Benjamín Vicuña (44) vivió un día soñado al presentar su debut como escritor en la Feria del Libro de Buenos Aires. A pura sonrisa, firmó ejemplares y se sacó fotos con todos los que fueron a bancarlo en este antes y después en su vida.
"Blanca, la niña que quería volar" está en el podio de las ventas de las librerías desde que salió. Ayer, en diálogo con Luis Novaresio en la sala Julio Cortázar de La Rural, exploró un poco más sobre este deseo concretado de plasmar en palabras el dolor que sintió con la repentina partida de su hija.
Las frases más fuertes de Benjamín Vicuña en la presentación de su libro
Benjamín Vicuña y Luis Novaresio rompieron el hielo y, durante la conversación que tuvieron frente al público, recorrieron todo el abanico de emociones que sintió durante estos años atravesando el duelo.
"El tiempo puede ser un gran aliado y a la vez un tremendo enemigo de los recuerdos. Acomoda las cosas, pero también las erosiona. A veces cuesta recordar con nitidez un tono de voz, una textura del pelo, una suavidad de las manos. Pero el tiempo también nos ayuda a sobreponernos de esa angustia, esas llamas, esa imposibilidad de llenar el vacío”, expresó con el corazón en la mano.
“El porqué del libro todavía no lo sé. Si sé para qué, que tiene que ver con ustedes, con el poder de la palabra, de refugiarse en la escritura, para compartir un relato y sanar, ayudar a las personas a quienes les toca vivir un dolor infinito y que no saben cómo transitar, que creen ser los únicos a los que los atraviesa un dolor así", señaló como objetivo. Y agregó: "Intenté explicar lo inexplicable, ponerle nombre a algo que no tiene nombre”.
Para Benjamín, "no existe la felicidad plena ni tampoco el dolor absoluto". "Después de diez años, puedo emocionarme profundamente y a la vez sonreír y honrar a mi hija”, marcó con emoción. Sin embargo, el camino de la sanación tuvo sus altibajos. Es por eso que no teme en contar que sintió culpa.
"En un momento me nació compartir esto con mis hijos, aunque fueran chiquititos. Me veían llorar y les expliqué que papá tenía pena, así como también se podía reír, y tuvieron que aprender a convivir con ese papá diferente, atravesado por la pena. Pero espero que con el tiempo, y los más grandes ya lo saben, sepan ponerse en mi lugar y entiendan que hice lo que pude, como pude”, recapituló. Bautista (15), el mayor, estaba presente en el público y escuchaba con atención las palabras de su papá. Él fue testigo de todo lo que vivió la familia, y recién hace poco tiempo empezó a compartir su dolor.
"Él pasó a ser una especie de viudo. Todas mis fotos de Blanca son con Bautista. Le arrancaron su historia. Pero pudo asimilar muy rápido todo y hoy es un chico grande, maravilloso”, detalló.
El ahora adolescente tuvo un rol clave, y hasta el día de hoy Benjamín lo agradece, en medio de su crudo relato de la despedida de Blanca. “Cuando estábamos enterrando a Blanca, me dice ‘Papá, ya está. Vamos’. Yo estaba paralizado, no me quería ir. Y él me dice ‘Blanca ya no está ahí, Blanca está en tu corazón’. ¡Un niño! Era lo que necesitaba escuchar en ese momento", expresó con los ojos mojados.
“Siempre está el que te dice ‘dale loco, soltá’. ¡Soltá las pelotas! Yo todavía estoy de la mano con mi hija. Y no voy a soltar porque cuando pase del otro lado voy a seguir de la mano con ella”, manifestó enérgicamente, conmoviendo a todos los presentes en la sala.
“La muerte es lo único que nos une. Queramos o no, nos da tanto miedo que nos pegamos unos con otros para ver si entre todos podemos entender algo tan difícil de entender o explicar”, analizó con mucha terapia encima y el paso del tiempo como guía. Pero también con el alivio de saber que todo se transforma.