Hace más de 120 años, cuando los autos aún eran un lujo casi experimental, una mujer ya los conducía a velocidades que helaban la sangre. Y no sólo eso: también estableció récords, se convirtió en la primera mujer en ganar una carrera de autos y, por si fuera poco, se las arregló para inventar el espejo retrovisor. ¿Su nombre? Dorothy Levitt.
Nacida en 1882 en Londres, Dorothy se convirtió en una de las primeras mujeres en demostrar que el volante no tenía género. Su historia es una mezcla de audacia, pasión por los vehículos y un espíritu innovador que la llevó a revolucionar, incluso, el diseño de los automóviles con una idea aparentemente simple pero que cambiaría para siempre la manera en la que vemos la conducción: el espejo retrovisor.

Su vida estuvo plagada de eventos históricos. En 1903, Dorothy se convirtió en la primera mujer en ganar una carrera en Gran Bretaña. La prensa no tardó en apodarla "la chica más rápida del mundo", después de que estableciera un récord de velocidad en el Blackpool Speed Trial alcanzando los 146,26 km/h. Estos logros le ganaron una fama internacional que, para sorpresa de muchos, no la limitó, sino que la impulsó a ir más allá.
Dos años después, fue la primera mujer en completar el recorrido más largo al volante de un automóvil, y no se conformó con eso, pues también incursionó en el mundo de la motonáutica, donde estableció el primer récord mundial de velocidad sobre el agua.
¿Increíble, verdad? Sin embargo, lo más fascinante de su legado no sólo está en sus victorias, sino en la huella que dejó para las mujeres que, como ella, deseaban dominar el arte de conducir en una época donde la naciente industria del automóvil era exclusividad de los hombres.
Tal entusiasmada estaba Dorothy por los autos que hasta escribió un libro llamado “La mujer y el automóvil”. Se trataba de un manual dirigido a mujeres que querían sumergirse en el mundo del automovilismo. El libro no solo les brindaba consejos prácticos sobre cómo manejar, sino que también les daba un sentido de empoderamiento en un mundo donde las mujeres eran vistas, a lo sumo, como espectadoras.
Pero lo que nadie se esperaba es que, en una de sus páginas, iba a escribir una idea revolucionaria: recomendó llevar "un pequeño espejo de maquillaje en un lugar conveniente cuando conduzcan para poder ver hacia atrás". Sí, eso que hoy conocemos como espejo retrovisor y sin el cual manejar sería un caos absoluto.

Levitt no patentó su idea y la industria automotriz tardó varios años en adoptarla. El primer auto que incorporó un retrovisor de serie fue el Marmon-Wasp, ganador de las 500 Millas de Indianápolis en 1911. Pero la semilla ya estaba plantada: la "chica más rápida del mundo" también fue la visionaria que cambió para siempre la forma en que conducimos.
Dorothy no sólo alentaba a las mujeres a conducir, sino que también las empujaba a tomar el control de la maquinaria, dominar la carretera y, sobre todo, no tener miedo a un mundo que era eminentemente masculino.
Pero así como Levitt irrumpió en el automovilismo como un meteoro, también desapareció con la misma rapidez. En 1910, en pleno auge de su carrera, dejó las competencias y se retiró de la vida pública sin explicaciones. A partir de ahí, su rastro se vuelve difuso. Se sabe que murió en 1922, con solo 40 años, pero las causas de su fallecimiento son un enigma.
Lo que no es un misterio es su legado. Levitt no sólo demostró que las mujeres podían ser tan veloces y audaces como los hombres, sino que también abrió el camino para muchas que vinieron después. Y cada vez que mirás por el retrovisor, aunque no lo sepas, le estás rindiendo homenaje.