Enviada especial a Punta del Este
Verónica Perdomo está en un momento único, disfrutando de la crianza de sus gemelos, Felipe e Iñaki, en Punta del Este, Uruguay, donde vive gran parte del año junto a su pareja, Adrián, con quien ya lleva 11 años y conformó la familia que siempre soñó.
Su vida cambió radicalmente en varias oportunidades, como en 2009 cuando sufrió un accidente cerebro vascular que la puso a prueba como nunca antes o aquella tarde por los años 90 en la que llegó de casualidad a un casting para un programa de Nico Repetto y resultó elegida para ser parte del staff estable de sus bailarinas.
“Jamás pensé en estar en la tele, ni en un desfile, nunca tuve ese deseo demasiado grande de ser famosa”, le cuenta Vero, tal como la llaman sus amigos, a revista GENTE en una cálida tarde de verano desde la intimidad de su casa esteña.
Y recuerda: “A mí me encantaba bailar y actuar. Quería cambiar el mundo, hacer teatro. Era muy joven, estudiaba danzas desde los 6 años y esa era mi vocación pero cuando tenía 8 años me presenté en el Teatro Colón y no me aceptaron. Me dijeron que era muy alta y que iba a tener muchas lolas, literal”.
“Mis padres siempre me decían que del baile y el teatro no iba a encontrar trabajo y por supuesto que yo les creí y empecé a estudiar. Soy docente de educación especial, estudiaba locución y trabajaba de eso”, explica en ese sentido.
-Sin embargo seguiste perfeccionándote en otros estilos de baile y hasta te animaste al modelaje y la actuación.
-Sí, así fue como llegué a esa prueba de Nico. Estudiaba teatro y un profesor me avisó de un casting para una novela pero cuando llegué vi una fila inmensa que era para ese programa de juegos. Me dijeron que buscaban bailarinas y como yo también lo era, una chica me prestó los zapatos y la ropa. Cuando entré estaba Nico y me dijo: ‘Sí, dale, vos vení’. Y en dos minutos estaba bailando ahí. Moraleja: las oportunidades llegan cuando una menos las espera pero hay que estar preparada para eso, estudiar, formarse.
Después de esa primera oportunidad en televisión llegaron muchas más y Vero no sabía decirle a ninguna que no. “Siempre cuidé mi cuerpo, siempre comí bien, hice gimnasia, baile, pero no cuidaba mucho el cerebro porque estaba pasada, estresada, angustiada”, observa con atención.
Y aclara: “Por ese entonces me estaba separando de mi primer marido, me había casado muy chica, a los 24 años y no sabía nada del mundo. Pensaba que era casarse, tener hijos y ya está. Pero me faltaba toda la vida y tapaba todos los problemas con más y más trabajo”.
Fue allí cuando Vero tuvo el ACV que le produjo un cambio radical en su vida. Entonces ella encaró una importante rehabilitación para poder volver a hablar, caminar y bailar, entre otras cuestiones.
-Que valioso tu cuerpo, ¿no? Te dio una carrera, dos hijos sanos y hermosos y cuando quizás pensaste que te iba a soltar la mano, se recuperó de una manera inexplicable.
-Sí, todavía creo que es una bendición de la vida. Y también digo que siempre me cuidé y eso creo fue primordial para mi recuperación. Pero otra cosa no menos improtante es poner en palabras lo que nos pasa: ir a terapia, exponer nuestros sentimientos, lo que sea pero sacar lo que nos atraviesa... Yo sabía que estaba mal, pero no me cuidaba, seguía, seguía, seguía y eso no es sano.
La afasia (trastorno de la capacidad del habla) es la única secuela que a Vero le dejó el ACV que sufrió hace 15 años pero eso no le impidió volver al ruedo y este año, pese a todas las inseguridades comúnes, ella volvió a conducir y está próxima a debutar en nuevo ciclo de streaming.
"Era muy importante volver a conducir. Creía que por mi afasia no iba a poder hacerlo y pude", le confiesa la artista a GENTE en esta charla amena y destendida desde su casa de Uruguay, país que la cobijó durante la pandemia y ella eligió como su lugar de refugio no sólo para vivir, sino también para criar a sus hijos.
"Acá la vida es más relajada. El trabajo de mi marido nos trajo a Uruguay y la tranquilidad que me dio la naturaleza, estar conectada con la arena y el mar hizo que me quede en Punta del Este. No obstante, no podría hacer nada de todo lo que hago si no recibiría la ayuda de mi familia. Desde mi hermana, quien acaba de ser madre, hasta Adrián y quienes me acompañan a diario", indica al respecto.
"Ahora estoy con muchas ganas de hacer un montón de cosas y de repente me doy cuenta que como los nenes me demandan más de lo que yo pensaba tengo que ir de a poco. Además de que la maternidad es algo que disfruto y la paso súper", aclara con una enorme sonrisa en su rostro.
"Iñaki y Feli todavía usan pañales y es un momento muy demandante. Encima es todo por dos y yo tengo un sólo cuerpo pero aprendí a no ser tan exigente conmigo misma y ahora resulta mejor de lo que yo pensaba. Ser mamá de gemelos es como un doble amor", concluye emocionada.
Fotos: Chris Beliera
Agradecimientos: PUBLIE Uruguay y Lola Gattinoni.