El futuro llegó en 1985, aunque pocos lo vieron venir. Entre las luces de neón y el ruido ensordecedor del Salón del Automóvil de Los Ángeles, un sueco atípico se robaba las miradas. No era un vikingo con hacha en mano, sino un deportivo futurista que parecía salido de una novela de ciencia ficción: el Saab EV-1. Un concept car con un diseño revolucionario que prometía un cambio de paradigma. Pero como toda historia de genios incomprendidos, su destino fue el olvido.

En lugar de presentar una berlina sobria y racional, como cualquiera hubiese esperado, Saab se atrevió a exhibir un verdadero laboratorio sobre ruedas. Con líneas inspiradas en el Saab 900 Turbo 16V, el EV-1 era una coupé 2+2 con una personalidad propia que lo convertía en un alienígena en el medio del enorme salón de la expo.
Construido en apenas seis meses, este concept era un adelanto de tecnologías que Saab incorporaría en sus modelos de calle. Aunque no todas sobrevivieron, varias de sus innovaciones dejaron huella en la industria.
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El detalle más audaz del EV-1 estaba en su techo. En lugar de un simple parabrisas convencional, Saab instaló 66 células solares integradas en una superficie acristalada. Estas no estaban allí para alimentar el motor, sino para mantener en funcionamiento el sistema eléctrico del auto. En una época donde la crisis del petróleo estaba fresca en la memoria y los eléctricos eran considerados una excentricidad, Saab se atrevió a dar un paso que otros ignoraban.
Para los estándares actuales, esto podría parecer un detalle menor, pero en 1985 era un adelanto radical. Saab ya intuía que la eficiencia energética sería clave en el futuro, aunque la industria todavía estaba dominada por motores de alto consumo y carburadores.
Subirse al EV-1 debió sentirse como entrar en una nave espacial. Saab no solo pensó en aerodinámica y energía solar, sino también en comodidad y tecnología avanzada.

Para empezar, los asientos procedían nada menos que de un Chevrolet Corvette, con calefacción y respaldos ajustables eléctricamente. Una combinación extraña, pero que funcionaba. Luego estaba el famoso Panel Nocturno, un cuadro de instrumentos digital que mostraba solo la información esencial para evitar distracciones. Una filosofía que, a la larga, influenciaría los modelos de producción de Saab.
Otro detalle curioso eran sus vidrios reflectantes, que reducían la entrada de calor en el habitáculo. Sumado a los protectores antichoque de fibra de vidrio y carbono en las puertas, Saab dejaba claro que la seguridad y la innovación podían ir de la mano.
A pesar de su imagen de vanguardia, el EV-1 no era un eléctrico puro. Debajo de su capó rugía un motor turboalimentado de 2 litros y cuatro cilindros que entregaba unos impresionantes 285 caballos de fuerza.
Gracias a esta mecánica, el EV-1 aceleraba de 0 a 100 km/h en 6,9 segundos y alcanzaba los 270 km/h de velocidad máxima. Cifras que lo colocaban a la altura de los deportivos más rápidos de su tiempo. Pero Saab, fiel a su estilo, no se conformó solo con potencia: también dotó al prototipo de una aerodinámica optimizada y un chasis equilibrado.
El EV-1 no solo brilló en los salones del automóvil; también tuvo su momento de gloria en la pantalla grande. En Regreso al Futuro II aparece estacionado en una de las escenas futuristas, como si los creadores de la saga supieran que este concept estaba adelantado a su tiempo. Un guiño involuntario a lo que pudo haber sido y nunca fue.
El Saab EV-1 era demasiado avanzado para su tiempo, y tal vez ese fue su mayor problema. La tecnología solar todavía estaba en una fase experimental, los costos de producción eran prohibitivos y el mercado no estaba listo para un deportivo que pensara en la eficiencia energética.
A pesar de que muchas de sus innovaciones encontraron su camino en modelos posteriores, el EV-1 quedó relegado a la historia como una de esas ideas brillantes que nunca se materializan del todo. Saab seguiría su camino hasta su desaparición en 2011, dejando un legado de ingeniería inteligente y diseños fuera de lo común.
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