Lizy Tagliani: de su “pasado lleno de aberraciones” y la culpa por sus privilegios a su futuro como madre – GENTE Online
 

Una pausa con Lizy Tagliani: “Aunque tuve un pasado muy cruel y muy pobre, lleno de aberraciones, nunca quise borrarlo”

Lizy Tagliani
Íntima, la conductora de La peña de morfi (Telefe) cuenta aspectos desconocidos de su resiliente historia. Además, habla sobre su futuro como madre, revela sus vulnerabilidades y ahonda sobre cómo ser una privilegiada la hace sentir “culpable”.
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A horas de su debut en La Peña de Morfi (este domingo a las 12hs, por Telefe, junto a Diego Leuco), Lizy Tagliani atiende mi segunda llamada por WhatsApp. Habíamos tenido una breve chance en la presentación de prensa del programa, en medio de un asado, pero el tiempo resultó más que tirano, así que prometió seguirla. Y cumplió. Desde el minuto cero, escuchar su historia fue como viajar (y emocionarme) con ella en los recuerdos.

A continuación, una charla honesta con la conductora del momento (también en radio, al frente de Arriba bebé, por La Pop 101.5) y coterránea de zona sur (aunque nació en Resistencia, Chaco, creció en Burzaco, como quien escribe) mientras sus perros ladran, sobrevuela el olor a eucalipto típico del conurbano profundo y el mate se nos enfría a ambas.

–¿Cuál es la emoción que te embarga con esta entrada a este programa tan icónico?

–Me emociona mucho, porque este tipo de programa es parte de mi infancia. Me crié los domingos mirando estos formatos, donde se combinaba la cocina y los folcloristas de esa época con el humor y la música… Nos levantábamos, mirábamos las carreras de autos y comíamos viendo estos programas.

Me encanta porque ha sido algo muy inspirador, y es hermoso estar de repente de este lado siendo yo quien lleve esa compañía al televidente. Es como que se dio vuelta la rueda y hoy puedo acompañar a un montón de gente.

–Un gran salto. Cuando eras chiquita, ¿cómo veías a los conductores de esos programas?

–Nunca me imaginé estar en este lugar. Cuando era chiquita no sabía ni que existía la gente que estaba en la tele. De hecho, pensaba: '¿Cómo hacen para entrar ahí adentro y ser tan chiquitos?'.

Ser compañía de quienes están solos y la magia que sucede “adentro de la tele”

–Y ahora vos sos parte de esa magia.  

–Y de repente soy ellos. Estar en la novena temporada de La Peña… me encanta. Acerca mucho a la familia, porque creo que es un programa que ven todos mientras cocinan, de repente ven a un músico que les gusta, siguen cocinando, alguien cuenta un cuento, se callan, vuelven a verlo y así.

–Una gran compañía para quienes están solos, también…

–Eso sí, eso es importante. Es una gran compañía y es la familia literal del que, por alguna razón, está solo. Tal vez su familia está toda en Formosa o en el Chaco, de donde soy yo, y la persona por razones de trabajo está sola en un departamento un domingo comiendo un delivery o una comidita que se preparó y La Peña… es como el nexo con la familia, con el patio, con ese quilombo.

–Claro, con el gran caos que son los encuentros familiares.  

–Tal cual, en medio de la locura de terminar una comida y de esa vecina que se acerca porque le falta algo. Me parece que el programa representa un poco eso. Y es muy lindo lo que genera.

Lizy Tagliani
Lizy Tagliani

Del don de Gerardo Rozín a su objetivo como entrevistadora

–Justo hace cinco años, Gerardo Rozín (1970-2022) te hacía emocionar al entrevistarte en este mismo programa, cuando recuperaste la historia de tu mamá, de la que decías que había dejado todo para venirse con vos.

–¿Qué fuerte, no? Gerardo para mí era como un gran investigador… no sé si es la palabra exacta, pero esa gente que tiene el don de sumergirse en tu historia. No era alguien que te preguntaba y pasaba desapercibido: se metía con vos y te acompañaba a recorrer tu vida. Por eso siento que me generaba esa confianza para contar lo más honesto y lo más profundo.

–Vos siempre sos muy honesta, no parecés especular un segundo en las respuestas. Ese también es tu don.

–Sí, yo soy muy honesta y no tengo mucho problema en contar nada. De hecho, me sale naturalmente contar lo que viví, y me encanta, además, haberlo vivido y tener esa historia. Pero él tenía esa particularidad de estar viviendo lo que contabas. Y acompañándote. Y llevándote.

–En ese sentido, ¿qué te gustaría lograr de las entrevistas que hagas en el programa?

–Una gran cosita que me gustaría experimentar acá en La Peña… es que la gente tenga ganas de explorar emociones naturalmente, sin necesidad de ser inducida. Qué sé yo, me imagino pongamos La Sole (Pastorutti), que además es amiga y la adoro, obviamente podemos hablar de música, arte, su familia, pero me encantaría que le naciera contar otro tipo de cosas. Me parece que es como el espíritu y sería hermoso.

Lizy Tagliani
"Mi mamá era un poco estricta, pero de una forma que no me dejaba ver los lados débiles de la vida", asegura Lizy Tagliani cuando le preguntamos sobre su resiliencia.

Resiliencia sin algodones, la dureza de su madre y el descubrimiento de su identidad

–¿Quién o qué sentís que te enseñó a ser resiliente, a seguir adelante cada vez que te caíste?

–Lo que a mí me pasa con eso es que no había otra salida, era como obligatorio. No le encuentro otra explicación: te caíste, te levantás. Mi mamá (Rosa Gallardo, más conocida como Tina) era un poco estricta, pero de una forma que no me dejaba ver los lados débiles de la vida.

–¿Era muy dura?

–Sí, era: “listo, bueno, arriba, arriba”. Nunca pasaba nada. Si me caía de la bicicleta, si me cortaba… Era la típica que en lugar de consolarme me retaba por haberme lastimado. Me vivía cagando a pedos y no había tiempo de mucho más.

–Te armaste un caparazón.

–No conocía otra forma, lo vivía como mi normalidad. De todos modo, mi mamá era muy seria: había que reponerse rápido a todo.

–¿Forjaste tu personalidad en base a eso?

–Sí. Mi mamá, a su modo, me enseñaba a cuidarme y a pensar lo que iba a hacer. Si no me invitaban a jugar o contaba que tal había hecho tal cosa, ella me decía: ‘¿Entonces vos también te vas a tirar de un puente?’. Desde muy chiquita ella repetía: “Naciste sola y te vas a morir sola”.  

A la vez era muy amorosa, era todo para mí. Me enseñaba a forjar mi propia personalidad y a defenderme sola. Desde los 7 años que me siento una nena, incluso mucho antes me dijeron mis tías… Pero a los 13 mi mamá ya no me dejó vestirme con ropa de hombre.

–Qué importante recibir ese apoyo…

–Ella era súper abierta. Sin saber leer ni escribir, tenía una inteligencia que no tenía que ver con el conocimiento. Si lloraba porque me decían “maricón” o “puto”, ella me respondía: “¿Pero vos qué sos, nena o maricón?”. Yo respondía: “Soy una nena”. Entonces ella me retrucaba: “Perfecto, vas a volver y le vas a explicar. Si te volvés llorando, te cago a trompadas”.

Lizy Tagliani apertura
Lizy Tagliani recuerda que su madre, Tina, "a los 13 años ya no dejó vestirme de hombre". Según cuenta, se sintió mujer a esa edad, aunque sus tías aseguran "que fue mucho antes".

El rol de Tina, la madre de Lizy, entre los límites y el impulso a vivir tal cual es

–Recién me decías que fue tu mamá quien te impulsó a empezar a usar ropa femenina. ¿Te acordás de esas primeras prendas que fueron especiales para vos?

–Me acuerdo de un pantalón oxford, de esos ajustados en la rodilla y campana por delante, que tenía margaritas y era blanco y negro. Otras cosas que me puse en ese momento fueron un pantalón de goma amarillo y una campera roja de vinilo, que se usaba cuando yo tenía 16. Era todo un estilo muy psicodélico.

–Hermoso que Tina te haya acompañado en esa búsqueda.

–Ella era re copada. ¿Qué más ponía? Polleras nunca me gustaron, y mi mamá tampoco usaba, entonces siempre estuve dentro de la concepción de mujer muy similar a la que tenía mi mamá. Eso que te contaba por ahí eran prendas más para ir a bailar. Pero en lo cotidiano siempre fui muy natural.

Soy sencilla, no me gusta el maquillaje ni las uñas largas. Mi madre era de bañarse, ponerse un pantaloncito y quedarse con el pelito mojado. Tal vez desde ahí viene eso de que me siento disfrazada de mujer si me visto recargada.

–El jueves, en la presentación de prensa de La Peña…, te pusiste un vestido camisero muy lindo.

–¡Sí! Me lo eligió Georgina, de vestuario. Me pasa que no le veo sentido a mostrarme como disfrazada, es algo que no me gusta. No tengo la necesidad de realzar esa femeneidad, pero me gusta en los demás. Te pongo un ejemplo un poco anticuado, pero cuando era peluquera tenía una clienta de 70 años a la que la hacía platinada, y yo vivía festejándole su look: usaba pantalones de cuero y entraba tipo Moria Casán.

Yo siempre le fomentaba su espectacularidad. Me decía: ‘Vamos a hacer unas mechas’ y a mí me encantaba. Pero si mi mamá me pedía que se las hiciera también, le respondía: “No seas ridícula”.

–¿Eras confidente con tu mamá, podías contarle tus cosas privadas?

–Éramos muy compinches, pero no confidentes, porque no nos contábamos nada. No había muchas explicaciones entre nosotras. Yo le decía “Me voy”, y ella no preguntaba adónde iba ni nada, sólo me respondía: “Tené cuidado”.

–Es decir que siempre te dejó muy libre.

–Eso era hermoso. Me acuerdo cuando con una amiga nos íbamos a un bar de la esquina, a tomar una Fanta y a comer un tostado, que me pagaba ella, siempre pasaban unos chicos bronceados y con jalea Coty que eran todos unas bombas. Usaban el pelo sucio y era una moda.

Entre ellos había un chico hermoso para mí que siempre fumaba porro. Entonces mi mamá me decía: “Si te veo con él, no salís nunca más”. Pobre, lo trataba como un narcotraficante, y capaz nada que ver, pero yo cumplía porque sabía que si no me mataba. Y sabía que lo iba a cumplir.

Lizy Tagliani
Lizy Tagliani revela en diálogo con revista GENTE que su madre era tan libre que le ofreció probar marihuana en su casa, si ese era su deseo.

La crianza en libertad, los primeros amores y el poder de adaptarse a todo, que la hizo "camaleónica"

–¿Y qué más te advertía sobre acercarte a ese chico?  

–Me decía: “Cuando quieras fumar marihuana, o algún día te ofrecen, les vas a decir que no. Y si querés comprar, me avisás así lo mandamos a Don José (la por entonces pareja de su madre Tina) que compre. Si probás, vas a probar acá y no afuera”.

–¿Y nunca fumaste un porro?

Jamás probé. Y eso que tenía mucha libertad. No era nada rebelde, además. Podía hacer lo que se me cante pero sabía que si transgredía las reglas de mi casa, la pena iba a ser ejecutada. Si me veía con Gabriel, no iba a tener más chance.

–¿Alguna vez sufriste un castigo importante?

–No, jamás, pero estaba segura de que ella iba a cumplir. Además porque veía cómo era con el resto.

–¿Cómo era?

–En el barrio la querían y la amaban todos. Era mal hablada y totalmente cancelable: para todos tenía un apodo discriminador. Pero también era la primera que, cuando había una embarazada en el barrio, le dejaba lo que le pagaban en el día como empleada doméstica y se volvía caminando ochenta cuadras hasta Burzaco, donde vivíamos. Laburaba todo el día, y volvía a casa y les cortaba el pasto a los vecinos. Cuando Don José me reconoció como hija, un poco me cambió la vida.

–¿Cómo fue ese cambio para tu mamá y para vos?  

–Ella siguió trabajando y se convirtió en la mano derecha de la empresa de mantenimiento en la que trabajaba. Tenían tanta confianza, que crió hasta a los hijos de la patrona, Doña Leticia. No es que nos convertimos en millonarios, pero cuando empezó en pareja con Don José mi mamá ya no necesitaba salir a trabajar.

Mi mamá era de las que si había pasado algo con unos coches en Camino de Cintura, se venía a mi primera casa precaria con los dos neumáticos, los pintaba y los convertía en macetas. Siempre tenía el jardín impecable. Los vecinos decían que en casa de Doña Tina hasta podías comer en el piso, porque todo siempre estaba reluciente.

–¿Cómo te llevabas con Don José?

–Con Don José me llevaba re bien, era un hombre mucho mayor que mi mamá. Ella trabajaba en su casa en paralelo a la de Leticia. Digamos que el de ellos fue un casamiento societario… él era muy grande, pero era nuestra debilidad. No sé si fue un amor, porque nunca ahondé en eso, pero fue una relación en la que sabían que iban a cuidarse hasta la vejez.

Se querían mucho ellos; como un padre y una hija, pienso yo. Porque después mi mamá tuvo novios y él los conocía sin problema. Todo esto fue algo de lo que me doy cuenta siendo grande. Ella salía con sus amigos y yo me quedaba con Don José, al que le decía “abuelo”. Me preparaba para el colegio y todo.

–Has tenido un gran poder de adaptación, ¿eso dio paso a las cosas mágicas que vinieron a tu vida?

–Me da la sensación que no preguntar nada me ayudó a ser tan camaleónica como soy y a disfrutar de todo lo que se me va dando. No tengo miedo de que me salgan mal las cosas ni me preocupa quedar bien o ser la mejor. Digamos que doy todo de mí ,pero no sólo por conservar lo que logro. Si las cosas no me salen bien, me voy a otro lado. Corto el pelo en mi casa. No estoy pendiente de mi funcionamiento óptimo para otros, digamos.

"Los trabajadores, los que tenemos pero no demasiado, estamos en una lucha constante por no caernos y seguir creciendo", señala Lizy.

Su humildad, el público como gran confidente y su lectura sobre el egoísmo actual

–¿Alguna vez hiciste terapia?

–Jamás. Y no digo que no lo necesité desde la sanidad. Nunca tuve la necesidad de recurrir a otra persona. Como te decía antes, yo exteriorizo todo. No tengo problemas en contar lo que sea. Sólo tiene que surgir el tema.

–¿Entonces recurrías a tus amigas?

–Vos sabés que siempre me han preguntado muy poco mis amistades. De hecho, se han enterado de cosas cuando las cuento en la tele o en la radio. Nunca tuve charlas de confesarme o de que me pregunten… Por ahí contaba mucho de mi vida en los shows, pero nunca con amigas.  

–¿Cómo te considerás como amiga?

–Me considero muy amiga, y soy muy cuidadosa. No me gusta mucho preguntarles cosas. Cuando en los medios se habla de mis amigas famosas, jamás les pregunto. Soy reservada, espero que si quieren contarme. Le podés preguntar a cualquiera de mis amigos. Si alguno estaba pasando por un momento malo, le enviaba un mensaje todos los días, le contaba de mis perros y le decía que pasaba un ratito para decirles "te quiero".  

–¿Y quién te escucha a vos, Lizy?

–(Hace un breve silencio). El público. Me gusta mucho porque me escuchan siempre; recibo muchos mensajes de personas que vivieron lo mismo o algo muy parecido. Yo tengo una gran fascinación por hacer entender que no somos tan distintos entre las personas. Si escarbás, tal vez la historia puede ser diferente, pero no totalmente distinta.

A mí me gusta mucho conectarme con los demás. Mirá, tengo una teoría que es solo mía, porque nadie me lo dijo: pienso que la clase muy muy baja y la muy muy alta son muy parecidas, a pesar de que desde lo material parezca otra cosa. Después de conocer personas de clase alta me di cuenta de que los hábitos y las formas son similares. Siento que hay un gran esfuerzo aspiracional por ir arriba y un temor por no bajar que los igualan. Los trabajadores, los que tenemos pero no tenemos demasiado, estamos en una lucha constante por no caernos y seguir creciendo.

–¿Y qué pensás del presente que vivimos como sociedad?

–No me gusta debatir estas cosas porque siento que el debate debe ser extenso. Desde mi manera de ver, todo puede ser muy relativo. Por otro lado, lo que sí noto es que todo el mundo cree en la libertad de que todos seamos iguales, siempre y cuando sea como piensa esa persona. Y somos egoístas de esa manera. Crecimos un montón como sociedad, pero somos egoístas. A veces hablo con mis amigas esto…

Esto de que la libertad de otro termina cuando empieza la mía no es así: las libertades son libertades y son infinitas. Después, con los valores que se cosechan en la familia se empieza a regular el respeto. No puedo hacer cualquier cosa si jodo al otro, pero no es que no tengo la libertad de hacerlo. Podés hacer lo que quieras y tenés que saber cuáles son las consecuencias. Pasa que muchas veces no las queremos pagar. Nada es gratis. El aire tampoco lo es; para tomar aire tenés que largar el que tenés. Son mis fantasías y mis boludeces que me pongo a discutir.

–Todos cuestionamientos interesantes…

–Me gusta cuestionar todo para buscar respuestas. La gente se queja si la multan porque está en doble fila, pero qué pretenden, si están jugando con la suerte. ¿Sabés que otra cosa me pasa seguido? Voy de acompañante de alguien que, mientras maneja y sigue el GPS, habla por teléfono. Entonces, se le cruza alguien y enseguida dice: “Por forros como estos, te matás”. Siempre vemos el error en el otro.  

Lizy Tagliani
Lizy Tagliani cuenta que apenas empezó ser famosa se levantaba en medio de la noche "con la sensación de que algo mal había salido. Era una angustia tremenda". Y agrega: "Elizabeth Vernaci me hizo dar cuenta que yo sentía que no me merecía lo que me estaba pasando. Esa charla me cambió y empecé a trabajar mucho en eso".

–¿Cómo sos con vos misma? ¿Piadosa o exigente?

–Muy exigente. No me gusta que me repitan las cosas dos veces. Si alguien me remarca algo que me dijo, lo siento como una falla. Mi debilidad es esto de cumplir. Y eso que mi mamá siempre me decía que más que con el resto, había que cumplir con uno mismo. A pesar de eso, no lo pude asimilar. No sé si es un trauma, pero me gusta cumplir con el otro. Hacer lo que le hace bien al otro.

La culpabilidad, su vida simple, sus únicos lujos y la intimidad con sus amigos

–En ese aspecto, pesa una cuota de culpabilidad?

–Gran punto lo que decís. A pesar de lo hermoso y del gran amor que siente la gente, la fama, el éxito, llenar los teatros, tener programas exitosos, me ha pasado de irme a dormir y despertarme con la sensación de que algo mal había salido. Que había hecho algo mal. Era una sensación de una angustia tremenda. Y empezaba a mirar desesperadamente las redes, las noticias, Google, todo.

Un día la llamé a Elizabeth Vernaci, con quien tenemos charlas largas y profundas, y ella me dijo que yo sentía que no me merecía lo que me estaba pasando. Que me preguntaba por qué me había tocado a mí el éxito. Y es cierto, pensaba: “Si somos un montón los que estábamos en la villa y éramos pobres. Si son un montón las chicas trans sin laburo, que quizás están sumergidas en la tristeza”. Pensaba que ni era tan buena ni tan capaz para lograrlo. Con esa charla me cambió mucho todo. Empecé a trabajar en eso y disfruté muchísimo más.

–Tu mamá no pudo conocer a la Lizy popular, ¿qué pensaste acerca de eso?

–Mirá, hasta los 44 años, cuando me hice conocida, me las rebusqué. Intentaba hacer la contaduría lo mejor posible y crecer de a poquito. Mi mamá falleció en 2011 y en 2014 tuve el golpe de suerte. He pensado por qué justo se muere cuando empiezo a cumplir cosas que a ella le encantaban, como viajar. Ella tenía el sueño de conocer Mar del Plata. Me daba culpa tener de más. Después descubrí que ella lo disfruta y que siempre está su energía. Me amigué con eso.

–Siempre nos acompañan desde otro plano, ¿no?

–Siempre. Además, mi mamá seguro estuvo pinchando mucho para que todo esto suceda, habrá pedido: “Vayan a ver a mi hija”. Seguramente se le habrá metido en sueños a Yankelevich (Gustavo), a Del Moro (Santiago)… a todos (estalla en una carcajada).

–¿Cómo es tu vida hoy, con la tranquilidad del deseo cumplido?

–Tengo una vida simple. No es que soy millonaria, simplemente tengo una posición diferente a la que tuve toda la vida. Trato de ser austera, pero no soy tacaña. Soy muy desprendida de lo material ni especulo con eso. Mis lujos más grandes son los perfumes y los autos. Y no tengo berrinches.

No porque tenga dinero me voy a ir a comer un pez globo del Océano Índico. Sigo comiendo lo que como siempre. Lo único es que ahora siempre tengo para pagarme las cosas y no tengo que decir que no puedo porque no tengo plata. Tengo una casa hermosa (N.d.R: en El Pato, localidad del partido de Berazategui, en el Gran Buenos Aires) y no me desespera que salga en las revistas. De hecho, la mayoría de las cosas que tengo son las que me gustaban de la casa donde trabajaba mi mamá.

–¿Qué cosas de ese momento elegiste conservar en tu hogar?

–La puerta de la casa que me compré es la puerta de toda la vida. Otras cosas son los pisos de mosaico en el baño y las cortinas rojas de antes, de esas en degradé, tipo muy 80’s. Es muy disfrutable todo y me gusta que se use todo; no tengo nada escondido.  

–¿Cómo recibís ahí a tus amigas de toda la vida?

–Compartir con mis amigas me encanta. Muchas de mi infancia, que estaban bien antes, vienen y las agasajo. Seremos ocho en total.

–Me decías que no te gusta cocinar, ¿cuando sos la anfitriona tampoco?

–¡Tampoco les cocino! (Risas). Mi marido prepara asados y les hace todo. Ellas por lo general traen sus platos. Por ejemplo, una trae una torta espectacular para el mate, otra un turrón alemán. Valoro mucho esos gestos porque no es que vienen a “vivir” de la casa de la famosa. Cada una aporta. No me gusta la gente que especula o es abusiva.

Lizy con algunos de sus amigos, la Negra Vernaci, Marley y Humberto Tortonese
Lizy con algunos de sus amigos más íntimos, la Negra Vernaci, Marley y Humberto Tortonese, con quienes integran "El Bloque", un hilarante grupo de WhatsApp en el que se viven "defenestrando" entre sí. En la foto de archivo, de 2018, posaban con Flor Peña y su marido, Ramiro Ponce de León.

–También tenés grandes amigos del medio.

–Sí, tengo grandes amigos: Wanda (Nara), Karina La Princesita, Marley, Humberto (Tortonese), Betular (Damián) y la Negra (Vernaci). Te cuento algo, con los últimos cuatro tenemos un grupo de WhatsApp en el que es necesario tener la autoestima muy bien colocada (Risas).

–¡¿Por qué?!

–Porque nunca nos decimos nada lindo; por el contrario: nos defenestramos. Y yo también, eh. Alguien dice que se compró un auto, entonces saltan barbaridades y cosas feas con cualquier tema.

De la adopción y sus deseos de maternar, al pasado cruel que vivió, en el que nunca se sintió infeliz

–¿Con temas serios también?

–Sí. Te cuento mi ejemplo para no exponerlos. Entro al grupo que se llama El Bloque y escribo: “Chicos, ya salieron los papeles para la adopción. Salió todo muy bien y estoy emocionada”. Y enseguida, en el tono del grupo, cayeron todos mensajes tremendos, y nos terminamos riendo mal. Qué feliz que me hacen: nos bajamos del pedestal unos con otros.

–Muy necesario entre amigos.

–Re importante, es súper sano. Ojalá todo el mundo tenga un grupo así. A veces te creés algo de tal manera que terminás anulando el pensamiento del otro.

–Deslizabas lo de los trámites de adopción. ¿Cómo sigue todo?

–Muy bien. Queda esperar, nomás; ya están los trámites hechos. Si en dos años no pasa nada, hay que volver a presentar todo.

–¿Cómo te imaginás como mamá?

–No tengo ni idea. Lo que sí es que no tengo la necesidad de ser mamá, por eso es por adopción. Tampoco sé como explicarlo, y no tengo la fantasía de la típica mamá. Quiero acompañar a una criatura en su desarrollo y brindarle una familia. No me importa si me "amiga", "Lizy" o "travesti".

Quiero que sepa que con Sebastián (Nebot) somos su familia. Si me llama "mamá" sería maravilloso y no aguantaría la felicidad, pero no tengo la necesidad. En estado de adoptabilidad, los chicos no sé si tienen el concepto de mamá. Vienen asustados con ese término y son dolorosas las palabras en esos casos. Que salga por voluntad de él o ellos, sin son más hermanitos.

"Estoy muy orgullosa y contenta con el paso que acabamos de dar", decía Lizy en 2023 tras su casamiento con Sebastián Nebot. Hoy los embarga un nuevo objetivo: quieren adoptar y brindarle una familia a "un chico o un grupo de hermanitos".

–Buscar simplemente dar.

–Sí, darle a alguien más. No es para mí, es algo para otro. Siento que lo voy a disfrutar mucho. Es un amor muy grande que hay que proteger y educar con responsabilidad. Después, bueno, sí tengo mis fantasías. Ya tenemos destinado el colegio, que es del Estado, y nos imaginamos que nuestra perra Canela los lleva hasta allá. Pero es un desafío, no vienen sólo con las cosas lindas los hijos (Risas).

–Si tuvieras que explicar a tu manera por qué sentís que sos tan querida, ¿qué dirías?

–No sé qué vibra toco para que la gente me quiera tanto y sea tan respetuosa. Algunos me dicen que por la humildad o me remarcan que no me olvido del pasado, pero honestamente no lo sé. Igualmente, así como yo no me olvido de dónde vengo, entendamos que hay gente que para ser feliz y sanar tiene que dejar su pasado atrás y no volver nunca más.

–¿Qué significa para vos tu pasado?  

–A pesar de haber tenido un pasado muy cruel y muy pobre, lleno de aberraciones, nunca tuve la necesidad de borrarlo. Cada día, cada minuto, ha sido un poco mejor. Pienso que cuando alguien nace ahogada debajo del agua, una bocanada de aire te da la fuerza para salir. Pensá que también hay mucho dolor en quienes respiran pero después viene alguien más y los ahoga.

–Y los momentos crueles que viviste, ¿también los revisitás mentalmente?

–Sí. Sé todo con nombre, apellido y lugar. Pero no de un modo traumático. Mi mamá ha sido sabia, pero puedo decirte que nunca fui infeliz, incluso en medio de esas tormentas. Me di cuenta a distancia de lo que pasé. A veces pienso cómo pudimos aguantar todo eso mi mamá y yo. Pero era parte de la realidad.

–Y has tenido entereza para reponerte de todo.

–Vengo de una familia muy fuerte y muy resiliente. Es una gran herramienta poder revertir las situaciones. Pero también hay que tener con qué.

Fotos: Alejandro Carra

Material audiovisual: Rocío Bustos

Agradecemos a Telefe y muy especialmente a Julieta Abusier

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