque careciera de experiencia, quería empezar a trabajar en escenografía. “Sólo puedo agregarle que también vengo cursando en la Saulo Benavente, la escuela de escenografía y vestuario del Teatro Colón", le mandé. “Sí, dale, venite", me invitó, y terminé trabajando varios años con él. Una experiencia fantástica. Como que los dos un poco nos fuimos formando juntos, él como escenógrafo consagrado y yo como asistente. Pronto me metí a hacer vestuario, conocí a María Julia (Bertotto) y todo se fue dando por ahí, entre la escenografía, las telas, el arte, pintar.
-En su Instagram se define además como “artista de lienzo y digital”, que pinta con óleos y acrílicos…

-Tengo muchas carpetas de bocetos. Siempre dibujé. Pinté mucho en la época de la secundaria y la universidad, pero en un momento dejé, y hace unos años retomé. Entonces empecé a dedicarme a ese mix de técnicas: figuras en digital que imprimo y trabajo encima mediante óleos y acrílicos, como una especie de collage, como una obra intervenida. Las temáticas van variando. Por ejemplo, como hace un tiempo me acerqué a la meditación a través del estudio del budismo, me puse a trabajar obras que expresen parte de este mundo que vengo descubriendo y tanto me apasiona, el de nuestra conciencia. Ojo, tampoco lo traslado sólo a la obra que pinto: también a la de teatro.

Cecilia Monti
Al ganar el Premio ACE, por el vestuario de la obra Chantecler tango, en 2014. También obtuvo el Konex 2011. Otros de sus trabajos más destacados fueron en el musical Tanguera, la miniserie Vientos de agua y las películas como Rosarigasinos, El niño de barro, El mismo amor, la misma lluvia, Luna de Avellaneda y Tetro (de Francis Ford Coppola).


-… La vemos venir.
-(Mira al cielo raso) Es que a mí, cuando un tema me apasiona, quiero compartirlo. ¿Viste que el personaje de Fer Metilli (Miranda) cuenta que terminó siendo profesora de yoga y en un momento manda "te fuiste a la India tres meses"? Bueno, son las cosas que uno va poniendo a los personajes porque le pasan. Yo uso esta etapa de investigación sobre temas que me interesan para volcarlos a nivel artístico. Mis pasiones se relacionan a las inquietudes que me van apareciendo en la vida, con el descubrimiento de quiénes somos. Yo ya pasé los 50 años y hay como un replanteo. No me quedan otros 50. En un momento debés hacer un balance de qué hiciste y te queda hacer, qué es ser buena persona, qué deudas tenés, por dónde transitar el resto del camino. Bueno, a mi entender, uno de esos senderos a transitar es conocerme a mí misma.
-¿Qué le viene brindando la meditación al camino que menciona?

-La meditación te permite descubrir técnicas para calmar un poco la cabeza, ponerla en blanco, resetearla, ayuda a repensarnos a nosotros mismos y descubrir que es lo esencial, como para transmitírselo a los que tenemos al lado, a los que amamos, a aquellos con los que nos conectamos. Nos ayuda a saber qué queremos hacer. Y esa búsqueda que vengo transitando ahora necesito expresarla en lo que hago, transmitirla. Yo no soy una docente ni voy a convertirme en un maestro. Lo que hago es para beneficio personal, pero quienes nos dedicamos a lo artístico queremos irradiarlo de alguna manera para que los demás lo sientan. Mi manera es expresándome a través de los cuadros y, eventualmente, en detalles como contar que Miranda se convirtió en profesora de yoga y ejercita esa vocación. Siento que ahí, en el arte, ahora lo puedo canalizar y que me encuentro en un momento más tranquilo de mi vida en el que ya no necesito probarme tanto, sino que quiero descubrir y asentar cosas que siento.


En 2013, cuando se hizo cargo de la escenografía y el vestuario de Parque Lezama.

-¿El arte representa la autenticidad total de lo que al artista le viene ocurriendo por dentro en ese momento? ¿Desnuda su alma?
-Cuando estudiás la obra de cualquier artista te das cuenta de que la misma refleja lo que le pasaba internamente en ese momento. Lo mismo con una propuesta literaria. Nadie pinta, canta, actúa, escribe, sin una expresión, sin un compromiso interno. Pueden ser duras o agradables, pero estás expresando las emociones de ese momento. Las emociones humanas tienen un abanico extenso que va desde lo muy placentero a lo muy doloroso, y uno entonces expresa tal abanico. Cuando algo te choca, sentís que esa obra te pertenece porque se identifica con algo que a vos te pasa. Por algo uno elige mirar a ciertos pintores o leer ciertos autores: conecta con el alma de esa persona aunque provenga de distinta época. Y por algo también la obra se resignifica permanentemente con la edad que tengas, a partir de cómo cambió tu modo de pensar desde más chico, y demás. Y a mí me ha pasado de pararme en el museo ante ciertos cuadros que por ahí los había visto montones de veces en láminas sin entenderlas ni darles demasiado trascendencia, y largarme en lágrimas al tenerlos delante, comprendiendo por lo que de repente debía estar pasando la persona que lo pintó en ese momento. ¡El cuadro está vivo! Cuando pasa eso, uno se da cuenta de que se encuentra frente a un gran artista. Yo no me comparo con ellos, no, pero si si yo voy a expresar algo en cualquier medio artístico, quiero que se vea una parte mía.
-Toda una exposición interna…
-Seguro. Te expones a todo. Hay gente a la que le va a gustar mucho y te va a aplaudir, y hay gente a la que por ahí le parecerá un horror. Y bueno, está bien: si generás distintas reacciones, significa que algo has hecho.
-¿Y cómo es usted frente a un cuadro en proceso?
-Ufff. Cada vez que me pongo con un cuadro me abstraigo, se me pasan y pasan las horas. Igual que cuando ahora arranco a escribir.

ENTRE “MAFALDA COMO PRÓXIMO GRAN DESAFÍO” Y “MIS HIJOS COMO INSPIRACIÓN”

Cecilia Monti
Junto a sus "niñitos" Federico (17, con Juan José Campanella) y Guadalupe (29, de su primer matrimonio). Con respecto a Mafalda. Tanto Juan como Gastón son los dos productores y directores del proyecto. Lo que quise decirle con respecto a Juan es que además es el jefe de los guionistas

Un “arranque” que parece no querer bajar de velocidad en el universo de Cecilia Monti, quien ya por estos días avanza en la escritura desde dos vertientes. Por un lado, “con una nueva obra, muy distinta a Empieza con D... El personaje está, la temática más o menos está, pero falta mucho trabajo y desarrollo. Tiene que ver con algo que siempre me gustó de mi vida artística, pero como todavía la cosa se encuentra en pañales y puede cambiar un montón, no quiero que después me preguntes en qué quedó todo aquello”. Y en segundo término, con mayor urgencia y “con Juan y Gastón Corali como productores y directores, junto a otros guionistas venimos escribiendo a full la primera temporada de Mafalda, basada en las tiras de Quino. El mismo Juan, además, es el jefe de guionistas. Serán capítulos de 22 minutos. La idea de Netflix es estrenar en 2026. Un gran proyecto, una gran responsabilidad. Estamos más que contentos… Y mirá, al final no sólo hablamos del pasado y del presente si no también del futuro, eh”.

Cecilia Monti
Una selfie con Juan Campanella, en 2017.


-Sólo faltaría preguntarle por un tema, o por dos -promediamos la nota iniciando la última avanzada.
-¿Dos? -repite, y pronto inicia una sucesión de caras de emoción y orgullo que casi harían prescindible cualquier frase que las acompañe.

Cecilia Monti
"Lo de Fede no viene por el lado del arte. Si bien tiene un hermoso humor y es gracioso, lo suyo es la matemática", afirma su madre.

-¿Qué nos puede decir de sus hijos, Guadalupe y Federico?
-... Lo imaginaba... ¿¡Qué te puede decir de ellos yo, la mamá!? Son divinos los dos, la verdad. Luli ya es una profesional, muy preparada, abocada y vinculada a lo artístico desde el lado de la consultoría y con gran conocimiento de lo último en la materia: cuando necesito conocer algo de algún artista, la llamo a ella. Vive en Nueva York. Incluso con una amiga (Paloma Etenberg) tienen un sitio divino de Instagram que se llama Entrelienzos, fue declarado de interés nacional en el Congreso y recopila la vida de las artistas argentinas de entre el siglo XIX y XX que se conocen y las que no. Vienen haciendo un tremendo reconteo. Rastrean familia por familia, un increíble trabajo. Si todo va bien, sacarán un libro en marzo o abril. El que no salió para el lado del arte es Fede…

Cecilia Monti
Respecto a Guadalupe, su mamá cuenta que vive en Nueva York y "ya es una profesional. Muy preparada, abocada y vinculada a lo artístico desde el lado de la consultoría y con gran conocimiento de lo último en la materia: cuando necesito conocer algo de algún artista, la llamo a ella", admite Cecilia orgullosa.

-¿No?
-Salió matemático. Juan estudió Ingeniería, no se dedicó a eso pero tiene una cabeza matemática, es bien rápido, y Fede sigue esa línea, no la de la madre. Es un chico de esta era, muy tecnológico, focalizado en su computadora. Ahora se encuentra en la etapa previa a entrar en una universidad. Cuando en la obra Luis (Eduardo Blanco) comenta que su hijo Diego (interpretado por Gastón Cocchiarale) "nunca nos dio problemas”, podríamos decir que un poco nos inspiramos en Guadalupe y en Federico. Disfrutamos de una muy buena relación familiar. Guada ya despegó, en algún momento lo hará Fede, pero ambos a su manera vienen encontrando lo que los apasiona. Igual que sus padres... ¡Qué más se puede pedir!

Fotos: Gentileza de C.M. y Archivo Revista GENTE
Agradecemos a RF Prensa & Comunicaciones y muy especialmente a Raquel Flotta

 
 

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