Ana Paula Dutil ya no es la modelo que en los 90 posaba y conquistaba pasarelas, tampoco la mujer de Emanuel Ortega, ni la ama de casa y madre perdida en una casa en Coral Gables en Miami. Ahora es la decoradora de interiores que sueña con viajar por el mundo. También es la mamá de Teo, Noé, Bautista e India, la hija no mirada de una mujer con depresión y problemas con el alcohol (que sigue sin asumir) y la persona que se anima a hablar de los momentos más oscuros, esos en los que no eligió la vida.
Tres veces tomó la determinación e intentó suicidarse; dos en Miami y una en Argentina. Tres veces despertó y buscó una explicación: por qué no había funcionado. Ahora agradece poder estar sentada en el estudio de Santos Dumont y estar hablando con Revista Gente. Se da cuenta de que algo de lo que pasó tiene que ver con todo eso: ¿quién era ella? ¿dónde estuvo todo este tiempo? Todas esas Anas conviven en una. No está más sola en una simpática casa prefabricada en Estados Unidos preparando las luncheras y teniendo todo impecable, tampoco montada con vestidos brillantes en una pasarela.
Ahora sabe. Quiere posar más relajada y hablar sin tiempos sobre quién es Ana Paula Dutil, una mujer que logró combatir sus propios demonios a base de nombrarlos. Ya lo dijo en el podcast Las pibas dicen (Blender), donde comparte aire con sus dos excuñadas (Rosario y Julieta Ortega) y ahora lo vuelve a repetir. "Hay que hablar de la salud mental y decir la palabra suicidio, porque es eso lo que intenté hacer". Con su metro casi 80, sus rulos salvajes y su risa contagiosa, elige un outfit "tranquilo" con el que se siente cómoda. Un traje negro con una remera y zapatillas. Se tira al suelo y sigue con simpatía las indicaciones del fotógrafo.
Pasaron 3 años de la última vez, y un poco más de que su burbuja terminara de romperse: la familia que había formado con Emanuel mutó. Ahora recrea algunos de esos momentos. La imagen de ella tirando cosas y llorando en la puerta de su casa mientras armaba la mudanza para volver a Argentina después de 8 años de vivir en Miami. El microsegundo en el que se enteró q∂e ue su ex, que estaba aún conviviendo con ella, estaba conociéndose con Julieta Prandi (su actual pareja), la charla que tuvieron después de su último intento de suicidio en la que él llorando le dijo frente a los dos hijos que comparten (Bautista e India) que si ella seguía así no iba a poder cuidarlos.
La lista podría seguir: la cara de su madre cuando le contó que no estaba bien ("Me dijo que volviera cuando estuviera mejor"), los dos camiones de mudanza en el puerto, su viaje con la ayahuasca (que va a volver a repetir) en el que terminó reencontrándose con Emanuel para darle a su vínculo un cierre ameno, sus amigas inventándole trabajo (como cuando Guillermina Valdes le pidió que decorara una habitación o su exsuegra, Evangelina Salazar, la incentivó para que refaccionara su casa). La vida en instantes.
Ahora acaba de lanzar Hablemos, un programa con el gobierno de la ciudad, para ayudar a todos aquellos con ideas suicidas. "Desde que conté mi historia me escribieron tantas personas que sentí que tenía que hacer algo". No es una terapia, sino charlas para alentar a la gente, para acompañarla y para que no se sienta sola.
-¿Qué recordás de tu niñez?
-Fue difícil, lo que más recuerdo son momentos difíciles. Fui una niña no observada y aprendí a no prestarme atención. Mi mamá es depresiva y y alcohólica, pero ella no lo reconoce todavía o sí, no lo sé bien. No tengo una muy buena relación con ella. Sí hablamos muy de vez en cuando. Mi familia es de La Plata... Mi hermano es más chico y cuando hace un asado un domingo, voy y ellos están, pero no es que nos vemos muy seguido, ni hablamos demasiado.
Siempre digo: es tan importante la niñez, si uno puede cuidar esos primeros años. En el colegio de mis hijos decían que el ser humano tiene períodos de siete años. Los primeros siete años son re importantes y los míos fueron muy difíciles. Tuve una madre que no pudo con ella, tomaba alcohol y nos arrastraba en sus locuras. El alcohol no te deja pensar.
-Tiene lo mismo que vos.
-Lo que pasa es que antes no se hablaba de los temas de salud mental. Cuando era chica recuerdo haberla ido a ver a mi mamá a una clínica, que no era un sanatorio, ni un hospital, sino que era un lugar de salud mental. A mí no me lo dijeron pero yo lo vi y eso quedó ahí.
-Cuando vos contaste tu historia, ¿ella se acercó?
-La primera vez que hablé sobre mi depresión fue en el podcast Las pibas dicen y no sé si ellos lo vieron o lo escucharon. Mi papá es un tipo que no sabe lidiar con estas cosas. Es más sumiso.
-Salió en todos los medios.
-Pero nunca me dijeron nada. Sí me pasó que cuando estuve muy triste no hablaba muy seguido con ellos y tampoco comunicaba por teléfono lo que me estaba pasando. Hice un esfuerzo por ir a contarles para que ellos sepan que no estaba pasándola bien y mi mamá no pudo conmigo, me dijo: "Volvé cuando estés bien". Y eso me dolió mucho. Hablando con mi terapeuta, me dijo que no era el momento para acercarme porque yo necesitaba otra cosa. No la culpo, entiendo que es así y ahora siento que estoy mejor parada y es tiempo de acercarme.
-¿Y tu hermano?
-Mi hermano fue uno de los que me internó cuando yo tuve el intento de suicidio acá en Argentina. Julieta (Ortega) lo llamó y fue a mi casa y me internó. Después me acompañó cuando yo hacía internación ambulatoria. No podía estar sola porque era un peligro para mí misma y hay que controlar la medicación. No podés tener medicamentos vos. Él estuvo muy presente. Así como en otras ocasiones fue Emanuel, como ya estaba separada, le tocó a mi hermano.
-Hablando de la separación de Emanuel, ¿es verdad que te reencontraste con él en una ceremonia de ayahuasca?
-Sí, se supone que cuando vos tomás la planta intencionás, te dan el vasito y vos ponés una intención en esa planta. Yo le dije que quería información y desatar nudos y cosas. Y sí, me pasó eso. Como que hubo un momento con él donde nos pudimos encontrar, porque uno cuando se separa, al principio, hace un poco las cosas mal... Nosotros tendríamos que haber terminado la relación mucho tiempo antes y se hizo como se pudo y hubieron cosas que le dolieron a cada uno... Hoy estamos bárbaros y nos perdonamos, pero en esa toma yo entendí la transformación del amor: hoy somos familia y ese amor está, aunque es distinto al de cuando éramos pareja.
-Te dejó más en paz.
-Sí, porque cuando uno comparte tantos años con alguien, yo creo que tiene que cerrar bien ese ciclo. Me pasó lo mismo con Fernando (el papá de sus hijos Teo y Noé, de 28 y 27 años respectivamente), con él estuve menos tiempo. Esa historia se merecía un buen cierre y yo lo hice así... ¡con una planta!
-¿Le contaste a él?
-No, no lo hablé con él. No sé si sabe que tome ayahuasca. Creo que no.
-¿No era muy de experimentar?
-No, es muy sensible y espiritual pero no es muy compañero de esas cosas.
-De repente, te separaste... ayahuasca. Estás liberando tu costado más hippie.
-Puede ser, es verdad. Lo que me pasa también es que digo: "Tengo 53 años, hay cosas que siempre quise hacer y no las hice...". Ahora las estoy haciendo: hace poco me tiré en paracaídas.
-Sacaste la lista de pendientes.
-Sí, quiero ir a la cancha de Boca, a la hinchada, a la 12. Mi hijo me dijo que ahí no puedo ir, que va a ser muy difícil, pero tengo una amiga que va siempre, así que me va a llevar. También viajar. Me gusta mucho viajar. Cuando económicamente esté más estable y esté más armada, lo haré. Yo no tenía ahorros ni nada porque no trabajaba antes.
-¿Te arrepentís de haber dejado de trabajar?
-No está bueno para mí. No porque el otro me haya reprochado o reclamado nada en absoluto, sino porque hoy veo que voy y hago lo que quiero y deshago. Esa independencia económica te da libertad. Más en una personalidad como la mía. No es que me lo ponía a pensar y decía dejo todo por la familia. Hay gente como Evangelina (Salazar) que dejó toda su carrera y se dedicó a su familia y hoy está barbara. No es mi caso.
-También debe ser complejo eso de separarte y quedarte sin nada.
-Terrible. Yo creo que todo eso que me pasaba de angustia y de no saber cómo iba a ser mi futuro y la separación y el duelo, la mudanza... Todas las cosas que se fueron metiendo en la ensalada me terminaron de hundir. Pero esa sensación de que no tenés esa independencia es re importante para mí. Consejo para las mujeres que están empezando una relación: no dejen su trabajo. Hay que laburar afuera y laburar adentro de la casa. Compartan todo: la paternidad, la maternidad y los dos laburen. No hay que dejar todo por la familia.
La depresión y la soledad en país extranjero
Más allá de reconocer que siempre hubo en ella algo que sentía que no estaba bien, como eso de no sentirse "observada", hubo en los tiempos en que estuvo en Estados Unidos, a donde viajó por un proyecto de su expareja ("A Emanuel le encanta Miami, hizo el colegio allá. Teníamos que viajar sí o sí para que nos dieran la residencia"), un vacío que no pudo llenar. Se concentró en tener la casa perfecta y en organizar la vida de sus dos hijos menores (los mayores quedaron en Argentina, algo que contribuyó a que no se adaptara del todo). En ese camino se olvidó de ella. No hizo relaciones, no salía de la casa y Emanuel que, según dice, es más ermitaño todavía, estaba metido en su estudio, trabajando todo el día. Tenía su mundo y ella no. La brecha entre ellos se fue haciendo segundo a segundo más grande y también pasó lo mismo con su depresión.
Después decidieron separarse justo cuando estaban por volver. Él tenía un proyecto en Argentina y la idea era volver como familia, pero en el camino la cosa cambió. A la vuelta, Ana no podía comer de la angustia y tuvo una recaída.
-Más allá de separarte o no, había en paralelo algo tuyo que no estaba fluyendo.
-No estaba haciendo nada por mí, no me estaba alimentando el alma. Estaba alimentando a los demás pero conmigo no estaba haciendo nada.
-Quizá algo de esa vida en Miami no te cerró.
-Me costó Miami. A pesar de que me encanta la playa, y el mar es mi lugar en el mundo. Me encerré mucho en mi casa y me dediqué a mi familia. Soy luna y ascendente en cáncer, me encanta el hogar, cocinar, que esté todo en su lugar. Teníamos la típica casita, nada lujoso, los chicos iban a un colegio Waldorf bárbaro. Fueron pasando los años y creo que hubo un vacío en mí, en Anita persona, no por las familia sino porque no estaba haciendo nada para mí. Yo lo elegí, pero creo que no fue lo que más feliz me hizo. Ahora veo que me faltaban las amigas, hacer cosas afuera de la pareja.
-¿Es difícil socializar siendo extranjeros en otro país?
-Hay muchos argentinos allá que están muy armados y tienen sus amigos y yo nunca hice relaciones. Y sé de mucha gente que vive que podría haberme cruzado y no. Creo que fue mi personalidad que hoy ya no soy así pero me metí para adentro y Emanuel es más para adentro que yo. Pero él tenía su mundo. Yo no lo tenía, pero no porque nadie me lo haya impuesto, yo elegí esa vida de mamá.
-¿Con tu otra pareja también te había pasado algo parecido?
-Sí, yo era igual.
-¿Sos medio Susanita?
-Sí, soy eso. Ahora creo que no. Mis hijos ya están grandes y como que entendí que no todo pasa por ahí. Igual mi tarea creo que está cumplida, a pesar de que hubo muchos errores.
-En el momento que finalmente asumís que estás deprimida, cuando entendés que hay algo que no está funcionando bien, ¿el matrimonio estaba terminado?
-En realidad, yo no asumía que estaba deprimida porque no estaba diagnosticada con depresión en ese momento. Antes de que tomemos la decisión, la pareja se venía apagando hacía años.
-¿Sentiste que se acabó el amor?
-Sí, se había acabado el amor. En un punto éramos hermanos. Ya no compartíamos mucho, porque al estar tanto tiempo juntos sin ninguna actividad fuera de mi casa no había encuentros. Creo que no haber tomado la decisión a tiempo, por esos miedos terribles que no te dejan avanzar (estaba en otro país, no quería que mis hijos se quedaran sin esa familia porque para mí la familia era lo más importante) fue algo malo.
-En el momento en que deciden separarse vos no estabas bien, ¿no te pareció que él te estaba abandonando?
-No, nunca lo sentí así. Él estuvo muy presente acompañándome. Yo tuve dos intentos de suicidio estando en Miami y él estaba ahí.
-¿Estaban juntos todavía?
-Sí. Nosotros nos separamos y él a los dos meses se volvió para acá. Nos quedamos conviviendo un tiempo separados en la misma casa. Él en un cuarto y yo, en otro. A los dos meses se vino para Buenos Aires pero ya estaba en pareja con Julieta.
-¿Ya estaba con ella?
-Eso es algo que hablamos mucho con mis amigas: los hombres no pueden estar solos, no saben estar solos. No hay que generalizar, pero se enamoró. En el momento me dolió, no voy a decir que no, pero hoy lo entiendo. Encontró un nuevo amor y le pasó eso. Esas cosas te suceden. Fue difícil, pero pasó por suerte. Me costó, me dolió, pero sabés, ¿qué me dolió más? Eso de saber que cerró una puerta y y enseguida abrió otra. Creo que fue mi ego el que estaba dolido.
-¿Él te lo contó? ¿Cómo fue esa conversación?
Sí, estando allá. Fue doloroso y ahí fue cuando le dije que se fuera. Estábamos en casa conviviendo todavía y me dijo: "Pero, ¿estás segura? Está la mudanza". "Prefiero que te vayas". Se fue y ya después nos encontramos acá, separados completamente y rearmando nuestras vidas. Creo que cuando me contó estábamos en el living de casa. No me acuerdo exactamente. Me dijo: "Estoy conociendo a alguien". Le digo: "¿quién es?". "Julieta Prandi".
-¡Encima!
-Y bueno, es que es el mundo donde uno se mueve. Yo la otra vez escuchaba a alguien decir de otra persona: "Nunca un carnicero".
-¿Hacías terapia?
-Sí, con Gisela (trabaja con ella en el proyecto Hablemos). Ella siempre me recuerda que la llamé porque me quería separar. "Necesito que me ayudés a separarme", le dije. Pero no porque fuera un infierno mi vida, no lo era. Cuando estás demasiado tiempo con la misma persona y no pasa ya nada... Yo insistía porque para mí era como: "Esto tenía que funcionar". Creo que los dos teníamos esta cosa de la familia y de tratar de mantener.
Cuando el plan no funcionó: cómo es despertar después de un intento fallido de suicidio
Las tres veces que lo intentó suicidarse sin éxito sintió lo mismo: por qué sigo acá. Hoy, en retrospectiva, agradece que no funcionara y poder disfrutar de la vida. Pero para llegar hasta acá tuvo que atravesar las tinieblas. El enojo de sus hijos, la culpa, la negación. Y también entender que eso que odiaba de su mamá, un poco es en lo que se refugió. "Tomaba alcohol para no pensar. No nos llevábamos bien el alcohol y yo. Tomaba hasta desbordar, capaz que una botella de vino entera en muy poquito tiempo. Me pasaba el día en la cama, no me bañaba. Era todo un desastre", recuerda.
Y suma: "Sacaba lo peor de mí el alcohol. Más allá de que yo lo tomaba para dormir y para marearme y no pensar, porque la invasión de pensamientos negativos era tan terrible que necesitaba apagarme".
La primera vez que quiso suicidarse estaba en Miami. Al recordar esos tiempos, Ana cambia la voz y caen algunas lágrimas. "La depresión te quita la voluntad, cuando es muy profunda te quita las ganas de vivir", dice. Y asegura que cualquier cosa la desestabilizaba, le daba inseguridad y "no elegía la vida".
"Yo quería que sucediera, estaba convencida, quería morirme. Pero no investigué cómo porque no quería que quedara en el buscador y que alguien se enterara", cuenta. Y asegura que pasaron cosas puntuales que no quiere mencionar porque son muy íntimas aunque "nada que justificara esa decisión".
"Hay algo de mucha inseguridad mía por las cosas que mi madre no pudo hacer conmigo. Siempre estuve buscando en el otro, haciendo esfuerzos. Pensaba que para ganar el amor del otro había que hacer un esfuerzo", explica. Ella pensaba que la iban a querer si "hacía más de lo que tenía que hacer".
-¿Qué pensaste cuando te despertaste?
-Me quería morir. Pensé: "Estoy de vuelta acá". Escuchaba gritos en la puerta. Estuvieron mucho tiempo golpeando y yo escuchaba pero mi cuerpo estaba dormido. Había tomado un montón de pastillas. Escuchaba ruidos, pero no podía hablar porque la lengua estaba totalmente dormida. Tampoco quería que supieran dónde estaba. Cuando logré darme cuenta dije: "No me salió", hoy digo: "Menos mal".
-¿Y cuándo viste a tus hijos?
-Eran chicos. Me fueron a visitar a la clínica, pero no sabían bien. Después cuando pasa esta última vez, ahí ellos ataron cabos y entendieron que esto había pasado en otras dos oportunidades. Esta vez sí supieron porque el día que pasó se enteraron. Mientras esperábamos para que me internen, mi hermano me dijo: "Sos un peligro para vos misma. Ahí se blanqueó, porque no se hablaba de estas cosas antes, pero ahí entendieron todo.
-¿Y cuál fue la reacción de ellos?
-Y... mucho dolor.
-¿Les pudiste pedir perdón?
-Sí, por supuesto. Les expliqué que la depresión es una enfermedad que empieza en el cerebro pero termina atravesando el cuerpo, porque te quita la voluntad, las ganas de vivir y no tenés empatía por el otro. Yo no registraba a mis hijos, ni el daño que les estaba haciendo porque no elegía la vida. Pido disculpas pero también les digo que hay que entender que uno no tiene todo, la gente te dice: "Mirá tus hijos", "tenés salud", "sos linda", pero la depresión no pasa por ahí, es una enfermedad.
-¿No pensabas en ellos cuando te venían las ideas suicidas?
-Es que para mí lo mejor era que yo me vaya. Sentía que era como una carga. No estaba dándoles nada positivo. Lo mejor que podía suceder era eso porque para mí ese estado iba a durar para siempre. Me cambiaban la medicación y no mejoraba. Por suerte caí con una mujer que me sacó. Hoy no tomo nada. Pero no volviendo a mis hijos, en ese momento donde los pensamientos son tan oscuros, lo mejor para mis hijos era no tener más a su madre.
La tercera vez que intentó suicidarse lo hizo más resuelta. Había vuelto a Buenos Aires, su matrimonio estaba terminado, su ex tenía nueva novia, no tenía trabajo ni ahorros. Lo pensó y planeó. Le dijo a Julieta Ortega que iba a ir a lo de una amiga porque ella vivía cerca y la monitoreaba de cerca. Pero sus planes eran otros. La actriz llamó una, dos, tres veces. Corroboró que su coartada era mentira y habló con el hermano, con Emanuel, con la policía. Tiraron la puerta y otra vez la mismo. Siguió la internación en plena pandemia que, según cuenta, no resultó para ella, aunque sí lo hicieron más tarde los medicamentos.
Fue ahí cuando las cosas cambiaron: sus hijos eran más grandes y Emanuel, después de que Bautista le contara que seguía tomando alcohol, fue a su casa, se sentaron los cuatro y le dijo: "No sé cómo ayudarte. Los chicos se vienen conmigo hasta que estés mejor". En ese momento, ella contestó llorando: "Si se van ellos me muero". "Me dijo que fuera con mis padres y ahí me hizo un clic". Emanuel, cuenta, lloraba de impotencia.
-¿Qué sentiste en es momento?
-Para alguien que no padeció la depresión es difícil de entender, te toma la cabeza y te toma el cuerpo. El cuerpo no te responde, no te acompaña. No hay voluntad ni de lavarte los dientes, no había nada y yo veía eso y qué mejor que el alcohol para evadir todo. Pero ese momento no me lo olvido. Me dijo: "Tus hijos están pidiendo ayuda, tenés que parar". Ellos vivían con miedo a que lo volviera a intentar. Mi hijo tenía una alarma en el teléfono para llamarme, para no olvidarse cada una hora. Por eso entiendo hoy lo que le pasa a Bautista y que todavía hay cosas que tienen que sanar.
-Hay algo de los roles invertidos.
-Tenían que ocuparse de su mamá, estar pendientes de su mamá y que su mamá no hiciera cagadas. Bautista me hizo una canción en la que me dice: "Mamá, cómo pensabas dejarnos". Teo está enojado, les mentí mucho tiempo y estando lejos fue difícil para ellos.
-¿Y los otros?
-Cuando me internaron, India se aferró mucho a sus hermanos. Ella estaba acá, armaron un grupo de WhatsApp. Bautista estaba en Miami, Teo, en Barcelona y Noé, en Los Ángeles, ella estaba sola, estaba viviendo con su papá. Había contención, pero había pasado esta cosa con su mamá que había intentado suicidarse, entonces fue muy doloroso para ella. Ella lo contó hace poco en el podcast dijo que quería hablar desde el lado de la familia y habló y contó que la pasó mal y que estuvo enojada conmigo y que tiene algo de enojo todavía. Hoy entiendo que esa herida que ellos tienen va a estar toda la vida. Lo que les digo es que hablemos todo lo que haya que hablar y que hagan terapia.
-Y ahora lo pensás en retrospectiva...
-No es algo que yo elegí. Estaba enferma... No los veía a mis hijos, no los veía, estaban ahí, sí, estaban ahí, pero no los veía.
El trabajo y los hijos, el secreto de cómo sanar
"Mis hijos me salvaron", dice Ana Paula. Además de la medicación, los amigos y el trabajo, el amor de los hijos fue lo más sanador. India tuvo que ejercer de madre de su madre y también fue una de las que insistió, les decía a las personas que se acercaban y se frustraban ante los intentos de sacarla de la cama y no podían: "No dejen de intentar".
Cuando llegó a Argentina, Ana se quedó entre cajas en su departamento. La casa estaba sucia, había un perro que nadie sacaba a pasear. "Era la dejadez absoluta en todos los sentidos", reconoce. Pero ahí estaban sus hijos intentando animarla.
"El entorno es tan importante", dice y cuenta cómo Evangelina Salazar, su exsuegra con la que tiene una excelente relación, le pidió que refaccionara su casa. Ella tenía muy poca experiencia pero aceptó el proyecto y se entusiasmó. Lo mismo hizo cuando Guillermina Valdes, amiga y ex concuñada, le pidió que la ayudara a convertir un cuarto en feng shui. "Le medicación me devolvió la voluntad", dice.
"Aquellos que se quedaron y que me siguieron insistiendo también me salvaron y hoy estoy donde estoy por todas esas personas. Guillermina, Julieta, Emanuel, mis hijos, amigos, la música, que para mí es todo", suma.
-¿Cuánto tiempo tomaste medicación?
-Un año y medio. Los psiquiatras van evaluando y te van sacando de a poco. Me sacó todo, tomaba mucho para dormir. Pensé que iba a ser difícil esa parte, pero sabía que estaba bien. Tenía la cabeza ocupada por pensamientos lindos, de trabajo, de creatividad y poder ver a mis hijos y ver qué necesitaban mis hijos.
-¿Y qué necesitaban?
-Lo primero que vi y que eso es algo que tengo que trabajar fue la culpa. Hicimos terapia juntos y por separado.
-¿Ahora en qué estás trabajando?
-Hace unos meses, no tenía trabajo excepto lo de Las pibas dicen, que estábamos haciendo. Ahora me salieron cinco proyectos juntos. India trabaja conmigo. Hay una parte mía, que yo no soy muy buena con la tecnología y demás, entonces ella está. Me arma archivos y carpetas para presentar a los clientes. Además va a los proyectos, está ahí, me ayuda con todo y también trabaja como modelo en multitalent. Le gusta el modelaje más que a mí.
-Hace poco contaste que Bautista se fue a vivir con el papá, ¿cómo llevás eso?
-Yo creo que le va a hacer bien estar cerca de su papá y un poco alejarse de mí. Bautista es el que más enojado está y me lo hace sentir con razón. Yo le pongo el pecho cuando a él le salen cosas de enojo, por cualquier cosa me puede decir algo feo. Solo escucho porque sé que tiene que sacar todo eso.
-¿Sentís que lograste sanar?
-Siempre fui muy para adentro, muy insegura, me costaba como salir al mundo. Padecí la pasarela, no me gustaba, no caminaba bien, iba encorvada. Ahora me expuse de tal manera también con algo tan íntimo, porque hay que tener agallas para plantarse y contarlo, pero me relajé porque era con las chicas. Hablar hace bien. Es el camino para sanar.
-¿Te imaginás volviéndote a enamorar?
-Sí, encontrar un compañero, si es más joven no me importa (Emanuel tenía 6 años menos). Busco alguien al que le guste viajar, cocinar (amo las lentejas, la pasta), leer, escuchar música. Tener sexo. Con el tema de la depresión se pierde ese deseo también. Mis amigas me regalaron juguetes.
Fotos: Chris Beliera
Make up y peinado: Sochi Herrara
Agradecemos a .Cardinal