La guionista, autora de cuatro obras de teatro y modelo “para pagar las cuentas”, en pareja con Sebastián Ortega desde hace más de cinco años, cuenta que recién ahora “está en eje con lo que siempre soñó”. Decidida a trabajar detrás de cámara, brilla en la caracterización de personajes de la serie El marginal (TV Pública).
Que sea la primera dama de Underground no significa que no haya empezado como asistente de producción (en Un gallo para Esculapio) o que ahora sea la responsable de la caracterización de personajes de El marginal 3 sin haberse ausentado ni un día en los rodajes, la gran mayoría en el tercer cordón del Conurbano, a la intemperie y trabajando a destajo para lograr ese efecto desgastado que tienen las prendas a pedido de Sebastián Ortega (44), su exitoso novio, a quien Telemundo le acaba de comprar la compañía que fundó en 2005.
Carla Moure (29), quien factura como modelo desde los 17 (filmó un comercial con Orlando Bloom, por ejemplo), es guionista (estudió con Javier Daulte y Mauricio Kartun) y autora de cuatro obras de teatro, cuenta cómo es trabajar y dormir con su jefe (“alguien que convierte en oro todo lo que toca”) y de cómo su calle y su sentido de la realidad (nacida en una familia de clase media baja) le permite tener más herramientas para darles verosimilitud desde el look and feel a personajes como Diosito.
–¿Cómo influyó tu historia para entender a los personajes de El marginal, que tienen una realidad específica?
–Como vengo de una clase media baja, los personajes me generan otra empatía. Mi mamá era azafata y mi papá despachante de aduana, pero mi abuela era empleada doméstica, y mi abuelo, mozo. Donde nació mi mamá, en José León Suárez, hoy es una villa. Al haber sido criada por una familia de laburantes y con una madre que se separó cuando yo era bebé, puedo entender aún más la realidad de algunos personajes. Por eso, las referencias visuales son basadas en gente de la calle, y vamos a las villas a investigar detalles específicos. Y también hay licencias que nos tomamos, que ya vienen marcadas desde el libro, como el artista de cumbia que entra a la cárcel vestido con la ropa del show porque lo detuvieron a la salida de la bailanta.
–¿Qué opinás acerca de cuando, aun siendo ficción y existiendo series como Vis a vis y Orange is the new black insistan con la romantización de lo marginal o de la pobreza?
–Es ficción, como dice Sebastián. Se intenta tomar lo más verídicamente posible a la realidad, pero esto hay que apreciarlo como lo que es, una historia de ficción. Entiendo que los ortodoxos reclamen determinadas cosas, pero bueno, desde el vamos ya sabemos que en una cárcel no hay una cámara. Por ejemplo, en Instagram hay posteos que dicen: “La gente que está en la prisión se viste mejor, porque ahí parecen parias”. A mí me da ternura y les mando corazones, pero Sebas nos tiene muy cortas con el hecho de que las ropas estén bien sucias, porque eso les aporta otra textura. Lo que es poco creíble es que tengan los uniformes inmaculados como en Vis a vis. Esas cárceles no existen ni en Suiza.
–Esas mismas miradas que critican tampoco tienen en cuenta que por la historia familiar, Sebastián es hijo de alguien como Palito, que creció en la pobreza.
–Tal cual, ahí se pierde de vista que viene de una familia de artistas, no de una de empresarios. Ellos vienen muy de abajo y después les fue muy bien. Pero Palito no deja de ser un chico que nació en la villa de Tucumán. Su historia es tremenda, no tenía para comer y cuando apenas llegó a Buenos Aires dormía en un banco de la plaza de Retiro. Es un genio.
–¿Y cómo es tu relación con él?
–Ramón es un amor. Y súper dulce, igual que Evangelina. Ambos son muy generosos con su familia. Muy padrazos, tal cual como uno puede tener una imagen: súper protectores para bien, contenedores. Además, sus hijos hicieron sus carrerones por separado y a todos les fue muy bien.
–¿Cómo es tu amor como jefe?
–Él es el que termina de decidir todo, pero no tenemos un contacto diario. Por lo general yo estoy en rodaje y él no. Yo no puedo faltar en las filmaciones, porque en “El margi” son cien mil personajes y hay que estar, porque los pingos se ven en la cancha. Pero Sebas, por más que tiene un equipo en el que confía, es muy obse y si ve en plano unas zapatillas muy blancas me manda captura de pantalla reclamándomelo.
–¿Te gustaría tener hijos?
–Sí, pero no ya. No sé si me veo como madre. Siempre dije que no quería serlo antes de los treinta. Pero bueno, también tengo decidido que a los 33 congelaría óvulos en caso de que a esa edad no pudiera, sobre todo porque eso lo viví con amigas más grandes que se han colgado con lo del reloj biológico y sé que no es muy fácil la etapa de fertilidad asistida y es preferible evitarla.
–¿Qué compartís con los hijos de Sebastián (N.d.R.: fruto de su relación con Guillermina Valdés)
–Me llevo muy bien con todos. Me involucro hasta donde sé que debo hacerlo, sobre todo porque yo también vengo de padres separados desde que nací. Por eso aprendí desde chica hasta dónde tengo que ejercer mi lugar y hasta dónde es responsabilidad cien por ciento de los padres. Pero me encanta acompañarlos y escucharlos. Charlamos mucho y siempre que pueda interceder, lo hago. Con el que me siento más confidente es con Dante, el más grande. Es divino.
–¿Cómo te llevás con los prejuicios por haber trabajado con tu belleza y ahora con tu intelecto?
–A la gilada, ni cabida. Yo realmente necesitaba salir de la aprobación estética sobre mi cuerpo en mi carrera como modelo e imponer mis ideas. Ésa fue mi lucha y me costó mucho encontrar mi verdadera vocación. Recién ahora me siento en eje con lo que siempre soñé.
Por Karina Noriega.
Fotos: Gentileza Andrés Francov.
Estilismo: Bella Morosi.
Pelo: Maia Rohrer. Make up: Solange Perkes.