Bajo el legendario logo colorado de "GENTE y la actualidad," ella. A la derecha de la inscripción “Año 3 – Nº 119 -Noviembre de 1967-/Edición vía aérea $85 /en Uruguay $ 30 o/u, ella. Acompañada por dos subtítulos que buscaban impacto (“Sensacional: Despierta la joven que durmió 4 años” y “’GENTE’ ‘contra’ Murua”), ella. Y para redondear, arriba de la presentación “Susana, la mujer que… ¡mata!”, ella, Susana Giménez, para su primera tapa de la historia en nuestra revista. Nada menos.
SU PRIMERA PRESENTACIÓN EN GENTE: “VA A HACER UN AÑO QUE EMPECÉ…”
Desde el borde de la pileta una niña toda dientes y toda ombligo sonreía. Con la punta del pie derecho abría el agua de Sunset, mientras se estiraba sobre el trampolín y desparramaba lánguidas llamadas a los rincones más salvajes de los habitantes de este planeta. Un señor calvo, y dueño de un televisor, se acercó y dijo: "¡Esta colonia, mata!"
Le prestamos la misma atención que hubiera merecido una hormiga caminando a dos cuadras de distancia.
-¿Susana Giménez?
No fue un sí. Fue un gemido gatuno. El señor calvo se hundió en un ataque de hipo.
-¿El de "Valet" de Gillette es su primer trabajo como modelo?
-No. En noviembre va a hacer un año que empecé. El primer aviso fue el de whisky Carson. ¿Se acuerdan?
-iSifff!
-¿Y antes?...
-Maestra. Casada, ahora separada, mi marido me hacía la vida imposible.
-Y, claro...
-Claro, ¿qué?
-No, nada...
Se irguió; se zambulló; emergió. Y se asombró porque al señor calvo le estaban haciendo respiración artificial.
57 AÑOS DESPUÉS, FRENTE A SU PROPIA PORTADA, SUSANA GIMÉNEZ AUBERT CUENTA EN PRIMERA PERSONA
“Yo estaba horrible, pero a Revista GENTE le encantó esa foto y salió en la tapa (Susana Giménez Aubert lanza una carcajada, antes de seguir contando, así de entusiasmada y en primera persona, hasta el final de la nota). Fue la primera, en un trampolín, acostada, con el pelo horrible..., ¡horrible! Después vino otra, de cuando yo formaba parte de la Asociación Modelos Argentinas. Me llamaron, ya hacía cosas, pero nada importante. Entonces pensé: ‘¿Cómo hago para que me conozcan?’. Y me fui con un vestido verde, medio de leopardo y el pelo bien levantado, armando un alto rodete. Cuando me dijeron que salía en la tapa, ¡je! Los diarieros la recibían los miércoles a las siete de la tarde. Yo iba antes al quiosco. Era una emoción increíble.
Claro, porque leía GENTE en casa. ¿Quién no la leía? Si no la leías, estabas fuera de órbita. Publicaba miles de notas y no sólo del espectáculo. Había algunas súper interesantes, súper buenas, y unos periodistas de cagarse –por su calidad–, con los que empecé a tener una relación especial: Marito Mactas, Rolando Hanglin, Víctor Sueiro, René Sallas, una adelantada, y Cristina Airala, que me encantaba... Los periodistas y los personajes éramos pocos y más amigos. Se trataba de profesionales muy inteligentes. No digo que ahora no lo sean, pero para alguien como yo que empezaba, encontrarse con gente también joven con su humor y capacidad venía bárbaro.
Con el tiempo, los años, las décadas, GENTE ha registrado mi vida en absoluto. Cada casamiento, separación, crisis. Obvio que cuando sos muy-muy famosa además te volvés un poco loca. ¡Los fotógrafos se subían a los árboles para mostrar mis rutinas! Bueno, sucedió hasta hace poco, cuando construí el muro acá, en La Mary. Ahora no pasa, cambió la cosa, ya no mandan tantos enviados especiales a los lugares de veraneo, porque no hay guita. Pero no imaginás unos años atrás"
Bueno, en esa época –hablo de fines de los Sesenta, principios de los Setenta–, cuando GENTE era la revista que se leía en familia, yo ni imaginaba que llegaría a su portada. Fue un gran espaldarazo en mi carrera, el inicio de todo. Rápidamente entre la revista y yo se generó una empatía, un qué se yo. Por eso tengo todas las tapas que tengo: Nunca jodía, siempre estaba lista, me convocaban, respondía que sí, me ponía algo diferente e iba. Porque, ¿sabés?, en esa época la ropa, el maquillaje, los peinados, eran míos. No tenía tanta guita ni las revistas te ponían un séquito. Llamaban: 'Queremos hacer una nota con vos en traje de baño', y yo iba con mis pilchas. Incluso nos maquillábamos nosotras. Entre paréntesis, creo que la primera que contrató un maquillador personal fui yo y por consejo del diseñador Manuel Lamarca. Amigos de toda la vida con él y su mujer, María (incluso ella luego me confeccionó la ropa de La mujer del año), un día me dijo: 'Mirá, Su, adoro que hagas televisión, pero ¡no podés maquillarte así! Necesitás un maquillador'. '¿En serio no te gusta, Manu?' 'No'. '¿Y conocés a alguien?' 'Al mejor'. Y me trajo al querido Juan Carlos López.
“LO CIERTO FUE QUE DE A POCO COMENCÉ A MARCAR TENDENCIA”
… Al punto que una vez me llevaron cerca de la Plaza San Martín, de la Galería Larreta, y me pidieron que me pare en una vidriera mientras la gente se empezaba a detener. Pusieron un cronómetro e iban registrando minuto a minuto cómo las personas iban acumulándose alrededor mío. Me había calzado tacos cuadrados y dorados, y una minifalda –no tan corta como se usan ahora–, porque querían plasmar el fenómeno de mi popularidad. Guardo esa doble página grabada acá (se señala la cabeza) y acá (apunta a los ojos).
Después fuimos con GENTE a Londres. El viaje tenía que ver con las nuevas tendencias en el Viejo Continente, combinadas con las tradicionales. Éramos cuatro modelos, entre ellos Marta Cerain, su marido Horacio Bustos y mi amigo del alma Ante Garmaz, que directamente se cambiaba en la calle. Lógico, hablamos de un país en ebullición. Se trató de mi primera incursión en Europa. Fui con una amiga, y seguimos a Italia, Capri, Roma. Yo ya ganaba mi propia platita. Llevé mil dólares y permanecimos un mes. Comprábamos cosas lindas, divinas, de mujeres jóvenes, pero no de grandes marcas. Y ahí sí usábamos minifaldas impresionantes y cosas transparentes, pantalones con agujeritos, camisetas haciendo juego. ¡Se notaba que llevabas un bikini abajo!
Me acuerdo también del editor Aníbal Vigil, de Editorial Atlántida. Callado y con un cordial poder de mando, serio, amoroso y respetuoso y respetado tanto por los periodistas y fotógrafos como por nosotros, era un tipo de una cultura y una estética increíbles. Yo lo adoraba, y lo hacía reír. Conmigo tenía como una debilidad: Le encantaba que le contara chismes de quién salía con quién en el ambiente. Él inventó GENTE. Un genio... Yo fui toda mi vida de leer, de consumir revistas. Había menos, Siete días, luego La Semana, pero GENTE logró que las chicas que salíamos en sus tapas nos convirtiésemos en sagradas. Aparecíamos ahí y nuestro cachet subía un montón.
Con el tiempo, los años, las décadas, GENTE ha registrado mi vida en absoluto. Cada casamiento, separación, crisis. Obvio que cuando sos muy-muy famosa además te volvés un poco loca. ¡Los fotógrafos se subían a los árboles para mostrar mis rutinas! Bueno, sucedió hasta hace poco, cuando construí el muro acá, en La Mary. Ahora no pasa, cambió la cosa, ya no mandan tantos enviados especiales a los lugares de veraneo, porque no hay guita. Pero no imaginás unos años atrás...
Ahora Los Personajes del Año somos más, pero antes sumábamos menos de veinte. Por aquellos tiempos había científicos, deportistas, artistas, premios Nobel o un político importante. El número de elegidos era menor. A través del tiempo compartí Los Personajes del Año con todos los personajes grosos de cada época”
“POR ALGO LLEVO 158 TAPAS EN GENTE…”
… Bueno, sin contar la de Los Personajes del Año (otras 37, de las 57 que hubo, según vi que ustedes publicaron). Claro que ahora somos más, pero antes sumábamos menos de veinte. Por aquellos tiempos había científicos, deportistas, artistas, premios Nobel o un político importante. El número de elegidos era menor. A través del tiempo la compartí con todos los personajes grosos de cada época. Lo que sí, y tampoco sé por qué, no estuve en la que (Carlos) Monzón explotó como campeón mundial de boxeo, con aquel título que fue un aquelarre. Hace poco vi la tapa (1974) y pensé: “¡Qué raro que yo no haya estado!”.
Fotos: Archivo Grupo Atlántida
Arte y diseño: Gustavo Ramírez
Armado de portada web: Darío Alvarellos
Agradecemos a Inés Hernández