En las cimas de los cerros Pachón y Tololo, dos imponentes montañas que se miran una a la otra en pleno corazón del Valle del Elqui, puerta principal del desierto de Atacama, al norte de Chile, sobresalen en el horizonte cuatro grandes observatorios astronómicos que atesoran los telescopios que generan mayor impacto científico del hemisferio sur.
“En la región de Coquimbo tenemos instalaciones científicas en el cerro Tololo, que es el más antiguo, y el Pachón, donde están las instalaciones más nuevas”, explica a EFE Alejandra Voigt, directora en Chile de la Asociación de Universidades para la Investigación en Astronomía (AURA) de Estados Unidos, que construye y opera telescopios y observatorios para la Fundación Nacional de Ciencias de Estados Unidos (NSF) y la NASA.
Conformada por 49 socios norteamericanos, dos chilenos –la Universidad de Chile y la Universidad Católica– y un alemán, AURA administra los telescopios ópticos y de infrarrojos de ambos cerros mediante su centro NoirLab.
Además de unas condiciones climáticas y atmosféricas idóneas para la astronomía, por el clima árido, los cielos despejados y la baja contaminación lumínica del norte, Chile ofrece ventajas políticas, económicas y sociales para el desarrollo y sustentabilidad de esta ciencia.
“Hay una disposición del Estado de Chile, independientemente del gobierno de turno, de favorecer a los países extranjeros para que hagan grandes inversiones en astronomía en el país, lo que genera una gran retribución económica y social”, apunta Voigt.
Por otro lado, agrega, “todas las administraciones norteamericanas han entendido transversalmente que es importante mantener e incrementar las inversiones en Chile, aunque aquí no estén sus votantes”.
El Pachón
A 2.700 metros de altura, en cerro Pachón, se alistan los últimos detalles del Observatorio Vera Rubin, que a finales de 2025 estrenará el telescopio con la cámara más grande del mundo, de 3.200 megapíxeles (hoy la más avanzada en resolución es de 870 megapíxeles del japonés Subaru, en Hawái).
Con un espejo de 8,4 metros de diámetro, que llegará en las próximas semanas desde Estados Unidos, promete ser, según los científicos, "una auténtica revolución" en el mundo de la astronomía.
A 1,5 kilómetros del recinto en construcción, que tiene forma de barco y rompe con las tradicionales cúpulas esféricas de los observatorios astronómicos, se levanta el telescopio Gemini Sur, con un espejo de 8,1 metros. Junto con su “gemelo” en el hemisferio norte, en Hawái, proporcionan una cobertura completa del cielo: “Con ocho horas de diferencia se puede seguir una observación y darle continuidad”, comenta a EFE el director de Gemini Sur, Fredrick Rantakyro.
Gemini también es uno de los centros punteros en su transformación hacia las energías renovables. Gracias a la instalación de 650 paneles que producen 200 kilowatts de potencia genera electricidad para todas sus operaciones diurnas –que gastan menos que las nocturnas–, un primer paso para avanzar hacia la cobertura solar de todo el cerro Pachón.
En el extremo de la cima se levanta el tercer observatorio, el del Telescopio de Investigación Astrofísica del Sur (SOAR), con 4,1 metros de espejo.
El Tololo
Veinte kilómetros al noroeste, el Cerro Tololo, de 2.200 metros, alberga el Telescopio Víctor Blanco –el más antiguo del grupo, ya que comenzó a operar en 1976– y otros más de 20 proyectos de observación de distinta índole y tamaño.
“Aquí se instaló el primer telescopio, que se trajo desde Santiago en los años 60 en una mula, tenía 40 centímetros (de espejo) y se instaló en ese lugar, donde no había nada”, explica el director del Observatorio de Cerro Tololo, Stephen Heathcote.
Con 4 metros de diámetro, más tarde llegó el Víctor Blanco, el más grande del hemisferio sur durante 22 años, hasta la llegada de Gemini, y uno de los más mencionados y citados del mundo en publicaciones científicas –a pesar de sus años– gracias, en parte, a su Cámara de Energía Oscura (DECam), de 570 megapíxeles, única en el Sur global y que solo se verá superada por Rubin, cuando éste inicie sus operaciones.
“Logramos convertir un telescopio viejo y que estuvo a punto de cerrarse, en un instrumento de tecnología punta, darle varias décadas más de vida útil y colocarlo a la vanguardia de la investigación astronómica mundial”, añade Heathcote.
A través de su lente se estudió la expansión acelerada del universo, uno de los grandes descubrimientos científicos, que en 2011 valió el Premio Nobel de Física a los estadounidenses Saul Perlmutter y Adam Riess, y al australiano Brian Schmidt.
Las instalaciones de Aura han convertido a la región de Coquimbo, en general, y al Valle del Elqui y la comuna de Vicuña, en particular, en referentes internacionales de la astronomía a todos los niveles. Alejandra Voigt destaca el desarrollo científico en la zona: “Tenemos las mejores condiciones del mundo para hacer cualquier tipo de astronomía: sea amateur, turística o profesional”.