En marzo se cumplieron diez años de la muerte de Jorge Ibáñez. Fresco, disruptivo y con un carisma que lo instaló como uno de los referentes de la moda argentina y de los más queridos por la gente.
Guido 1735. Esa dirección del barrio porteño de Recoleta es famosa. Mirtha Legrand la ha repetido hasta el cansancio para agradecer los looks que el diseñador le preparaba de cara a sus legendarios almuerzos.
Por esas instalaciones pasaron las principales celebridades. A más de una novia se le cayó una lágrima mientras se probaba el vestido para su boda y otras tantas se derramaban en el momento que una quinceañera se tomaba las medidas para un outfit para su noche soñada. Pero ese glamour hoy está totalmente apagado. O casi...
Pasar por la puerta del atelier parece ser el desenlace de una caminata por un túnel del tiempo. La persiana está baja, y la vidriera tapada con una tela blanca prolijamente colocada. El que no lo sabe piensa que el comercio cerró hace pocas semanas. “A la mamá de Jorge hace mucho que no la veo por acá”, afirma a Revista GENTE el encargado del edificio, queriendo evitar dar su nombre.
"La llamé para su cumpleaños, que fue el 21 de marzo, pero no me respondió. Desde marzo a la fecha no tengo noticias de ella”, le cuenta Ingrid Grudke, una de las últimas musas de Ibáñez, a GENTE.
Y la duda pronto surge: ¿Quién se encarga de limpiar la entrada? ¿Quién recoge las boletas de los servicios públicos que llegan? Son interrogantes hoy sin respuesta. Mabel Ibáñez, que quedó viuda en noviembre de 2016, tampoco contestó las reiteradas consultas de GENTE.
“Este local fue un regalo de los padres a Jorge cuando vieron que realmente estaba convencido de ser diseñador de moda. Porque él, que empezó a estudiar Medicina, un día volvió de la facu y dijo: ‘Papá ,esto no es lo mío… yo voy a ser diseñador de moda’. Entonces le compraron y obsequiaron el lugar”, desanda Grudke la historia de este local y lo que dejó su amigo en el mundo de la moda.
Ingrid cuenta que vive a pocas cuadras de la maison y que cada vez que pasa por delante la invade un sinfín de recuerdos: “Cuando Mabel y Jorge padre vieron que lo deseaba, le dieron para adelante. Recorriendo la Recoleta, su hijo había expresado que quería un local en alguna parte de ese barrio y el padre accedió luego de que vieran el que finalmente adquirieron. Desde ahí Jorge armó toda su historia de diseñador, y casi también su historia personal, porque ese espacio era todo para él”.
El duelo de Mabel Ibáñez, la madre del diseñador
“Jorge Ibáñez. Un ángel celestial que con alas dejó el vuelo de la estirpe del diseño. Con amor y luz, mamá. Gracias a mis clientas, amigos y colegas”. Se estima que este fue el último detalle que se encargo de colocar Mabel en la vidriera del local. En un portarretrato con marco dorado, la frase recuerda al ícono de la moda y puede ver en la actualidad dentro del local de Guido 1735
Cada tanto pasa algún peatón y se detiene a leer esa dedicatoria colocada poco después del cierre definitivo, producido en septiembre de 2021. Desde 2014 y hasta ese momento la madre del diseñador intentó mantener el legado de su hijo, encargándose de la marca.
“Mabel fue haciendo su duelo de a poquito. Era muy difícil para ella cerrar todo de golpe e irse. Vos imaginate que se pasó adentro de ese atelier de Guido muchísimos años, casi treinta”, reflexiona la Ingrid Grudke.
“Es lógico: no era tan sencillo para ella cerrar e irse. Yo sé que ahora vive en el departamento que era de Jorge con su perrita. La vi muy bien la última vez que la visité. Ahora hace rato que no hablo con ella porque también se fue alejando de todo... Como que fue soltando las cosas de a poquito, y haciendo su proceso", cuenta la modelo. Y enumera: “Perder a un hijo, separarse de su única hija, porque también tomó distancia de Alejandra (con quien mantiene una puja por los bienes del diseñador), con un marido que falleció de tristeza. Nada de eso es sencillo”.
Qué dejó Jorge Ibáñez en el mundo de la moda
La moda es un arte, y como todo arte, perdura en el tiempo. Además de Grudke, Mirtha Legrand, Florencia de la V, Fabián Medina Florez, Daniel Gómez Rinaldi y Elina Costantini son algunas de las figuras siempre buscan mantener vivo este legado.
“Para mí más que un legado dejó numerosos mensajes en el mundo que transitaba. El buen trato entre colegas, la buena onda, y el respeto por la profesión de la modelo, su entorno y su gente: las modistas que confeccionaban cada vestido que Jorge imaginaba. Él nunca maltrató a nadie, ni se refirió a nadie de manera despectiva. Cuando no le gustaba algo, lo decía de frente y de una manera muy auténtica. Extraño mucho eso de Jorge”, admite Ingrid, además una de sus grandes amigas.
“Más allá de que sus tremendos diseños, que ya se encuentran expuestos en lugares como el Museo del Traje, a Jorge Ibáñez lo recordaremos como un gran amigo de cada modelo. Lo vamos a amar eternamente por lo divina persona que era con nosotros. Para los desfiles convocaba a modelos de Buenos Aires y también del interior. Un ejemplo”, dice.
Cuando se le pregunta de qué manera lo definiría como persona, Grudke no duda: “Entraba a un lugar y todo el mundo se daba vuelta a verlo. Más allá de que era muy conocido y famoso, resultaba un tipo muy amable, simpático, alegre y carismático. Tenía un ángel único, como pocos. En mi caso, lo disfruté mucho como amigo en vida. Ojalá en el lugar que dejó nazca o fluya otro diseñador, otra nueva marca. Pero lo cierto es que el mundo de la moda lo recordaremos como un gran diseñador argentino”.
Una anécdota de Elina Costantini, otra gran amiga de Jorge Ibáñez
“Siempre me pasan con él cosas sobrenaturales que son divinas”, comenta Elina Costantini, cuando recuerda a Jorge. También amiga cercana de Ibáñez, ella aprovecha para hablar de algo que le ocurrió hace pocos días en París, a punto de cenar con su marido Eduardo. Y acerca una anécdota premonitoria:
“Íbamos a un restaurante y el Uber nos dejó en la puerta del café en donde compartí mi último viaje con Jorge, allá por 2013. Entonces recordé que él ahí me había dicho: ‘Elina desconectate del teléfono y aprovechemos este viaje porque yo no se cuánto tiempo más voy a estar vivo’. Él siempre hacía esas bromas. Los dos teníamos humor negro. Y me acuerdo que le contesté: "Vos no te podés ir, porque tenemos los desfiles de Uruguay". Al poco tiempo murió”, cierra Elina, emocionada por el recuerdo.
Fotos actuales del local: Leo Ibáñez
Fotos de archivo: Grupo Atlántida