Le encanta seducir y hacer reír por partes iguales. Y logra ambas cosas sin esfuerzo alguno. En una charla en la que los mohines de la actriz se desvanecen como el sellado del polvo volátil en una noche transpirada de verano y verdades reveladas de esas que casi ruborizan, Mariana Genesio Peña también conmueve por su humanidad.
Llorará a su amado Larry, su perrito Jack Russell que crió como un hijo (“y como un rey”), y con quien sufrió hasta el final. Y relatará frustraciones, pero también proyectos que le renovaron la fe y segundas oportunidades en el amor que surgieron en medio del duelo.
Con una copa de vino en un sábado por la noche y el teléfono caliente de tanto hablar, se entrega a una conversación en la que no escatima sentimientos y en la que devela la profunda transformación que hizo al descubrir que su ex, Nicolás Giacobone (guionista ganador de un Oscar y padre de Larry) “es la persona de mi vida”.
–Te mudaste a Pilar dejando atrás “la ciudad de la furia”. ¿Qué motivó la decisión?
–Me salí de la ciudad de la furia… Te cuento cómo fue el camino. Absolutamente inesperado. Imaginate que me crié en Carlos Paz, Córdoba, con pasto y con jardín. Y después de tantos años de vivir en departamentos, extrañaba mucho vivir en una casa. El año pasado, a mitad de año, mi perrito Larry tuvo un par de síncopes, y a raíz de eso le hice una serie de estudios y venía con medicación. Tenía problemas en el corazón, pero venía estable.
Hasta noviembre del 2023, cuando vuelve a sufrir síncopes. Encima Nico se estaba yendo a Ezeiza por un viaje de laburo y yo estaba filmando la segunda temporada de El fin del amor (N.d.R: serie basada en el libro de Tamara Tenembaum, dirigida por Keka Halvorsen). Todo fue caótico. Los problemas de corazón se agravaron y a él le hacía muy mal el calor, lo agitaba demasiado, y eso provocaba esos cuadros. Con Nico teníamos planes de viajar juntos los tres, pero decidimos cancelarlo porque no lo podíamos someter a vuelos al pobre animal.
–¿A qué destino pensaban viajar?
–Mirá, Nico quería ir unos meses a Miami para poder ver a Messi. Entonces, como yo tenía algunas posibles reuniones de trabajo, emparejamos esa posibilidad, que fue una fantasía, porque a medida que fue pasando el tiempo, empezamos a sospechar que podría ser uno de los últimos veranos de nuestro Larry.
Así que decidimos alquilar una casa para pasar el verano, pero se dio que el dueño me ofreció seguir todo el año. Yo dejé mi departamento de Cañitas y nos instalamos acá. La salud de Larry empezó a empeorar cada vez más. Tomaba seis pastillas por día. En un momento dejó de tomarlas porque no quería saber más nada con medicación, no había manera de dárselas. Inventamos camuflarla con comida, dárselas con jeringa, todo el circo. Empezó a tener problemas de respiración y convulsiones.
–Todo esto en medio de la mudanza a provincia.
–Exacto, todo el quilombo de fletes y muebles… Fue el peor enero de mi vida. Larry con internaciones, y fue tristísimo. Muy duro, porque con Nico la dimos la mejor vida que se le puede dar a un ser humano, a un perro. Tal vez él ni se enteró, pero para nosotros simbolizaba muchísimo. Y lo mínimo que esperábamos era que tuviera un final digno, de rey, como la vida que tuvo. Por esas cosas, la terminó internado, en la guardia de una clínica. Fue espantoso. Yo en el último tiempo deseaba que pobrecito se fuera porque no quería que sufriera más. Fue lo más triste que me pasó en la vida.
–Quien te conoce bien sabe que Larry siempre fue un hijo para ustedes.
–Fue nuestro hijo desde el día uno. Y no sólo como considera a una mascota cualquier persona a la que le gusten los animales, sino por todo lo que significó en nuestra pareja. Fue el comienzo de nuestro vínculo, de nuestra historia de amor maravillosa. Y él nos acompañó, fue testigo de todo lo que vivimos.
–Y de la familia que eran los tres conviviendo bajo un mismo techo.
–Además, después de separarnos con Nico en 2019, si algo nos mantenía unidos era Larry. Era como que siempre el vínculo estaba ahí. Igual nosotros siempre tuvimos una relación aunque estuviéramos separados, era algo medio híbrido.
Mariana y Nicolás reescribieron su historia de amor: la confirmación de su reconciliación
–¿Te referís a que iban y venían o que convivían a veces siendo amigos?
–No, nunca fuimos amigos. Creo que siempre hubo algo de pareja. Nunca dejamos de amarnos… por eso era difícil desvincularnos. Tal vez usábamos a Larry como excusa para vernos, porque era nuestro hijo con tenencia compartida. Entonces él siempre fue lo que nos mantuvo unidos. Pero mirá lo que son las cosas de la vida. Fue como que Larry se hubiera tomado el trabajo… el propósito de unirnos. Nos vio juntos, que era lo que más quería… y decidió irse.
–¿Entonces están juntos nuevamente como pareja?
–Sí, Larry nos terminó de acercar y de unir. Nos hizo darnos cuenta qué es lo realmente importante en la vida y cuáles son los verdaderos sentimientos. Y bueno, decidimos volver a estar juntos, así que fue una decisión de Larry.
–Hermosa historia. Es lo último que hizo entonces.
–Es increíble… La verdad que Larry siempre que nos veía juntos rejuvenecía como veinte años. Se ponía feliz, como un niño que ve a sus padres juntos, y eso nos causaba mucha gracia. Y en el último tiempo fue prácticamente como un capricho; de repente se puso como muy firme. A veces me pongo un poco mística y muy subjetiva, pero nosotros llegamos al punto de no verlo como un animal. Porque realmente tenía una personalidad que escapaba de todas las particularidades que tienen los animales.
Y no es algo que únicamente lo decimos nosotros; lo aseguran también amigos nuestros que lo conocían. Decían: “Es como un señor viejo dentro de un animalito”. Yo creo que se puso caprichoso con la vida y dijo: “Bueno, hasta acá llegué”. Y las cosas se fueron dando de tal manera que como nos obligó a Nico y a mí a poder mirarnos alma a alma y decidir confirmar nuestro amor. Pero no dijimos nada. La circunstancia misma nos puso en el lugar que nos quería poner, que era estar juntos.
–Muy conmovedor. ¿Cómo despidieron a Larry?
–La verdad es que decidimos no despedirlo ni hacer ningún ritual, ni nada. En medio del dolor, casi que ni lo conversamos. Si en algo nos parecemos con Nico es que, paradójicamente, aunque seamos personas muy sensibles, cuando nos tenemos que poner firmes y soltar no nos tiembla el pulso. De hecho, mi entorno se sorprendía de mi dureza, porque en un momento llegué a pedirles a los médicos que le practicaran eutanasia. No quería verlo sufrir más. Y la veterinaria me decía: “Por ahí le podés dar un changüí más”. Pero no me iba a poder devolver a un perro feliz. Yo le decía: “Quiero que me saques de esta agonía”.
Así que cuando llegó el momento, pensamos en llevar las cenizas a un lugar simbólico, pero no hicimos nada de eso. Agarramos todas sus cosas y las donamos. Sacamos todo lo que nos hacía recordar a él, correas, cositas para la comida… No hicimos nada especial con su cuerpo ni ningún ritual. De hecho, cuando pude, lo único que hice fue hacer un posteo en Instagram, y dije: “Voy a poner algo alegre y recordar sus doce años de vida fantástica, y a borrar ese último mes que tuvo”, que para mí fue lo más traumático que viví. Si el tiempo me pide hacer algo, lo haré. Pero no quiero hacer más nada con ese recuerdo, no quiero pisar una veterinaria nunca más. Fue un momento de mucho dolor.
–Vos siempre sos transparente, y eso también lo dejás ver.
–Sí, y hasta el día de hoy me cuesta. Tengo que hacer el esfuerzo de estar un poco activa en redes y poder comunicarme con mis seguidores de la manera que siempre lo hacía. Que es con diversión, con ironía, con humor… porque justamente lo último que quiero es transmitir tristeza. No quiero hacer un circo de mis dramas porque no me representa. Lo que más agradezco de esta situación es que no me agarró trabajando.
–Habías terminado el rodaje de la segunda temporada de El fin del amor, ¿verdad?
–Terminé el rodaje y se vino la debacle. Así que por suerte no estaba trabajando, sino hubiese sido fatal. Me hubieran tenido que internar.
Segundas partes a veces sí son buenas: “Regresar con Nicolás, se vive como una vuelta a lo real”
–Volviendo a tu reencuentro con Nico, ¿cómo fue este mirarse distinto? Porque dijiste que fue sin palabras.
–Sí, fue sin palabras. No es que nos sentamos a hablar y conversamos. Sí lo hemos hecho en momentos cruciales, como personas adultas. Pero en general somos muy observadores de la realidad y muy perceptivos uno del otro. Además, no hacemos una historia de cada momento. Así que se nos dio viviéndolo naturalmente.
Pasa que nunca dejamos de estar vinculados, no es que no nos hablamos durante años y de repente volvimos a convivir. La verdad es que volvimos a vivir juntos y todo es muy genuino. Y lo estoy viviendo feliz, al margen de la pérdida de Larry, que nos hizo doler mucho. Poder estar juntos y compartir la vida me resulta tan natural y tan amoroso que me hace muy bien.
–¿Se vive como una vuelta a donde uno se siente hogar?
–Sí, total. Una vuelta a lo real. En estos años en los que no estuvimos viviendo juntos pasaron muchas cosas a nivel profesional, de conocer gente y de viajar… cosas que pasan en la vida. Y cuando te das cuenta quiénes son las personas que valen, las que siempre están a tu lado en los momentos duros, es cuando decís: “Estas son las personas que yo quiero, que tengo que cuidar y valorar”.
–¿Qué significa Nico para vos, con quien incluso te casaste?
–Nico es la persona más importante de toda mi historia, de mi vida.
–Y llegó en un momento crucial de tu vida (N.d.R.: siempre dijo que le había cambiado la vida. Tuvieron un encuentro mágico en Café Tortoni y desde ahí nunca más se separaron).
–En todos los momentos que reflejan una transformación en mi vida, en muchos aspectos, él tiene que ver o ha estado al lado mío y viceversa.
–Y ahora en este nuevo capítulo de tu Pretty Woman (película a la que Mariana se ha referido en el pasado) conviven alejados de todo, en contacto con la naturaleza.
–Mirá, estamos absolutamente sorprendidos de cómo nos gusta esta vida, porque somos bastante bichos de ciudad y estamos acostumbrados al caos. Puede que al principio uno lo pueda vivir todo color de rosa, porque bueno, era verano, estábamos en la pileta, pero la verdad es que estamos acá hace dos meses y no tenemos la más mínimas ganas de volver. A veces tenemos que ir a Buenos Aires por algún evento o compromiso, y vamos y volvemos en el día. Y eso que tenemos departamento ahí para quedarnos. Pero no queremos saber nada. Estamos felices, porque nos gusta mucho el aire libre.
Su nueva pasión por el golf, su tolerancia ante los fracasos y la terapia
–¡Y estás jugando al golf!
–Estoy fascinada con el golf y mirá que yo en mi puta vida un deporte. Siempre me gustó lo físico, pero no más que el baile, el yoga. Ninguna cosa que tenga que ver con lo competitivo. Un día pasé por el Club House y terminé tomando clases. Me enganché de tal manera es que mi mejor plan de la semana. Ir a jugar, tirar pelotas… Aún estoy en proceso de aprendizaje, porque en mi vida había agarrado un palo de golf. Todavía tengo que aprender técnicas.
–¿Qué es lo que más te enganchó?
–Lo que más me gusta es que tiene que ver con el enfoque, con la precisión, con esa milésima de segundo en la que aplicás energía, física y mental. Me parece un ejercicio fantástico, porque creo que se puede aplicar a la vida misma. En segundos tenés que aplicar toda la información que tenés, pero al mismo tiempo en un momento tenés que soltar la cabeza. Si le ponés mucha cabeza o te distraés mucho, le pegás mal. Y aplica a todo. A veces la cabeza juega malas pasadas y entonces la cagás.
–Justamente llevándolo a la vida, ¿cómo te considerás en el tema de los fracasos? ¿Cómo es la Mariana que por ahí no es tan precisa?
–No me gusta nada. No sabés cómo me pongo si le pego mal. Me enojo, pero yo también lo blanqueo. Yo identifico todos mis arranques y efectos, puedo sentir frustración, puedo tener malos sentimientos, pero lo transformo. En lugar de patalear o juzgarme, jamás tiro la toalla. Al contrario. De eso aprendo. Como dicen los grandes maestros, para aprender hay que equivocarse. Así que bienvenido el fracaso, a veces.
–¿Es un mix de autoanálisis y terapia? Siempre hiciste terapia. ¿Pero cómo resolvés esas cosas hoy?
–Sí, sigo haciendo terapia, pero también trato de ser muy compasiva conmigo misma. La vida es demasiado corta para estar juzgándome, culpándome o reprochándome por la vida que me tocó. Trato de ser mi propia madre. Hago de cuenta que soy una nenita, entonces trato de ser compasiva y tenerme paciencia.
–¿Y si algo no te gusta de vos misma, intentar cambiarlo?
–Sí. Y si no se puede cambiar, reírme. En última instancia, me río. Yo me transformo con el humor.
–Es un recurso buenísimo que por ahí no todos tienen.
–Es el mejor recurso, porque te descomprime. Así entendés que no hay que tomarse la vida en serio. Encima reírse hace bien. Además, está comprobado científicamente que reírse renueva las células; no sólo te hace bien anímicamente. ¡Hasta te pone más linda! Así que hay que reírse mucho de una misma.
–Con lo que estuviste viviendo, el regreso con Nico, la pérdida de Larry, imagino que ha sido tema de conversación en sesión.
–¿Sabés que me pasó? Antes de estar con el psicólogo al que estoy yendo ahora, que es lo más, había estado con otro al que dejé de ir, porque en un momento, hablando de mi relación y de mis sentimientos con Larry, en un momento me dijo: “Pero es un perro, te podés comprar otro”. Ahí dije: “No, no entendió nada”. Así que medio que me peleé con terapia a partir de esa contestación. Tal vez no lo dijo con mala intención; seguramente algo de razón tendrá, porque yo humanicé demasiado a Larry.
–¿Cómo llevaste el tema con el nuevo terapeuta?
–Este nuevo psicólogo entendió perfectamente el vínculo que tenía con Larry y lo que significa para mí. Me hizo muy bien estar acompañada terapéuticamente cuando pasó todo eso. De hecho, le dediqué un par de sesiones. Fue muy comprensivo, me dijo cosas reveladoras y esclarecedoras en cuanto al vínculo que uno construye alrededor de una persona, un animal, un cactus, lo que sea.
–Aparte es un alivio ser escuchado, ¿no?
–Con el psicólogo anterior me pasó que en su momento me hizo muy bien, pero me cansé del análisis. Ya me conozco demasiado, sé cómo soy, cuáles son los patrones que repito y de dónde viene todo. Entonces con este nuevo fui directa. Le dije: “No vengo a buscar soluciones ni respuestas mágicas porque tengo mucha terapia encima. Sólo necesito un espacio para poder descargar mi cabecita e ir liviana por la vida”.
Tal vez por eso está funcionando bárbaro. Simplemente fui con el propósito de ser escuchada, como decís vos. Además, este psicólogo está especializado en orientación de género, algo por lo que no lo hubiera buscado especialmente… porque nunca fue un tema para mí.
El deseo de ser madre y los nuevos proyectos: dos películas y una serie que tiene mucho de autoficción
–Ya contaste acerca de tu deseo de ser madre, que nunca tuvo que ver con alguien más. Pero, ¿es algo que sentís que pueden hablar con Nico o que ya está hablado? ¿Qué puede ser posible juntos?
–No, no es algo que hablemos. Como te lo conté en su momento, siempre fue un pensamiento muy personal, y nunca lo llevé al ámbito de la pareja. Es decir, pensar en la maternidad siempre fue algo mío. En este momento es un deseo que está medio freezado, que va y que viene. Hay momentos en los que me digo que sí. Pero hay que ver de qué manera llego a eso. Ahora no es momento. No tengo las fuerzas, ni las energías, pero no estoy cerrada para nada. Creo que en algún momento va a suceder.
–En su momento dijiste que hasta tendrías un hijo con un amiga. ¿Se te ha cruzado la idea de adoptar? ¿Es una opción?
–Como las posibilidades son limitadas, para mí sería la adopción o el alquiler de vientre. Así que no estoy cerrada a ninguna. Llegado el momento, veré cuál es la que más me cierra. Justamente ahora tengo el corazón roto por los sentimientos maternales que Larry despertaba en mí. Despertaba los de ser una madre, una persona que tenía un propósito en la vida… él era alguien que dependía de mí.
Entonces me di cuenta de que realmente no era solamente el perrito bonito al que le hacía cariño y el ser vivo que me vinculaba con Nicolás. Era alguien que me hacía sentir madre. A raíz de Larry siento que soy una persona bastante maternal, algo que a veces aplico con mis hermanas y mis sobrinos. Entonces siento que en algún momento va a suceder.
–Y estás enfocada en tu trabajo. ¿Sentís que estar tan lejos de la ciudad te da más calma para evaluar proyectos?
–Me viene bárbaro estar acá. Estoy feliz, y me da cero FOMO (fear of missing out, miedo a perderse cosas). A veces el mundo de la actriz se fusiona mucho con el de la celebrity, y por momentos lo necesitamos, porque este es un medio chico. Pero lo que siempre soñé es enfocarme de lleno a mi trabajo como actriz. Y estoy ahora feliz, porque tengo el tiempo y el contexto necesarios para poder canalizar esas energías. Por ejemplo, ahora estoy preparándome para una película que voy a empezar en abril. Y estoy feliz haciéndolo acá. Empiezo a organizarme la agenda del 2024, los personajes que que voy a interpretar. Me da más tiempo para leer.
–Claro. Es otro ritmo.
–Además acá ando desnuda sin miedo a que me vean los vecinos (risas). Siempre tuve esta visualización de levantarme en bombacha y salir a pisar el pasto con mi taza de café en la mano. Y después bañarme desnuda en la pileta, que es una sensación maravillosa. Ahora me cuesta el tema de tener que vestirme para ir a Buenos Aires. Uno se acostumbra muy rápido a no tener la obligación de estar lookeada.
–Deslizabas algo acerca de una película próxima, pero tenés más proyectos. Aunque mucho no se pueda decir, ¿cómo viene todo eso?
–Estoy muy contenta porque tengo para este año tres proyectos hermosos a otro nivel. Dos películas, en las que ambas coprotagonizo junto a actrices a las que admiro mucho. Y después tengo un proyecto personal que estamos escribiendo con dos escritoras, Cecilia Libster y Paula Morel, supervisadas por Nico.
Estamos escribiendo una serie que tiene que ver mucho conmigo; un lugar desde el que siempre me quise proyectar. La Mariana que yo siempre quise mostrar. La que se ríe de sí misma, la anti heroína y la cosa medio patética. Nico es el responsable de que esto tome forma y se geste, porque yo venía de una gran frustración, de un proyecto que se me había caído. Un personaje que yo deseaba muchísimo hacer, y que al final no se dio.
–El de Cris Miró, asumo…
–Sí. Entonces Nico me dijo: “Siempre quisiste hablar sobre vos, ¿por qué no escribís algo que tenga que ver con eso? A veces falta alguien que mire las cosas de afuera y tenga un poco más de claridad. Así que con el empuje de Nico tomé el coraje. Para mí es un gran desafío porque de alguna manera destruye mi ego. Es como el lado B de lo que la gente conoce de mí, lejos de la exposición de los medios o la popularidad que te puede dar estar en series en la televisión.
Acá muestro mi parte más humana: lo patético, lo sentimental, mis pensamientos, deseos, sueños frustrados y equivocaciones humanas. Así que además de divertido, para mí va a ser algo muy terapéutico y muy catártico. (Hace una pausa) Siempre me acuerdo de algo que dijo Moria, que para ella los mejores terapeutas eran los periodistas. A veces cuando uno va a dar una entrevista, no quiere contar los trapitos sucios, trata de contar la parte más linda de uno; pero a mí me pasa que termino metiendo la pata.
Viste que todo lo que tiene que ver con mis vínculos personales no son cosas que yo hable ni en mi círculo íntimo. Mi familia, por ejemplo, se ha enterado de muchas cosas con notas que hicimos juntas (Risas). Y yo sé que inconscientemente a veces me abro demasiado. Pero pasa que a veces una va armando personajes según el contexto y reprime sus propios pensamientos. Pero cuando uno se muestra tal como es, es un alivio.
Fotos: Chris Beliera